sábado
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sayago19.
Sábado la oficina está vacía, si omitimos tu presencia y la mía, por fin hemos terminado el reporte urgente y tomamos un descanso.
La ventaja de estar ubicados sobre el eje central es la vista a la calle; hay una marcha que avanza rumbo a la calle de madero y seguramente concluirá en el zócalo.
Eso va a afectar nuestra salida, seguramente los accesos al metro estarán cerrados y la puerta del edificio número 13 (donde nos encontramos) fue asegurada para evitar desmanes.
Te aproximas a la ventana, la abres y miras como marcha la gente; no sé si te has percatado de que en la azotea del edificio de enfrente hay un fotógrafo documentando la caminata.
Veo como la falda se ajusta a tus redondas nalgas, admiro tus piernas firmes y torneadas; te has soltado el cabello y cae como cascada por tu espalda.
Sé que ha existido un cierto magnetismo entre tu y yo; ahora es el momento de la verdad, pienso con decisión, me pongo a tu lado y mi brazo derecho rodea tu cintura.
Volteas a verme y sonríes, con una chispa traviesa en los ojos, te sueltas los dos botones superiores de la blusa (pretextando el calor); dejándome ver el encaje de tu sostén.
Te miro a los ojos, acercando mi rostro al tuyo, poco a poco nuestros labios se aproximan; siento tu dulce aliento en mi rostro y sin poderlo evitar nos fundimos en un beso tierno y apasionado.
Tu lengua juega con la mía, recorre mis dientes y concluyes con un pequeño mordisco en el labio inferior; el fotógrafo ha dirigido su cámara hacia nuestra ventana.
Te recuestas en mi hombro y mis besos recorren tu cuello, lentamente desabotono tu blusa; mientras tu dejas caer tu falda al piso.
Das un paso hacia atrás y puedo contemplar tu preciosa figura; cubierta apenas por una breve prenda de encaje negro (de un cuarto de copa) y una tanga del mismo color.
Abro la otra hoja de la ventana, “para refrescarnos” comento; sin embargo sé que así el reportero gráfico tendrá una mejor visibilidad.
Beso tu boca, tu cuello, tus hombros y bajo hasta tus senos; los cuales cubro de besos una vez que te he despojado de tu bra.
Me deleito en su tersa redondez y en los pezones rosados y erectos.
Me tomas del cabello y empujas mi cabeza hacia abajo, mi lengua comienza su recorrido por tu pecho, tu estómago, rodea tu breve ombligo y se topa con tu tanga (ya húmeda) olorosa a fragancia de hembra en celo.
Por encima de ella, mi lengua acaricia tu triángulo de placer (notando la ausencia de vello); me ayudas a despojarte de ella y te recuestas en la mesa de juntas frente a la ventana.
El fotógrafo sigue nuestros movimientos con su cámara, me arrodillo en la mesa y mi lengua empieza a degustar la miel que mana de tu cuevita depilada; mis dedos entran y salen de ella al ritmo de tus gemidos y tu respiración entrecortada.
Tus manos juegas con tus senos, pellizcan tus pezones, pides más con susurros graves y estimulantes.
Pongo mis manos en tus nalgas para levantar tu cadera y hacer que mi lengua entre en tu gruta húmeda y rosada.
El fotógrafo no ha perdido nada del espectáculo que estamos brindando; tu cuerpo se tensa y con un grito ahogado llegas al cielo del orgasmo.
Me miras a los ojos y me dices: “gracias, fue delicioso; ahora es mi turno de devolverte el favor”; mientras abres mi blusa y liberas mis senos, los cuales pronto estarán en tus labios.
Me olvido del fotógrafo y me concentro en sentir el roce de tus manos despojándome de la ropa, mientras mi vagina se humedece y palpita presintiendo los momentos de placer y lujuria que se avecinan.
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