Una señora casada y una simple puta
¿Qué tienen en común una esposa y madre ejemplar con una simple puta y madre soltera?.
¿Qué tienen en común una esposa y madre ejemplar con una simple puta y madre soltera? Según las convenciones sociales muy poco o nada, pero la realidad y sus diferentes aristas son mucho más que las estúpidas convenciones sociales. El amor que no se rige por lo que dice la sociedad, busca maneras de encontrar a las amantes y unirlas mucho más allá de lo que se pensaría como común o correcto.
La gente que solo lee por morbo se quedará solo con las descripciones sexuales que eventualmente haré, pero si alguien se interesa por los antecedentes en medio de las varias historias publicadas en mi perfil los encontrarán. Una vez llegada a la ciudad luego de vender la propiedad rural donde crecí, amé a mi padre, tuve a nuestro hijo y donde viví hasta que quedé viuda (de mi padre/esposo). Al no conocer otra forma de subsistir que ser una simple puta, con la ayuda de la obstetra María, con 24 años y un hijo lactante de cuatro años, me ubiqué en una casa de citas. A hacer lo de siempre, ser una simple puta.
Lo normal atendía uno o dos hombres al día, lo que me permitía ganar lo necesario para sufragar mis gastos mínimos y tener tiempo para atender a mi hijo. Sucedió que al segundo mes se recibió la llamada de una mujer que requería los servicios de compañía, y como ninguna de las colegas putas quería atender a esta dama, y como yo si había experimentado y disfrutado los manjares vaginales y anales de mi dulce obstetra, me ofrecí porque además la señora ofrecía pagar el doble de lo que pagan los caballeros. Pensándolo creo que incluso lo hubiera hecho gratis, lo hubiera hecho por el placer de entregarme a otra mujer, a alguien igual que yo, alguien que no sea superior a mí, alguien que no me quiera someter, alguien que no me quiera usar, sino alguien que desee amar mi cuerpo y que sobre todo me deje amar su cuerpo. Los dulces placeres lésbicos.
Habían pasado cerca de tres meses desde la última vez que hice el amor con María, así que decidí ponerme bonita. Aquí vale la pena una aclaración, cuando atiendo hombres me visto y me pongo puta, pero en esta ocasión me vestí y me arreglé bonita, esa es la impresión que quería darle a esta señora. Escogí un vestido blanco estampado de girasoles de tiritas, de esos que me encantan cuando media teta se me sale pero que a la vez guarda cierta inocencia, un vestido que una adolescente usaría, como de costumbre no me puso ropa interior (tiene cierto erotismo el usar un vestido blanco y saber que siempre corro el riesgo que se manche con mis siempre excesivas secreciones vaginales). Me hice una cola de cabello con una mínima cantidad de maquillaje, es decir un estilo muy colegial, y como siempre los tacos más altos que pude encontrar para que me arme bien las nalgas y las caderas.
No me había citado en el hotel al que usualmente los señores me convocaban, sino a un discreto departamento ubicado en un edificio de oficinas en el centro de la ciudad, interesante que ella tenga un lugar como ese a su disposición, luego me enteré de que el lugar lo alquilaban entre tres amigas más, que al igual que ella lo usaban para desestresarse de matrimonios frustrantes, cada una a su manera. La señora que abrió la puerta no era ninguna diva de esas que a los escritores de fantasía que abundan en esta página les encanta describir, su rostro no estaba maquillado, me recibía al natural. Eso me agradó, porque podía mirar sus ojos, más que mirar podía leer sus ojos. Tenía una mirada que escondía algo de melancolía, que al combinarse con la sonrisa con la que me recibió, le otorgaba una suerte de belleza natural que me enterneció, devolví la sonrisa algo tímida y le dije hola. Me extendió la mano para saludarme, y al instante de hacer contacto con su piel me ericé toda, supe disimularlo y mantener la timidez de mi sonrisa.
La sencillez con la que estaba vestida me sedujo, era una falda tipo escocesa a cinco dedos de sus rodillas y una blusa amarilla de botones y zapatillas de andar en casa, en serio no parecía que estaba recibiendo a una simple puta para una sesión sexual de una hora, sino más bien parecía que esperaba a una amiga, llevaba el cabello suelto a media espalda. Debo confesar que me sentí algo avergonzada sintiendo como mis tetas se me salían por los costados, de cierta forma me cohibí y traté de acomodar el vestido, ella era una mujer muy sensitiva y pudo notar mi sincero pudor. De inmediato me tomó de la mano para guiarme a la sala donde íbamos a pasar el rato, con una leve presión en mi mano me hizo sentir que todo estaba bien, y me calmé un poco.
Me invitó a sentarme me dijo que se llamaba Lucía y de inmediato preguntó mi nombre, usualmente a mis clientes les doy mi nombre de pila, pero a ella por alguna razón que desconozco le dije simplemente Yessenia, un segundo después reaccioné ante mi indiscreción, pero cuando me dijo que mi nombre era bonito me volvió a calmar. Es como si esta mujer, podía leer mis estados de ánimo y sabía siempre tener una palabra adecuada para hacerme sentir mejor.
Lucía no era para nada voluptuosa, digamos que sus senos eran una copa C, 1.55 m de estatura, no debe de haber pesado más de 120 libras, caderas anchas pero delicadas, ojos color miel con piel blanca un poco quemada por el sol, y como ya lo he dicho anteriormente una mirada que escondía una especie de sutil melancolía que me hacía sentir una inmensa ternura, me ofreció una copa de vino blanco que acepté con una suave sonrisa de agradecimiento.
Me encontraba en una situación en la que no sabía qué hacer, si el cliente fuera un hombre ya hubiera estado de rodillas practicando una felación o chupando los testículos, pero ahora estaba yo extasiada con esta belleza tan natural, tan cotidiana, tan hogareña. Como puta me encontraba totalmente desubicada, Lucía una vez más me supo leer y me preguntó si no me importaba que no aceleremos la situación, que no forcemos el sexo, que en serio deseaba disfrutar el momento. Al saber esto lo acepte, pero no pude evitar que su melancólica ternura no empuje a las terminaciones nerviosas de mis labios vaginales a comenzar a secretar mis dulces mieles sexuales.
Supo decirme que luego de mucha insistencia de sus amigas había aceptado contratar este tipo de servicios, primero lo hizo con un hombre, pero al igual que con su marido fue una situación frustrante. Pero una forma diferente de frustración, a diferencia de su inútil marido, el hombre a quien ella había contratado había sido todo un semental que la había hecho morder la almohada y gemir como nunca lo había logrado con su marido. Según me relató, es escort masculino estaba bien dotado, casi no le cabía su verga en la boca y aun así ella se había tragado todo el semen. En un acto de locura permitió que este sexo servidor la penetre sin preservativo y eyacule en ella por su vagina y su ano, y ella había tenido innumerables orgasmos, no como el inútil y precoz de su marido que no le hacía llegar ni a un orgasmo.
Sin embargo, casi con lágrimas en sus ojos me confesó que mientras el puto comenzó a vestirse y mirando como ese ser humano ni siquiera la miraba, es decir ignorando por completo su presencia como mujer simplemente tomó el dinero, dio las gracias y se fue. Lucía sintió el más profundos de los vacíos, peor que cuando Carlos su marido luego de una penetración de dos minutos eyaculaba en ella, y se daba la vuelta y comenzaba a roncar. Me supo contar que ese día se quedó dormida llorando, se despertó con la determinación de nunca más acceder a este tipo de servicios sexuales.
Para satisfacer sus frustraciones sexuales, comenzó a buscar pornografía por internet, pero todo le parecía tan grotesco y nada erótico, simples imágenes sexuales sin ningún antecedente, sin ningún tipo de seducción, sino simple y burdo sexo. Hasta que finalmente encontró escenas de softcore lésbico, este tipo de pornografía la lleno por varios meses, pero seguía sintiéndose vacía, en sus contantes búsquedas por internet encontró que había sitios que publicitaban a putas que atendían a señoras, y por esas coincidencias de la vida llamó al servicio donde yo trabajaba en aquel entonces, y nadie quería atender sus requerimientos. Este tipo de cosas son las que me hacen creer en el destino.
Al conocer la manera tan casual e inesperada en la que Lucía había llegado a mi realmente me alegraba de una forma muy especial, es decir ella me permitía sentir esa ilusión que dicen los adolescentes que sienten ante su primer amor platónico, sensación que da la forma en que viví mi adolescencia yo nunca pude sentir. Mientras en mi interior todos estos sentimientos ebullían, mi reacción se manifestaba es acariciar su brazo de una forma delicada y discreta. Sin embargo, mis secreciones vaginales se incrementaban lo que hacía que mis inquietos movimientos en el sofá se vuelvan notorios, y mis pezones evidenciaban toda mi fuego interior. La ternura que ella me transmitía ingresaba por mis oídos, se transportaba a mi cerebro, y luego en sinapsis a todas mis neuronas y terminaciones nerviosas y se transformaban en ese fuego interno que se concentraba de forma conjunto y simultánea entre mi vagina, mi ano y mis senos. Ella lo podía percibir, y lo demostró acercándose a mí, permitiendo que mis fosas nasales se inunden con ese perfume sencillo con el que me embriagaba.
Acariciando mi cabello, y mirando a mis ojos me preguntó por qué me había hecho puta si mi rostro exudaba ternura e inocencia, le dije sonriendo que eso vende mucho con los machos que de repente no pueden desfogar sus perversos deseos dentro de sus propias casas. Le dije que, quizá mirándome a mí, así dulce e inocentona no me ven a mí sino a sus hijas, sobrinas y en ocasiones a sus nietas. Al someterme a mí, calman sus ansias con esa carne prohibida con la que conviven a diario y que no pueden tocar, sonría nerviosamente ante mi respuesta. Y le hablé de mi historia de incesto, y de cómo la semilla de mi padre puso en mí al dueño de mi vida que en ese entonces aún lactaba de mis senos, y al hacer este comentario Lucía tomó consciencia de la inmensa masa mamaria que a pesar de mis intentos seguía intentando escaparse por los costados del vestido. Fijó su atención en cómo esos pezones hinchados se marcaban en la tela, y pude percibir con ella discretamente mordió sus labios. Una vez más ese disparador visual hizo que coño incrementara sus secreciones, era imposible no moverme inquietamente mientras mi llave vaginal estaba abierta y secretando a chorros, hasta cuando percibí que el aroma mariscoso de mi vagina comenzaba a inundar el ambiente. Por primera vez me pudo la vergüenza, pero otra vez Lucía me pudo percibir y puso su pequeña y delicada mano en mi muslo desnudo y me miró para tranquilizarme, como diciéndome sin palabras que todo estaba bien.
Supe en ese momento que me quedaría más de una hora que es lo convencional, pero también supe que no cobraría nada por el servicio. Es que algo me decía que esto no iba a ser un simple servicio sino el inicio de una dulce y amorosa amistad que duraría por años. Una amistad que descuidé por andar hecha la estúpida enamorada a distancia, y aunque no puedo ver a Lucía siempre, pero todos los días recibo un mensajito de ella deseándome los buenos días y diciéndome cosas lindas. A veces teniendo el amor tan cerca nos ponemos a buscar humillaciones y desprecios tan lejos, pero bueno esas son otras reflexiones.
Mi corazón me empujó a acercarme a Lucía debo reconocer que sobre todo mi cuerpo recorría un leve temblor, no me sentía así desde la noche que mi padre me desvirgó cuando estaba toda temblando (no del miedo, pero sí de la emoción). Ni siquiera me sentí así la primera vez en que María la obstetra con la excusa de examinarme tocó y luego chupó mi virgen vagina hace ya un par de décadas. Ahora en la sala de ese departamento teniendo a Lucía a pocos centímetros de mi ser y sin haber hecho nada aún, sentía la misma emoción de aquella noche en que mi padre me penetró por vez primera. La sensación era similar a lo que sentía cuando el glande de mi padre acariciaba mis labios vaginales, produciendo la brutal lubricación tan normal en mí, para luego con una inusual delicadeza ir empujando el glande hasta que se unió con un dulce y delicado beso a mi himen, en cuestión de segundos con una delicada presión fue empujando su verga hasta el punto preciso en que se dio la fractura primaria y mi sangre se mezclo con mis fluidos vaginales. Para luego ir sintiendo como vena a vena, mi padre iba abriendo camino a sus monstruosos veinte centímetros de verga, hasta el justo momento en que sus testículos se daban el más íntimos de los besos con mi perineo. Justo así me sentía mientras Lucía acariciaba mi muslo, una caricia inocente aún porque ella nunca había hecho el amor con una mujer.
Mientras latía mi corazón con fuerza y emoción, no dejaba de mirar los ojos de Lucía, me intrigaba demasiado conocer la razón de esa melancolía que solo yo podía ver atrás de su iris, y que luego pude saber que es la simple y triste expresión que deja en una dulce mujer un matrimonio frustrado, no solo en lo sexual. Sino el de tener un marido que no te mira con deseo, un marido para quien eres inexistente, un marido que por obligación a consumado su matrimonio y te ha dado dos hijos para evitar el que dirán de la perversa sociedad que todo critica, un marido que al final del día disfruta más con la verga de un macho en su ano, que con los dulces manjares de la vagina de su esposa. Y no tiene nada de malo ser bisexual, y creo que incluso Lucía sería capaz de comprender la necesidades anales de su marido, pero lo que ninguna debería sufrir es ser ignorada por el padre de sus hijos.
Pero justo esa tarde hace diez años en ese departamento cuando finalmente me sin dejar de mirarla me fui acercando a sus labios con todo el tumulto de emociones que se apoderaban de nuestras almas hasta que nos unimos con un suave beso primero sin lengua solo la delicada unión de nuestros labios, justo en ese preciso momento fue cuando nuestras dos soledades se encontraron una señora casada ignorada por su marido y una simple puta que nunca ha sido más que un depósito de semen. Cerré mis ojos al contacto con sus labios, seguíamos tomadas de las manos sin hacer ningún movimiento brusco o desesperado. Su aliento fresco se incrustó en el interior de mi boca, y de forma instintiva mi dorso busco la cercanía de su cuerpo, la masa de mis tetas entró en ligero contacto con sus senos, sucedió lo inevitable no había dado de lactar desde ya más de cuatro horas y estaba llena más la presión hormonal de la tensión sexual del momento hicieron que las venas azules de mis pechos inyectaran vida a mis pezones, y éstos se derramaran al sentir la calidez del cuerpo de Lucía. ¡Ah qué placer! que se siente cuando del pezón de una madre mana la leche que da vida y energía al ser de sus amores, esa misma leche estaba manando para mi dulce Lucía quien en pocos minutos me iba a aliviar la presión láctica que agobiaba mis inmensas tetas.
Abrí un poco más la boca y con la timidez de una colegiala saqué un poquito la lengua para intentar estimular a mi dulce amiga para que nos podamos unir más íntimamente al intercambiar nuestro fluidos salivares. Me sentía indigna cuántas vergas había mamado, cuántos anos había chupado y con esa misma boca y esa mis lengua estaba besando a mi dulce amante. Pensar en esto me hizo sentir tímida, por lo que me cohibí un poco, pero Lucía una vez más me supo leer, y esta vez fue ella la que abrió su boca e incrustó toda su lengua en el interior de la mía, y ya sin pensar en nada más correspondí su besos, y ahí fue todo lengua y saliva, un beso poético como los que se ven en el porno lésbico japones (esas mujeres sí saben besarse de forma realmente erótica).
Con ese beso tierno, romántico, profundo perdí la noción del tiempo, solo nos seguimos besando, que contradictorio cuando atiendo a señores siempre estoy pendiente del tiempo, y mientras besaba a Lucía mi corazón rogaba que no hubiera tiempo sino solo la eternidad para seguirla besando por siempre. Mientras nos besábamos con los ojos cerradas, ella actuó de forma espontánea, y de un momento a otro sentí pequeña y delicada mano sobre mi seno, la tela del vestido estaba ya húmeda por la intensa producción láctea que no había sido descargada ya desde hace varias horas, noté su sorpresa porque sin dejar de besarme retiró su mano, pero de forma sutil tomé su mano y la volví a colocar sobre mi seno izquierdo del lado del corazón con la esperanza de que pueda notar la fuerza de mis latidos, para que entienda lo que ella estaba causando en mí, una simple puta. Tomó confianza y con su natural y femenina delicadeza comenzó a acariciar mi teta. Eventualmente, el seno se salió del vestido por el costado a ese punto mis dos pezones estaban descontrolados manando leche de forma involuntaria, todo mi vestido y la falda de Lucía se estaban mojando, no tenía control sobre lo que sucedía con mis glándulas mamarias. A ese punto ya nada importante, todo sumaba al erotismo del momento, Lucía lo sabía y me estimulaba pellizcando mis largos y oscuros pezones, solo yo en mis sesiones mastubatorias me tocaba con este nivel de delicadeza. Finalmente, pude encontrar a la persona que sabía cómo amar mi piel, mi cuerpo. Mis neuronas estaban en ebullición, y la esposa frustrada remató mi estabilidad emocional diciéndome que nadie la había besado como yo. Las lágrimas de emoción fueron inevitables, me dejé llevar y la abracé fuerte en mi contra, ensuciando su blusa con toda mi leche materna.
No sé si me apresuré, pero el instinto me arrojó a abrir los botones de su blusa, pude ver que llevaba un brasier blanco muy delicado, tan delicado como su piel, en cambio yo la simple puta no llevaba ropa interior, y ya tenía una teta al aire que ella magreaba con suavidad. De cierta forma tomé el rol dominante, la induje a ponerse de pie y la puse de espaldas para poder bajar el cierre posterior de su falda escocesa, que cayó al suelo con facilidad dejando expuesta sus blancas y bien torneadas piernas, la gloria de su peludo pubis estaba protegido por una tanga blanca de seda semi transparente, que se abultaba por la masa de vellos púbicos, qué perfección de mujer, en ese momento me dio gusto saber la suerte que tuve de que esta dulce mujer sea tan velluda como yo, dándole a su coño esa belleza natural que las mujeres modernas han perdido voluntariamente. Acaricié delicadamente la tela de su calzón percibiendo el pelaje escondido e imaginando cuántos de esos pelitos me iba a tragar, esa idea lograba que mis glándulas vaginales hagan un desastre en mi vestido, pero en ese momento no importaba ya nada.
Acerqué mi cara a su pubis y me abracé a sus caderas y me quedé ahí por unos segundos percibiendo el mariscoso aroma que pugnaba por liberarse de su tanga, para luego embriagar mis fosas nasales y luego inundar toda la sala, ese olor a prostíbulo que hasta la más recatada madre de familia lleva en medio de sus piernas cuando está siendo amada. Sentí en ese momento sus manos acariciando mi cabello, ¿será posible manera más tierna de hacer el amor? Por un segundo pensé en quedarme así para toda la vida, pero sabía que eran muchos los caminos del placer y la lujuria que aún debíamos explorar, mi instinto me llevó a acariciar sus nalgas, no eran voluminosas como las mías, pero eran firmes y delicadas, a sus 32 años ya comenzaba a evidenciar los primeros signos de una sexy celulitis. El olor a coño me impulsó a bajar su tanga, Lucía con un poco de vergüenza intentó detenerme, quizás no deseaba quedar expuesta, yo solo la miré muy dulcemente y supe leer mi mente y mi corazón, le inspiré confianza y soltó mi mano y me permitió exponer su intimidad, ese es el momento en que una mujer se entrega cuando queda expuesta e indefensa ante su amante, y eso solo sucede cuando se genera una conexión de amor y confianza entre ambas personas. Lo digo así porque desde mucho antes de ese momento entre ella y yo, no había una relación comercial entre una simple puta y su cliente, sino que nos habíamos conectados de una forma tan intima que seguimos juntas de forma intermitente desde hace ya diez años.
Un pelaje negro cubría un clítoris y un canal vaginal que ya brillaba por la intensa humedad que esta dulce mujer estaba secretando en mi nombre, me puse de pie para proceder a liberar sus senos del brasier, me encontré con unos senos medianos también ya marcados por la lactancia de dos hijos, se notaban las venas pero no tan marcadas como las mías que en mi caso seguían produciendo leche después de cuatro años, regalándome los dulces placeres de la ritualidad materna y que hoy con enorme placer se lo iba a ofrecer a mi dulce Lucía. Luego la guíe al sofá para que se tumbe, quería exponer en toda su amplitud la delicadeza rosada de su coño para mi deleite lingual. Previo a eso, me terminé de sacar mi vestido que era un desastre tanto en la parte de los senos como en la parte de abajo, estaba todo lleno de secreciones mamarias y vaginales, pero no me importaba nada. Me arrodillé ante su esplendor vaginal y con mis manos iba removiendo el denso pelaje hasta exponer el clítoris, acerqué cara para oler y recibí la bofetada mariscosa de su coño de mujer necesitada de amor, coloqué la punta de mi lengua en su clítoris y lucía se tensó toda, su reacción que nunca le habían hecho un sexo oral, una mujer descuidada por un marido que disfrutaba más en practicar una felación a cualquier adolescente de la calle y no comerse la delicia del clítoris de su esposa. Le pedí que cierre los ojos y se relajé, una vez más confió en mi y pude chupar su hinchado clítoris, una delicia total. A los pocos segundos comenzó a temblar, mientras me daba a tragar unos flujos vaginales bastante más espesos que los míos, y sí yo los tragaba con ansiedad. No me pude resistir en recorrer con mis lamidas hasta su perineo, mi instinto de perra me hacía buscar con ansiedad ese olor a culo, ese olor que por más que se lave igual persiste y que cuando se mezcla con el olor a coño es de lo más adictivo y siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Lucía tenía el más delicioso olor a culo que nadie se pueda imaginar. Regresé a su clítoris y con la lubricación abundante estaba en posición de introducir dos dedos y colocarlos en aquella vertiginosa sección rugosa que se encuentra justo detrás del clítoris, al interior de la vagina. Aplicando la presión precisa desde afuera al clítoris y desde dentro, en un masaje constante, suave y paulatino. Ella perdió todo control de sí, se retorcía toda en espasmos tras espasmos, dejando de ser la dulce dama, y comenzando a insultar y decir groserías como las meretrices callejeras, y reventó en un glorioso orgasmo diciéndome que era una hija de puta, y no se equivocaba al igual que yo eso es lo que fue mi madre.
Rendida y toda encharcada se echó hacia atrás en un estado de placer onírico que no le permitía reaccionar, mientras yo seguía saboreando los restos de sus espesos meados sexuales que aún no me había terminado de tragar, me senté en el piso mirándome como de mis tetas seguían manando borbotones de leche, pensaba en lo placentero de brindar este líquido a su dueño original, pero también pensaba que podía compartir un poco con Lucía, ya que luego de vaciarme las tetas en menos de cuatro horas otra vez se me llenaban, siempre había suficiente. Me puse de pie, y me coloqué a su lado me tomé una teta con la mano y se la ofrecí en su boca, al sentir el líquido lácteo regarse por su cara Lucía iba comenzando a reaccionar, de a poco se iba embriagando con la leche que percibía en su boquita, se saboreaba el sabor dulce típico de esta leche humana. Hasta que su instinto la arrojo con ansiedad a mi pezón y comenzó a chupar como desesperada, se saltaba de una teta a otra, mamaba con desesperación otorgándome un gozo que solo otra boquita más delicada me había regalado por los últimos cuatro años. Mi coño estaba trabajando con brutalidad intensidad, y me sucedió lo que me había venido sucediendo por muchas ocasiones en los últimos cuatros años, me corría solamente debido a la succión de mis tetas, sin necesidad de tocarme el coño. Lucía me hizo correr sin siquiera tocarme la vagina, algo que no creí nunca posible hasta aquella noche en que me quedé tranquila y relajada para mi primer ritual de maternidad.
Luego de eso me pidió que vayamos a la cama, ya el tapizado del sofá estaba demasiado encharcado con nuestros fluidos. Esta vez yo me tumbé boca arriba, y ella tomó la iniciativa o el rol dominante. Como siempre explico en las relaciones lésbicas no existen aquellas relaciones que se dan cuando hay un macho dominante, acá son mujeres en igualdad de condiciones y cada una puede manifestar sus deseos como se le antoje, Así fue como Lucía se acostó encima de mí, y comenzamos a besarnos de forma instintiva nos fuimos ubicando en tijera, para que nuestros labios vaginales entren en contacto íntimo. Un beso profundo y encharcado lleno de flujos vaginales, los labios y el perineo convirtiéndonos en un solo ser, moviendo las caderas de forma rítmica sin nunca dejar de besarnos, apretando fuerte nuestras tetas unas contra las otras, acariciando delicadamente ya sea nuestro rostro o nuestro cabellos con los ojos cerradas. Haciendo el amor, eso no era sexo, eso no era follar, eso era amar. Y amándonos así con intensidad por más de diez minutos nuestros cuerpos se sincronizaron de manera tal que nos corrimos juntas y las sabanas de esa pobre cama quedaron hechas un desastre. Mi squirt fue brutal, ella no hizo squirt pero me apretó tanto con sus piernas que sentí que me iba a estrangular las caderas. Así nos quedamos dormidas hasta bien entrada la tarde cuando despertamos abrazadas y enamoradas.
Con más preguntas que certezas, cómo una ama de casa decente se pudo haber enamorado de una simple puta, como una simple puta luego de haber sido usada toda su vida, pudo haber encontrado un amor dulce y delicado. Sin saber que deparaba el futuro, sin entender cómo iban a pasar diez años estando juntas a pesar de la falta de tiempo, a pesar de los estúpidos idilios virtuales de la puta con los que descuidó a la esposa solitaria. Aun no encuentro manera de disculparme ante ese abandono, espero que al dedicarle estas necias palabras pueda resarcir mi falta.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!