Sexualidad juvenil (Parte 1)

El relato de mis inicios sexuales.
Mi nombre es Delfina, tengo 26 años, y soy una persona muy activa sexualmente. Desde que tengo uso de razón, me excito por las cosas más mínimas y acá les voy a contar mi historia desde el principio. Algunas partes sin reales y otras ficticias, parte de mis fantasías sexuales de esos momentos pero eso se los voy a dejar para que lo imaginen.

Todo comenzó cuando estábamos en la casa de Juan Manuel, un amigo del jardín de infantes cuyos padres se habían hecho muy amigos de los míos. Estábamos en su habitación jugando con nuestras hermanas menores con una caja registradora que había sido un regalo de cumpleaños para su hermana menor.

Juan Manuel y yo eramos muy parecidos físicamente, eramos flacos y altos para nuestra edad, esa noche el estaba vestido con un sueter rojo y un jogging, mientras que yo estaba con un jean largo recto de tiro bajo, como los que se usaban en aquella época, que eran bastante apretados, principalmente en la entrepierna, Juan Manuel tenia el pelo rapado y ojos verdes, con una cara de niño muy juguetón, mientras que yo era morocha, de ojos marrones grandes, las cejas pobladas y una boca pequeña.

Éramos inseparables y teniamos mucha imaginación, siempre encontrábamos un juego para disfrutar entre ambos y esa noche no fue la excepción.

Luego de jugar con la caja registradora, nuestras madres nos llamaron a cenar y fuimos todos juntos a comer, habia pizza por lo que nos llenamos gratamente las panzas y eso provoco que nuestras hermanas cayeran de sueño primero, mientras que nosotros volvimos a jugar con la caja registradora tranquilos en la habitación mientras nuestros padres hacían la sobremesa, creo que ninguno de ellos imaginaba lo que iba a pasar a continuación.

Al llegar, comenzamos con nuestros juegos de rol, siendo Juan Manuel el cliente y yo la cajera, estuvimos un rato largo y tendido allí hablando hasta que el interrumpió mi juego.

-¿Queres jugar a otra cosa?- inquirio mirandome fijo.

—¿A que?- pregunté algo decepcionada, ya que queria aprovechar la caja registradora ahora que nuestras hermanas no estaban.

-Al papá y a la mamá- me contestó con una sonrisa traviesa.

-¿Como se juega a eso?- pregunte inocentemente,

-Asi- me respondió y se acerco a mi.

El comenzó a besarme, metia su lengua en mi boca y daba vueltas con ella, al mismo tiempo se me coloco encima y abrio mis piernas, frotando su entrepierna con el jesn contra la mía. De repente, mis hormonas o algo similar se despertaron y comenzaron a responder a los movimientos de su cuerpo, tanto al beso como al roce que nos provocaba placer, pero en ese momento no entendíamos que pasaba. Cada vez los movimientos eran más fuertes y yo sentía como un liquido se desparramaba en mi entrepierna, haciéndola mas resbalosa y húmeda conforme pasaban los minutos.

En algún punto, los pasos de algún adulto acercándose nos interrumpió y nos hizo separarnos, en ese momento no discerníamos si lo que habíamos hecho estaba bien o mal, teníamos que ir a comer el postre.

Una vez que terminamos la torta, decidimos volver a la habitación y volver a lo nuestro, seguimos besándonos y frotando nuestros cuerpos, hasta que en un momento nos bajamos los pantalones, como buscando el origen de ese placer que nos recorría el cuerpo, de repente el bajo mi bombacha blanca que rebosaba de ese líquido humedo que el algodón no llegaba a absorber por lo denso que era y se agachó hasta que su cara quedo a la altura de mi vagina, acto seguido, comenzó a besarla al igual que besaba mi boca y en ese momento comencé a sentir que volaba de placer, luego sus dedos pequeños y curiosos recorrían mis pequeños labios, aprovechando la humedad que tenían para deslizarlos e ir de atrás hacia adelante. De repente, me llevo caminando a su cama y procedió a tomar dos sogas de su caja de juguetes, con la primera me ato los brazos para que me quedara quieta y con la segunda, hizo que me levantara la remera y comenzó a clavar en mis pezones la soga generando aún mayor placer para mi, haciendo que explotara sin saber aún que quedaba más por descubrir