Les. Yo a los 10 años con una mujer (6ª Parte)
Les. Yo a los 10 años con una mujer (6ª Parte).
Primer día después de la primera noche
Durante las siguientes semanas después de aquella experiencia a solas en mi casa, no vi a María. Mi madre había terminado su curso de idiomas y se acercaba también el fin de curso, así que yo tenía menos deberes del colegio y mi madre pasaba más tiempo en casa. Pero tras preguntarme varias veces cómo me había ido con María a solas, mis padres decidieron irse a un balneario. Uno de esos destinos turísticos donde los niños de 10 años como yo no quieren ir porque se aburren. Así que decidieron irse 3 días, con sus correspondientes 2 noches y dejarme con María. Para mi sorpresa, ya se lo habían propuesto y les había dicho que sí. Sólo faltaba yo. Y sin saber muy bien si era lo que más me apetecía en el mundo o lo que menos, acepté.
A los dos días, siendo un viernes, María me recogió del colegio. Iba a estar a solas con ella hasta el domingo por la noche. Wow.
-Hola guapa. ¿Cuánto tiempo, no? ¿Cuándo llevo sin verte? ¿Dos semanas? ¡Si hasta has crecido!
Al ver la actitud de María me di cuenta de que quizá me estaba volviendo loca. No era raro lo que había pasado… Las dos somos chicas… Y yo soy una niña. Es normal que me ayude a limpiarme… Y no es raro que nos veamos desnudas… Solo estoy así porque me gusta… Pero ella está normal conmigo, así que genial. No hay nada de lo que preocuparse, todo está bien.
-¿No me vas a hablar o qué?
-Te he echado de menos.
-¿De verdad?
Vi alivio en su mirada.
-Sí, mucho.
-Pues tu madre me ha estado hablando para este verano. Dice que si quiero puedo estar contigo todos los días entre semana. Porque ellos solo tienen tres semanas de vacaciones y no saben si quieres ir a un campamento o algo así.
Puse cara de asco y se rió.
-Vale, campamentos no. Pues entonces genial, me viene bien el dinero, la verdad. Habrá que pensar qué hacer, el verano es muy largo.
-Podemos hacer una lista.
-Me parece bien. Este fin de semana tenemos mucho tiempo.
-Sí.
Al llegar a casa hicimos todos los deberes por petición e insistencia de María y por fin cuando terminamos vimos un rato la televisión.
-Voy a ponerme ropa más cómoda. ¿Por qué no te pones tú también algo más fresco?
-Vale.
Subimos las dos. Yo a mi cuarto y ella al de mis padres.
-Sarita mira. Uy, perdona que te estabas cambiando, pero bueno, mejor. Te he traído esta camiseta. Es como la mía, así vamos iguales ¿te gusta?
-¡Sí! Gracias María.
-Póntela. ¿A ver? Te queda perfecta. ¡Hala! ¿Tienes estrellas en el techo?
-Sí, las puso mi madre. Por la noche brillan.
-¿Podemos verlas?
-Sí.
Hice todo lo posible por oscurecer la habitación y cuando nuestros ojos se acostumbraron a la oscuridad, las estrellas empezaron a brillar.
-Madre mía, cuántas hay. Ven, túmbate conmigo.
Me tumbé a su lado y me acercó tirando de mí. Me abrazó y nos quedamos en silencio mirando al techo.
-Te late súper rápido el corazón.
-Ya…
-¿Y eso?
-No sé…
-Bueno… Me quedo contigo hasta que te calmes.
Por un lado quería decirle que eso era imposible porque era ella quién me ponía así, pero por otro lado, no me importaba nada quedarme el resto del día en esa cama abrazada a ella.
-¿Ya tienes novio?
-No…
La miré extrañada y me sonrió.
-¿Y novia?
-No…
-Mejor que tengas novia. Somos más guapas.
Me reí y me relajé. Tanto que me atreví a confesar lo que jamás había confesado. Fue solo una palabra… Pero que cambiaba por completo el rumbo de la conversación.
-Vale.
-¿Vale?
-Ahá…
-¿Tendrás novia entonces?
No me atreví a afirmarlo con palabras, así que sólo asentí con la cabeza y la escuché sonreír.
-¿Y ya le has confesado tu amor a Fiorella?
-¡No me gusta Fiorella!
-¿Ah, no? Como me dijiste que te gustaba alguien y siempre estás con ella…
-Es mi amiga.
-¿Y quién te gusta?
-Nadie.
-Uy, qué mentirosa.
-No es ella.
-¿Y quién es?
-No sé…
-A ver… ¿Es… de tu colegio?
-No.
-¿No? Vaya… ¿Es… Italiana?
-No.
-¿No? Qué difícil me lo pones… ¿Es… Española?
-Ahá…
-¿Sí?
-Sí.
-Y la conociste en Italia o en España?
-Eso no vale, las preguntas tienen que ser de sí o no.
-Ah, bueno. Tienes razón… ¿La conociste en Italia?
-Ya no vale, has perdido.
La escuché reírse de nuevo y me abrazó más fuerte.
-Yo te dije que eras tan lista como Matilda, pero la verdad es que eres bastante más lista que Matilda.
-¿Por qué?
-Por nada… ¿Te apetece que hagamos un bizcocho y así nos lo comemos?
-Vale.
Fuimos a la cocina.
-A ver… ¿Tienes la harina?
-Sí.
-Ve echándola despacio ahí donde los huevos y mezclamos.
-Ups.
El paquete pesaba más de lo que pensé, se me resbaló de las manos y al caer sobre los huevos con azúcar, la mezcla me salpicó en la cara.
-Hahaha, te has puesto perdida. Ven, anda… Que te limpio.
Pasó un trapo húmedo por mi cara para limpiar la harina de mi nariz y ojos y luego pasó su dedo por la comisura de mis labios para llevárselo a la boca.
-Está rico, es dulce. Prueba.
Con ese mismo dedo que acababa de lamer, agarró un poco de la mezcla y me la dió a probar directamente en mi boca. Yo tragué saliva y casi me atraganto cuando regresó el dedo de nuevo a su boca para chupar los restos.
-¿Estás bien? Bebe agua, que se te ha ido por el otro lado.
Terminamos de hacer la mezcla del bizcocho y mientras se hacía en el horno, propuso que nos dieramos una ducha ya que estábamos hasta arriba de harina tras haber estado jugando con ella en la cocina.
-Oye Sarita… ¿Tú y yo somos amigas, no?
-Sí…Claro.
-Vale, ven.
Me llevó al baño, colocó mi ropa limpia sobre la suya y empezó a desnudarse.
-¿Qué haces?
Me di la vuelta.
-Ducharme. ¿Tú no te duchas?
-Luego…
-Venga, si ya te he visto desnuda. ¿Qué más da? Somos amigas, ¿no? Si no quieres verme, no me mires. Así vamos más rápido que el bizcocho no tardará mucho en hacerse.
-Va.. Vale…
Me desnudé bajo la atenta mirada de María y me metí con ella en la ducha.
-Ven, que te lavo la cara. Aún tienes harina.
Me giró para que quedáramos de frente y me limpió la cara con cuidado.
-¿Yo tengo harina?
-Un poco…
-¿Me la limpias?
-Vale…
Se la limpié con el mismo cuidado que ella había utilizado en mí y me quedé embobada en su cara. Parecía tan relajada con los ojos cerrados dejándose cuidar…
-¿Le contarás a tus padres que nos hemos duchado juntas?
-Creo que no…
-Mejor que no.
-Vale.
-¿Me guardarás el secreto?
-Sí.
-Gracias, guapa.
Y me agarró la cara para dejarme un beso en la comisura. Esta vez estaba segura de que no había sido un error por falta de luz y lo confirmé cuando me dió otro en el mismo lugar.
-¿Qué piensas?
-Nada.
-¿Segura?
-Sí.
-Date la vuelta.
Me lo dijo de una manera tan autoritaria que ni siquiera me planteé no hacerlo. Me giré y empezó a lavar mi cuerpo con la esponja. De nuevo el recorrido de mi cuello a mis tobillos. Sin dejarse nada esta vez desde el primer momento. Pero fue un poco más allá que la vez anterior, colando su mano entre mis piernas y frotando mi parte íntima con la esponja.
Jamás nadie me había tocado ahí y me aparté enseguida, tropezándome y casi cayéndome. Me sujetó estando muy rápida de reflejos y me pegó a su cuerpo. Notaba sus pechos en mi espalda y su piel caliente, desnuda y húmeda pegada a la mía.
-Ten cuidado, Sara. Date la vuelta.
No la cuestioné y lo hice. Ella se agachó frente a mí y me lavó el cuerpo entero. Esta vez todo. Primero mis hombros y brazos, luego manos y barriga… Luego mi pecho, mis muslos y piernas… y después, como hizo cuando estaba de espaldas, lavó con una suave caricia mi parte íntima.
-Así me gusta, sin huidas.
-Es que antes me has hecho cosquillas…
-¿Sí? Lo siento… ¿Me lavas tú a mí? Es que no he traído mi esponja…
-Vale…
-Gracias.
Se agachó frente a mí y le lavé la espalda y los hombros. Y luego se dio la vuelta. Me quedé paralizada al verla y fijarme realmente en la situación. Creo que se dio cuenta, porque como siempre cuando estaba tan tensa, reculó.
-Por delante sí que puedo yo sola. Muchas gracias, corazón.
-De nada…
-Aclárate el jabón.
-Vale.
Salimos de la ducha las dos juntas. La verdad es que me sentía bien en esa situación. Era algo nuevo para mí pero no estaba incómoda. Quería más. Y ella me hacía sentir segura.
Comimos bizcocho y luego decidió que debíamos jugar a la botella.
-Pero si sólo somos dos.
-¿Y qué? Se puede igual.
-Pero… Si hay que be…
-Ah, ya… Claro… Verdad o reto se puede hacer pero nos falta gente a la que besar, ¿no?
-Sí…
-¿Y si lo hacemos diferente?
-¿Cómo?
-En vez de besar a personas distintas, daremos los besos donde la otra quiera. Por ejemplo… ¡En el codo!
-Hahaha, vale.
El juego empezó inocente, besos en la rodilla, te reto a que digas «Pamplona» con la boca llena de bizcocho… Pero poco a poco el ambiente se fue tornando más íntimo.
-¿Verdad o reto, Sarita?
-Verdad.
-¿Has dado ya tu primer beso?
-No… ¿Verdad o reto?
-Reto.
Me miró a los ojos directamente. Creo que ambas pensamos en lo mismo, pero yo no me atreví a pedirlo.
-Te reto a que… Hagas el pino.
-¿Ahora?
-Sí.
-Está bieeeeen…
Se dispuso a hacer el pino cuando me di cuenta de lo pésima idea que había sido. Hizo el pino perfecto contra la pared del salón pero su camiseta se bajó hasta taparle la cara y mostrarme sus pechos. Quise apartar la mirada, pero no pude.
-Uy… Accidente. Menos mal que no es nada que no hayas visto antes… Te toca, ¿Verdad o reto?
-Verdad.
-¿Otra vez?
-Sí.
-Vale… Pues… Dime quién te gusta.
-Nooooo, noooo eso nooo.
-Ah… Es mi pregunta. Tienes que responder o darme un beso.
-Be… ¡Beso!
-¿De verdad? ¿Tan secreto es?
-Sí…
-Vale… Pues…. Dame un beso… En… Los labios.
-¿Qué?
-O dime quién te gusta.
-No…
-Pues beso en los labios.
-Pero…
-Dime.
Me miró a los ojos fijamente. Sabiendo que había ganado y dándole igual cuál de las dos cosas hiciera. Ella iba a ser protagonista de ambas y lo sabía. Pero no quise decírselo y como el beso me lo había pedido ella, me excusé en eso para elegirlo sobre la sinceridad.
-Beso.
-Voy a ser tu primer beso.
-Sí…
-Pues ven. Tu primer beso no puede ser así.
Me dio la mano y me llevó al sofá. Me tumbó y se sentó encima.
-¿Qué haces?
-Shht.
Acarició mi cara hasta que cerré los ojos por el placer que eso me daba, y la escuché sonreír. Pasó la yema de sus dedos por mi frente, párpados, nariz, mejillas, mentón, cuello, hombros, clavícula, orejas… Tenía la piel de todo el cuerpo erizada y sabía que se estaba dando cuenta.
De pronto noté que cambiaba de postura y sentí su peso sobre mi pecho y su aliento sobre mi cara. Estaba cerquísima de mí.
Besó mi frente con tranquilidad. Besó ambas mejillas con mucha calma, me dejó humedecido el mentón y me dio un tierno beso en la nariz. Después se quedó quieta y sopló sobre mis labios. Yo me tensé y ella bajó a besarme el cuello. Yo tragué saliva y la escuché sonreír de nuevo.
-Te va el corazón a mil.
-Ya lo sé.
-¿Por qué?
-No sé…
-Yo creo que sí sabes.
-No…
-Dilo Sara…
-¿El qué?
Se acercó de nuevo a mis labios y noté su aliento quemando mi piel.
-¿Por qué te va el corazón a mil?
-Por… Porque me gustas.
Y en ese momento sus labios se posaron sobre los míos con ternura. Después del pico inocente, lamió mi labio superior para después besarlo. Hizo lo mismo con el de abajo y lo mordió levemente. Volvió a dejar un pico sobre mis labios y coló su lengua entre ellos para darme una última caricia con ella y dejarme al borde del infarto.
-¿Te ha gustado?
Susurró y respondí de la misma manera.
-Sí…
-Puedes pedirme más cuando quieras.
-Vale….
-Vamos a dejar de jugar, que ya es tarde. Hay que llamar a tus padres antes de cenar…
-Se levantó de mi cuerpo y desapareció por la puerta del salón.
Continuará…
Hola!, uno de los mejores escritos que he visto por aquí….TE APLAUDO!!
Qué tacto al describir las sensaciones!. Midiendo los tiempos y con textos sencillos y directos..
Felicidades!
Joako
Muchísimas gracias por la apreciación. Seguiré intentando mejorar. En breves termino el relato