Mis dos vecinitas.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En el mismo edificio donde compré mi apartamento hace unos años, viven dos familias en sendos pisos, son dos hermanos de unos 45-48 años de bastante buen ver, casados con dos mujeres de parecida edad, de muy buena planta y de agradable conversación. La convivencia de estos años hace que haya surgido entre estas familias y yo una cierta relación de amistad, que comparto con los hijos de ambos matrimonios.
Este verano, y como muestra de esa amistad y de gratitud por mi parte hacia ellos, pues me recogen la correspondencia, los paquetes, avisos, etc. los invite un fin de semana al piso que mi padre me dejo cuando repartió sus propiedades al divorciarse. En efecto, mi abuelo paterno era un hombre muy bien situado económicamente, y a su muerte dejo a mi padre varias propiedades, tanto en la ciudad como en la costa. Una vez que mis padres se divorciaron, y para evitar posteriores conflictos, mi padre nos repartió a las dos hijas de su matrimonio los bienes potestativos suyos, heredados de su padre antes de contraer matrimonio, correspondiendome a mi un piso en la playa y un terreno en el campo con una preciosa casita en el mismo.
Como decía, invite este verano a mis vecinos a pasar un fin de semana en la playa, y allí se presentaron con sus respectivos chicos, chico y chica de una de las parejas y chica de la otra pareja. Éramos en total ocho personas, y tuvimos que hacer encajes de bolillos para ubicarnos correctamente. Cada uno de lis matrimonios ocupo un dormitorio, el chico se quedo en un sofá-cama en el salón y las dos chicas ocuparon conmigo el otro dormitorio. A mi me parecía que las dos chicas en una sola cama no iban a poder dormir, pero me dijeron que no me preocupase, porque siendo primas, ya habían tenido que compartir cama en otras ocasiones.
El mismo día que llegamos, y como yo estaba aún de vacaciones, nos falto tiempo a todos para dejar los equipajes en el piso y bajarnos a la playa. Una vez allí, pude comprobar que los dos vecinos tenían un cuerpo muy varonil, musculados y de un aspecto apetecible. Sería mi necesidad de tener macho cerca, pero la verdad es que me puse a cavilar sobre lo buenos que estaban los dos. Claro, que sus sosas no le andaban atrás, pues pese a ser cuarentonas, cuando se despojaron de sus ropas y quedaron en bikini demostraron que se puede tener un buen cuerpo de mujer más allá de los 40. Se notaba que hacían uso frecuente del gimnasio, pues conservaban sus bonitas curvas y en sus cuerpos no se veía grasa ni colgajo alguno.
El chico de uno de los matrimonios era muy jovencito, apenas 14 años. Lo sorprendí varias veces mirándome, lo que no es de extrañar, modestia aparte, ya que tengo muy cuerpo y a mis 28 años parezco más joven. Me cuido, no tomó alcohol salvo raras excepciones, soy alta y tengo más curvas que una guitarra española. Además me gusta usar bikinis pequeñitos, por lo que no me extrañaban las miradas del chivo, al que las hormonas deberían estar en proceso de ebullición.
Por su parte, las dos primitas iban a su bola. Constantemente se chapuzaban en el mar, luciendo sus juveniles cuerpos. Anabel y Rocío, de 19 y 18 años, estaban en la edad ideal para disfrutar de la vida. Eran jóvenes, guapas, simpáticas y hasta yo misma me dije que estaban spectaculares en bikini. Se pasaron toda la tarde gastandose bromas en el agua, dándose ahogadillas y disfrutando del mar en ese día de verano.
Volvimos al piso, nos duchamos -para mi sorpresa, la dos primas se ducharon juntas- nos arreglamos y salimos a cenar. Los dos señores no permitieron que yo pagase, por lo que me vi en la obligación de, al volver a casa, hacer un stop en un pub de las cercanías, invitándoles yo a todos, menos al chico, a sendas copas largas, que todos bebíamos de buen grado en esa apacible noche.
Vueltos a casa, un poco cansados por el viaje, la tarde de playa y por la comida y bebida ingerida, todos situábamos deseando ir a la cama a dormir para prepararnos para el día siguiente. Yo fui a cepillarme los dientes, mientras Anabel y Rocío cuchicheaban algo que se me scapaba a comprender. Luego fueron ambas, otra vez juntas, lo que yo aproveche para quitarme la ropa, sujetador incluido, y ponerme el pijamita de verano: una simple camiseta veraniega de girantas y un pantalóncito corto que me dejaba medio culete al aire. Cuando llegaron las chicas ambas dejaron caer un "oohhh" de sorpresa, cuando les pregunte que a que se debía me dijeron que es que estaba guapísima con ese pijamita. Respondí que ya habíamos estado toda la tarde en bikini y que habíamos visto como eran nuestros cuerpos, por lo que no había lugar para la sorpresa. Pero ellas siguieron con su afirmación de que nunca me habían visto tan guapa. Yo, como un cumplido, les dije que me pasaba igual con ellas, que en la playa había comprobado que eran dos chicas muy atractivas, de hermosos cuerpos y bonita sonrisa.
En esto, y con la mayor naturalidad, sacaron de sus maletitas sendos mini pijamas, y empezaron a desnudarse delante de mi. Anabel, la morena de 19 años, tenía unas hermosas tetas, mayores que las mías, y al quitarse la braguita, dejaba ver su cuidado y peludo pubis poblado de un vello cortito y muy bien recortado. Rocío, la rubia de 18, no tenía las tetas tan grandes como las de su prima, pero estaban tremendamente erguidas. Además, su totete estaba casi totalmente depilado, tan sólo se había deja dio una fina "fila de hormigas" todos stos detalles los aprecie por simple curiosidad femenina. Lo que me llamo la atención fue lo desinhibidas que ambas se mostraban, enseñando sus cuerpos desnudos ante mi, que sin ser para ellas una desconocida, era una simple vecina.
Aquella noche, mientras yo dormía, me desperté por una percepción que en principio no sabía como definir. Hasta que mis ojos se habituaron a la oscuridad y pude percibir cierto movimiento acompasado en la cama de al lado. Al tiempo de ello, algún gemido ahogado sin duda por la almohada, parecía indicar que las dos primas estaban disfrutando de lo lindo. Mi sorpresa fue mayúscula, pero naturalmente, no dije nada ni hice observación alguna.
A la mañana siguiente me levanté y vi que ambas dormían como dos benditas, despojadas de sus camisetas, o sea, en bolas. Yo salí del dormitorio, me duche y arregle un poquito, y al volver a la habitación, estaban ya cubiertas y me saludaron al unísono con un alegre "Hola Alba", como si nada hubiera pasado.
Transcurrieron los dos días siguientes y la noche del sábado al domingo con similares actividades a las del viernes-tarde: playa, chiringuito, paseo nocturno, cena… y una segunda noche con idéntico "repertorio" , pero percibido por mi con total nitidez, ya que para disipar cualquier duda, estuve muy pendiente de lo que sucedía en la cama de las dos primas. Ya no cabía duda: Anabel y Rocío se tiraron casi dos horas metiendose mano una a otra y otra a una. Como percibiría yo la situación que me puse cachonda y no tuve más remedio que hacerme un soberano dedo para atemperar mi calentura, que Caramba, yo también tenía derecho a un rato de placer, por lo que me puse el coño bien mojado, aunque ellas, en su frenesí amoroso, no percibieron absolutamente nada.
Llego el domingo por la tarde ambas familias partieron para su ciudad en sus respectivos coches, y yo me quede en mi piso apurando mis vacaciones, pues aún tenía cuatro días antes de tener que incorporarme a mi trabajo en los grandes almacenes. Lo mismo que trabajo duro durante el año, también me gusta disfrutar mis vacaciones a tope, aunque, vaya tela, en los días que me quedaron me vino varias veces a la mente el recuerdo de las dos primitas dándose caña, y vaya tela… me daba morado recordar esa situación.
Pasaron algunas semanas y la rutina habitual era ya la que imperaba en mi vida diaria. Trabajo-casa-cervecita con compañeras los domingos a mediodía, y algún que otro. Os radón diciéndome que que buena estaba, cuando no alguna grosería de alto calibre. Aquí hay hombres que se creen que cuanto mayor sea la burrada que te dicen al pasar junto a ellos en la calle, más machotes demuestran ser.
En mi edificio, mis encuentros con las dos familias de esta historia eran bastante frecuentes, casi siempre en el portal o en el ascensor. A veces me mosqueaba que Anabel y Rocío se hacían las encontrad izas conmigo, pero yo siempre pensaba que era cosa de la edad. Sin embargo, una noche que yo regresaba de mi trabajo me abordaron en el portal y siguieron al ascensor, mientras me decían lo bien que lo habían pasado en la playa, y que a ver si se podía repetir, pero sólo para chicas… No sabía si estaban buscando un nuevo pretexto para sus efusiones o simplemente, era una forma de agradecerme mi detalle de invitarles unas semanas antes. Y ahí quedo la cosa.
Sin embargo, pocos días después repitieron el abordaje: "Alba, a ver cuando nos invitas a las dos, que lo,pasamos pipa de bien" A lo que añadieron con cierta malicia que si yo había notado algo en las dos noches que habían dormido en mi habitación. Me cogieron de improviso, y seguro que hasta me sonroje, sobre todo cuando les dije "Bueno, algo si que note", como sin darle importancia, sobre todo porque el ascensor ya había llegado a mi planta y salí de el.
Aquella noche dormí muy inquieta cada dos por tres me desvelaba y a mi mente volvían las imágenes de las dos chicas montandoselo en grande, de aquellos cuerpos juveniles desnudos ante mi mientras se ponían los pijamas, de aquellos gemidos casi silentes, de aquellos movimientos … naturalmente que me puse cachondisima, que me hice un dedo por todo lo alto dejando,esta vez si,que mis gemidos sonasen en toda su potencia, y dándome una corrida que deje la ropa de la cama completamente empapada. Y eso que a mi lo que me van son los tíos. O lo que me iban.
Hace unos quince días, y como quiera que aquellos recuerdos volvían a mi mente con más frecuencia de lo esperado, fui yo quien les aborde a ellas en plena calle. "Anabel, Rocío, tengo día libre el sábado, si queréis veniros a la playa, pedir permiso a vuestros padres… Pero esta vez una habitación para cada una eh?" les dije con cierta malicia.
Naturalmente que los dos matrimonios estuvieron de acuerdo en autorizar dicha escapada a la playa. Tuvimos suerte, y aunque ya había entrado el otoño,se pronosticaba buen tiempo para el fin de semana. Así que poco antes de las 10 a.m. ya estábamos en mi VW golf camino de la costa. En el viaje, ambas se sinceraron conmigo. Me confesaron que eran lesbianas, que las dos habían salido con otras chicas, pero que como mejor se lo pasaban era entre ellas. Y me dijeron una cosa que casi me hace salirme de la autovia por la que íbamos circulando;"Pero de quien estamos las dos enamoradas es de ti, Alba".
Me quede estupefacta. No sabía si tomar la primera salida de la autovia y volver a la ciudad, si sentirme halagada o decirles que a mi también me gustaban ellas… porque aunque me costase reconocerlo, lo cierto es que a mi me estaba empezando a nacer ese gusanillo inquietante que a veces nos hace replantearnos las cosas antes de una decisión importante; que me esta pasando, que estoy sintiendo, hasta donde puede llegar esto, estoy loca perdida, o esto hay que vivirlo a tope, que sólo tengo 28 años.
Naturalmente que tras estos pensamientos, no di vuelta alguna, antes bien, acelere a tope como queriendo llegar al destino lo más rápidamente posible, y que sucediese lo que tuviera que suceder.
Y lo que tuvo que suceder fueron dos días de sexo maravilloso entre tres mujeres, metidas en un puso de playa, que apenas interrumpimos nuestra orgía más que para comer algo. Hicimos de todo, experimente las delicias del amor lesbico, incomparablemente mejor que el heterosexual, comí dos coños tierno tos, chupe cuatro tetas sensacionales, hice múltiples tijeras tanto con Anabel como con Rocío, nuestros cuerpos se bañaron con los jugos vaginales que las tres segregábamos en cantidad hasta entonces desconocida por mi, y viví la plenitud de tres cuerpos en permanente satisfacción sexual.
Anabel Rocío y Alba somos desde entonces tres amantes perfectas. Sólo el tener que practicar a escondidas merma un poco nuestra felicidad. Pero bendita sea la hora en la que un día de verano se me ocurrió invitar a la playa a las dos familias vecinas.
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