En la playa con papá: cap 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Hola! este relato es incestuoso, pero en este capítulo no hay nada de eso todavía, por lo que lo pongo aquí mientras tanto porque es la mejor categoría jeje.
espero la disfruten.
No recuerdo cuándo fue la última vez que había sacado siete en un examen de cálculo.
La verdad es que me molestaba mucho saberme una más del montón de mis compañeros de clase, cuyos mejores promedios oscilaban entre el siete y el ocho.
Pero yo… oh, yo era un caso diferente.
Yo era una genio, una matadita si se puede decir, una chica que se la pasaba horas y horas estudiando en el dormitorio sólo para tener la mejor de las notas, y hoy, de la nada, todo gracias a mi estúpida compañera de cuarto y a sus fiestecitas con sus amigos, había sacado una pésima nota en mi prueba final.
¡Había arruinado todo mi historial académico! Y eso me tenía furiosa.
—¡Joan! — grité al entrar al dormitorio —¡Cabrona, por tu culpa!
Pero Joan no me haría caso.
Estaba en la litera de abajo, desnuda, con su flamante culo perfecto comiéndose la polla de su novio.
Ni siquiera se molestó en detenerse.
Se giró, todavía enculada, y me miró con fastidio.
—¿Puedes tocar antes de entrar?
—Yo… —me sonrojé.
Joan solía coger cuando yo no estaba porque sabía que me molestaba oírla gemir —.
¿Quieres calmarte? ¿Quién está allí debajo?
—Soy yo —dijo Carlos, saludándome como un patán con su sonrisa de felicidad.
—Bu-bueno, pues este también es mi cuarto.
Váyanse.
—Ah… vamos, Daniela.
Al menos déjame depositar algo dentro de tu amiga.
—Ay, me dan asco —dije y salí un momento.
No tuve que esperar mucho.
Diez minutos después, salió Carlos con una feliz risa y me dio un beso en la mejilla.
Abrochándose la camisa, se fue y yo regresé al cuarto.
Mi amiga Joan estaba poniéndose un camisón para cubrirse el desnudo cuerpo.
Yo dejé mi mochila sobre mi escritorio y vi que el suyo estaba hecho un desastre mientras que el mío era toda una oda al orden.
Éramos tan diferentes la una a la otra, y sin embargo nuestra amistad era fuerte.
—Ay, Daniela.
¡Fue riquísimo! Cada vez está mejorando —sacó de su cajón una libretita y tachó el nombre de Carlos, de una larga lista de hombres.
Luego le colocó una puntuación de ocho, que era la nota que ella le daba a todos los chicos con los que follaba.
—¿Un ocho? —arqueé la ceja —.
Esa verga se te enterraba en todo el culo.
—Sí… pero se sacó un ocho porque a él sólo le gusta hacerlo así.
No hay variedad.
Me cogió de perrito y de misionero además de lo que ya viste.
—Bueno, y ¿que esperabas?
Puso los ojos en blanco y miró mi bote de basura.
Gritó, ofendida.
—¡Daniela! ¿Por qué tiraste el libro de kamasutra que te di?
—Por qué no lo necesito —le dije, sacando mis libros para guardarlos —.
Además lo mismo hice con las bolitas chinas que me regalaste.
No las he sacado el empaque y están bien guardaditas.
—Era para que te las metieras por el culo…
—Sí, pero no tengo interés en taladrarme yo misma.
—Pff, no te volveré a dar nada.
Ay, mujer, si no tienes vida sexual, al menos puedes jugar contigo.
O es que ¿eres lesbiana?
—Claro que no.
—Oh, vamos… —sonriéndome se acercó por detrás y me acarició el culo por encima de la falda.
Yo me estremecí y dejé que siguiera con un obsceno toque, frotándome las nalgas —.
Tan suavecita… no te hagas que te he visto en la ducha.
Tienes una conchita muy rica.
—Acabas de coger, Joan —le repliqué —Y sigues siendo insaciable.
—Ah, por favor… —me levantó la falda, y hurgó entre mis cacheteros, metiendo las manos para acariciarme las nalgas.
Yo apoyé las manos en el escritorio, porque joder… mi culo era una parte tan sensible de mi cuerpo.
Adoraba sentir cómo me acariciaban las pompas.
Yo misma, al bañarme, disfrutaba manoseándome con el jabón y abriéndome un poquito.
Imaginaba cómo se debería de ver mi culo desde esa perspectiva.
Joan me dio un besito en el cuello, y fue allí cuando me separé fingiendo que tenía que recoger un libro de su mesa.
—No me toques así.
Ya te dije que me molesta.
—Llevamos un año como compañeras de cuarto, mujer, y no me has dejado más que chuparte una tetita y sólo porque jugábamos botella con unos amigos.
Algún día vas a caer a mis encantos, Daniela.
—¡Jaja! Eso lo veremos —miré el cuarto y vi entonces un condón lleno de leche.
Torcí los labios y lo recogí con asco —.
Uy… está manchado.
—Ay, qué rico.
Todavía está caliente —dijo mi amiga y me lo quitó.
Yo me di la vuelta para terminar de sacar mis apuntes y comenzar a estudiar —.
¿sabes? Deberías de escuchar mi consejo y conseguirte un buen tío con quién hacer el amor.
—No jodas, Joan… —la miré.
La muy pervertida tenía el condón con semen en la boca y comenzaba a chuparlo como una niña disfruta de una paleta.
Cuando vio mi cara de asco, carraspeó y tiró el preservativo a la basura.
Luego se sentó en la mesa y cruzó las piernas.
Como no traía nada debajo, sus muslos torneados que antes estaban bien abiertos lucieron sumamente sensuales, y la parte bisexual que había en mí se estremeció un poco.
Sin duda Joan y yo nos habíamos bañado juntas sólo para ganar tiempo y llegar temprano a clases, y durante esos días, ella se había burlado de mi coño por tener un poco de vello.
El de ella era totalmente limpio.
Desde ese día yo acostumbré a dejarme bien lampiña para no ser objeto de sus mofas.
Por otro lado no iba a negar que no me atraía mi amiga, porque sí que era sumamente guapa y ardiente, e incluso había mantenido un noviazgo con uno de sus hermanos durante medio año antes de que ella decidiera venir a estudiar aquí y se volviera mi amiga de piso.
Dejé esos pensamientos y me fui a duchar.
Me vestí como ella, cómoda, con una tanga, un camisón y nada más.
Encendí el aire acondicionado y así, ligeritas de ropa, nos pusimos a estudiar y a cumplir con los deberes.
Fue más tarde, cuando ella ya estaba exhausta por todas las tareas, que tocaron a la puerta.
Yo abrí.
Quien estaba allí era Nicolás, un chico de intercambio que venía desde Rusia.
Era guapo, alto, casi de dos metros y con una cara de ángel depravado y sensual.
—Ah… Nico.
Justo a tiempo —dijo mi amiga, levantándose feliz para darle un besito en la punta de la boca.
—¿Van a…?
—Te nos unes ¿verdad? —me preguntó Joan, deja?dose abrazar por su nuevo amante.
Éste no aguantó y le comenzó a tocar las tetas por encima del camisón.
Yo, sonrojada, no pude hacer otra cosa que poner los ojos en blanco, correr a ponerme una falda, tomar mi libro de texto y decirles adiós.
Nicolás me dijo aguafiestas, pero que él se fuera al diablo.
No me interesaba formar parte de un trío con Joan.
La muy cabrona me devoraría la concha sin escrúpulos y yo todavía no estaba lista para coger con cualquiera.
Los dejé solos durante un rato, en el cual yo me fui a la parte norte del campus, cerca de las piscinas donde el equipo de natación practicaba.
Ese sitio estaba totalmente vacío, por lo que me senté en las gradas para continuar con mi lectura.
No obstante, el calor del ambiente y la frescura que sentí al ver el agua de la alberca hizo que me dieran ganas de darme un chapuzón, así que pensé ¿por qué no? Dejé los libros a un lado.
Me quité los jeans y la blusa hasta quedarme sólo en interiores y me di un buen chapuzón.
El agua estaba helada, más de lo que pensé, y mis pezones se pusieron algo duritos, cosa que no me importó porque nadar era siempre algo que me relajaba, así que durante unos quince minutos permanecí allí, meciéndome de un lado a otro entre la fresca agua, mojándome el cabello.
En ese momento entró una muchacha de pelo rojo y con una belleza extranjera.
Se quedó de piedra cuando me vio.
—Hola… no pensé que el lugar estuviera en uso.
—Descuida.
Ya me iba.
Me apresuré a tomar mi ropa.
La chica se dio media vuelta mientras yo me quitaba el bra y la tanga y me apresuraba a ponerme sólo los jeans y la camiseta.
Acto seguido tomé mis cosas y me fui.
¡Carajo! Bien que me harían unas vacaciones, y por suerte las clases ya estaban por terminar y pronto podría volver a casa en el verano.
Ya había hecho planes de pasar una buena temporada con mis novelas preferidas, leyéndolas una y otra vez mientras dejaba volar mi imaginación y me relajaba con un rico té.
Regresé al cuarto.
Entré despacio.
Joan y Nicolás estaban dormidos, tapados con las sábanas.
No quise despertarlos así que lentamente me subí a mi litera y me dispuse a cerrar los ojos durante un segundo.
No obstante no pasó mucho hasta que ciertos ruidos me despertaron.
—Ay… sí, papito, así… dame por el culo, por el culo…
Era Joan.
¡Esa depravada estaba practicando anal otra vez! Tanteé en la posibilidad de decirle que se callara, pero sus gemidos me hicieron no hablar.
De repente se apoderó de mí un extraño morbo inherente a la curiosidad sexual.
Me relajé todo lo que pude, quietecita y escuchando.
Desde abajo me llegaban los sonidos de la succión que hacían las pieles en contacto.
La litera se movía suavemente marcando las embestidas del sexo.
Tragué saliva y me asomé suavemente a ver qué podía mirar.
Joan estaba de perrito.
Nicolás, hasta donde alcanzaba a ver, le tenía abiertas las nalgas y le metía el pene en el culo.
Me sorprendí con los ojos como platos.
Toda la verga se adentraba en el recto de mi amiga, cuya espalda arqueada sudaba.
Su cabello negro y ondulado se agitaba rítmicamente.
Además su culo hacía un delicioso sonido de zas, zas cada vez que los mulos del ruso la embestían.
—¡Sí! ¡Más hondo! ¡Más hondo!
Ya no me daba asco.
Al contrario.
Me excité.
Volví a acomodarme como estaba.
Los quejidos de Joan resonaban entre mis orejas, y entonces sentí cosquillas en la vagina.
Sin poder contenerme, esas deliciosas sensaciones corporales comenzaron a humedecer mis labios.
¿Estaban húmedos de verdad? ¿Me estaba excitando escuchar cómo le rompían el ojete a mi amiga? Tuve que comprobarlo.
Lentamente metí la mano por debajo de mis shortcitos.
Sí… estaba mojada.
¡Mi vulva chorreaba! La palpé un segundo, extrañada ante las nuevas sensaciones.
No me masturbaba seguido, sino rara vez y sólo en ocasiones muy especiales… pero ahora, al notar cómo mis dedos se resbalaban por la natural fluidez de mis jugos… no pude evitar introducir uno de mis deditos por mi abertura.
Mi interior estaba caliente y viscoso.
Mi propio coño se estaba comiendo mis dedos, y Dios… me encantaba sentir esa presión en las paredes de mi vaginita rosada.
Sin poder conterme, me corrí deliciosamente al imaginar que a mí me la estaban metiendo por detrás, que me llenaban el culo con rico, rico semen caliente y luego me daban una rica polla rusa para mamar y calmarme hasta dormir.
—¡Ah…! ¡Córrete dentro de mí!
—Cómo tu digas, cariño mío.
Presioné mi clítoris.
Oí el gemido de Nicolás mientras lanzaba chorros de semen dentro del culo de Joan.
Esta jadeaba complacida.
Imaginé qué se sentiría tener semen corriendo por las entrañas.
Esa deliciosa lechita caliente.
Me excité todavía más y me masturbé con más fuerza, mordiéndome los labios para no llamar su atención.
Saqué mis dedos y chupé mis propios juguitos salados.
¡Qué ricos!
—Ay… qué rico, mi amor.
Qué rico.
Toda tu verga me entró por completa.
Mira cómo me has dejado el ano.
—Sí… debería tomar unas fotos.
—¡Jaja! Sí, claro.
Es una lástima que esa monja de Daniela no se haya quedado.
A mí no me molestaría compartir tu verga con ella.
—Tú amiga es muy santa ¿verdad?
—Sí.
Sólo dile algo de sexo anal y se persignará.
Es muy mojigata… pero la quiero así.
—Pues dile que cuando quiera, tengo dos huevos llenos para las dos.
— ¡Jajaja! Sí, lo tendré en cuenta.
—Me tengo que ir, mi amor.
Tengo que salir de inmediato a una cita.
—Claro, claro.
Vete ¡jejé!
Me quedé tiesa mientras el ruso se vestía y se iba.
Cuando cerró la puerta, mi amiga Joan suspiró y se relajó en la cama.
Al poco rato de silencio, me asomé y la vi durmiendo desnuda sin taparse con las sábanas.
Sus tetas grandes de pezones rosados lucían espectaculares, y vi rastros de una corrida.
Sus piernas estaban levemente abiertas y tenía la mano cerca de la vagina depilada como la de una cría.
Noté los labios apretaditos, deliciosos.
Me imaginé qué sería tenerlos en la boca y chupar los jugos de Joan… pero no.
No iba a ceder a esos impulsos.
Esperé a que Joan se diera cuenta de que estaba allí, y sólo fue un par de horas después cuando al fin despertó.
Yo fingí que no había oído nada, así que no pasó a más.
Por la noche, después de cenar, las dos estábamos ya listas para dormir.
Se había puesto su babydoll, con tanga incluida.
Decía que estaba más cómoda así.
Yo sólo me quité el brasier y me quedé en cacheteros.
Ella me sonrió con coquetería al verme con las tetas al aire.
—Nada de manosarme mientras duermo, Joan.
—Tranquila, mujer.
No te comeré la concha ahora.
Sólo espera un poco más y caerás a mis encantos.
—Sí, claro —dije con ironía pellizcando mis pezones inconscientemente, y dentro de poco ya estaba dormida como un dulce ángel, soñando con la tremenda cogida que le habían dado a Joan.
Al día siguiente me desperté con dolor de cuello.
Había dormido en una mala postura.
Bajé la litera y vi que Joan ya estaba despierta y salía de la ducha envuelta por una toalla.
—Amiga ¿vamos a salir hoy? Es sábado.
—No —le respondí —.
Anoche mi mamá me mandó un mensaje y quiere que la vea cuanto antes en su trabajo, así que iré para allá.
—¿Te llevo?
—Abordaré un taxi.
Gracias.
—Ah… entonces puedo invitar a unos amigos.
—Pero nada de condones enlechados en el piso ¿vale? Y nada de coger en mi litera.
La otra vez encontré mis sábanas manchadas de esperma.
— Sí, sí.
Descuida, Daniela.
Nadie se meterá con tus sábanas.
Así era Joan.
Adoraba el semen como si fuera su segunda comida favorita.
Yo mientras tanto me vestí con una minifalda de mezclilla y una blusa de manga corta.
Me tuve que poner sujetador, que si fuera por mí, iría sin él.
Salí a la calle y pedí parada al primer taxi que pasó por allí.
Mamá me había pedido verla en su oficina que quedaba a sólo veinte minutos de la universidad, por lo que demoré un poco en llegar hasta allí.
Ella trabajaba como jefa de un departamento de investigación en un centro tecnológico, así que el recinto estaba con el aire acondicionado al máximo.
Mamá, dentro de su laboratorio, vestida con su bata blanca, estaba mirando a través de un microscopio.
—Mami.
Ya vine ¿qué querías?
—Ah, hola, bebé —se giró en su silla —.
Daniela, te estás congelando aquí y traes esa mini enseñando pierna.
—¿Qué? Mamá, trabajé mucho para verme así de buena ¡jaja!
—Sí, sí.
Oye, corazón, no podrás pasar el verano con nosotras.
—¡¿Qué?! —exclamé sorprendida —¿Por qué?
—Porque el idiota del juez familiar dice que debes de estar una temporada con tu papá, así que para no meternos en más líos, acepté.
—¡Ay! Mamá ¡Ya sabes qué pienso de papá! ¡Es un hippie!
—Sí, sí, pero ¿qué quieres se haga? Eres su hija también.
—Bu-bueno… al menos pudieron haberme avisado de esto.
Yo no quiero ir con él.
¿En dónde está, por cierto?
—De vacaciones en la costa.
Dice que allí hay una basta concentración espiritual.
—Playa… —eso me llamó la atención.
Entre mis planes estaba ir a la playa.
Podría ir con Joan, claro… pero mi amiga insistía que fuéramos a una nudista.
Yo, obviamente, me negué.
—Mmm… quiero remojarme un poco en el mar.
—Pues allí lo tienes.
Lleva un bonito bikini si quieres y diviértete con él.
Pensándolo bien no es bueno para ti distanciarte de papá, cariño.
—Sí… —suspiré —.
Está bien, mamá.
Iré con mi padre.
—Perfecto.
Si necesitas dinero, sólo dímelo ¿te va bien en la escuela? ¿algún novio del que quieras contarme?
—Mmm… nop.
Todo está en orden.
—¿No serás lesbiana?
—¡Mamá! —me sonrojé.
¿Por qué todos pensaban que yo era lesbiana? Ciertamente no había tenido pareja desde la secundaria… pero eso no significaba que mi coño no se hiciera agua al imaginar una rica polla venosa entrando en mí.
—Cariño, soy bióloga.
No hay nada de malo en tus necesidades físicas.
Si prefieres comerte una vagina, adelante.
Es más.
Tengo una amiga cuya hija es lesbiana.
Es muy bonita.
Podría concertar una cita si quisieras…
—¡No! Claro que no.
—Bueno… está bien.
—Además es raro que una mamá me hable de sexo.
—Yo tengo un amante.
—¡Madre!
—Es perfectamente normal, cariño.
Son urgencias de la naturaleza.
No puedo resistir el llamado de mi vagina.
— ¡Mamá! —volví a exclamar.
Que ella fuera bióloga sólo servía para disfrazar científicamente su amor por las pollas.
Mamá era un poco ninfómana.
Yo sabía que ella guardaba en su teléfono fotos con hombres desnudos mostrando grandes miembros erectos.
—Bien, bien.
Me callo.
Ahora, hija ¿me ayudas?
—No soy científica.
—¡Ja!
—Me iré.
Te veo luego —le di un beso de pico en los labios y me regresé.
Faltaba sólo una semana para acabar las clases, y entonces al fin pasaría de vacaciones con mi papá en una deliciosa playa… ¡ya podía imaginarme con un bonito bikini tomando el sol!
Serían unas vacaciones excitantes.
Hay mucho sexo a tu alrededor y tú nada más te tocas, dale rienda suelta a tu lívido y revientate una polla que estás deseosa
Saludos