Creciendo (2): Perfeccionamiento
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Como veis me he decidido a registrarme. Me gustó mucho escribir el anterior relato y compartir mis recuerdos. Me excité mucho escribiéndolo (ni qué decir tiene que disfruté aún más bajando mi erección) y aún hoy, que lo he leído unas cuantas veces, me la sigue poniendo muy dura al recordar aquellas vivencias. Así que pretendo escribir un poco de vez en cuando (si gusta).
Como ya conté, el día posterior a mi primera paja en compañía tuve la sensación de que acababa de pasar una linea que enrarecería mi relación con mi vecino. Mi sorpresa vino cuando me llamó para repetir. En esa segunda vez aparcamos la vergüenza y ambos fuimos conscientes de que aquello iba a continuar. Y eso me gustaba.
Supuso una liberación que aproveché para perder mis prejuicios. Seguía siendo muy tímido pero con él no me cortaba. Cuando nos masturbábamos no dejábamos de mirarnos y de hablar. Disfrutábamos observando al otro tocarse y nos ponía mucho ver que te observaban mientras te tocabas.
Como no queríamos aburrirnos, siempre intentábamos algo diferente. Si un día nos desnudábamos por completo, otro sólo nos bajábamos un poco la ropa, lo suficiente para mostrar la acción. Si un día nos corríamos en una revista (que se quedaba marcada -y muchas veces pegada- para siempre) al siguiente nos corríamos en la mano. A veces lo hacíamos salvaje (machacándonosla a tope) y a veces suavemente, mientrasveíamos una porno, sin prisa, corriéndonos en nuestra tripa.
También nos contábamos nuestros trucos personales (yo le conté lo de frotarme con la almohada y él me explicó cómo lo hacía con un calcetín y algo de gel de baño) y lo poníamos en práctica juntos. Algunas veces intentábamos inventar algo.
Un día que íbamos a estar solos unas horas nos metimos en la ducha y jugamos con el chorro. Probamos lo de aplicar agua caliente (muy caliente pero sin llegar a quemar) y acto seguido agua muy fría (y alternar). El hecho de que yo sostuviera la ducha y la apuntase a su polla o sus testículos era casi como estar acariciándole yo.
Una noche él se quedó a dormir en mi casa. Estaban mis padres así que no podíamos hacer nada hasta que nos acostáramos. Cuando nos fuimos a la cama cada uno se fue a su litera y esperamos un rato, el suficiente para que pensaran que estábamos dormidos. Entonces me bajé a su litera.
La verdad es que nunca lo habíamos hecho en la cama tapados con mantas. Otras veces lo hicimos pero siempre sin taparnos, para mostrar bien el rabo y lo que hacíamos con él. Nos gustaba mucho mirarnos. Pero esa vez no podíamos y me metí en su cama y nos tapamos. Me había llevado una linterna porque no tenía mucho interés si no podíamos vernos, claro. Nos bajamos el pijama y los calzones hasta los tobillos y nos pusimos uno frente al otro.
Cada uno se masturbaba a sí mismo pero estábamos muy juntos, tocándose nuestras piernas que iban calentándose por momentos. Además, al realizar el movimiento tan cerca, a veces mi mano rozaba su pene y su mano el mío. Entre eso y nuestra respiración cada vez más rápida y jadeante, ambos estábamos excitadísimos.
En uno de esos roces yo le susurré: "Joder, la tienes que tener durísima" y él me respondió de un modo que casi hace que me corriera: "¿Quiéres tocarla?". A ver quién decía que no. Cuando le dije que "claro" él paró, quitó su mano y abrió un poco las piernas. Me estaba ofreciendo su sexo. Recuerdo aquella situación y aquel "regalo" como uno de los momentos más íntimos, eróticos y bonitos de mi vida sexual (comparable a muchos de los momentos con mi novia actual o mis ex).
Yo se la cogí suavemente y noté lo caliente que estaba. Se lo dije: "está ardiendo" y empecé a subir y bajar. Fue una sensación muy extraña ya que, si lo recordais, yo estoy circuncidado y él no. Nunca había tenido que subir y bajar el prepucio pero creo que lo hacía bastante bien, para ser mi primera vez. Al menos él parecía disfrutar mucho.
Entonces me dí cuenta que notaba los latidos de mi corazón en la cara. Tenía que estar ardiendo porque parecía que iba a estallar. Y viendo mi polla, más gorda que nunca, no era lo único que explotaría. Así que le dije: "¿Quiéres hacérmelo tú?". No respondió, solo me la agarró y al hacerlo soltó un sonido de sorpresa. No sé si sería por la rigidez (estaba como una piedra), por lo caliente o por ser el primer pene operado que tocaba pero me miró y sonrió.
Yo mientras no me centraba sólo en su polla. También bajé y toqué sus cojones, notando cómo se movían produciendo la leche. Él también me lo hizo aunque yo los tenía más duros.
Como comprendereis, la cosa no duró demasiado. Yo había puesto unas servilletas de papel colocadas estratégicamente para corrernos aunque no había contado con el "cambio de pareja" que se había producido. Realmente yo estaba centrado en disfrutar. Tenía una sonrrisa en mis labios. Me estaban dando una paja y era fantástico. Pero además yo estaba dándole una paja a otro chico y, lejos de asustarme, me parecía deliciosamente excitante. Deseaba acariciar ese pene sabiendo que estaba provocando el mismo placer que me provocaban a mí. Y tenía muchas ganas de provocar por primera vez la eyaculación de otro chico. Quería hacer que se corriera y notar cómo salía. Oler aquello que yo había provocado.
Al poco tiempo de empezar a tocarnos (aunque se hizo bastante largo) él me dijo: "voy a correrme". Me gustó que me lo dijera. No sólo para evitar manchar las sábanas y tener que explicarselo a mi madre sino porque así podía prepararme para verlo. Bajé un poco el ritmo para que el movimiento no hiciera que salpicara fuera de la servilleta. Subí y bajé su piel por su glande y con la otra mano acaricié sus testículos. Entonces noté cómo llegaba. Él empezó a apretarme la polla conforme se acercaba y, aunque me dolía, no le dije nada. Al apretarme también me atraía hacia él. Nuestras caras se acercaron y, mientras su respiración se iba convirtiendo en un jadeo, acercó su boca a mi oído. Estaba corriéndose. Noté salir el chorro por todo lo largo de su polla hasta salir como una erupción de un volcán. Un gran chorro blanco y muy espeso le salió y aquél jadeo se convirtió en un grito susurrado en mi oído. Un "aaaahhhh" silencioso mientras me apretaba mi pene acompañaba a cada "disparo". Algunos chorros eran muy voluminosos y espesos hasta el punto de que caía un poco por ms dedos y otros erán más rápidos y líquidos. El olor, aunque ya lo había experimentado otras veces, era muy intenso. Más o menos al tercer o cuarto estertor noté como el que se corría ahora era yo. Intenté esperar mientras él seguía escupiendo. Ya no estaba cerca de mi oído sino que casi lo mordía. Sentía su respieración caliente y su saliba.
En cuanto vi que había terminado de correrse (o al menos la parte más voluminosa) le avisé que iba a correrme yo. Cogí sus manos y las apreté, una contra mis cojones y la otra contra mi polla, haciendo que subiera y bajar rítmicamente. Yo había abierto bien mis piernas y estaba jadeando casi como las chicas a las que veíamos en las porno mientras les comían el coño. Me daba igual, estaba teniendo la corrida de mi vida. Mientras veía cómo aún le salía a él algo de leche lentamente, yo hice el movimiento para apuntar a las ya empapadas servilletas (menos mal que puse varias, sabiendo que uno se correría en la lefa del otro, aunque no imaginé que así).
Y fue cuando exploté por fin. Él me apretó fuerte pero sin pasarse y acompañó cada chorro con su mano. Esa noche superé la cantidad de semen que escupí con nuetsra primera paja. Igual que él, se alternaban mares de leche espeso con chorros fuertes más líquidos. El olor de mi semen se mezcló con el suyo mientras yo iba terminando de correrme.
No sé cuanto tiempo me estuvo saliendo la leche pero fue bastante, como a él. Aunque nos habíamos corrido ya, aún seguían saliendo pequeños borbotones que caían lentamente sobre el charco blanco y mucoso de las servilletas. Ninguno de los dos soltó el rabo del otro durante un buen rato. Aunque ya no movíamos nuestras manos, seguíemoas agarrándonos el sexo mientras iba bajando la hnchazón.
Al rato él soltó y nos miramos, jadeantes y extenuados. Nos reímos como lo hacíamos en todas las pajas que nos habíamos dado descubriendo cosas nuevas. Estábamos muy satisfechos. No solo físicamente sino también por haber dado ese paso. Fue quizás en esos minutos posteriores cuando nos dimos cuenta de cuánto lo deseábamos. Ambos queríamos que ocurriera pero no sabíamos como dar ese paso. La sonrisa también desvelaba la seguridad que teníamos de que aquello iba a repetirse muchas veces y mejor. Que esa excitación era el preludio de mucha masturbación mutua. Y era precisamente lo que deseábamos.
Cogí las servilletas con cuidado para que no callera nada y las escondí en una caja hasta la mañana siguiente. No pudimos quedarnos más tiempo en la cama, aunque solo fuera para que se rozaran nuestras piernas o para seguir tocando aquello que acabábamos de exprimir al máximo. Tenía que irme a mi cama y así lo hice pero con una sonrisa de oreja a oreja. Los dos dormimos como unis lirones.
Dejo la continuación de este nuevo sexo más ínitmo para otra ocasión. Sí puedo adelantar que desde esa noche comenzó una fase de mayor contacto y mucha imaginación. Imaginareis que escribir esto me ha provocado un gran bulto durísimo en los pantalones así que, como comprendereis, me dispongo a masturbarme mientras releo lo escrito y antes de que vuelva mi novia.
Seguiré contando mi "crecimiento" si quereis 😀
¡Adios!
mixxxto@yahoo.es
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