VIENTOS DE CAMBIOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dulces.placeres.
VIENTOS DE CAMBIOS
Cuantas veces alguien tiene una mala impresión de una persona? Cuantas veces alguien puede reconocer que se equivoca? Cuantas veces se juzga mal? Esa es la historia de mis diez últimos años…
Hacía una década que convivía en pareja con Zacarías, siempre me gustaron los hombres y tuve algunas experiencias previas, me considero bastante buena en la cama, al menos rara vez tenía reproches, a no ser claro por mi negativa cerrada a mantener relaciones anales, tampoco consentía a mi hombre con algo que siempre me pedía, que era acabarme en la cara, pero más allá de esto, era bastante permisiva, pero se avecinaban vientos de cambios.
Me considero una mujer bonita, no soy una modelo, pero si una chica que gusta cuidar su cuerpo, el sentirme atractiva levanta mi auto estima.
Siempre fui ama de casa a pesar de mis estudios de odontología, profesión que nunca ejercí.
Con mi pareja coincidimos en que era mejor yo me encargara del hogar y preparara el mismo para nuestros futuros hijos, cosa que en esos tiempos estábamos programando.
A propósito, es cierto que estábamos programando nuestro primer descendiente pero ocurrió algo que me haría poner un stop a la idea, al menos hasta saber qué es lo que me estaba pasando.
Zacarías trabajaba en un laboratorio internacional, de esos que fabrican remedios, el estaba en la parte de desarrollos, también hacía visitas a clientes, algo de marketing y varias cositas mas, siempre fue muy apegado a su profesión y se sentía orgulloso de hacer lo que hacía.
La paga era muy buena y la empresa era bastante grande, trabajaban muchas personas y estaba en plena expansión, buscando mercados internacionales.
Todo iba de maravillas hasta el momento en que su jefe fue transferido a una sucursal que estaban abriendo en México, era importante hacer una buena campaña e ingresar a pie firme, y él era parte de ese nuevo proyecto.
Ahí entraría en nuestras vidas Débora Vanegas, su nueva jefa.
El me comentó el tema sin demasiados detalles, solo era la nueva al mando y nada hacía prever que esa era la puerta a los vientos de cambios.
A medida que fueron pasando los días, las semanas y los meses, noté que Zacarías se empezaba a llevar bien, ó demasiado bien con su nueva jefa, poco a poco de pequeños comentarios pasé a soportar largas historias de ‘lo buena’, ‘lo profesional’, ‘lo inteligente’ y no sé cuantas cosas más veía en esta mujer.
Obviamente empecé a sentirme celosa y desplazada, ‘qué Débora esto’, ‘qué Débora lo otro’, y claro, ella era una profesional, una mujer independiente, que sabía lo que hacía y lo que quería, sin que nadie marque el paso, Zacarías se mostraba demasiado entusiasmado y yo era apenas una simple ama de casa, una mujer que vivía entre cuatro paredes, limpiando y fregando, que tendría para contar de mi?
Comencé a odiarla en silencio, ‘Débora, Débora, flor de puta debe ser con ese nombre, Débora dora de pijas debe ser…’.
Esos eran mis pensamientos, al menos me consolaba imaginarla una vieja reprimida y frígida, que no cogía porque seguramente solo pensaría en su profesión.
Ahora imaginen esta situación, salgo a pasear con Zacarías, a recorrer negocios y a mirar vidrieras, un Sábado por la tarde, como cualquier otro, paramos en un local, veo algunas prendas en ofertas que llaman mi atención y entramos a ver, el está a mis espaldas mientras la vendedora me muestra algunos diseños y modelos, me gusta todo, soy mujer, concentrada en la ropa pierdo noción de él, de repente escucho la voz de Zacarías preguntando:
– Te ayudo?
Giro mi vista y con que me encuentro? a mi amor estirado tomando unas prendas que estaban en los estantes más altos ayudando a una joven, la miro y no puedo creerlo, parece dibujada a mano, mucho más alta que yo, rubia platinada, con el cabello bien recogido tirado hacia atrás atado en cola de caballo, con un top amarillo flúor de lycra súper ajustado, por el que asoman dos pechos enormes que cuesta mantenerlos comprimidos, su vientre desnudo, chato y bronceado luce un piercing en el ombligo, con calzas negras muy adheridas, tanto que dibujan unas piernas, unas caderas y un culo sencillamente perfectos, su armonía física es impresionante, esas mujeres que pueden derretir a cualquier hombre, cintura de avispa, culo de araña…
Cruzan unas palabras y unas sonrisas, vienen a mi encuentro, si su cuerpo era perfecto su rostro no era menos, con una pequeña nariz respingada, amplia frente, labios gruesos, pecas por doquier y unos enormes ojazos celestes, limitados por un borde azul oscuro.
En ese momento Zacarías dice mirándonos a ambas:
– Mi amor, te presento a Débora, mi jefa, Débora, mi mujer, Carla…
Así nos conocimos y si la odiaba sin conocerla, imaginen cual era mi nueva situación, en ese momento me invadió la furia, los celos, la envidia y todos los malos sentimientos que una mujer pudiera juntar, a pesar de que ella me trató muy bien, yo fui demasiado cortante y tajante, dejando en claro que no me caía bien, y como queriendo marcar territorio tomé fuertemente del brazo a Zacarías.
Recuerdo que luego de despedirnos empezaron los mutuos reclamos, el hacia a mi por la forma inmadura en que me comportaba y yo hacia él porque jamás me había comentado que su jefecita era una bomba sexual.
La discusión fue subiendo de tono haciendo eclosión después de la cena, a los gritos, descontrolados, al punto que el durmió en el comedor y seguimos en guerra todo el Domingo.
A partir de ese primer encuentro algo cambiaría, una tarde, luego de la jornada Zacarías llegó acompañado por su jefa, me dijeron que tenían demasiado trabajo y habían decidido proseguir un rato más en casa.
Débora estaba con un look más formal, más profesional, con medias de nylon, pollera a media pierna con chaqueta haciendo juego y una delicada camisa naranja apagado con el logo bordado de la empresa.
Se mostraba muy amable conmigo pero en realidad para mí esto no hacía más que agregar leña al fuego, aumentando mi odio y sintiéndome cada vez mas acorralada.
Lejos de ser una excepción, esta rutina comenzó a hacerse costumbre, la jefa acompañaba a mi esposo a mi casa a seguir trabajando, de pronto mi hogar se había transformado en una especie de sucursal improvisada de la compañía, haciendo oídos sordos a mis continuos reclamos y objeciones.
A pesar de que ante mis ojos solo daban la impresión de una relación laboral y solo hablaban de pastillas, prospectos, inversiones y no sé cuantas pavadas mas, y que ella siempre vestía muy formal, muy laboral, yo no podía dejar de imaginar un amorío entre ambos, que hombre podría estar cerca de tremenda mujer sin llegar a un affaire? consiente ó inconscientemente, además, Zacarías era un tipo muy pintón, ejecutivo y adinerado, candidato para cualquier mujer…
Me llenaba de preguntas, no podía acostúmbrame a la situación y Zacarías estaba decidido a no cambiar su actitud.
Débora me desconcertaba, porque era evidente mi trato frío y distante y le hacía saber en cada palabra que no era santa de mi devoción, pero a pesar de eso más de una vez la sorprendía mirándome fijamente, cosa que me molestaba y me ponía nerviosa, además siempre tenía buen trato hacia mi persona, como tendiendo una mano a la amistad, mano que no tenía intenciones de tomar.
Así pasaban los días, uno tras otro, mi relación con Zacarías se iba enfriando, si bien teníamos buen sexo la convivencia tenía cada vez mas roces.
Cuando entrábamos en los primeros calores del verano, mi pareja vino con la noticia que se iría unos días a Brasil, a una jornada de capacitación, que lo mandaba la empresa y era condicionante, prácticamente no tenía elección, y para mi tranquilidad me confirmó que me equivocaba en pensar lo que pensaba, Débora no iría…
Era cierto, ese fue mi primer pensamiento, es más, me dijo que ella misma en persona lo había seleccionado y que no sería bien vista en la empresa una negativa de su parte.
Así fue que ese viernes un remisse pasó a buscarlo para llevarlo al aeropuerto, nos despedimos con un beso y lo vi alejarse por la avenida hasta perderlo en la distancia.
Por la noche recibiría un inesperado llamado, era Débora, me dijo que quería hablar conmigo, si podía atenderla el día siguiente, me pareció raro su pedido pero no podía ser tan descortés, al fin y al cabo hasta el momento todo pasaba por una relación solo laboral, Zacarías viajaba a Brasil, ella estaba acá y yo siempre era la única poner distancias.
La mañana siguiente se presentó primaveral, y ella pasó temprano por casa, con un look informal como ese día en que la conocí, alejada de sus obligaciones laborales, me dijo que iba al parque a correr un rato, nuevamente me quedé perdida en su cuerpo escultural.
La invité a pasar, a ponerse cómoda, preparé un té para mí y ella prefirió un agua mineralizada, la conversación en la que empecé a la defensiva y terminé sorprendida fue más ó menos la siguiente
– Bueno, acá estamos, Zacarías debe estar ya en Brasil, a que debo tu visita?
– Mirá Carla, no quiero andar con rodeos, voy a tratar de ser lo más concisa posible
– Te escucho
– Es evidente que no te simpatizo
– No… no pienses así…
– Esperá, necesito que seamos honestas, porque para mí no es fácil decir lo que tengo que decir, estamos?
– Ok, es cierto, no me simpatizas…
– Y seguro piensas que yo ando tras tu marido correcto?
– Y si… puede ser… además, con el cuerpo que tienes…
– Seguro… y por qué piensas que día a día venimos a tu casa a trabajar…
– Para estar más tiempo juntos…
– Eso crees? Ja! ja! y porque piensas que ahora está en Brasil? No sería lógico que yo estuviera allá también?
– Si… eso me sorprende…
– Pero mujer, y por qué piensas que yo misma lo mandé?
– Porqué es su trabajo, porqué es profesional…
– Pero de verás no te das cuenta?
– De qué? cuenta de qué?
– De que el que corre peligro es el! No te das cuenta como te miro? Como te hablo? A pesar de tu distancia y tu frialdad, no te das cuenta que me gustas desde el día que te conocí en la tienda? no te das cuenta….
Confundida por sus palabras, no podía creer lo que escuchaba, esa mujer se me estaba declarando! y tras sus palabras trató de avanzarme, de juntar sus labios a los míos, apenas si logré evitarla.
Le dije que era una enferma, una sucia lesbiana, que por favor se retirara de mi casa…
Vi unas lágrimas correr por su rostro, intentó pedirme disculpas y me rogó que no hablara del tema con Zacarías, que él era un buen hombre y estaba ajeno a todo.
En adelante muchas cosas cambiarían en mi cabeza, en mi forma de pensar y de verla, naturalmente no comenté nada con mi pareja y las visitas laborales continuaron, con la diferencia que Débora casi ya no me miraba a los ojos, casi no me hablaba y si lo hacía era en un todo sumiso y avergonzado, también cambió mi trato hacia ella, un tanto por pena, un tanto por admiración.
Zacarías obviamente nunca notaría lo que pasaba, era hombre, nunca ven más allá de sus narices.
Solamente notó que el trato entre las dos mujeres había cambiado, pero nunca se cuestionó el motivo.
Al tiempo, habíamos limado asperezas y comencé a acercarme más a Débora, solo como amiga, a pesar de saber sus intenciones, fui bajando mi guardia y nos fuimos conociendo, descubrí una gran mujer que mis celos no me permitían conocer, la miré con otros ojos.
Mi hombre se veía gratamente sorprendido por mi cambio de actitud, le gustaba que de vez en cuando fuéramos a correr juntas, que seamos amigas, que las cosas cambiaran, incluso me decía que había mejorado en la cama.
El único problema que me angustiaba era que cuando hacía el amor con él, me sorprendía a mi misma teniendo en mi cerebro relaciones con ella, y esto me molestaba y hacía lo imposible por bloquearlas, que era lo que me pasaba?
Nunca olvidaré ese día, fuimos a correr por la tardecita, ya había caído el sol, como siempre ella se robaba todos las miradas y piropos de los caballeros, hacía demasiado calor y estábamos mus transpiradas, paramos en un bar de poca monta a tomar unos refrescos, sentada una a lado de la otra, riéndonos como buenas amigas, hasta que ya no hubo de que reír, la seriedad invadió nuestros rostros, nuestras miradas se cruzaron y ella volvió a intentarlo como aquella mañana, acercó sus labios a los míos y la dejé hacer, sentí su delicada piel rozando en la mía, la separé exaltada, con la respiración agitada, pero no fue rechazo, le dije:
– Perdoname, acá no puedo, me da demasiada vergüenza, pero me gustó…
– Claro que te comprendo nena, se dé que se trata….
– Pero dame otra oportunidad, si?
No era consciente de lo que decía, solo sabía que sentía erectos mis pezones y humedecida mi vagina…
Esa noche soñé con ella, y comencé a masturbarme a escondidas pensando en Débora, era un mundo diferente que se abría ante mis ojos…
Al poco tiempo Débora planeó un nuevo viaje para Zacarías, esta vez al interior a trasladar su know how adquirido, pero era solo una excusa para correrlo del medio…
Ya era pleno verano, pasó por casa antes de ir a correr, estaba con un short blanco que traslucía una péquela colaless y un top que parecía explotar, me preguntó si le gustaba como lucía, era perfecta…
Pasó un rato mientras me cambiaba, pero terminaríamos donde sabíamos que íbamos a terminar…
Nos miramos frente a frente, pasó una mano dulcemente por mi cabello, me mantuve un tanto pasiva, se acercó y me dijo:
– Te amo…
Me estremecí, sonaba muy fuerte, sentí sus brazos rodearme, me paré en puntas de pies para llegar a sus labios, por primera vez estaba con alguien de mi mismo sexo, su lengua invadió mi boca, le respondí de la misma forma, sus besos eran suaves, tiernos y delicados, mi respiración se entrecortaba, mis pezones se endurecían y mi concha se mojaba, sus manos recorrieron mi cuerpo, mi espalda, mis glúteos, respondí recorriendo los valles de su cintura y sus glúteos montañosos, colé una mano bajo su pequeño short llegando a su tanguita, la tomé tirando hacia arriba logrando que se metiera bien profundo en su zanja, respondió con un soplido, largando un continuo ‘sssssss’ provocado por el aire atravesando sus dientes entrecerrados.
Mi ojos se clavaron en sus enormes pechos, ella lo notó y solo levantó su top para desnudarlos, eran perfectos y ante mis ojos se abría un abanico de posibilidades, eran más grandes de lo que pudieran imaginar, esferas perfectas en el lugar adecuado, su piel era blanca en esa zona íntima donde el sol del verano no podía llegar, sus aureolas rosadas eran de gran tamaño y unos pequeños pezones se erizaban como avergonzados…
– Te gustan? Son tuyos…
Solo sonreí nerviosamente, para luego acariciarlos con mis manos, las yemas de mis dedos recorrieron su suavidad, una y otra vez, al fin acerqué la punta de mi lengua a uno tocando apenas un pezón, repetí la maniobra una y otra vez llenándolo de saliva para finalmente acariciarlo hacia arriba y hacia abajo, combinando con círculos mientras mis dedos pellizcaban el del otro pecho.
Comencé a cambiar de derecha a izquierda, uno a otro, me sentía mojarme a mares, mi clítoris hervía y me perdía entre esos pechos maravillosos.
Débora solo me dejaba hacer, acariciando mi cabello y mi espalda, respirando caliente, quebrándose ante mis juegos, su mano derecha trató de colarse bajo mis ropas, la sentí pegada a mi vientre bajando lentamente, centímetro a centímetro, llegando al fin donde nacen mis bellos púbicos…
Esto me hizo saltar en una postura negadora, recobrando la cordura me aparté de su lado…
– Lo siento, lo siento, no puedo…
– Tranquila, que pasa?
– Es que no puedo, no sos vos, me cuesta demasiado, no puedo…
Débora, acomodó sus prendas y lejos de enojarse ó cuestionarme me contuvo como una madre contiene a una hija, no le dio demasiada importancia al tema, le prometí que reflexionaría sobre lo ocurrido, que necesitaba tiempo…
Ella se fue dándome un último beso y volvió a repetirme las palabras mágicas:
– Te amo…
Ya sola en mi intimidad, presa de mis pensamientos, sin saber donde iba ni que quería, como podía ser que estuviera a punto de hacer el amor con otra mujer? Si siempre me dijeron que estaba mal, prohibido, que era de personas enfermas, que pensarían mis padres, mis hermanos, mis amistades, y Zacarías! que le diría a Zacarías! Sería la burla de muchos que sin dudar levantarían su dedo acusador hacia mí, pasaría a formar parte de esa minoría de la cual muchas veces yo misma me burlaba y hasta trataba con desprecio, pero como evitar el pecado? Como seguir diciendo no a algo que quería decir que si, como no probar la fruta prohibida?
Decidí que debía probar de una vez por todas, al menos volver a intentarlo así que por la tarde la llamé a su celular
– Hola Carla, que pasa?
– Hola, estoy un tanto confundida…
– Si amor, no te preocupes…
– Es que yo quisiera otra oportunidad…
– Mmmm… si deseas puedes venir esta noche a casa, cenemos juntas y vemos…
– Me encantaría! Cocinarías lago rico?
– Ja! ja!, no sé si saldrá rico, pero no dudes que pondré todo mi amor… hermosa!
– A las nueve te parece bien?
– Perfecto, te espero entonces…
– Un beso
– Otro para ti, pero entre tus piernas…
No quise hablar mucho más porque me excitaba su voz y más me excitaban las palabras que me decía, así que corté para no seguir con el juego.
Después de bañarme y prepararme bien para ella eligiendo cuidadosamente que prendas ponerme, quería verme hermosa, aunque hiciera lo que hiciera jamás tendría su estampa.
Tomé un juego de sostén y tanga nueva que tenía reservada para alguna ocasión especial con Zacarías, pobre Zacarías… lo suficiente pequeña para que se perdiera en mi intimidad, una pollera larga a los tobillos, con flores difusas entre azul, celeste y blanco, con un largo tajo, sugerente y provocativo sobre mi pierna derecha, una camisa rasada y los zapatos con tacos más altos que tenía, solo para intentar estar a su altura me acomodé el cabello con un raro peinado y me perfumé lo suficiente como para lucir irresistible.
Tomé un taxi, hasta su domicilio, que ya había visitado a escondidas de mi hombre un par de veces, al recibirme exclamó:
– Guau! te ves maravillosa!
Y no me dio tiempo responderle puesto que selló sus labios contra los míos, en la misma puerta de su casa.
Pasamos, el ambiente era acogedor, tranquilo, a media luz, con música a bajo volumen, fuimos a la cocina, ella cuidaba la comida que estaba sobre las hornallas y yo hablaba sin parar, producto del nerviosismo que tenía, decía cosas incoherentes mientras ella escuchaba y miraba de reojo, pero llegó el momento qué harta de mis palabras exclamó:
– Pero qué diablos!
Y dejando todo de lado vino sobre mí para besarnos como dos gatas en celos, ya no pude resistirme, ya no tuve intenciones de hacerlo, respondí beso contra beso, caricia contra caricia, gesto contra gesto, golpe por golpe, nuestras lenguas se cruzaron y nuestros flujos de mezclaron, casi sin darme cuenta le dije:
– Yo también te amo… quiero ser tuya…
Me tomó de la mano y nos dirigimos al comedor, mis ojos se perdían en su enorme trasero que se bamboleaba de un lado a otro mientras caminaba, la tomé desprevenida, pasando las manos hacia adelante apreté ahora con fuerza sus imponentes tetas, refregando mi cuerpo contra el suyo, mis pechos contra su espalda, mordisqueando dulcemente su delicado cuello me dejaba hacer mientras sentía su pecho inhalar y exhalar pausadamente
– Te gusta? te gusta perder el control?
– Mmmmm….
Es exquisito….
Al tiempo que desnudaba sus tetas y llevaba mis manos con sus manos hacia ellas, percibí como la excitaba que jugara con sus pechos, así que pasé largos minutos haciéndolo.
Débora recuperando la iniciativa giró sobre mi espalda invirtiendo los roles, la sentí agacharse y bajar delicadamente mi pollera hasta desnudar mis piernas, su lengua se deslizó pausadamente por mis muslos subiendo una y otra vez por mis nalgas, yendo cerca de mi intimidad, donde se perdía la diminuta tanga que traía, a esa altura estaba toda mojada, caliente y sedienta, estaba dispuesta a todo…
De repente algo extraño atrajo mi atención, un raro olor
– Débora, Débora!! Que ese olor?
– La comida! Se está quemando la comida!!!!
Interrumpiendo ese momento espectacular corrimos a la cocina para comprobar que todo se había echado a perder, nos miramos y reímos cómplices, entonces dije:
– No importa, tengo hambre de vos…
Volvimos al comedor, tomó la iniciativa y me colocó un gran pañuelo que tenía preparado de manera de ocultarme la visión, la seda se sentía suave pero firme, ajustada en mi cabeza, me dijo que aguardara un poco, que tenía que preparar algo, sentí algunos ruidos característicos del refrigerador, luego dejó algo sobre la mesa mientras pasaba a mi lado, podía sentirlo, luego ruidos en otra habitación, para finalmente volver a mi lado
Tomó una de mis manos y me llevó en un recorrido maravilloso por su cuerpo, por sus pechos, por su vientre, por sus nalgas, solo evitó que tocara su vagina, cosa que solo hizo que la deseara más todavía.
Se sentó en una silla y luego me hizo sentar sobre ella, con mis piernas abiertas una a cada lado, apretó mi cintura contra la de ella haciendo que nuestros cuerpos de juntaran, ahí fue donde descubrí porque no me había dejado tocar su raja, ahí estaba la sorpresa, algo enorme se interponía entre ambas, solo entonces me dejó bajar la manos para acariciar algo extremadamente largo y grueso que tenía entre las piernas
– Te gusta mi sorpresa? Lo tenía guardado para vos, te lo voy hacer comer todo…
Qué mujer! una enorme verga me esperaba, ese era su regalo, no iba a defraudarla, pero debería esperar para eso…
Sus besos volvieron a mis labios, dulces, cálidos, bajaron por mi cuello, por mi pechos, sus manos acariciaron la tela de mi camisa, mis pezones erectos estaban prisioneros bajo el sostén sintiendo una estimulación indirecta de sus dedos, estaba muy excitada, con calma desabrochó el primer botón, luego el segundo, el tercero…
– Dale perra! Me estoy muriendo de deseos…
– Si? te estás muriendo? Me gusta hacerte desear…
Así siguió hasta el último botón, bajando la prenda, desnudando mi torso, con premura desabroché el sostén desnudándome casi por completo, cosa que provocó su risa, al fin sentía sus labios calientes y su húmedo aliento en mis pezones, me empezaba a comer las tetas, mordiendo mis botoncitos entre sus labios, esto me enloquecía, no lo soportaba… a esa altura había corrido el frente de mi tanga y refregaba mi pubis y mi clítoris contra el enorme falo que amenazaba mi cuerpo, era demasiado grande, pero que importaba…
Ella aún saboreaba mis pezones cuando la sentí tomar algo de la mesa, la maldita me provocó un escalofrío al apoyar algo helado en mi pezón derecho, me contraje instintivamente, pero volvió a la carga, sobre el otro lado, una y otra vez, comprendí que un trozo de hielo estaba jugando en mi piel, el frío me mataba, me enloquecía y hacía que suplicara, quería comerme su pija, no podía soportarlo…
La sentí nuevamente tomar algo de la mesa para pasarlo por mis labios, el sabor era inconfundible, manteca que se había derretido por estar fuera de la heladera demasiado tiempo, me dijo que untaría el juguete, cosa que dejé hacer, luego me levanté lo suficiente y me fui sentando sobre él, por Dios! que grueso era! parecía destruir mi concha, que ancho era! pero la manteca y mis propios jugos hicieron un excelente trabajo empecé a subir y bajar sobre el pausadamente, esa verga plástica que se había colocado me mataba, ella seguía mordisqueando mis pezones enviando electricidad a mi clítoris, me tomaba con fuerza de la cintura jalándome hacia abajo, cada vez más abajo, cada vez más profundo, lo sentía llegar a mi útero arrancándome pequeños orgasmos, envuelta en lujuria y pasión llevé mi mano derecha para masturbar mi clítoris que estaba inmenso, no pude evitar gritar después de mi primer orgasmo, pero seguí hasta obtener el segundo, más fuerte que el anterior, y el tercero, mas fuerte todavía…
Estaba agotada, extenuada, no quería mas, pero ella no pensaba lo mismo, la sentí arrancar mi tanga que estaba estrenando dejándome completamente desnuda para llevar mi mano sobre la mesa, para que acariciara algo y hacerme saber sus intenciones, comprobé que eran las famosas bolas chinas que había visto en algún que otro video, solo que jamás las había usado, pero me asusté al comprobar que no cabían en mi mano!
Débora ya estaba jugando con manteca en mi esfínter, tratando de invadirme con un dedo, entonces reclamé
– Pará Débora! Pará! Por la cola no…
– Bueno, Carla, eso me gustaría discutirlo un poco…
– No… no seas malita….
Pero ella era más fuerte que yo, la sentí apoyar la primera en mi esfínter y forzar hacia adentro, tomé aire y traté de relajarme, que locura! Pensé que me desgarraría! Pero soporté la embestida, sentí mi anillo abrirse como nunca hasta el momento de pasar el diámetro mayor, luego de lo cual por reflejo se cerró con fuerza atrapando en mi interior la primer esfera, así seguimos una por una , hasta la séptima y última, todas dentro de mis intestinos, solo quedaba el cordel afuera…
Entonces me hizo parar y sacar la venda que cubría mis ojos, la pija plástica era terriblemente larga y gruesa, me asusté al comprobar lo que me había comido, de hecho si no hubiera estado vendada seguramente me hubiera opuesto…
Me hizo reclinar sobre la mesa, con mi pecho apoyado en ella y mi cola levantada, con las piernas estiradas, ella tras mío, apuntando otra vez en mi concha para ahora cogerme con inusitada violencia, a toda máquina, como una locomotora, yendo y viniendo, al tiempo que me daba el cordel para que tirara y fuera sacándolas una a una de mi interior…
No hay forma que pudiera describir en palabras el placer que sentía cogida por delante mientras dilataba una y otra vez mi ano sacando las siete bolas enormes que tenía en el interior…
Ya no podía mas, quería devolverle todo el placer de alguna manera, pero ella me detuvo y me dijo:
– Suficiente por hoy, no quiero que en una noche descubramos todo el placer que podemos darnos…
– Pero…
– Pero nada…
Y ya no hubo más sexo, solo improvisamos una cena liviana y nos fuimos a dormir, acurrucadas y abrazadas una a la otra, embriagada en su perfume de mujer, me dormí meditando por lo que había pasado, que manera más alocada de perder mi virginidad anal, cosa que estaba decidida a jamás ceder…
Los días pasaban, Zacarías comenzaba a ser un problema en mi vida, porque yo pensaba cada vez más en ella pero no podía encontrar el momento y el tiempo para hacerlo, teníamos que ser discretas, para el ahora éramos solo buenas amigas y estaba ajeno a todo.
Ella seguía viniendo a casa, siempre con su look formal, por temas laborales y nuestras miradas cómplices eran por demás de pecaminosas, era divertido toquetearnos rápidamente, o robarnos un beso cuando Zacarías se descuidaba por unos instantes, solo teníamos un poco de intimidad en nuestras acostumbradas corridas, pero era poco y nada…
Así fue que ella nuevamente envió a mi pareja fuera de la ciudad, hecho que ya empezaba a ser un tanto sospechoso, Zacarías se mostraba molesto con tantos viajes repentinos y Débora me comentaba que no sabía cómo justificar el tema en la empresa.
Pero bueno, estábamos apostando todo a una nueva relación, y esa noche me sacaría las dudas que me quedaban y elegiría mi camino.
Dado que él no estaba, ese viernes me invitó a bailar, me dijo que me pusiera linda para ella, iríamos a ‘Trouble’, un lugar que no sabía que existía, ella me aclaró que era un antro para algunas minorías, reservado solo para chicas con chicas y chicos con chicos, y me advirtió que vería cosas que jamás había visto…
Recuerdo que fue un tanto cómico, porque puse ropa en el bolso y salí de mi casa hacia la de ella, vestida como en el día a día, aún era una mujer casada, estaba sola y debía guardar ciertas apariencias en el barrio, ya que las noticias de este calibre vuelan como reguero de pólvora.
Ella me recibió tan dulce como siempre, tan amable y sensual, me permitió que yo me cambiara primero, había llevado una falda corta de cuero, medias de nylon, zapatos tacos altos y una remera entallada al cuerpo, me pareció verme sensual, luego pasó ella mientras yo me pintaba los ojos y acomodaba el peinado.
De repente ella aparece y pregunta
– Qué tal me veo?
Sentí una sana envidia, hiciera lo que hiciera jamás podría lucir como ella, era perfecta, con un top tan apretado que los pechos parecían saltarse por el medio, sus pezones afilados parecían atravesarlo, un pollera de licra tan pequeña que le era casi imposible evitar que se le subiera mostrando la línea donde terminan los glúteos y empiezan sus espectaculares piernas, un ancho cinturón que parecía ahorcar su diminuta cintura y unas botas de tacos tan altas que se me hacía inalcanzable, el completo blanco de sus prendas contrastaba contra el bronceado de su piel, solo pude decir
– Guau! me dan ganas de violarte…
– Esa es la idea! ja! ja!
Solo me quedé observando su figura de mujer fatal mientras acomodaba sus cabellos y delineaba sus ojos, era demasiado bonita para ser real.
Ya en el lugar lo primero que llamaría mi atención es que era habitué de ese antro, varios la conocían y la llamaban por su nombre, incluso algunos les preguntaron quien era ‘su nueva compañera’, además, ya tenía entradas que le habían obsequiado en otras oportunidades…
Empezamos a bailar al compás de la música, el lugar era psicodélico, oscuro y tenebroso, las luces de los laser entrecortaban las siluetas, el ambiente era caluroso, húmedo y denso, el volumen estaba tan alto que apenas podíamos hablar, me llamó la atención ver tantas mujeres besando en la boca a tantas mujeres, y tantos hombres besando en la boca a tantos hombres, lo bueno es que cada cual hacía la suya y no se fijaba en el de al lado…
A lo largo de las horas que estuvimos dentro, comprobaría cosas que nunca hubiera imaginado, en los lugares apartados podían verse a mujeres revolcándose como gatas, incluso a hombres chupándole la verga a otro hombres, un circo romano…
También tendría el primer enfado con mi nueva pareja, el calor era insoportable por lo que fuimos en busca de un trago, ella prefirió alcohol y yo un refresco, y al tiempo una segunda vuelta, y una tercera…
Débora se embriagó y lentamente fue perdiendo el control, saben cómo son estas cosas, empezó a hacer estupideces, a saltar, a gritar, a bailar como poseída, yo trataba de frenarla pero se me hacía imposible, siempre con un vaso en la mano, y si llamaba la atención cuerda imagínenla ebria, la pollera se le subía desnudando la mitad de su enorme culo y ella como si nada, todo llegó al límite cuando se le acercaron un par de mujeres y empezaron a seducirla, yo trataba infructuosamente de espantarlas, pero no tenía éxito, bailaban demasiado pegadas y todo hizo eclosión en mi cuando una le apretó una teta y le pasó la lengua por la mejilla, a lo que Débora respondió comiéndole la boca…
Esto me enfureció, ella era mía y solo mía! sentí celos, comprendí que me había enamorado, ese había sido el punto de inflexión…
La tomé con furia del brazo y la arranqué de ese lugar, hacia un oscuro rincón, casi tirándola contra una columna, apretando con fuerza sus brazos le dije en tono amenazante:
– Escuchame bien! no quiero saber nada con estos jueguitos! entendés? vos sos mía y solo mía! de nadie más!!!
Débora reía por el efecto del alcohol pero entendía bien lo que le decía, luego fui sobre ella estirándome para alcanzar sus labios y besarla con pasión mientras ahora yo apretaba sus enormes pechos, ella me abrazó casi con desesperación y arrinconada contra la columna la consumí a fuego lento, me olvidé del entorno, de la gente, solo estaba ella para mí en ese momento, mi mano derecha por instinto buscó bajo la pollera, acaricié su tanga diminuta, me excitaba y me mojaba con toda la situación, con avidez la corrí hacia un lado, para acariciarla, noté que estaba depilada por completo y concluí que a pesar de las cosas vividas jamás había visto su concha desnuda, Débora abría las piernas facilitando mi acceso, preguntándome:
– Me amas? Me amas?
Eran fuertes sus palabras, pero dije lo que quería escuchar
– Si! te amo! te amo Débora, te amo como nunca pensé que podría amar a alguien, y menos una mujer…
Y mientras decía esto la llevaba otra vez casi a la rastra, como si fuera un monigote que se mecía a mi voluntad para casi tirarla sobre un gran sillón apenas iluminado, estaba tan borracha que sus piernas se abrieron incontroladas mostrándome en primer plano su vulva enorme y regordeta que se ocultaba bajo su tanga de tul, decidida me arrodille a sus pies para demostrarle quien era, perdida entre la multitud, como detalle solo recuerdo que a mi lado estaban dos jóvenes y uno le chupaba la pija al otro, que locura…
Fue entonces que lo hice por primera vez, no sabía si me iba a gustar, no sabía con que me iba a encontrar, no sabía que tan buena sería, solo sabía que quería hacerlo y que pondría mi corazón en ello.
Me acomodé bien, y tomando sus torneados muslos entre mis manos se los llevé bien arriba, como Zacarías acostumbraba a hacerme, teniendo acceso directo a su intimidad.
Lucía perfumadamente femenina, con aroma a mujer, pasé mi nariz suficientemente cerca, una y otra vez solo para que mi olfato se saciara con su néctar, besé suavemente la tela de la tanga, colé mi lengua bajo ella para llegar a su pubis, donde deberían estar naturalmente sus bellos, pero la perfecta depilación me recordó a la piel de un bebé, pasé la lengua entonces por la tela, siempre sin tocar su intimidad, pero tan cerca que podíamos sentirnos, sus labios eran enormes y su botón aún se disimulaba, busqué más abajo, donde la prenda se achica para enterrarse en su zanja, estaba empapada, descubría su sabor, su sabor a mujer, sus jugos de perra…
Y ella? ella parecía perdida, a medio camino entre el alcohol y el placer que le propinaba, sus ojos se habían cerrado, y acariciaba sus pechos apretando la tela de la prenda sobre sus pezones, lamentablemente el ruido no me permitía escuchar su respiración, ni sus gemidos, me privaba de ese placer, pero al menos iba a hacer lo que yo quería…
Seguí hurgando en sus sexo, abriendo más y más sus piernas, exponiendo su argolla como una flor que se abre en primavera, no pude resistirme y corrí la tanga a un lado, para tenerla toda desnuda, entonces sí, mis papilas gustativas se enterraron en su canal, para beber ese mar salado producto de la excitación, lamiendo su hueco tan profundo como podía enterrar mi lengua, fui a sus labios para besarlos y lengüetearlos asegurándome de no tocar su botón, una y otra vez, lento, muy lento, fui por sus muslos y luego a su culo, lamí en círculos su puerta trasera que ofreció poca resistencia a mi avance, sentía su esfínter apretar mi lengua y me encantaba.
Dejé la zona unos instantes para prolongar el momento, fui hasta su rostro, para mordisquear y estirar sutilmente sus labio inferior, para pasar mi lengua sobre ellos al tiempo que desnudaba sus pechos para llenar con ellos mis manos, acariciar sus pezones con mis pulgares.
Débora habría su boca, como una mujer sedienta en medio del desierto, estirando su lengua para alcanzarme, pero yo sacaba la mía para cruzarla en el aire, haciendo del deseo un culto, al punto de que ya no lo soportara y me tomara por la nuca para cerrar distancias y besarnos profundamente.
Volví abajo tan pronto como pude, ahora si me centré en su clítoris que estaba hinchado, enorme, para pasar mi lengua y mis labios sobre él, como solo una mujer que sabe de placer femenino puede hacerlo, lo apreté dulcemente, lo succioné lento, muy lento, más lento, tan lento que mis movimientos eran casi imperceptibles, pero lo suficientemente constantes para que ella se retorciera y explotara de placer, solo paré cuando supe que había arrancado hasta la última fibra de su orgasmo…
Débora aún estaba borracha, con su concha y sus tetas al desnudo, pero yo recobraba la conciencia y la dimensión de tiempo y espacio, su estado era deplorable, así que me encargué de tapar sus partes púdicas para emprender el retorno, cosa que de por si fue bastante problemática para mi…
Los días pasaron, era más que evidente que cada vez me interesaba menos Zacarías y cada vez vivía más pendiente de Débora y los pocos minutos que podía regalarme a escondidas.
Nos dimos cuenta que las cosas así no podían seguir, así deberíamos arreglar varios puntos si pensábamos en un futuro juntas, por mi parte, debía hablar con mi pareja actual y no sabía cómo lo tomaría, ella tenía una gran conflicto laboral al frente, nadie sabía de sus gustos sexuales y era una importante ejecutiva, y si bien la teoría en mi país dice que la sexualidad de cada persona no debe influir en el desarrollo personal y profesional, la realidad nos marcaba que una lesbiana no sería bien vista y sería más que una piedra en su zapato y buscarían cualquier pretexto para dejarla de lado.
Fue my loco como se enteró Zacarías, fue mi idea, porque llegaba su cumpleaños y no quería que se quedara con un buen recuerdo mío y de su jefa, aunque después me odiara por el resto de sus días, porque él era un buen tipo, así fue que le propuse a mí amor:
– Débora, el martes Zacarías cumple años…
– Sí, lo sé, no le dices nada aún?
– Es que se me ocurrió una idea… es bizarro…
– Decime, escucho
– No se… quiero que nos recuerde bien, ó que le hagamos un presente que jamás olvidará…
– No te entiendo…
– Yo pensé… no sé cómo decirlo…
– Tan complicado es?
– Bueno… eres demasiado bonita, irresistible diría yo…
– Carla, porque no vas al grano y dejas de dar vueltas…
– Ahí va, compartirías la cama con él? Los tres juntos? Solo una despedida!
– Estás loca!!! sabes que no me gustan los hombres, no me interesa ni un poco…
– Perdón!, perdón por sugerirlo…
Me quedé encerrada en mis pensamientos, arrepentida de haber abierto mi bocaza, ella también se quedó callada con la vista perdida en el café que revolvía nerviosamente, luego de unos minutos reflexionando retomó la conversación…
– Carla, sabes que me pides demasiado…
– Está bien, está bien! Fue solo una tonta idea, olvídalo por favor…
– Pará, pará… hagamos un trato…
La escuché con atención:
– Yo quiero que vivamos juntas, bajo el mismo techo y hacerte el amor todos los días, yo podría hacer un esfuerzo y portarme como una puta, por única vez, pero solo si me prometes que las cosas cambiaran a la brevedad…
Yo ya lo tenía decidido, independientemente a que ella lo pidiera, mi relación con Zacarías no tenía retorno y estaba enamorada de esa mujer, así que acordé que hacer y cómo hacerlo.
El martes pasamos el cumpleaños de mi cercana ex pareja en familia, obviamente no hicimos nada ese día porque ella no estuvo invitada y además yo estaba con mi período.
Así su festejo se postergó hasta el viernes de la semana siguiente.
Ese día viviría la última tarde de sexo no solo como mi esposo, también sería mi última tarde de sexo con un hombre.
Débora y Zacarías llegaron juntos del trabajo, cosa que ya no era tan habitual como antes, sencillamente porque a nosotras nos resultaba casi imposible de contenernos y preferíamos evitar la situación.
Y mientras ellos revisaban nos papeles, fui a la otra habitación a prepararme, luego de guiñar un ojo cómplice a mi mujer, puesto que ya teníamos todo acordado.
Recuerdo que me desnudé por completo, me miré al espejo, me había rasurado mi intimidad, como sugerencia de Débora y para sorpresa de Zacarías, me puse un bodi negro transparente que dejaba ver mis pezones, y se ajustaba a mi cuello, además era demasiado cavado lo que hacía que bordeara muy por arriba la línea de mis caderas y se perdiera entre mis glúteos que quedaban desnudos y apetecibles, luego unas medias de red, de amplios rombos que se ajustaban bien arriba a la altura de los muslos, zapatos negros de altos tacos y nada más, me sentí fina, me sentí puta, además sabía cuánto lo excitaría la lencería, hecho en el que yo tengo que reconocer descuidaba bastante y había sido ella quien eligió las prendas para la despedida que se aproximaba.
Al aparecer vestida como una prostituta de burdel, Zacarías cayó en una confusión inédita, quedó mirándome fijamente, sin saber que decir, sin entender absolutamente nada, entonces Débora fue quien nos abandonó unos instantes para cambiarse en nuestra habitación.
Me senté en las piernas de él, de costado, abrazándolo por el cuello
– Sorprendido?
– No entiendo nada…
– Bueno… recuerdas cuantas veces fantaseamos con meter a tu jefa en la cama?.
Sé que generalmente las fantasías son solo eso, fantasías, y que la mayoría de las personas viven una vida ‘perfecta’ pero ‘aburrida’.
El me escuchaba atentamente, sin poder decir nada, absolutamente nada…
– Es un regalo de cumpleaños, hace unos días veíamos hablándolo con Débora, lo único que te pido es que seas caballero con ella y no la obligues a hacer nada que no quiera, no arruines el momento…
Fue entonces cuando ella apareció mostrándose espléndida, bajo el marco de la puerta para que el llenara sus ojos con esa bomba sexual, era perfecta…
El rojo había sido el color elegido para esta oportunidad, una corta remera de red toda calada, por la que traslucían sus grandes aureolas y escapaban los pequeños pezones por el entramado, un diminuto culote de lycra que dejaba escapar mas de las mitad de su nalgas y medias de nylon sostenidas por un sexi portaligas, con unos tacones tan altos como puedan imaginar.
Débora se veía sencillamente encantadora, con sus cabellos sueltos acariciados suavemente por la brisa que entraba por la ventana y un brillo en los ojos que hubiera derretido a la más dura de las rocas, con sus labios atractivos y rozagantes dispuestos a comer la manzana prohibida.
Inicié la jugada besando apasionadamente la boca de Zacarías, segundos después ella llegaba a nuestro lado y coló su boca entre las nuestras hasta robarme los labios de él y dejarme como espectadora, pero solo fueron unos segundos ya que luego giró a mi lado para comernos mutuamente, nuestros labios y nuestras lenguas que se fundieron en una a centímetros de los ojos masculinos que observaban incrédulos.
La erección de su pija fue inmediata, pude sentir la dureza bajo mi muslo, y sus manos inquietas ya recorrían mi cuerpo.
Ella desnudó entonces sus pechos, el tomó el del lado derecho, yo el del izquierdo, eran tan grandes! entre los dos se los devoramos, uno con cada uno, mirándonos ojos a ojos, lamiendo esos rosadas aureolas, nuestra compañera enloquecía.
Tomé una mano de Zacarías llevándola a sus glúteos, para acariciárselos al mismo tiempo, también llevé la otra a mis propios senos, que se mostraban excitados por el cuadro.
Ambas nos levantamos y nos dirigimos al dormitorio tomadas de la mano, incitando a él a seguirnos, meneando nuestros traseros, al llegar nos pusimos las dos en cuatro patas, a la par, nos besamos y nuestras manos recorrieron nuestras cuervas, sabíamos como provocarlo, sabíamos como enloquecer a un hombre.
Zacarías solo se quedó como espectador ante el show que le ofrecíamos, con sus ojos llenos de lujuria y codicia, nosotras nos besábamos profundamente refregando nuestros cuerpos femeninos, mis labios comiendo los pezones de Débora, ella llegando a mis agujeros.
Saqué mi bodi, ahora si apoyé mis pechos contra los de ella, eran tan suaves, refregamos nuestros pezones, unos contra otros mientras él se mantenía imperturbable, saqué su pequeño short, nos pusimos cadera con cadera para que el observara nuestras vaginas depiladas por completo, luego me senté sobre la cama y tomándola por la cintura le pregunté a él mientras le daba un primer plano de su culo
– Te gusta? lo deseas?
Débora tenía un culo de película, bien redondo, bien formando, perfecto, con su piel bronceada, apenas interrumpida por la marca blanca que había dejado su diminuto traje de baño, más pequeño de lo que puedan imaginar…
El ya se desnudaba y se preparaba para entrar en acción.
Débora volvió a acomodarse en cuatro patas y yo fui tras ella, para lamer sus labios jugosos y depilados, para meter mi lengua en su estirado esfínter, para disfrutar sus caderas.
La pija de mi esposo me recordó que él estaba ahí, introduciéndose de golpe en mi concha, hasta el fondo, arrancando un gemido de placer, me encantaba y sentía nostalgia al mismo tiempo, seguramente esa sería la última vez que estaría dentro mío, por lo que me olvidé de ella para concentrarme en el.
Nos tiramos a un costado, se recostó y yo comencé a cabalgarlo con una pierna a cada lado, el acariciaba mis glúteos y mordisqueaba mis pezones mientras disfrutaba su pija entrando y saliendo de mi húmeda cueva arrancándome pequeños y continuos orgasmos.
Débora no se había quedado como espectadora, la muy perra abriendo bien sus piernas introducía sus enormes bolas chinas en su culo, una a una, y se pasaba su gran consolador por el clítoris, esto ya lo habíamos acordado previamente, pero salió muy natural.
Se puso entonces en cuatro patas, bien cerca del rostro de Zacarías y le pidió que fuera tirando para extraerlas, el estaba enloquecido y era como ir sacando enormes manzanas de su trasero, y cada vez que salía una su esfínter quedaba abierto por lo que agregué un toque de perversión y fui a lamérselo.
Ella gritaba, yo también, Zacarías no pudo soportarlo, mi concha fue invadida por su líquido caliente y pegajoso, y mi clítoris se refregaba regalándome un orgasmo enorme.
Fue entonces cuando ella se colocó el arnés y vino sobre mi espalda, miré fijamente a los ojos a Zacarías, aún tenía su verga pegajosa en mi concha cuando la sentí a ella avanzar en mi otro agujero, ya no pude mantener la mirada porque era tan gordo que me hacía bufar, al notar la situación la excitación volvió a nuestro hombre y su pija pareció inflarse en mi interior, Débora parecía desgarrar mi esfínter, era lo que quería.
El no entendía como le daba a ella algo que repetidamente le había negado a él…
Al fin comenzaron a someterme a una doble penetración, entrando y saliendo en mis huecos, ella me apretaba las nalgas y los dedos de él jugaban en la puerta de mi culo, acariciando el juguete como para dar crédito de lo que sucedía aún incrédulo por lo que pasaba.
Era todo muy loco, muy bizarro, estaba entre el hombre que estaba dejando y la mujer con la cual seguiría mi vida.
Como sabíamos que iba a suceder Zacarías quiso cogerla a ella y yo quería que ese momento para ella pasara lo más rápido posible, por lo que en un cambio de roles ella se puso en cuatro para que él fuera por atrás, ambas sabíamos que con ese trasero perfecto y regalándole el culo el no tardaría mucho en acabarse.
Así fue como él corriendo el arnés a un lado rápidamente introducía su pija en el culo de mi mujer, confieso que me calentó mucho la situación, el casi inmóvil y ella balanceándose lentamente hacia atrás y hacia adelante, una y otra vez, además aun colgaba de su cintura es pene plástico y yo se lo acariciaba dulcemente…
Entonces puse mi cara demasiado cerca de la acción, Zacarías dejó por unos segundos el culo de Débora y me ofreció su miembro, se lo lamí con dulzura, lo metí tan adentro como pude, su glande parecía más duro que de costumbre, su tronco más largo que nunca, tal vez eran los sentimientos de despedida.
Pero mi mirada estaba perdida en el hueco de mi amiga, su esfínter quedaba abierto como el cráter de una montaña, sus manos tomaban los cachetes de ella queriéndolo abrir más todavía, así que volví a metérselo en el hoyo.
Así intercambiamos su pene, entre su culo y mi boca, me gustaba chuparle le verga y él se enloquecía, nuevamente se acababa, sus chorros de leche tenían una potencia inusitada bañando todo a su paso, el culo de Débora, colándose por su enorme agujero, perdiéndose en las tinieblas de sus profundidades, bañando las curvas bronceadas, bañando mi cara, bañando mi boca, le daba otra sorpresa.
Estaba tan excitada que su semen tenía un sabor especial y estaba más rico que nunca, me dediqué a saborearlo, juntando con mi lengua todo lo derramado, bebiendo sorbo a sorbo, como una buena nena, incluso lo que salía del esfínter de Débora.
El estaba rendido y fuera de juego, no quería saber más nada, me sentí en deuda con ella y agradecida al mismo tiempo…
La miré dulcemente a los ojos, me olvidé de él y solo pensé en ella, desnudándola por completo, estaba en reposo mirando al techo, levanté una de sus piernas y me crucé sobre ella, poyando mi vulva sobre la suya, entonces nos rozamos sutilmente, sus labios vaginales buscaban los míos, como dos gatas nos dimos placer concha contra concha, sus gemidos fueron en aumento, la sentía venir, sus pechos se elevaban amenazantes como dos montañas, tomé uno de sus pezones entre mis dedos para acariciarlo provocativamente y fui al otro con mi lengua húmeda, ella jadeaba y se contorsionaba y cuando estuvo por explotar me tomó de los cabellos arrastrando mi boca contra la suya, la sentí acabar pegadas, fusionadas…
Me dejé caer exhausta, y todo lo bueno de esa despedida se consumió en un segundo, cuando ella me miró fijamente a los ojos y dijo
– Te amo Carla, te amo…
Fue entonces cuando Zacarías cambió la expresión de su rostro y lo que sigue prefiero no contarlo porque es la parte triste de la historia, las separaciones siempre son horribles y los finales nunca son alegres.
Solo contaré qué Débora y yo estamos terminando los papeles para irnos a España, donde supuestamente no hay tantos tabúes mentales, ella tiene muy buenos contactos en la empresa y consiguió un traslado manteniendo su puesto, por mi parte y también gracias a ella podré revalidar mi carrera de odontóloga y bueno, al fin podré ejercer.
Zacarías y yo terminamos la relación, de la mejor manera posible, no le pedí un centavo de lo que compartíamos porque fui yo quien lo dejó, no quedamos como los mejores amigos, tampoco como enemigos irreconciliables, además Débora se encargó también de que el ocupara el puesto que ella dejaba vacante, el puesto con el que tanto había soñado.
No sé si lo entendió, pero esto es lo que hoy siento, amor por una mujer…
FIN
Si eres mayor de edad me gustaría saber tu opinión sobre este relato escríbeme a dulces.
placeres@live.
com
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