Metiéndome desde los dedos o una flauta hasta las tenazas del cabello
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Mariita.
A los nueve me froté con la parte de la mano bajo el pulgar, no usaba los dedos sino el dorso y daba masaje en círculos a mis partes íntima hasta que sentía una cosquillita, pero conforme crecí aumentaban mis recursos, antes de bañarme mientras me quitaba la ropa rozaba mis pezones incipientes pero sensitivos, bajando por mi vientre de niña que ansiaba ser mujer y metí al fin los dedos en la vagina, abriéndome paso entre la piel tierna carnosa, caliente y apenas mojadita y lo que sentí fue un suspiro de placer, entonces pensaba ¿qué se sentiría tener algo más grande ahí entro?, tomé un crayón, él fue mi primer hombre, lo introduje hasta que apenas lo podía alcanzar, caminé por la casa con ese objeto invasivo dentro de mi cuerpo, después lo saqué, embarrado de un líquido blanco, pegajoso y oloroso, no me resistí a probarlo con la punta de la lengua, no me gustó, pero tampoco me desagradó.
Frecuentemente cuando estaba a solas me frotaba, cerraba los ojos y me decía palabras sucias, sucias en ese entonces para una niña de primaria, pene, pito, tetas… de momento no me sabía otras, mi secreta fascinación por lo prohibido apenas cobraba forma.
Cuando tuve mi primera flauta dulce pensé que la forma era muy insinuante, de nuevo a solas tras tocar una melodía y con la boquilla dura y ensalivada bajé ese pedazo de plástico hasta mi vulva ya más madura y mojada, la boquilla con mis babas se topó con los labios vaginales externos, rocé mis vellos pubicos y toqué mi clítoris, aún no sabía que él era el centro del placer, como siempre me frotaba toda el área genital al masturbarme creía que el conjunto de partes era el sitio del goce, quise meter la flauta en mi orificio vaginal que apenas estaba cediendo, pero no entró y me causó dolor, desistí y seguí rozando esa bolita erecta que me hacía jadear, con las piernas abiertas y elevándolas, mojando los dedos para apretarme los pezones empecé a satisfacerme de esta manera, casi a diario la flauta era mi hombre, larga y dura, terminaba siempre cubierta con mi aroma de mujer y tenía que lavarla fervientemente para volverle el uso habitual.
A la flauta le siguió un peluche, un juguetito que vibraba, me hacía cosquillas sobre las pantaletas húmedas y me hacía entrar en calor, pero tras encenderme era relevado por la flauta y mis dedos aprendices.
Llegué a frotarme con un control remoto una vez que me tocó compartir cama, mientras la otra persona dormía yo veía la televisión en mi cuarto, no me resistí y bajo las cobijas tratando de no moverme mucho al fin me dormí tras alcanzar mi orgasmo necesario de cada noche.
Llegué a esculpir una figura en forma fálica y la cubrí con un condón, de esos que regalaban en las ferias de sexualidad, pero no me ponía penetrar con él, lo había hecho muy grueso, sólo para chupar y restregarme con él. La flauta fue quien topó mi pared vaginal por primera vez antes que el chico con el que me acosté y ninguno me rompí el himen, esa primera vez no pudo embestirme, pero juntos hallamos otras formas tan ricas y ensalivadas de entretenernos.
Cuando mi vulva era ya más experta dejé la flauta que me desvirgó y abrí paso a un largo volteador de alimentos, las comisuras que tenía ese pedazo de plástico se llenaban de mis flujos ahora de mujer.
Me masturbo viendo pornografía, imágenes o películas, amateurs o profesionales, me gusta ver los cuerpos perfectos de mujeres de tetas enormes, vaginas dilatadas y culos rosados, depilados, hermosas y deliciosas vergas de hombre de veinte centímetros, circuncidadas y con prepucio, negras, blancas, trigueñas, testículos redondos, colgantes, duros, lo que sea, del tamaño que sea, de la edad que sea, veo el porno y me imagino ahí, pruebo lo que aprendo de las películas en la cama, en la mesa o en el sofá, incluso en el piso de la casa y sobre la cómoda, pero a solas la pantalla es mi amante favorito, en el celular tengo vídeos sexuales y en la computadora mis favoritos guardados sólo para mí, para verlos cuando ando caliente, sexo gay… me encantan los hombres, y en el sexo gay naturalmente hay sólo hombres para devorar con los ojos, vergas por todos lados, también me gustan las orgías y también las mujeres, apago las luces frente a la pantalla, me subo a la mesa, como si el festín fuera mi propia carne servida, abro las piernas como una puta, me chupo los dedos hambrienta, recorro mi piel con esos dedos mojados y aspiro mi aroma, me froto y pellizco los pechos, alcanzo a lamerme los pezones, miro la pantalla y me siento cogida por los protagonistas, salivo mi boca como si en vez de frotarme el clítoris, alguien me lo estuviera mamando. Subo y bajo las piernas como cuando me sacude el cuerpo quien me esté penetrando, me digo cosas en la mente:
“¿Te gusta así puta?, chupa más, muévete, así, más y más”, me guardo los gemidos para no despertar a nadie y me muevo lentamente mientras saco los dedos calientes y escurriendo de mi vulva palpitante, huelo mi mano como si estuviera impregnada de los fluidos de otra hembra y me relajo, mi momento privado de placer ya terminó.
Finalmente llegaron mis tenazas para el cabello, anchas, largas y duras como un delicioso pene falso, me ha despertado nuevos deseos, soy vegetariana, (aunque una verga carnosa me encanta) y cuando lavo pepinos y zanahorias pienso en si podrían caber mi vulva, pero no lo he intentado aún, las tenazas tienen un pequeño pico y pensé que sería útil como estimulante anal, jamás me he metido nada en el ano salvo un dedo, no más.
Salí de bañarme y mi cuerpo suave y oliendo a jabón me orillo a disfrutar más, vi en vídeo de dos chicos retozando en un sauna y los imité, tomé un poco de aceite para bebé y con las manos brillantes me acaricié la piel, froté mis pezones hasta que quedaran duritos y acerqué las tenazas, llenándolas de aceite las lamí y adoré como mi verga favorita, puse vertical las tenazas y me fui sentando en ellas hasta que desaparecieron hundiéndose en mi carne, pero esta vez, con más aceite me metí un dedo en el ano, en círculos lo recorrí, después me cupieron dos, subía bajaba sobre mis rodillas metiendo dedos por atrás y con el metal por delante, gemía y oía los gemidos del vídeo que me acompañaban, el metal dolía a veces y en otras sólo me poseía una y otra vez, con la mano que me quedaba me acaricié el botoncito de la vulva y tuve un orgasmo muy largo, mismo que prolongué con las manos hasta hallarle un par de replicas y dejé mi culo en paz, saqué las tenazas que estaba calientes y en cada recoveco mostraban flujos blancos y muy espesos, pegajosos y que olían tan bien, me rocé los labios con mi humedad, como un besito para alguna vulva lejana, me dejé caer sobre el colchón pensando que con mucha práctica podría volver a mi pequeño ano un sitio más para gozar, no lo sé, pero creo que necesitaré un poco de ayuda y mucho más lubricante.
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