Aleida Mini Ninfomanita III.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sexigaleno.
Como recordaran en el capítulo anterior del suceso que vivió Aleida en su escuela y del descubrimiento que hizo ese conserje en su lencería infantil, después de encontrar esa prenda en un bote de basura del baño escolar de niñas:
Llegado el lunes siguiente y posterior al descubrimiento que hizo don José en la pantaletita de Aleida, llegando puntualmente como siempre a sus deberes escolares la pequeña, se topó de frente con el conserje al momento de ingresar a la aula, al cual saludo como siempre con el clásico “buenos días”, el cual fue contestado con una sonrisa llena de malicia de parte de ese señor, a la vez preguntándole con cierto morbo, ¿que si no se había mojado el fin de semana, ya que había llovido?, pero fijando su mirada a la altura del vientre bajo de la niña, y esta le contesto ¡que como se iba a mojar si no había llovido!, de una manera inocente sin siquiera imaginarse que era en doble sentido esa pregunta, se dio la vuelta y continuo rumbo a su salón de clases a dejar su bolso de libros y útiles, con la misma salir al homenaje a nuestros símbolos patrios, como cada día lunes se rinden y después regresar a las actividades del día, hasta volver a salir a la hora del recreo.
En ese lapso de descanso, de juegos y de lunch, el conserje la observaba a cierta distancia que departía una gaseosa y alimentos con Sofía y Sandra que eran sus más cercanas amigas de estudios, de juegos y una que otra travesura que se ingeniaban a esa edad, por lo que esperó a que terminaran su almuerzo y se les acercó con una bolsa y les ofreció mangos, como postre, los cuales aceptaron gustosas las chiquillas y se sentó junto a ellas a degustar uno igual que ellas, y comenzaron a platicar los cuatro de cosas de la escuela y la falta de mantenimiento de los prados que adornaban interiormente esa escuela, en eso Aleida le preguntó, ¿oiga don José cuando va a lavar con la máquina los pisos?, y él le comentó que hasta el viernes, ya que le toca a otro grupo asear los baños, y la niña le dijo inocentemente, ¡que le había gustado manejar ese aparato y que hasta había soñado que tenía una de esa máquinas en su casa!, y él le pregunto, que ¿porque le había gustado ese aparato? ya que los demás niños ni caso le hacían, y en eso estaban, cundo sonó la campana de entrar de nuevo a clases y ahí quedo la plática medio iniciada en ese momento, se despidieron las tres damitas de don José y se retiraron a su salón, el conserje se quedó cavilando un poco acerca de lo que le preguntó Aleida de la máquina lava-pisos, por lo que se fue a su cuartito de utilería y se puso a ver la televisión, pero su mente estaba en pensar como de alguna manera atraer a Aleida, para preguntarle ya más abiertamente de lo descubierto por él, pero jamás se imaginaba, que la máquina atraía a la chiquilla por las vibraciones que hace al momento de usarla y que la había mandado ahora sí, ¡a ver estrellas de colores y la luna! a esa pequeña.
Tocó la campana de la salida escolar de ese día y él muy formal, para abrir la reja con el fin de que fueran saliendo los alumnos, cuando entre la nube de la chiquillería venía Aleida, Sandra y Sofía platicando y al pasar a un lado de don José, se despidieron de él, salieron y se marcharon cada una por su lado, cuando en eso ya la mayoría se había retirado; así como los maestros ya habían hecho lo mismo, fue cerrando la reja como siempre con la cadena, candado y llave de seguridad, para ir a asear los salones, por lo que ya caminaba hacia al interior, cuando escucha una voz que le grita “Don José”, y voltea a la reja y ve a Aleida entre los barrotes con su carita pegada y ¿le dice que se le había olvidado algo en su salón? acercándose a la mentada reja don José, diciendole la chiquitina que ya había ido a su casa a dejar sus cosas y que había pedido permiso para ir con Sofía y Sandra a jugar a los juegos del centro de ese lugar, pero que quería venir aquí, porque se le olvido una hoja que era parte de su tarea, y quería pedirle que la dejara pasar por ella, don José claro que le abrió la reja, no lo pensó dos veces y se dijo, ¡que esa era la oportunidad que esperaba!, para tratar de conversar un poco y a solas con esa chiquilla, nervioso y a un lado de ella caminó hasta el salón, le abrió y la chiquilla pasó y tomó una hoja y salió inmediatamente de ese lugar, mientras don José la esperaba afuera del salón para cerrarlo nuevamente, y le dio las gracias por facilitarle la entrada y en ese momento se desencadenó una amena conversación entre niña y senécto de esta manera:
Aleida.
– A, Conserje.
– C.
A.
– ¿oiga don José yo le quiero preguntar algo, pero no sé, si me pueda ayudar?
C.
– bueno dime nena, ¿Qué quieres preguntarme?, dime con confianza, ya que yo también quiero preguntarte algo, pero no quiero que te enojes, ¿de acuerdo?
A.
– bueno si es así y sí usted me ayuda, yo no me enojo de lo que me pregunte.
C.
– muy bien Aleida, sí es así, no encuentro problema alguno en platicar cómodamente contigo ya que eres una nenita muy especial, bonita y muy tierna, ¿haber dime que quieres preguntarme?
A.
– bu,,, bueno es lo de esa máquina que tiene guardada en su cuartito, algo nerviosa al preguntar.
C.
– sí y que tiene esa máquina, haber platícame ¿qué quieres con ese artefacto de trabajo?
A.
– ah, pues no sé, pero es que el viernes que me dejo usarla, ¡me gustó moverla!
C.
– y eso porque, si a los demás compañeritos tuyos ni les llama la atención, platícame que es lo que te atrae de esa máquina lava-pisos, ¿ábrete sin pena y dime, que pasa?
A.
– bueno es que, me gustó sentirla cuando vibra, aquí en mi pancita, ¡señalando un poco más debajo de la pancita!
C.
– y que sientes ahí en tu pancita cuando vibra, ¿acaso te gusta?
A.
– sí, es algo que me gustó sentir ese día, ya vio, que hasta medio me desmayé por haber manejado esa cosa, pero me gustó mucho.
C.
– ¿¿ pues sí, pero que tiene que ver tu desmayo con lo que sientes en la pancita??, dirigiendo su mirada a la entrepierna de Aleida, ya que traía un mayoncito, porque se había cambiado su uniforme, cuando fue a su casa minutos antes.
A.
– ah, pues sentí tan bonito, ¡pero tan bonito que me gustó mucho y quiero volver a sentir eso que me hizo la máquina!, podría manejarla ya ve, que ya no hay nadie, y así usted me ayuda, ya ve que es muy pesada.
C.
– bueno deja que la saque y te la presto, pero con una condición, no vayas a comentar a nadie que estuviste aquí después del horario de clases, ya que me puedes poner en problemas con la directora, ok.
A.
– noo, como cree, por eso vine, nada más, para que me preste el aparato, tengo toda la tarde, para estar aquí, ya que mi mamá fue a la capital y llega hasta la noche, mi papá está trabajando fuera y mis hermanos ni en cuenta, ellos en lo suyo, ni les interesa en saber dónde ando, (—¿entonces la hoja de la tarea, por la que fue?—), ¿buena pregunta que se pueden hacer mis amables lectores?
C.
– bueno si es así, que te parece, si lavas el piso de mi dormitorio, ya vez que yo no salgo de aquí, aquí duerno y me cocino mis alimentos, sólo los fines de semana me voy a mi casa a la capital.
A.
– fantástico, sí, yo lo hago llevemos las cosas a su dormitorio y ahí me dice como lo hago.
C.
– claro, no había pensado en lavar el piso donde duermo, ¡pues hazlo, vente!
Mientras llevaban la máquina a ese cuarto, ella pasó al baño y lo alcanzó a él en ese lugar, para ver donde iba a utilizar ese artefacto.
A.
– ya don José, ya estoy aquí ¡pasé al bañito, es que me andaba haciendo de mi pipí!
C.
– bien Aleida, que bueno que fuiste a hacer tu necesidad, a propósito voy al cuarto de la utilería a traer algo, porque quiero que me expliques unas cositas, mientras puedes empezar, a pasar la máquina, con cuidado, no te vayas a golpear con ella, regreso.
A.
– sí don José vaya y pierda cuidado ya se manejarla, ¡¡¡lavaré lo mejor posible con ella!!!
C.
– muy bien pequeña cinderela, te dejo, regreso pronto, mentira don José fue por una escalera y se subió a una ventana alta de la pared de su cuarto y de ahí vio lo que hacía Aleida, ya que el morbo que sentía era por observar, cuál era la insistencia de la chiquilla por usarla, que sentía y en que parte de su menudito cuerpo, se ponía el dirigible de la máquina, para sentirse agradable y porque tanto le gustaba.
Comenzó Aleida a maniobrar la máquina, pero de donde don José se encontraba veía que la cinderela se le notaba su respiración muy agitada, hasta parecía que venía de correr, ya que levantaba mucho el pecho y se le ponían coloradas sus mejillas, no pasaron ni tres minutos, cuando de momento paró la máquina y se tomó con sus manos su vaginita que se le marcaba hundidita con esos mayones ajustados y se fue a tirar a la cama de don José, quien observaba todos sus movimientos desde donde se encontraba.
Por primera vez Aleida se dio a frotar con su manita su levantada montecito de venus, la cual pasaba circularmente y de arriba hacia abajo muchas veces, pero como si fuera en cámara lenta, ya que lo hacía con una suavidad muy tierna, su manita abarcaba esa colina de carne, ya que se veía como si estuviera frotando una mitad de una manzana, por los movimientos que su mano hacía circularmente, muy agitada en su respiración, su boca entre abierta jalando aire y soltándolo parecía una muñeca de hentai, su cabeza la hacía para atrás e impulsaba a la vez su espina vertebral, resaltando sus pequeños limoncitos que ya le habían brotado meses antes, y una humedad transpiraba entre sus piernitas, ya que como su mayoncito era blanco de lejos se veía esa mancha agrandarse al pasar los minutos, pareciera si se estuviera orinando a lenta velocidad, y don José bien arrecho en las alturas y con la boca seca, ya que ni saliva tragaba, porque no le fluía de sus glándulas salivales, nervioso y caliente por lo que estaba observando, cuando percibió que esos tocamientos de Aleida estaban por concluir, él se bajó de la escalerilla y entro de golpe, como si no supiera lo que pasaba con esa chiquilla y la vio tendida con su mano aun acariciándose la conchita.
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C O N T I N U A R Á .
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