Les. Yo a los 10 años con una mujer (7ª Parte ÚLTIMA)
Les. Yo a los 10 años con una mujer (7ª Parte ÚLTIMA).
Volvió al salón con el teléfono en la mano y ya hablando con mi madre. Habían pasado unos minutos pero me había quedado tan petrificada después del beso que no era consciente de nada a mi alrededor.
Tuve que despertar de golpe para responder a todo lo que había hecho ese día. Mi madre no hacía más que preguntarme cosas y yo me estaba agobiando porque solo quería pedirle a María otro de esos.
Ella me miraba sonriendo. Viéndome nerviosa, y sé que disfrutaba de ser el centro de mis pensamientos.
Cuando colgué el teléfono y se lo devolví a María, nos quedamos en silencio.
-¿Qué te pasa?
-Nada…
-¿Seguro?
-Sí…
-¿Te ha molestado el beso?
Vi algo de temor en su mirada.
-No… Me ha gustado…
-¿De verdad?
-Sí… Quiero otro…
Empezó a reírse mucho y me sentí estúpida… Era sólo el juego de la botella, ella no quería darme más. Soy idiota.
Me levanté y me fui a llorar a mi cuarto porque me sentía estúpida pero enseguida entró María detrás de mí.
-Ey, ¿qué ocurre?
-Nada, vete.
-¿Por qué? Oye… no me estaba riendo de ti.
-Sí…
-No… Sólo me ha hecho gracia que me lo pidas. No me lo esperaba. Pensé que no serías capaz de pedírmelo…
Noté como el colchón se hundía a mi espalda y en pocos segundos pude notar el calor de su cuerpo rodeando el mío.
Sentí sus húmedos labios besándome la nuca.
-Lo siento mucho, siento mucho haberte hecho llorar.
No respondí y hasta que dejé de llorar ella estuvo allí conmigo. En silencio y sin decir nada. Con la habitación aún a oscuras de cuando habíamos estado viendo las estrellas pegadas en el techo.
Sentí su mano bajar a mi cadera y con cuidado me hizo rodar hasta dejarme boca arriba, gesto que hizo que la viera en la penumbra por primera vez.
-¿Estás mejor?
-Sí…
-¿Me perdonas?
-Sí…
-Ven…
Me hablaba en susurros, con una intimidad que no habíamos compartido nunca. Se acercó a mí muy despacio, colocando su mano sobre mi cara y me besó despacio. Al principio no supe reaccionar.
-¿Te gusta que haga esto?
Lamió mi labio y lo mordió con cuidado después.
-Asentí porque no era capaz de hablar.
-¿Y esto?
Se abrió paso en mi boca con su lengua y lamió la mía.
Volví a asentir cuando se separó de mí.
-Hazlo tú ahora.
Me acerqué a su boca y lamí su labio como ella había hecho. Luego lo agarré entre mis dientes y diré de él imitándola por completo.
-Lo haces muy bien. ¿Quieres darme un beso como el de antes con la lengua?
-Vale.
-Tú abre la boquita y hazlo despacio. Cierra los ojos y déjate llevar, ¿vale?
Asentí y cerré los ojos. Dejándome guiar por ella y tomando la iniciativa en algunos momentos cuando me daba un ataque de valentía. De repente se separó de mi cuerpo.
-Tengo calor… Pero tú ya me has visto desnuda, ¿te importa si me quito la camiseta?
Negué con la cabeza y se tumbó de nuevo con medio cuerpo sobre el mío. Me estremeció que me volviera a besar de ese modo. Sin preguntarme, lanzándose a mi boca. Mi instinto me hizo apoyar la mano en su pecho y entonces fui consciente de una desnudez que no veía por la falta de luz.
-¿Puedo quitarte a ti también la camiseta?
Asentí porque la idea de pegarme más a su piel era irresistible para mí en ese momento. No podía pensar con claridad, no sabía lo que hacíamos pero me encantaba.
Me ayudó a incorporarme y tras pedirme que levantase los brazos, me desnudó de cintura para arriba. Pensé que volveríamos a besarnos cuando me tumbó de nuevo sobre el colchón pero sus besos se desviaron a mi cuello, bajando por mi clavícula y luego mi pecho. Solté un gemido. Recuerdo tener mucha vergüenza y no saber porqué había respirado tan alto. Tardé años en entender lo que era esa sensación de placer que había sentido al notar sus labios sobre mis pezones aún sin desarrollar.
-¿Te gusta?
-Sí…
-¿Quieres que siga?
-Sí…
Siguió besándome por todo el torso hasta llegar a mi ombligo y estómago. Bajó un poco más y cuando llegó a mi pantalón, lo comenzó a bajar despacio.
Luego se quitó el suyo y me fue dejando besos en ambas piernas. Desde los tobillos hasta mis braguitas en un recorrido que para mí fue lo más placentero que nadie había hecho jamás con mi cuerpo. Sus besos me quemaban, tenía calor en todo el cuerpo pero no dejaban de recorrerme escalofríos como cuando te mueres de frío.
-¿Quieres hacerlo tú ahora?
Asentí y ella se tumbó sobre el colchón. Yo me incorporé un poco y la imité. Le besé el cuello con pequeños besos y fui bajando por su pecho hasta sus pezones. Recuerdo sorprenderme por encontrarlos tan duros.
-¿Puedes meter uno en tu boca y lamerlo? ¿Quieres?
-Vale.
Al hacerlo ella gimió y sentí que eso mismo me había pasado a mí minutos antes. ¿Yo le estaba causando a ella esas cosquillas especiales también?
Quise seguir besándole hasta las piernas pero me paró.
-Siéntate sobre mí.
Me senté sobre su vientre y ella me empujó hacia atrás, hasta que descubrí que me llevaba sobre su cosita y sus muslos.
-Pon esta pierna por fuera.
Quedamos intercaladas y cuando bajó con decisión mi cadera hasta su cuerpo, encajando mi virgen coñito sobre su muslo y sintiendo por primera vez en mi vida que todos los juegos eróticos que había estado practicando con el roce de mis peluches no eran nada comparado a rozarse con una mujer.
Mi cadera empezó a moverse sola sobre su pierna.
-¿Ya habías hecho esto antes no?
-Sí…
-¿Con quién?
-Yo sola.
-¿Y dónde jugabas? ¿Con un peluche?
-Sí.
-¿Y te gusta?
-Sí.
-¿Quieres jugar con mi pierna como si fuese un peluche?
-Sí.
-¿Y yo puedo jugar con la tuya también?
Asentí y ambas empezamos a mover las caderas, sirviendo nuestros muslos para darle placer a la otra. Las dos gemíamos tímidas, intentando por alguna razón mantener el silencio en la casa.
-¿Alguna vez has tenido un orgasmo?
-No lo sé…
-Eso es que no. Ven, que sino voy a tenerlo yo…
Me bajó de su cuerpo con un solo movimiento y me dejó sobre la cama de nuevo.
-Voy a desnudarte del todo, ¿vale? Vamos a jugar como mayores.
-Vale.
Al desnudarme, se desnudó ella y se volvió a tumbar a mi lado. Empezó a besarme despacio la cara, el cuello, los pezones… Mientras su mano viajaba por mi estómago, mis muslos… Hasta que empezó a rozar casi sin querer mi monte de venus y di un salto involuntario.
-Tranquila, te va a gustar. ¿Quieres que lo vuelva a intentar?
-Sí.
Acarició la cara interna de mis muslos y empezó a colar un dedo inocente sobre mis labios.
-¿Te gusta?
-Sí.
-No te asustes, ¿Vale?
Tras decir eso, coló uno de sus dedos entre mis pliegues desde la entrada de mi vagina hasta mi clítoris y aunque fue un sólo instante, sentí una punzada en mi interior que jamás había sentido.
-Estás mojada.
-A veces me pasa.
-Cuando juegas a rozarte mucho, ¿no?
-Sí… Perdón
-No me pidas perdón, no es malo. Al revés, es muy bueno. Significa que te gusta y que te lo estás pasando bien. ¿Te lo estás pasando bien?
-Sí.
-Esto no lo puede saber nadie nunca, tiene que ser un secreto entre las dos. ¿Me lo prometes?
-Sí.
-¿Sabes cómo se prometen estas cosas en la cama?
-No.
-Con un beso. Pero en la boca, no. Aquí.
Dijo rozando levemente mi vulva nuevamente.
-¿Quieres que nos lo prometamos?
-Vale.
Bajó lentamente mientras volvía a cubrirme el cuerpo de besos hasta mis piernas y se coló entre ellas separándolas lo suficiente como para colar su cabeza entre ellas.
Besó el interior de mi muslo muy despacio.
-Prometo
Besó el otro muslo
-Que no diré nada a nadie
Besó mi monte de venus
-De lo que pase ahora
Y entonces besó mi clítoris y entendí que ella sabía perfectamente el lugar exacto que me encantaba tocar cuando jugaba a rozarme con los peluches.
-Ahora tú.
Se separó de mí y se tumbó a mi lado. Abrió las piernas levemente y me miró tranquila.
No dudé ni un segundo en imitarla.
Me colé entre sus piernas, di un beso en cada muslo y me acerqué a su vulva. Que desprendía un olor exquisito. A húmedo. Me encantó y la besé despacio. Sentí su mano sobre mi cabeza presionando.
-Un poquito más abajo, mi amor.
Le hice caso y volví a besarla donde me decía. Supe que había acertado porque gimió más fuerte que antes. Empezaba a entender que esos sonidos eran porque le gustaba lo que hacía, aunque no supiera que eran.
-Túmbate sobre mí y bésame, por favor. Con la lengüita.
Le hice caso y estuvimos besándonos un buen rato. Cada vez pensaba menos y disfrutaba más, y mis piernas fueron separándose por inercia encajando entre las suyas.
-Me has mojado el muslo.
-Es normal, Sarita… Yo también estoy mojada como tú. A mí también me gustan tus besos.
Sonreí muerta de vergüenza por el cumplido.
-¿Me dejas jugar a rozarme contigo, Sarita?
– Sí.
– Ponte debajo de mí.
Le hice caso y ella se sentó a horcajadas sobre mi cuerpo.
-¿Sientes la humedad en tu tripa?
-Sí.
-¿Te da asco?
-No.
-Voy a moverme, ¿vale?
-Vale.
A esas alturas, mi vista se había hecho ya a la oscuridad de la habitación. La miraba sobre mí, desnuda. Con las manos apoyadas en la pared sobre mi cabeza y sus pechos moviéndose libremente con el movimiento de sus caderas sobre mi cuerpo. Sentía la humedad mojar mi tripa y un poco más tarde mi pecho infantil.
Siguió recorriendo mi cuerpo con sus roces hasta aprisionar mi cabeza entre sus muslos. Un par de veces se incorporó dejando su humedad sobre mi boca pero no la llegué a tocar con mis labios, aunque me hubiese gustado. No dije nada.
-Date la vuelta, por favor.
Le hice caso y me llevé una sorpresa cuando sus manos agarraron mis nalgas fuertemente. No me asusté pero no me lo esperaba y me gustó.
Se sentó sobre ellas y empezó a cabalgar mi culo. Rozándose como nunca. Cada vez más rápido mientras gemía más y más hasta que gritó más alto que antes y noté como un líquido muy caliente bajaba entre mis piernas hasta mis propios pliegues.
No me asusté, sabía que había sido un sonido de placer.
Se bajó de mi cuerpo y empezó a darme besos por la espalda, hasta llegar a mi culo y lamer sus propios fluidos.
-Muchas gracias por dejarme jugar contigo, ¿quieres jugar tú conmigo?
-Vale.
-¿Quieres que te enseñe cómo disfrutar así?
-Sí.
-Pues date la vuelta.
Me puse boca arriba y noté como su mano bajaba a mi entrepierna, colándose sin previo aviso entre mis pliegues y robándome mi segundo gemido.
-Estás aún más mojada que antes. ¿Te gusta esto?
No entendía lo que hacía pero era lo mejor que me había pasado en la vida. Notaba su dedo moverse sobre una zona muy pequeña y mi cadera reaccionaba sola. Intentaba alejarme, dolía un poco de la cantidad de placer acumulado que había en esa zona. Pero me encantaba y cuando se separaba buscaba más.
-¿Te duele esto?
Puso un dedo en la entrada de mi vagina y lo introdujo un poco.
-No.
-Es que estás muy mojada… ¿Y te gusta?
-Sí.
-Esto es de mayores… Demasiado mayores. Pero puedo dejarlo aquí un ratito, ¿quieres?
No sabía de qué hablaba pero asentí porque me estaba encantando.
-Ahora cierra los ojos, y solo disfruta.
Estuvimos un rato muy largo jugando. Yo cerraba los ojos y ella jugaba con sus dedos sobre lo que hoy en día sé que es mi clítoris.
Su boca se paseaba por mi cuerpo. Nos besábamos, luego mordía mis pezones o mi vientre. Me dio un par de besos en el clítoris, pero no volvió a intentar penetrarme ni un poquito.
-Quiero parar.
-¿Y eso? ¿Estás cansada?
-Sí.
-Vale… ¿Pero primero puedo probar una cosa?
-Vale.
Hasta ese momento, mis aventuras con los muñecos habían terminado así. Por puro agotamiento de placer. Jugaba un rato, me hacía cosquillitas, a veces mojaba las braguitas y me acababa cansando y durmiendo. Pero ese día fue diferente…María sabía muy bien lo que hacía con mi cuerpo y empezó a acelerar el ritmo sobre mi zona.
Yo me sorprendí de la ola de placer que me inundó y traté de alejar mis caderas de ella, pero me agarró con fuerza y siguió.
Gemí sin saber de dónde venían esos sonidos que no podía evitar y mis caderas empezaron a moverse solas.
-Eso es, mi amor… Déjate llevar. No te reprimas, vas a correrte… Es lo mejor del mundo, no te asustes, esto va solo. Tú sólo tienes que disfrutar, relájate.
La escuchaba y le hacía caso. Mientras más me relajaba, más embestidas involuntarias daba mi cuerpo contra su mano buscando el contacto y más rápido iba ella.
-Sentirás cosas que no has sentido nunca, no te asustes, disfrutalas…
Y allí llegó. En una de esas no pude más y grité. Mi cuerpo empezó a temblar por completo. Sentía mi corazón en la vagina, los músculos contraerse sin poder evitarlo, mi zona extremadamente húmeda, mi clítoris un poco dolorido, la respiración acelerarse, el corazón más atacado que nunca y una relajación extrema se apoderó de mi cuerpo.
Ese fue mi primer orgasmo, y los restos los estaba recogiendo María con su lengua durante minutos entre mis piernas mientras nuevas embestidas de placer hacían temblar mi cuerpo de nuevo.
FIN
Y este es el relato de mi primera vez.
Si queréis saber cómo sigue la historia, hacédmelo saber en los comentarios.
Me ha encantado tu relato, me recordó mi primera vez con una chica a mis 19 años, hoy estoy más clara, descubrí que me gustan ambos sexos y que no es nada extraño. Besitos.
El relato estuvo genial, sigue con otras partes por favor
Hola, he leído todos tus relatos y me han encantado. Por favor sigue contando como sigue la historia.
Me encantó tu relato, lo leí más por la narrativa que por el morbo haha, me encanta como escribes, pero podrías hacerlo más largo?
Me encantó tu relajo escribes perfecto, ojalá continúes la historia
Me encantó mucho me dejaste toda húmeda y con ganas de más relatos con nenitas por favor