VIENDO A MI YERNO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
No podía creerlo, después de más de veinte años sin sexo, esa noche estaba yo ahí en mi cama, somnolienta.
Sintiendo cosas diferentes.
Recién masturbada y cansada empecé a recordar cosas.
Desde hace un mes mi hija y su esposo vinieron a quedarse a mi casa ya que estaban arreglando la suya.
Yo con gusto acepté que se quedaran aquí, aunque solo hay dos recámaras, ya veríamos como nos acomodábamos los cuatro, ellos dos, mi nieto y yo.
Mi yerno no es muy de mi agrado, ya que no estuve de acuerdo que mi hija se juntara con él ya que es veinte años mayor que ella.
Pasó el tiempo y empecé a tolerarlo.
A veces nos reuníamos todos para cenar o comer y en cierta forma me empezó a ser menos molesta su presencia.
Como dije, desde que me dejó mi marido hace más de veinte años no he tenido sexo, deseos sí pero no me he llegado ni a masturbar porque yo lo siento como un pecado carnal, eso me han enseñado en la comunidad religiosa a la que asisto a diario.
Siento que me estoy consumiendo por dentro pero me he aguantado las ganas por mucho tiempo.
He adelgazado, siento que me he avejentado, mi cabello es muy largo, ya muy pintado de canas.
Mi ropa es de faldas largas y blusas abrochadas hasta el cuello, el cabello recogido en un chongo o una trenza, eso es lo que nos piden en la comunidad a la que asisto.
A veces mi hija me dice que deje de asistir, que me busque un hombre y rehaga mi vida.
Yo me molesto con esos comentarios y a veces terminamos disgustadas, porque mi vida es asistir a esa comunidad donde busco sentirme bien y en paz.
El mes pasado que llegó mi hija con mi yerno y mi nieta cambió algo en mí.
La privacidad que tenía al vivir sola cambió totalmente.
Ya no era libre de andar como acostumbraba, ahora tenia que ser más cuidadosa.
Tan solo el ir al baño ya no era como antes, es decir, yo solía ir al baño desnuda, o con mi batita, ahora tengo que taparme, a veces al hacerme un café también lo hacía sin nada de ropa, así encuerada me sentaba en la mesa a tomar mi desayuno, sin nadie que me viera.
Pero los más importante es que soy una mujer muy velluda, nadie lo sabe por la forma en que visto, no se me ve nada, pero si, soy extremadamente velluda, así que también el andar por la casa cuidando mi pelosidad no se me daba.
Y aquí empezó algo, en las noches en que nos sentábamos a cenar, mi yerno me miraba disimuladamente.
Y es que al llegar me cambiaba la ropa que usaba, me quitaba las medias y me quedaba en falda o me quitaba todo y me ponía una bata azul que es la que uso para dormir.
Ahí sí se notaban todos mis vellos.
Al alzar los brazos para bajar cosas de la alacena se me asomaban mis vellos en las axilas, vellos largos y gruesos, o cuando veíamos la tele, sentados en la sala, se me veían mis piernas peludas.
Todo esto, claro, lo veía mi yerno, jamás imaginé que los vellos femeninos pondrían malitos a algunos hombres.
Una noche me dijo, Elvia, que bonitas cejas tienes, bien pobladitas, nos reímos y mi hija solo le dijo, ya deja de apenar a mi mamá, no ves que no le gustan los piropos.
Yo sólo sonreí y nos fuimos a la sala a ver la novela.
Mi hija y mi yerno se fueron a cambiar, ella salió con un short y mi yerno con su clásico pants color gris.
De vez en vez yo veía como mi yerno no dejaba de mirarme, desde la cara hasta las piernas, me daba no sé qué el estar tan velluda frente a él.
De cuando en cuando me apretaba mi chongo en la nuca y le enseñaba sin querer las axilas repletas de pelos o cruzaba la pierna y tenía una visión de los vellos.
Yo lo hacía sin saber, de una manera inconsciente.
Estuvimos viendo la tele, en un comercial mi mirada se cruzó con la de él, yo me volví a arreglar el cabello poniéndome una liga, nos quedamos viendo uno al otro, el no dejaba de verme entre los brazos y yo platicaba con ellos muy quitada de la pena, como si nada.
Fue ahí donde yo bajé mi vista sin querer y vi entre sus piernas de reojo, no podía creer lo que tenía justo ahí, bajo su pants se notaba un pedazo de bulto, se veía macizo, algo pesado.
Lo medí, mis ojos no se podían despegar de ese pedazo de carne, estaba acomodado hacia su muslo izquierdo.
Empecé a sudar de las manos, mi boca estaba hecha agua.
No podía creer que mi yerno fuera dueño de esa cosa.
Seguimos viendo la TV pero yo ya no ponía atención a nada, mi hija hablaba, no entendía lo que decía, yo ya muy disimulada y con el rabillo del ojo seguía observando esa parte de mi yerno.
Mi yerno se levantó, fue por una coca, ese pants permitía verle todo.
Caminó hacia la cocina y se le movía todo bajo el pantalón, se ve que tenía unos huevotes porque el gran bulto era muy escandaloso.
Yo en más de veinte años sin sexo estaba ansiosa de seguir viéndolo.
Traté de calmarme, “Elvia, es el esposo de tu hija” pensé, tratando de no mirar más la hermosa entrepierna de mi yerno.
Se volvió a sentar y ahí estaba otra vez, el enorme bulto que conformaban verga y testículos, frente a mis ojos, ofrecido a más no poder.
Sentía mi panocha arder, en años había estado así.
La sentía jugosa, muy mojada, olorosa a mi.
Yo tengo un olor fuerte, a hembra caliente, que es lo que soy.
A mi nariz llegaba la esencia de mi araña, sentía los muslos resbalosos, una gran cantidad de líquido había salido por mis pantaletas, mojando mis piernas.
Me volví a acomodar el cabello, él me volvió a ver las axilas repletas de pelos.
Me levanté y les dije: “me voy a dormir, buenas noches”.
“que descanses mami, dijo mi hija sin dejar de ver la tele; hasta mañana Elvia, dijo mi yerno.
Al pasar junto a mi yerno eché la última mirada a su verga.
“papacito, que ricura” pensé.
Entré a mi cuarto, me desnudé toda.
Me vi en el espejo, ahí estaba yo, una mujer de 62 años ansiosa de nuevo por sexo.
Vi mi cuerpo, todo velludo, mi panocha llena de pelos lacios, gruesos, con algunas canas.
Labios salidos, colgantes, mis muslos brillosos con los vellos pegados por mi lubricante.
Mis senos chicos pero con unos pezones gordos, obscuros a punto de reventar.
Estaba muy caliente, ansiosa de verga.
Me metí dos dedos, solo eso hizo falta para que me viniera tremendamente, una venida fuete, larga.
Lancé un gemido que tuve que callar, mis jugos salían mojando mi mano y cayendo al suelo.
“Oooohhh que rico, que rico” dije ya recargada en la pared.
Terminé de venirme, quedé temblorosa, despeinada.
Me vi de nuevo en el espejo, mis piernas llenas de leche y un gran charco de jugos en el piso.
Como pude, me acosté en mi cama y quede profundamente dormida.
Así volví a mi vida sexual.
Una mujer plena, deseosa a mis 62 años
Quisiera que me escriba quien quiera para cambiar impresiones y tener alguna plática al respecto.
elvramos11@gmail.
com
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!