Les. Yo a los 10 años con una mujer (5ª Parte)
Les. Yo a los 10 años con una mujer (5ª Parte).
TRAS LA PRIMERA NOCHE
La imagen con la que me desperté no la voy a olvidar jamás.
Mi camiseta se había subido durante la noche y andaba ya por encima de mi ombligo, dejando mi ropa interior a la vista. Sobre mi vientre, el brazo de María abrazándome y doblado para apoyar sus dedos en mi aún no desarrollado pecho. Al girar la cabeza en su dirección me topé con sus ojos ya abiertos.
- Buenos días, menos mal que es sábado y no tienes clase. Nos hemos levantado súper tarde.
- Ho… hola…
- El corazón vuelve a irte súper rápido.
- No sé…
- Sí… Cuando dormías iba mucho más tranquilo.
Me la quedé mirando desarmada. ¿Qué se supone que debía responder a eso? Me sonrió, se acercó a besar mi vientre desnudo erizándome la piel y retiró su brazo de mi cuerpo haciendo que me recorriera un escalofrío en lugares donde nunca antes los había sentido.
- ¿Desayunamos?
Asentí aún sin poder hablar después de lo que acababa de sentir y la seguí hasta la cocina. La observé hacer el desayuno en silencio y no pude evitar fijarme en todo su cuerpo de espaldas a mí. Era preciosa.
- Toma.
Se giró de repente para darme las tostadas y me pilló con la vista en sus piernas. Yo me sonrojé pero ella hizo ver que no se daba cuenta. Pero sí se dio, porque no pudo evitar sonreír. Se sentó a mi lado y me preguntó si quería volver a ver a Matilda esa mañana antes de devolverla al videoclub. Así que le dije que sí porque nos había gustado mucho.
- Qué guapa es la Señorita Honey, eh…
- No sé…
- ¿Cómo que no sabes? Es guapísima, fíjate.
- Sí…
- ¿Verdad? Aunque supongo que a ti te parece más guapa Matilda…
- Es más guapa la Señorita Honey.
Me atreví con la confesión porque la verdad es que desde ayer por la tarde estuve pensando en lo guapa que era esa actriz y parece que a María le gustó mi confesión.
- ¿No es un poco mayor?
- No sé…
- ¿Me puedo tumbar aquí?
Y sin esperar mi respuesta apoyó su cabeza en mis piernas y se tumbó en el sofá. Terminamos de ver la película en esa posición pero aún era temprano para comer así que fuimos al videoclub a devolver la película.
- Dame la mano.
- ¿Por qué?
- Para cruzar la calle.
- Ayer no me la diste.
- Es que ayer me despisté.
No sabía porqué cambiaba su actitud conmigo aunque ahora siendo más mayor entiendo que sólo me buscaba como podía. De hecho ya no me soltó la mano hasta que llegamos de nuevo a casa.
- ¿Quieres que esta tarde te pinte otra vez?
- Vale.
- Pero hagamos algo más grande.
- ¿Cómo?
- ¿Te puedo pintar la espalda?
No me esperaba esa propuesta y sólo imaginarme así con ella me gustaba tanto que sentía que me estallaría el corazón entre los nervios y la emoción.
- Vale…
Después de comer vi que colocaba una toalla en el suelo del salón.
- Túmbate.
- Vale…
- Pero quítate la camiseta.
- Eh… Me da vergüenza.
- ¿Por qué? Si ya te la quité ayer…
- Vale…
Me la quité intentando darle la espalda y me tumbé donde me dijo. Enseguida noté que se había sentado sobre mis piernas y eso me aceleró el corazón de nuevo. De hecho noté un pinchazo en mis partes íntimas que no había notado nunca.
Empezó a extenderme la crema hidratante como hizo el día anterior, con una suavidad y una lentitud que quemaban. Pero hoy no me hablaba.
Luego empezó a dibujar sobre mí y los nervios se fueron volviendo paz y tranquilidad hasta que me quedé dormida. Me despertó María susurrándome al oído aún sentada sobre mí.
- Despierta Sara
- Perdón…
- No pasa nada, ¿quieres verlo?
- Sí.
- Ven, vamos al baño.
Se levantó deprisa y tiró de mi mano. Llegamos al baño y me tapé el cuerpo con las manos porque me sentía muy expuesta. Entonces ella vino hacia mí mirándome a los ojos y con una sensualidad con la que nunca me había mirado. Apartó mis manos de mi pecho y, aún mirándome a los ojos, me empujó con su cuerpo hasta que mis piernas chocaron con el grifo del baño. Colocó en mis manos un pequeño espejo y me hizo una señal con la cabeza para que mirase mi espalda a través de él.
Al mirar me sorprendí, había dibujado un fénix azul enorme en mi espalda.
- Es increíble, dibujas súper bien.
- Muchas gracias. Pero habrá que lavarlo, en unas horas llega tu padre. Dijimos de cocinar pizza, ¿aún te apetece que la hagamos?
- ¡Sí!
- Pues a ducharse.
- Vale…
En ese momento me di cuenta de que no iba a poder lavarme yo sola la espalda, pero tampoco iba a pedírselo a ella…
- ¿Te ayudo con la espalda?
Genial… Ahora cómo le digo que no… Si es obvio que yo sola no puedo…
- Me da vergüenza.
- Pues eres preciosa… Además ya te estoy viendo… Venga quítate el pantalón. No hace falta que te desnudes del todo.
- Vale…
- Así… Deja que te ayude, apoyate en mi hombro. Ahora métete en la bañera y yo te froto la espalda con la esponja y jabón.
- Vale.
- ¿Ves? No es para tanto… Ya está limpia.
Mientras decía eso, yo me daba la espalda para agarrar la esponja y seguir por mi cuenta pero ella empezó a frotar mis hombros. Yo no dije nada así que empezó a lavarme también los brazos y las manos. Luego acarició y lavó mi vientre y subió hasta mis pechos. Los rozó con tanta delicadeza que pese a tener 10 años, mis pezones se erizaron.
En un momento dado, coló sus manos en mis braguitas y las empezó a bajar lentamente mientras me miraba. Esperando que la frenara si quería, pero no lo hice. En parte porque no podía ni moverme de la tensión y en parte porque me estaba encantando que lo hiciera.
levanté un pie y luego el otro para que me retirara las bragas por completo y quedé expuesta ante ella. Sus manos bajaron por mis muslos hasta mis pies y subieron de nuevo por la parte interna de mis piernas. Me dio la vuelta y lavó mis piernas un par de veces de arriba a abajo antes de atreverse a pasar por mi culo.
Mi cuerpo reaccionó dando un pequeño saltito pero ella lo ignoró y me dio la vuelta. Nerviosa porque sabía que sólo había una parte de mi cuerpo que no había tocado, la miré. Pero creo que tuvo miedo de que me lo tomase mal. Sólo me dió el grifo con el agua ya tibia y me pidió que me aclarara. Pero ella se quedó ahí, al lado de la bañera, viéndome desnuda mientras quitaba los restos de burbujas de mi cuerpo. Sin embargo ya no me sentía tan expuesta. Me gustaba que me mirase y hasta me había quedado con las ganas de que siguiera lavándome.
Al terminar me envolvió con una toalla y me secó detenidamente. Lo hizo despacio, sin dejarse un solo dedo o hueco. Y esta vez sí, con la toalla entre las manos, rozó mi centro provocándome un calambre.
Desapareció dejándome sola y volvió con un pijama limpio. Se agachó frente a mí quedando su cara frente a mi parte más íntima y me pidió que levantase una pierna para colocarme la ropa interior. La obedecí primero con una pierna y luego con la otra hasta que terminó de colocarlas. Dejando un dulce beso bajo mi ombligo después. Me colocó una camiseta y se levantó.
- Eres preciosa. Vamos a hacer la cena.
Continuará…
Pocos son los relatos donde los protagonistas se comportan de manera normal, en la gran mayoría de relatos los personajes ya están teniendo sexo a los tres párrafos y si hay menores en la historia suelen ser quienes seducen a los adultos y les piden sexo a gritos.
Tu historia es erotica sin llegar a lo vulgar, sabes llevar al lector a imaginar cada situación de manera natural.
Te felicito por ello.
Pues muchísimas gracias.
Siempre me han gustado los relatos y echaba de menos en ello justo eso.
Este relato está basado en mi propia historia, quizá por eso los personajes se comportan de manera más «normal», pero me encanta leer que te he podido transmitir eso.
Al relato le quedan sólo dos capítulos más, pero gracias a comentarios como el tuyo quizá me animo a seguir hablando del tema.
Muchas gracias.