Un descubrimiento casual
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anónimo.
Llevaba ya tres años sirviendo en aquella casa, desde que vine a la ciudad. La verdad estaba muy contenta, el ambiente era bueno y me trataban muy bien. La señora era encantadora y el señor también educado y muy considerado aunque le veía poco pues viajaba mucho, y la señorita como estudiaba fuera casi no estaba.
No sé qué me fue pasando pero me encantaba mirar a la señora, eran una mujer muy atractiva, alta, mediría más de 1.70, el señor también lo era, y tenía unos pechos y una figura muy bonita.
Me encantaba verla por las mañanas cuando venía a la cocina a desayunar, entraba a trabajar más tarde que el señor y hasta las 9.30 no marchaba. Solía traer una bata corta, apenas a medio muslo, y nunca llevaba sujetador, me encantaba cómo sus pezones se le marcaban en la bata. A veces, para recordarme que tenía que hacer algo, y se estaba preparando, venía solamente en bragas a recordármelo, tenía un cuerpo fantástico, la verdad se cuidaba mucho y a mi me gustaba verla. Usaba una 100, muchas veces he jugado con sus sujetadores, pero las tenía muy tiesas, y ya digo con unos pezones redondos y gorditos.
Un día me sorprendí yo misma. Cuando ya se habían ido los dos y estaba sola en casa recogiéndola, entré a la habitación de los señores para arreglarla, y como casi siempre me encontré las bragas de la señora tiradas en la alfombra. No lo había hecho hasta entonces, pero las cogí del suelo y después de mirarlas, eran unas muy bonitas, como todas las que tiene, gris oscuras, altas y estrechas, muy caladas y con adornos en gris más clarito. Las noté húmedas, y me las llevé sin saber por qué a la nariz, las olí profundamente y me gustaba el olor aquel. Pensé que era el olor de la señora, el señor estaba de viaje, las volví a oler, noté que me excitaba aquel olor.
Sin ser muy consciente, me recosté en la cama aún deshecha de los señores y, cuando me di cuenta, mientras las olía, había metido una mano por debajo de mi bata y me estaba acariciando los muslos. Ahora me acariciaba los muslos llegando con mi mano a rozar mis bragas y la sentía en mi chocho. Solté los botones de mi bata, y empecé a pasar mi mano por el pubis sobre mis braguitas. Luego, metiéndome la mano bajo la braga me empecé a acariciar, seguí oliendo las bragas de la señora, me veía los pezones duros que se marcaban en mi sujetador. Llegué con mis dedos hasta los labios, se estaban abriendo y se empezaban a mojar. Pensé que la señora, como llevaba cuatro días sola, se habría masturbado, por eso estaban mojadas. Me bajé un poco las braguitas, hasta dejar mi pubis a la vista. Unté en saliva mi dedo índice, y lo fui bajando, recorriendo mi chocho entre mis labios, al subirlo lo metí entre ellos, ¡dios! Mi vagina estaba mojadisíma y mi clítoris hinchado y duro, que rico me sentía.
Estaba tan bien, me solté el sujetador, mis pechos saltaron al aire, tengo unas tetas gorditas, bueno yo también lo estoy, me miré, ¿qué hacía allí?, en la cama de los señores, desnuda sólo con la braguita a medio muslo y tocándome con las bragas de la señora en mi otra mano. Pensaba en ella, en sus tetas, en su culo, pensaba en su chocho con su vello arreglado. Me acaricié los pechos, me gustaba sentir la caricia de mis dedos sobre los pezones duros. Me pasé mis dedos por la rajita mojándolos de mis jugos, los olí, luego los de la señora, qué ricos eran aquellos olores. Me empecé a acariciar los pechos con la braguita de la señora, pasaba la toallita aun mojada por mis pezones, notaba que estaba excitadisíma. Bajé hasta mi raja la braga y empecé a acariciarme con ella, juntando nuestros jugos, ummm me la metía entre mis labios, pensaba que había estado en los suyos hacía un momento, la hacía entrar en mi vagina, me acariciaba el clítoris con ella. Cada vez me frotaba más fuerte. Me acariciaba las tetas con la otra, me pellizcaba los pezones, estaba muy caliente. Con la braguita de la señora metida en mi chocho me tocaba, me acariciaba el clítoris, cada vez más rápido, me iba a correr. Sentía que mojaba la braga de la señora, que mis jugos la estaban empapando. Qué rico, me iba a correr. Notaba mis tetas duras como piedras, me corría, me corría, me estaba corriendo con las bragas en mi chocho.
Me quedé relajada sobre la cama con los ojos cerrados, recuperando la respiración. Cuando los abrí vi mis tetas aún hinchadas y duras, y la braga de la señora a medio meter en mi vagina. No sabía que me había pasado, ¿por qué me había excitado así con mi señora? ¿Por qué con sus bragas?
No fue la última vez, aquello me había gustado, desde entonces olía las bragas de la señora siempre, y aquello se repitió muchas veces. Poco a poco fui descubriendo el por qué. Me gustaba mirar las tetas de la frutera, el culo de la del super, y mis fantasías siempre eran con mujeres. Con aquellas bragas mojadas descubrí mi sexualidad.
Nunca fue nada igual desde entonces
Arturo P. Pasión
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