Aleida Mini Ninfomanita II.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sexigaleno.
Como recordaran en el capítulo anterior, del desarrollo de ciertas autosatisfacciones que se daba Aleida a su tierna edad, con ese juguete que se había convertido en su inseparable cómplice de sus largas sesiones y horas de agradables sensaciones jamás imaginadas y contadas por ella, desde su tierna infancia; hasta que dejo de ser una parvulita y se encaminó a ser una pequeña colegiala de primaría, ya a esa edad de 8 años, más crecidita pero llena de inocencia con su tierna carita de niña traviesa, comenzó a interactuar con otras niñas de su misma edad y de su mismo salón de clases, ya que departía con ellas en el recreo alguno que otro alimento o simplemente una chatarra de bolsa y además Aleida era muy inteligente, sobresalía en sus clases, en sus tareas y en actividades escolares propias de su edad.
Ya con más sapiencia adquirida en el transcurrir de sus estudios; pero esos deseos irrefrenables por sentir esas “cositas cosquilludas” que ella decía, se fueron dando cada día más, al grado que lo hacía con ese juguete abominable con cuerpo de gusano y montura de caballo, como una obligación: inerte ese artefacto esperaba a la hora que regresaba esa muñequita al concluir sus deberes primarios, y no había quien la distrajera de su labor, hasta que su pequeña vaginita dejaba escapar mucho juguito sexual infantil al grado de mojar la montura del juguete y por ende su bombachita bien regada de su precoz néctar, me dice, que hasta veía estrellas de colores, cuando sentía que le bajaban sus miaditos, en esos tiempos.
Y así continuaba diariamente autosatisfaciéndose en la intimidad de su cuarto, conforme pasaban los meses, como por arte de una varita mágica, le comenzaron a brotar sus tetitas, y le comenzó a salir vello en sus bracitos y en las pantorrillas, unas ligeras pelusitas, que la hacían ver diferente a las demás niñas de su edad, su pubis descubierto de cualquier vellosidad, limpio, lizo y gordito, sin señal alguna de nacimiento de esas manifestaciones de la pre-pubertad, su voz se hizo más grave de unas semanas antes a esas fechas, se le escuchaba como si fuera una puberta de 13 años, pero aún andaba rondando los 9 añitos, su carita lo demostraba, sus ojitos comenzaron a adquirir un brillo muy especial y su mirada se le veía erotizante para esa tierna edad, alcanzó más altura, pues se veía como una mujercita, pero era aún una niñita juguetona de la precocidad.
Una de tantas ocasiones de actividades escolares, la maestra de su grupo les pidió apoyo a todos los alumnos, para que el fin de semana, después de concluir las clases, se dieran a la tarea de limpiar su salón, acomodar el mismo y ayudar a lavar los baños de la escuela, ya que se trataba de una rotación de grupos y ese fin de semana les tocaba hacer esas actividades, pero ese día Aleida sentía la necesidad de estar en su casa, ya que como reloj londinense, tenía que ubicarse en su juguete el cual ya estaba a punto de romperse, ya que el uso continuo y el peso adquirido por esa princesita, ya hacía estragos en esa inanimada figura de montar, pero no podía irse, ya que tenían que terminar antes de cierta hora, y de ahí a lavar los baños, los cuales un conserje ya los estaba comenzando a higienizar, cuando llegaron las niñas al baño propio de ellas y los niños a los suyos, así que se dieron a la tarea de apoyar en la limpieza a ese hombre, pero.
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En eso estaban las chiquillas, cuando Don José dijo, ¡sigan lavando voy al cuartito de la utilería a traer la máquina, para fregar el piso! y todas las niñas se daban a la tarea de esmerarse para dejar todo aseado, en eso regresó el conserje con la máquina lava pisos, la conectó a un toma corriente, checó su funcionamiento y se fue a traer otras cosas, de regreso se puso a lavar con la máquina a fondo ese piso, cuando Aleida le dijo; oiga don José, ¿me dejaría manejar esa máquina?, y le dice el conserje, que está muy pequeña para maniobrarla, y que si se le llegara a soltar, tal vez le pegaría en alguna parte de su cuerpo, pero Aleida insistía, hasta que logró convencer al conserje, quien se la dio y le dijo como manejarla, claro supervisado por el mismo, por cualquier incidencia que surgiera, la chiquilla logró maniobrarla con destreza y se daba a la tarea de dejar bien lavado ese piso, pero como el brazo del sostén de la misma se tenía que bajar y subir pegado a su pancita, en una de esas pasadas, y la vibración que hacía esa máquina de lavado, le ubicó exactamente en su pubis, y sintió algo como si un corrientazo eléctrico le llegara en esa zona de su partecita, la cual era muy sensible, a su tacto y a su juguete, pero jamás se imaginó que ese sería un nuevo juego más en su corta vida, el conserje se alejó para ir al otro baño, para ver como lo hacían los varones, cuando de improviso se escuchó un grito y Aleida se dejó caer al piso y abriendo la boquita, como jalando más aire de lo normal, sus compañeritas prestas se dieron a la tarea de tratar de levantarla del mismo piso que estaba mojado por la limpieza que le daba esa máquina, sus ojitos se iban para atrás, en eso llegó el conserje y la vio toda despatarrada y aún en ese lugar, la levantó y la llevó al cuarto de la utilería, ya que su maestra ya se había retirado y la sentó en un mueble, fue por unas franelas limpias y le seco la faldita de su uniforme, ya que como había caído de nalgas, su traserito estaba mojado al igual que sus piernitas, que ya se mostraban para desearlas y morderlas, ya que sus vellitos las coronaban de una manera erótica y morbosa a la vez.
Una vez que don José, limpio bien a Aleida, le pregunto cuál había sido la causa de ese desvanecimiento que tuvo, ¿le pregunto que si no había tomado su lunch matutino, que si tenía hambre o sed?, pero la chiquilla andaba en la luna, por las sensaciones nuevas que había descubierto y que la habían dejado lela por unos minutos, entonces el conserje ¿le preguntó que si la máquina la había golpeado alguna parte de su cuerpito infantil?, y Aleida sólo negó con su cabeza y se dio a revisarla por encima de su ropa, pero ese hombre la sentía y palpaba y notó que estaba más elevada su temperatura corporal y sus mejillas rojas, por lo que pensó que tenía temperatura, la dejó un rato ahí sentada mientras él iba a revisar esos baños y a despedir a los demás compañeritos de Aleida, una vez concluida esa faena cerró la escuela con cadena y candado y se fue al cuartito, donde se encontraba la pequeña chiquilla, ya más tranquila y recostada en ese sillón, por lo que la vio más tranquila y le preguntaba la causa de esa caída nuevamente, pero Aleida sólo le decía que sintió que todo le dio vueltas y se calló de nalgas, pero que estaba bien, mientras ya su pensamiento merodeaba alrededor de esa máquina que la hizo desfallecer por unos buenos instantes, se levantó y fue al baño y vio ese aparato de limpieza que aún estaba allí, esperando ser llevado al cuartito de la utilería.
Se metió a uno de los baños, se levantó su faldita y obvio bajo su pantaletita y se sentó a orinar, pero cuando lo hacía, vio que no había papel sanitario y sin preocuparse se retiró su interior de las piernitas, los extendió entre sus manos y vio una sustancia transparente y resbalosa, la cual tocó con sus dedos y los llevó a su nariz, ¡y el olfato no miente!, le agrado como le olía su flujito que sin saber ya era de una hembrita en celo y después los llevó a su boquita y saboreó ese jugoso néctar, el mismo que fue de su agrado e inmediatamente olió el puente de esa prenda que estaba entre sus manitas y quedo erotizada por ese aroma que emanaba de su ropita íntima, el cual era entre su orina y feromonas altamente exquisitas y adictivas, ¡ella misma se embrujó de sus embriagantes aromas de pequeña lolita!, se secó su vaginita con esa misma prenda y la depositó en el cesto de la basura de ese mismo sanitario, se acomodó sus ropas y salió, para despedirse del conserje el cual la llevó hasta la reja de salida, abriéndosela ya que estaba con cadena, candado y llave de seguridad, don José le recomendó que se fuera derechito a su casa, y que ya el lunes se verían para platicar lo sucedido y que le dijera a sus padres lo que le había acontecido en la escuela.
El conserje dio la última revisada para retirarse y fue por la máquina de la travesura que le había causado a Aleida, la cual llevó a guardar y regresó por los demás utensilios de aseo, mismos que igual guardó y volvió a regresar y dio una revisada a los sanitarios, y entre los revisados vio la pantaletita en el cesto de la basura y ¿supuso que era de Aleida?, el morbo de tener esa prenda en sus manos hizo llevársela a su nariz y descubrió un exquisito aroma íntimo que emanaba del puente del calzoncito de esa princesita, lo revisó y vio una mancha fresca que mojaba toda esa telita donde descansa la vaginita de Aleida, y se sorprendió de que eran fluidos como los de una chica mayor, pero de aromas muy especiales, se lo llevó a la boca y chupó esos juguitos vaginales hasta que casi lavó con su saliva la prenda y obviamente se dio un tremendo pajazo que ensucio ese baño de niñas púberes, eso no le importó, y en su mente llegaban ideas, de cómo preguntarle a Aleida, acerca de ese hallazgo que él había descubierto y que era muy propio, íntimo y privado de la nenita, así que se las ingenió, pero ninguna estaba de acuerdo, para preguntarle, una por la edad de la chiquilla, dos por que fuera a decir algo a su maestra de grupo y tres por que se vayan a enterar en su casa, ya que era muy chica, se llevó el calzoncito en su bolsillo y se fue al cuartito se sentó y caviló mucho con la prenda entre sus dedos, hasta que mejor se retiró y dejó muy bien dobladito y guardado ese panty de niña, como si fuera una reliquia sagrada.
C o n t i n u a r á .
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