Matilda
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por aslex.
La conocí por medio de sus libros, sus columnas en los periódicos y revistas. La vi en persona en varias conferencias a las que asistí, (le pedí su autógrafo dos veces) Me emocioné hasta casi la locura cuando salió en aquel famoso programa de televisión en cadena nacional. Era y es mi admirado ejemplo de vida. Me enamoré de ella aun antes de comprender que me gustaban más la mujeres: me vestía como ella, así toda formalidad; imitaba su forma de hablar, sus gestos. Usaba sus palabras y la citaba constantemente.
No grité de puro milagro cuando la vi sentada en la mesa frente a la que ocupábamos mamá, mi tía y yo en el restaurante aquel sábado a medio día. "Mamá" le dije susurrando, "ahí está Matilda"
"¿Cuál Matilda?" me preguntó volteando a ver a donde yo miraba "¡No voltees!" le supliqué tratando de que el sonido de mi voz no llegará hasta ella, hasta Matilda.
"Ah, es cierto, se ve mas delgada en la vida real, aunque ese vestido no le queda"
Y Yo: mamá…
"¿Qué?"
"Nada" le dije entornando los ojos
No levantaba la vista de su lap; solo cuando se acercaba el mesero. Luego por fin lo hizo pero fue para una ligera oteada alrededor. Ni siquiera se percató que yo la miraba "ya deja de mirar a la señora, pareces boba"
"¡maa…!" Y se rieron las dos de mi, ¿que saben ellas de Matilda? nada, hablan de puros chismes, moda, telenovelas; pero Matilda, ella no; ella sabe de historia, literatura, política ¡ah! mi corazón latía con fuerza. Me levanté por fin; mis piernas temblaban, sudaba a mares y mi estomago se revolvió pero no me arredré "¿a dónde vas?"
"Perame" le dije a mamá, continué hasta ella y me paré frente a su mesa. Continuó con lo suyo durante dos eternos segundos más, luego elevó la vista y me miro por encima de sus gafas con una mirada serena que me derritió por completo: "¿nos conocemos?" dijo por fin, sonriendo amable, ante mi parálisis.
"Si… digo no, soy su admiradora"
Amplió su sonrisa, se levantó de la mesa y me ofreció su mano "Mucho gusto…" Miré su mano con expresión de estúpida, luego levanté la mía repentinamente y claro, sin mucho decoro "Ana Cecilia Montes Guevara" dije de corridillo.
¿Con quién vienes?
Con mamá y mi tía. Ella ya estaban viéndome para comprobar el desastre que seguramente iba a causar, cuando Matilda las saludó con la mano le sonrieron devolviéndole el saludo "¿quieres sentarte un rato en mi mesa?"
¡Mi corazón explotó! mi ojos se abrieron desmesuradamente y mi cuerpo se deslizó a la silla que me mostraba sin decir palabra alguna. Luego me acordé de mamá y mi tía, volteé y le hice la seña de que estaría unos momentos ahí, ella asintió.
Platicamos de muchas cosas, de lo que había leído de su trabajo, de lo que opinaba al respecto, de mis estudios, mis aspiraciones "¿quieres un café?"
"Si… digo, por favor" sonrió de nuevo: me enamoré más. "Necesito un poco de ayuda en mi oficina, nada del otro mundo, archivar, revisar textos, redactar algunas veces, no puedo pagar mucho, en esto no se gana millones ni mucho menos…"
"¡Sí!" le dije sin pensar "trabajarías, claro, en un horario que no afecte tus estudios"
Me encantó, obvio, estar cerca de ella; conocer sus actividades, a las personas que trataba y la forma en que se desenvolvía. Tratarla de manera cotidiana también me sirvió para comprender que a pesar de su enorme personalidad pública, en realidad era tímida en las relaciones personales, un tanto insegura le describiría mejor "¿y a tu novio no le molestó que entraras a trabajar?
No tengo, le contesté mientras revisaba un escrito; una señal se encendió en mi mente, y era el que se interesará en mi vida personal. Estaba yo en un escritorio pequeño, a unos dos metros de ella, quien miraba su portátil en su propio escritorio "no deseas comprometerte sentimentalmente por ahora, supongo"
Quise dar un paso, esperaba no arrepentirme: "pues la verdad, las personas de mi edad no me parecen interesantes y…"
"¿Y?" preguntó ella con una ligera sonrisa "no me agradan los chicos" continué mostrando a la vez una sonrisa un tanto traviesa. Ya están los dados echados, veremos que ocurre, pensé con algo de miedo por dentro, aunque tratando de no mostrarlo. Bajé la vista al escrito para intentar dar a entender que mi respuesta no llevaba significancia. La charla se fue por otros rumbos, quizá porque ella, por motivos profesionales o de educación ya no quiso ahondar en detalles.
Los siguientes días me sentí muy inquieta y nerviosa, quise dar al siguiente paso mas no me atrevía. Por fin un viernes me decidí "disculpa que venga en estas fachas" le dije, es que se descompuso la secadora y no tengo más ropa, ¿no te molesta demasiado? le dije mostrando mi mejor expresión suplicante. Llevaba yo una falda corta y una playera ajustada que mostraba en todo su esplendor mis pechos erguidos. Ahí está, me dije, esa mirada que tanto deseaba. Y es que me recorrió el cuerpo antes de decir: "no, claro que no hay problema, no seas boba" su amplia sonrisa franca me calmó inmediatamente
Gracias. No fui muy descarada ese día, calculé que sería muy evidente si le mostraba de más en cualquier oportunidad. Me comporté de manera discreta todo el día, pero aun así noté que de tanto en tanto ella me miraba las piernas o los pechos aunque trataba de disimular lo más posible; de hecho, si no hubiera estado atenta no me hubiera dado cuenta.
El siguiente viernes por la noche había mucho trabajo pendiente que entregar a una revista el lunes muy temprano "¿quieres que venga mañana?" le pregunté. Ella se quedó callada unos instantes, luego me miró con una hermosa expresión entre suplicante y penosa "¿puedes?"
Claro, le dije sonriendo con placer, "la verdad me has sido de mucha ayuda, ahora ni sé cómo pude sobrevivir sin ti tanto tiempo" dijo antes de cambiar su expresión casi de inmediato, comprendió que yo podría quizá malinterpretar sus palabras. "Yo tampoco puedo imaginar cómo lo has logrado" le dije y nos reímos las dos lo que sirvió para aligerar la atmosfera. "¿puedo venir informal?"
Claro, como gustes, me contestó con tono alegre y desenfadado, aunque noté que su cara se tiño ligeramente.
Al día siguiente me puse un deportivo ajustado, una blusa igualmente ajustada y con escote; me alise el cabello, me maquillé ligeramente y me puse unas gotitas de perfume: iba con ánimo de caza.
Seguro ya imaginaba que mi atuendo no iba a ser desaliñado, porque se cuidó de no mirar mis curvas cuando me abrió la puerta, fijó su mirada en mis ojos pero le noté el esfuerzo que realizaba para que no se desviaran hacia otras partes de mi cuerpo. "que delicioso perfume"
"¿se nota mucho? me puse poquito", dije tratando de parecer un poco turbada y tímida "oh, no te preocupes, no va a llegar a la calle"
Esta vez si me lancé a fondo, me contoneaba un poco, me le acercaba mucho tras su espalda cuando necesitaba alguna indicación o me inclinaba frente a ella para que viera mi escote. Pero ella disimulaba muy bien, aunque el color de su rostro a veces la evidenciaba. "¿te puedo hacer una pregunta personal?"
"Si" me dijo sin despegar la mirada de su portátil ni dejar de escribir "¿nunca has tenido pareja?"
"Si, hace varios años"
"¿Y?"
"Mi trabajo, su trabajo…" No se notaba incómoda con la charla, aunque si quizá levemente inquieta.
"Creo que muchas personas se sentirían muy felices de estar a tu lado"
"Gracias, pero no creas, no soy hogareña, ya lo sabes y no dejaría mi trabajo por darle gusto a alguien"
"No sé, disculpa, pero hay personas que te admiran mucho y no les importaría darte gusto a ti" se carcajeó "pues te soy sincera, hasta ahora no he conocido a alguien de esas características"
Callamos durante un buen rato, avancé en el trabajo y por fin algo no me quedó claro; oportunidad, pensé. Me levanté y me acerqué a ella rodeando su escritorio y poniéndome detrás; me incliné y mi mejilla quedó a escasos centímetros de la suya "aquí, esto como que no concuerda con la cuartilla" Pude oler su perfume y sentir el calor de su rostro. Luego de las modificaciones que indicó me quedé cerca de ella "quizá esa persona está más cerca de lo que piensas"
Lugo que dije eso, mi cuerpo se congeló, mi respiración se detuvo y sentí que el piso se hundía… "se va a enojar, me va a correr" Volteó a verme: “gracias, es muy lindo lo que dices, pero recuerda que eres menor de edad"
"ya no soy una niña, y sabes bien que mi mentalidad no es precisamente infantil" le sonreí para tratar de evitar que mis palabras parecieran hostiles. "Sé que para tu edad eres más madura que la gran mayoría de las personas que conozco… pero en sí, tu edad es un gran obstáculo"
Me erguí y miré hacia otro lado, tratando de disimular las lagrimas que pugnaban por salir a chorros "tienes razón" le dije, y me fui a mi lugar. Terminamos el trabajo un par de horas después tiempo durante el cual casi no hablamos, luego que se lo entregué le sonreí y me despedí
"Espera" dijo de pronto, giré mi cuerpo esperanzada "tu paraguas"
Gracias, le dije y me dirigí de nuevo a la puerta "gracias a ti, me has dicho algo que me ha hecho mucho bien"
Ya no pude evitar llorar, pero no volteé, me quedé parada frente a la puerta limpiándome los ojos con la mano y moqueando "estoy llorado" le dije, ahora si volteé sonriendo con cierta amargura "a final de cuentas, si soy una niña"
Ella quiso decirme algo pero me fui.
Pasaron 5 semanas, las 5 semanas más horrendas de mi vida. Lloraba en mi cuarto o dondequiera que pensara que nadie me veía. La imaginaba a cada momento, reía cuando recordaba sus ocurrencias, me enojaba cuando recordaba sus tonterías y le pedía perdón cuando recordaba las mías. "¿Te acuerdas…?" le decía en mi mente y la veía asentir o escuchaba su voz. Me masturbaba frenéticamente tumbada en la cama, con las piernas abiertas y fumando como poseída; llorando y escupiendo su nombre "Matilda"
Pero no la busqué ni le hablé, no caería en eso. Si ella pensaba que no era adecuado, nada que yo hiciera la haría cambiar de opinión; la conocía bien, conocía su obstinación ya que muchas veces la vi hacer cosas por sobre encima de cualquier opinión o consejo "esto es lo que creo correcto" decía, y eso se hacía claro y ese recuerdo me hacía llorar más.
"hola" mi sonrisa llegó al cielo, mi voz se contuvo "hola" contesté sin emoción alguna, mi corazón estaba a punto de estallar "¿cómo has estado?" dijo.
"Bien, ¿y tú?" me dolió el tono casi imperceptiblemente desdeñoso de mi voz, el cual yo sabía que ella percibiría claramente. "Bien gracias, te llamo para saludarte y saber como estas"
"Pues gracias, ¿cómo va todo?" le pregunté tratando de sonar casual
"Pues ya sabes, un desastre, pero en fin, todo va saliendo"
"Que bien" contesté, silencio "¿No quieres hablar?" me preguntó al fin. "Pues creo que todo quedó claro, no te preocupes, estoy bien"
"Me da gusto, en verdad. Como quiera cuando gustes podemos platicar con calma"
"Lo sé, gracias, un beso" Me estaba jugando el todo o nada, me dolió mucho, de una manera inimaginable, actuar así, pero era la única manera de comprobar si me habló por preocupación, lastima o porque me extrañaba y/o me amaba.
Pasaron dos semanas más durante las cuales casi no comí nada y mi corazón no paraba de latir. Mis ojeras y mi delgadez me delataban "haber, ¿qué te pasa? ¿te peleaste con Matilda?" me preguntó mamá.
"No, se acabó el trabajo por ahora"
"No me engañas, tu algo tienes, estas triste siempre, no comes, y andas como zombi y toda descuidada en tu aspecto ¿quieres que hable con ella?"
"Sí quieres" me reí ligeramente, "es problema de una discusión con un amigo, ya se me pasará, tiempo mamá, tiempo" y luego le pellizqué las mejillas. No creo haberla convencido totalmente, pero al menos evité que hablará con Matilda.
Estaba esperándome en la salida de la prepa "hola", le sonreí y le contesté "hola"
Luego de los preliminares me preguntó que si deseaba tomar un café o comer.
Ya era mía, lo sentí por su expresión cansada, aturdida; de alguien que ha dormido poco o mal. Noté también que estaba más delgada y un poco desaliñada en su vestir. "Si, vamos, ¿ya ahorita?"
"¿Puedes?"
"Si"
Fui evasiva, además me comporté ausente y distraída. También durante la comida, por fin: "¿no te gustaría volver a trabajar conmigo?"
"Por ahora no" le dije, "me gusta mucho trabajar contigo y aprender tantas cosas, pero me da mucha pena lo sucedido ¡dios! qué habrás pensado"
"Nada malo de ti, no seas tonta, no soy tan cerrada, es que…" mi mente se volvió un torbellino "me lo va a confesar, me lo va a confesar, me necesita, si…"
"Me tomaste por sorpresa, la verdad no me lo esperaba y lo peor es que debí verlo venir, pero estaba concentrada tanto en el trabajo; además tú tan joven, tan bonita y yo…"
"¿Tu qué?"
"Vamos, que ya soy demasiado grande"
"No eres tan mayor, y si fueras joven te aseguro que no me hubiera fijado en ti"
"Qué cosas dices, mereces…"
"No, espera, tú no puedes decirme de quien me puedo enamorar o no. Me enamoré de ti por todo lo que eres: tu talento, tu carácter, tu belleza, tu entereza y eso amiga no lo encuentras en todas partes… la edad, para mí no es ningún problema"
"Te gustaría… quiero decir, tú crees que…"
"¿Qué?"
"¿Que podamos ir a mi casa?" Cerró la puerta y se quedó de pie mirándome a los ojos, parecía un poco asustada, luego me dijo: "te confieso que nunca he estado con una chica y no sé que…" Pegué mi cuerpo al de ella, dándole la espalda, me acurruqué como lo hacen los gatos "acaríciame" dejó su bolso en el piso y puso sus manos en mis hombros; me acarició con cierta torpeza los brazos, el cuello hasta que por fin llegó pechos; yo giré un poco mi cabeza para podernos besar "apriétamelas fuerte, nadie me las ha tocado nunca, eres la primera, así, aprieta"
Me obedeció; de pronto la pasión la invadió, su boca y sus manos comenzaron a usarme si freno. Deslizó sus manos bajo mi playera "están tan duros tus pechos, tan jóvenes…"
"¿te gustan? apriétalos como quieras, son tuyos; yo soy toda tuya, hazme lo que quieras" me quitó la playera luego de un rato de masajearme las tetas, después me desabrochó el pantalón y me lo quitó junto con las bragas. Me pegué de nuevo a su cuerpo, igual de espaldas, para que sus dedos pudieran hurgar en mi vagina "¿qué hago ahora? ¿te gusta esto?"
"sigue" le dije con mi voz ya entrecortada "haz lo que quieras conmigo" me mordía la oreja, me lamía las mejillas o me chupaba el cuello y la nuca. Luego de un rato comenzó a bajar su boca por mi espalda hasta que tuvo que hincarse para saborear mis nalgas; me las separó y metió su lengua.
Me puse, de hecho mi cuerpo cayó, a cuatro patas para que me lamiera toda mi entrepierna, desde el culo hasta la concha. Comencé a sentir enorme placer, su lengua me estaba transportando "¡mi amor!" le dije, "¿y dices que no sabes? ¡ah!" Su respuesta fue aplicarme más placer; moví mis caderas y pegué mi cara al piso "más mi amor, ¡más!" Su rostro, enterrado en mi profundidad, me estaba llevando al orgasmo. Pensaba en lo increíble que resultaba el estar recibiendo placer de la mujer que más admiraba en mi vida. Deseaba que esto durará para siempre, estar junto a ella para toda la vida, así, enamorada hasta la locura, dándonos placer y… ¡oh!
Tuve mi primer orgasmo con otra persona, mi primera vez, pensé, y con ella y ese pensamiento me causó otro espasmo "me quiero quedar así siempre" le dije, ella se había acostado junto a mí, su rostro estaba cerca del mío pero yo seguía empinada, con las nalgas elevadas, nos miramos y nos sonreímos "yo tampoco sé qué hacer" le dije "pero creo que vamos bien"
"¿quieres decir que tú…?"
"Es mi primera vez" le dije; ella se quedó mirándome sin saber que decir, aunque se le notaba enorme satisfacción "¿me vas a dejar así? mira, todavía estoy muy caliente y mi trasero ansía tu boca" me pasé un dedo por la raja y luego lo metí en su boca. Se dirigió de inmediato a chuparme de nuevo y me regaló otros dos orgasmos.
Me acosté en el piso todavía temblando de placer, "tengo hambre" le dije, "pero más tengo hambre de ti, vamos a un lugar menos frío" ella se dejaba ordenar y eso me gustaba mucho, el tener en cierta medida el control. Me tendió la mano y cuando me levante corrí a su recamara y cerré por dentro la puerta antes que ella entrara "¡ábreme!" gritó jocosa "¡no!" le contesté de la misma manera "anda mi amor, abre" con falso tono lastimoso
"no, quien sabe qué me quieres hacer" le dije riendo después como niña traviesa
"Nada"
"¿nada?"
"Bueno, a lo mejor sí, algo"
"¿Qué?"
"Pues… darte unos besitos"
"¿Dónde?"
"En la boca, en tu cuerpo"
"oh, señora, usted me quiere pervertir" no me aguantaba la risa, "ok, te abro pero si prometes portarte bien" continué
"ok, lo prometo"
"¿prometes qué?"
"Prometo portarme bien"
Quité el pestillo y me puse detrás de la puerta, ella avanzó lentamente buscándome en la semi oscuridad de su habitación, cuando percibí su brazo lo tomé con fuerza y la arrastré a la cama, la obligué a que se acostará y me eché encima de ella "¿besitos?" le pregunté casi pegada a su rostro, ella respiraba agitada y me respondió que sí, su expresión era de una incertidumbre extremadamente sexual "¿en mi cuerpo?" insistí
"Si" yo recorría su rostro con los ojos semicerrados, intentado mostrar sensualidad y a la vez darle a entender que yo tenía el control; mis manos sujetaban sus muñecas sobre la cama. Me deslicé hacia arriba un poco sin dejar de aprisionarla, mi pecho se ubicó en su boca, "chupa, le ordené, y ella engulló lo más que pudo sin dejar de mirarme a los ojos.
Yo también la miraba fijamente y de manera severa "nadie me los había chupado" le dije, mi voz se entrecortaba un poco por las sensaciones que me provocaba "chupa el otro" le dije mientras movía mi cuerpo un poco. Después de un rato le solté las muñecas y pasé mi brazo bajo su cabeza para ayudarle a comer más de mi seno "come" le dije gimiendo "chupa, sácame la leche, ¡cómeme!" le urgí.
ella respiraba agitadamente, trataba de llevar la mayor cantidad de aire posible a sus pulmones; mi cuerpo era traspasado por intensas olas de placer, y más por el hecho de que ella se dejaba someter "hace meses que me masturbo pensando en ti" le dije casi gritando, "tantas veces…¡ah! tantas veces soñando en que me hicieras tuya" sus manos recorrían mis muslos y mis nalgas; me masajeaba con pasión y gemía, gemía con la misma intensidad que yo "¡muerde!" le dije ya gritando "¡muerde, no tengas miedo! ¡muérdeme cabrona!" y cuando sus dientes aprisionaron la carne de mi pecho tuve otro orgasmo "¡no me sueltes, no me sueltes!" le ordené cuando sentí que aflojaba un poco "¡ah! ¡ay mi amor!" le grité al oído cuando mi rostro cayó sobre la almohada "¡te amo!… ¡te amo!… ¡te amo!"
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