Sola (una noche de verano)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por roura92.
Hay días con deseos de sensaciones casi violentas, de orgasmos salvajes que casi duelen, pero esta noche no es así: ahora mismo tengo una manos que me exploraran muy suavemente, y también mi mente consciente empieza a explorar introspectivamente un cuerpo con la máxima delicadeza.
El tiempo se va a detener, o al menos va a transcurrir muy despacio.
Tengo unas manos en la cintura, noto las palmas suaves y calientes, no me sujetan, se están moviendo en pequeños círculos a partir de esta posición inicial; ahora se acercan al ombligo, luego bajan prolongando lo más posible el recorrido, hasta que los meñiques entran en contacto con la zona selvática.
Muchos movimientos en el vientre, con la presión en aumento, me gusta, es un placer actual que se multiplica por la consciencia de placeres futuros.
Lentamente, los círculos de las manos se alargan hasta llegar a los costados y más allá, casi en la zona de los riñones.
Estoy desnuda en la cama, sentada sobre los pies, con las rodillas bastante separadas.
Súbitamente cruzo los brazos abrazándome, y aprieto.
Si alguien me viera por detrás, vería unas manos femeninas en mi espalda y quizás creería que somos dos muy juntas.
Muy apretadas, pechos contra pechos, cuando de hecho son pechos contra antebrarzos.
Las manos han pasado bruscamente de la espalda a los pechos, allí empiezan a efectuar muy lentamente movimientos de presión, noto como los pezones empiezan a hincharse, me gusta, me gusta que sea lento, notar algo que viene de dentro y los va llenando, al mismo tiempo que su piel se vuelve mucho más sensible.
Cuando alcanzan su tamaño máximo unos pulgares los frotan, imagino que son la lengua de la amiga imaginaria que vive dentro de mí, siempre dispuesta a darme su cariño.
En la mesilla de noche tengo lubricante; mis dedos y las palmas se han vuelto resbalosas, me aprieto los pechos y es una sensación como la de un beso, con una boca muy abierta que succión y unos labios y una lengua que con movimiento coordinado extreman el placer.
Continúo, continúo.
Al cabo de un rato, empiezo a notar sensaciones en otra parte del cuerpo, mucho más abajo.
Pero continúo trabajando los pechos hasta que las manos ya no son capaces de obedecer mi voluntad que las manda continuar, y vuelven a aterrizar planas sobre el vientre.
Esta vez, la selva pilosa no va a ser el límite, tienen demasiadas ganas de traspasar la frontera.
Una de ellas ya penetra en el triángulo negro frondoso, la otra se entretiene tirando suavemente de los pelitos antes de continuar su descenso.
Ya baja, ya baja, se coloca encima del valle, que en estos momentos está cerrado.
Va a ser fácil entrar, al lubricante que ya tenía en los dedos se le suma el de producción natural.
Con un poco más de presión, algunos dedos entran entre los primeros labios verticales.
Tengo un deseo, ahora, cada una de las manos va a ser como una pinza que aprieta un labio de los mayores, los que envuelven la zona de máxima sensibilidad.
Cuatro dedos dentro, y los pulgares, trabajando a base de apretar y de moverse arriba y abajo, fuera.
Mucho rato, hasta que el interior pida a gritos su ración de cariños.
Ya no puedo más, dos dedos de la mano izquierda se han metido entre los labios menores, los otros dos ayudan a encontrar un camino entre ellos, hay una cueva, van a quedarse en la parte más sensible, la más exterior.
La otra mano sube por la rendija, en dirección al vientre, allá encuentra algo abultado, que antes no estaba así.
Uy… cuando toca la punta es como una descarga eléctrica, no lo puedo aguantar.
Voy a subir un poco más, hasta llegar a una zona que sí pueda resistir.
Cambio la posición del cuerpo, ahora me coloco estirada en la cama boca arriba, algo arqueada con un cojín grande bajo las nalgas para estar más cómoda y acceder con más facilidad, las piernas continúan separadas, pero no tanto como para sentirse incómodas, el movimiento de los dedos es mínimo, pero cada vez me hace temblar más.
Es un rozamiento mínimo pero constante, siguiendo así, pronto estallaré.
Pero no, quiero hacerlo más largo, mucho más.
El placer no es solo el estallido final, sino todo el recorrido hasta llegar, la promesa de que será un largo recorrido que irá acumulando puntos en el haber preorgásmico.
Dentro de los muslos empiezo a notar, primero un calorcito, y luego un fuego que lentamente se va extendiendo y subiendo; cuando llegue a donde tengo los dedos sé que va a estallar, pero cuando casi lo hace, me detengo un rato sin mover las manos.
Ahora, nada en movimiento estimula nada en la vulva, inmovilidad hasta que el fuego de los muslos se calme.
Ya se ha enfriado un poco, voy a mover dedos otra vez; igual de suave, igual o más de lento.
El fuego interior vuelve a aumentar de temperatura.
Lentamente, el calor avanza hasta cerca del punto de no retorno.
Otra vez inmóvil.
Cuento hasta treinta lentamente y vuelvo a empezar.
Una y otra vez.
La sensación de límite me enloquece, pero la controlo, la parada justo cuando algo se contrae dentro de mí, es maravillosa, en el tiempo de espera algo interior se repliega para tomar fuerzas para un nuevo embate de placer.
Cada vez me cuesta menos rato llegar al punto del estallido, lo deseo tanto, pero me obligo porqué sé lo que vendrá aun será más fuerte, y sé que cada vez que me acerco voy a gozar de unos segundos de placer intenso sin hacer nada, justo durante el tiempo de inmovilidad y relajación.
Y si este placer lo puedo tener treinta veces, es mejor que tenerlo solo diez.
Al fin, con muy pocas estimulaciones de los dedos estoy a punto del clímax.
Otra vez quieta, treinta segundos en los que el fuego interior, esta vez, en vez de apagarse se está moviendo solo hacia sitios más íntimos.
Continuo con los dedos ya no les puedo mandar pararse, voy a explotar, pero como último recurso, relajo los muslos y las nalgas para retardar lo inevitable.
No, veo que no va a ser suficiente, sin hacer nada me vendría el orgasmo en segundos.
No me voy a parar, los deditos van a continuar, sumando con su roce y presión más placer al que el cuerpo, ya sin control mental, genera internamente cuando llego a este punto.
La ventana de la habitación está cerrada, porqué hace más calor fuera que dentro, los vecinos están de vacaciones, voy a chillar.
Y si alguien lo escucha, mejor para él.
O para ella, que nunca se sabe.
No creo que nadie confunda mis alaridos con los de dolor.
Ya está, ya está, lento, lento, muy despacito, no quiero que el orgasmo termine, la sensación es irresistible.
Para durar más chillo, no paro, no paro de estimular aunque duela, este dolor es incomparable con lo que estoy notando dentro y es el precio que he de pagar para que dure todavía más.
Pero todo tiene un límite y, finalmente, las convulsiones me hacen rodar por la cama.
Jadeo como si viniera de correr la carrera de los 1.
500 metros.
?¿Será posible que hayan pasado tanto rato? ?pienso mientras miro el reloj luminoso? El tiempo se había detenido para mí.
Tengo la mente abrumada por todas las sensaciones que aun rebotan en mi vientre, sin darme cuenta, paso de la consciencia a un sueño que no puedo recordar, pero que seguro que fue bueno, muy bueno.
Ahora ya es de día, estoy desnuda envuelta en una sábana suelta y, maravillosamente, los pies están cubiertos.
Es verano y hace calor, pero dentro de mi cueva de tela, el calor es agradable, es el que me ha acompañado toda la noche; más que en las sábanas, tengo la sensación como de haber dormido en las nubes.
Son vacaciones, no tengo prisa para levantarme, dormiré un rato más.
Y soñaré, soñaré con unas manos cálidas que empiezan a acariciarme por los pechos… sabiendo que muy pronto, volverá a ser así, pero distinto seguro que distinto en los detalles a la última vez.
Cada vez me gusta que haya novedades: muy lento, muy violento, con la mente en blanco, en un mundo onírico con todos mis… iba a decir mis fantasmas sexuales, pero más bien debería decir mis hadas o ninfas, que son muy buenas conmigo.
Hasta la próxima vez, me dan energía para mantenerme alegre, optimista y feliz.
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