Creciendo: mi primer "gran amigo".
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desde pequeño me ha gustado mucho masturbarme. Supongo que como a todos, claro. Siempre he tenido una visión del autoerotismo muy cruda: me gusta algo, pues lo hago sin sentirme culpable después. Por supuesto comencé yo solo, cuando los cambios normales en mi cuerpo comenzaron.
Con 11 años empecé a "conocerme". Al principio en la bañera o en la cama, momento s en los que podía estar desnudo sin interrupciones. Pronto comprendí que disfrutaba mucho tocándome. Así que lo hacía constantemente. Todos los días. En ocasiones varias veces al día. Lo normal, vaya.
Creo que enseguida se convirtió en una obsesión porque no pasaba un día sin masturbarme. Tuve acceso a algunas revistas y eso hizo crecer mi obsesión. Además, poco a poco salía más leche y eso supuso un nuevo plus a la diversión. Descubrí que me excitaba mucho el semen.
Siempre que podía inventaba una nueva forma de masturbarme. Entre mis piernas, frotándome con la almohada, con el chorro de la ducha. Quería disfrutarlo cada día más. Y así pasaron los siguientes años, haciéndome al menos una paja al día o, si había ocasión, intentando batir records poco a poco (por aquel entonces fueron 5, creo).
Pero por suerte lo mejor estaba por llegar. Yo había oído a compañeros de clase que decían haberlo hecho con amigos pero a mí eso me daba mucha vergüenza y ni siquiera me lo planteaba. Pero la tentación y la oportunidad llegaron de más cerca de lo que suponía.
Mi vecino, que tenía un año menos que yo (yo 14 y él 13), me llamaba de vez en cuando para jugar al ordenador en su casa o hacer algo. Fue así durante años. Pero un día sucedió algo inesperadamente: la conversación giró en torno al sexo.
Nunca habíamos hablado de eso pero él tenía un juiego de ordenador de strip poker. Por esa época los gráficos eran malísimos, pero en aquellos tiempos no necesitábamos mucho. Jugábamos intentando desnudar a la tía y, sin darnos cuenta, nos estábamos excitando.
No es que se nos notase, pero ambos lo sabíamos. Mientras mirábamos los dibujos de las chicas semidesnudas empezamos a hablar de la paja que nos íbamos a hacer esa noche. El caso es que la cosa no fue a más y yo volví después a mi casa.
Pero ya había cambiado algo dentro de mí. Acababa de compartir un momento más o menos sexual con otro chico. Me sentía excitadísimo. Por supuesto esa noche esa fue mi "fantasía" en la cama, con el pijama y la ropa interior por los tobillos.
Yo no fui el único al que le impresionó el momento. A mi vecino le atrajo mucho la idea de retomar la conversación por donde se quedó, en compañía de nuevo del juego, así que volvió a llamarme al día siguiente. Esa vez sí que hablamos del tema.
Comenzamos a hacernos preguntas sin miedo a que fueran muy íntimas. Desde cuándo nos tocábamos, cómo lo hacíamos, cuántas veces. Además empezábamos a fantasear, intentando impresionar al otro. Él se inventó que un día se dio 15 pajas y que por las noches se hacía al menos 5. Yo me inventé una supuesta ocasión en la que me pilló mi prima. Quizás no nos dábamos cuenta pero intentábamos excitar al otro.
Aún así éramos muy cortados y tampoco pasó nada. Tuvo que ser la 3ª "cita" cuando se encaminara el tema, aunque tampoco fuera la definitiva por una torpeza mía. La madre de mi vecino trabajaba esa noche y me llamó. Pero esta vez, lejos de las imágenes pixeladas, lo que me tenía preparado era una película porno. Recuerdo esa noche como una de las que más rápido me latía el corazón.
Estábamos sentados de forma que él podía mirarme sin que yo le viese. Yo lo sabía y me gustaba. Descubrí esa noche que lo que más me excitaba era que me mirasen, más que mirar yo. Al principio empezamos a acariciarnos por encima del pantalón (cada uno a sí mism, claro). Enseguida se formó un bulto en mi entrepierna que yo no intenté ocultar. De vez en cuando le miraba y le decía "uf, como voy de caliente", mostrando ese bulto como prueba. Así aprovechaba para ver el suyo, que no era menor.
Al rato me desabroché el pantalón para poder meterme la mano. Yo me miraba y me encantaba porque sabía que eso mismo era lo que él estaría viendo. Sabía que me miraba más a mí que a la película y eso me excitaba un montón. Y yo seguía llevando la iniciativa. No tardé mucho en bajarme la cremallera y mostrar mis slips hinchados.
Él también lo hizo y vi que estaba calentísimo. Se notaba en lo colorada que teníamos la cara. Los dos estábamos disfrutando el momento mucho y no queríamos que acabara. Bajé un poco mis pantalones para que se pudiera ver bien la forma que hacía mi polla en la ropa interior. Cuando metí mi mano en los calzones y empecé a tocarme directamente me di cuenta que si no tenía cuidado no podría controlarme y acabaría corriéndome. Pero no podía parar, me encantaba lo que estaba ocurriendo. Mientras me tocaba intentaba subir un poco el lateral del slip para que se me viese un poco debajo, mostrando parte de mis testículos. Eso tuvo que excitarle un montón porque dijo que iba apor servilletas de papel para corrernos en ellas.
Y aquí vino mi torpeza. Eso me puso tan cachondo, al saber que el momento era inminente, que vi que lo inminente era mi corrida. Intenté evitarlo pero no pude. Mientras él iba a por las servilletas yo estaba eyaculando en mi ropa interior.
Como comprendereis, no podía enterarse de eso. Avergonzado, le dije que tenía que irme, que había olvidado poner a grabar un programa para mi padre y que tenía que irme. Por supuesto se quedó a cuadros y yo me fui con el rabo entre las piernas… y mojado.
Me jodió muchísimo. El momento más excitante de mi vida hasta ese momento y yo la fastidié. Pero, por suerte, a la mañana siguiente no había clase aunque mi padre sí trabajaba. Llamé a mi vecino y le dije que viniera a mi casa. Esta vez era yo el que le preparó la porno.
Ambos sabíamos que el momento iba a ser ese. De nuevo comenzamos poco a poco procurando que el otro pudiera ver lo que hacíamos. Estábamos en mi sofá, uno al lado del otro, así que los dos podíamos observar cómo el otro se tocaba. Primero por encima del pantalón (yo llevaba sólo el pantalón del chandal, sin nada arriba) y, cuando el bulto ya se notaba, por debajo. Después nos bajamos los pantalones y empezamos por debajo del slip.
Intentábamos bajar un poco del calzón para enseñar un poquito, lo justo. La respiración iba subiendo y de nuevo nuestra cara enrojeció. Aunque era la 2ª vez que estábamos así, ahora era en mi casa, con mi porno. Estaba mostrándole cómo lo hacía cada día. Cuando noté que me excitaba demasiado, decidí que el momento había llegado, aunque tenía miedo de que pudiera venir mi padre. Le dije: "vamos al aseo".
Al recorrer el pasillo el corazón se me puso a mil por hora. Estaba a punto de ocurrir lo que habíamos deseado los últimos días. Cuando llegué me puse en una posición en la que me aseguraba que el me vería. Y simplemente lo hice: saqué mi pene erecto.
Lo hice poco a poco, bajándome el pantalón y la ropa interior un poco y lentamente para que, al liberarse, saltara como un resorte. Él solo dijo "uf" y acto seguido la mostró también.
Recuerdo ese momento como uno de los más excitantes de mi vida. Estaba delante de otro chico, un amigo con el que había crecido, con mi polla tiesa y acariciándome despacio. Lo más íntimo que tenía lo estaba compartiendo. Me estaba masturbando delante de alguien, que también lo hacía.
Le miré y me agradó ver que me estaba mirando como me tocaba. Yo tampoco escondí mis miradas hacia su pene. Sentía mucha curiosidad ya que yo estaba circuncidado y él no. Me encantó ver como su prepucio resbalaba por su glande. Me di cuenta que algunas gotas de semen iban saliendole. A mí también. Pero preferí que acabáramos en mi habitación. Fuimos allí sin guardarnos las pollas y saqué una camiseta vieja y rota yla puse sobre mi cama. "Para corrernos", le dije.
Y acto seguido hice algo que me sorprendió después cuando lo pensaba. Me bajé toda la ropa hasta los tobillos y me coloqué de modo que pudiera verme bien, abriéndome de piernas para que pudiera observarme. Siempre he sido muy tímido pero en esa ocasión me desmelené. Quería que me viese bien. Mi polla, mis testículos moviéndose cada vez que mi mano bajaba y subía, mi respiración acelerada y mi boca entreabierta, mi cara de excitación. El se bajó un poco la ropa auque no tanto. Pero también me mostró todo lo que yo quería ver. Me encantaba ver su ritmo pausado y como la piel cubría y descubría su glande. Él jadeaba mientras me miraba y en un momento nos miramos a los ojos. Los dos sonreimos y, con una cara de vicio impresionante, me dijo "estoy cachondísimo".
Eso fue lo que me terminó. Me levanté un poco, me puse de rodillas en la cama apuntando con mi polla a la camiseta y le dije que iba a correrme. No quería que se lo perdiera.
Empecé a jadear mucho y más fuerte y, con un pequeño "aaahhh", empecé a escupir ríos de leche. El primer chorro fue muy blanco y muy espeso. Una gran cantidad de semen muy blanco cayó en la camiseta. Después vino un chorro muy fuerte y luego otro. Yo estaba con la cara rojísima disfrutando la mejor corrida de mi corta vida y de pronto él dijo "hala, cuánta lefa". Si ya estaba caliente eso me remató. Así que otro gran chorro salió, a punto de manchar la sábana. Finalmente otro chorro como el primero, muy espeso y muy abundante cayó junto al resto aunque más lentamente y manchándome la mano al final, cuando empezó a resbalar por mi polla.
Me eché para atrás exhausto, siendo consciente de lo mucho que olía mi semen. Entonces me acomodé y, mientras me acariciaba la erección que iba bajando, seguí mirándo cómo se masturbaba. Aunque me gustaba mirarle, lo hacía más por él, ya que sabía que eso le ponía un montón. Él me observó atentamente mientras me corría y yo iba a hacer lo mismo. Además quería grabar en mi memoria ese momento para mis próximas fantasías.
Él se colocó en posición y yo me preparé, sin soltar mientras mi miembro. Jadeó unas cuantas veces muy rápido. Algo así como "ah, ah, ah, ah" y de pronto se corrió. Noté como mi polla respondía hinchándose un poco. Era la primera vez que veía a otra persona correrse delante de mí. Le miré la polla, viendo como la leche le salía a borbotones, haciendo ruido al caer y mezclarse con la mía. Le miré la cara, para ver el gesto de placer qe solía poner al correrse. Y vi cómo se relajaba y se recostaba sobre mi cama, cansado, mientras aún le salía un poco de lefa que caía en su vientre.
Nos quedamos callados unos segundos, respirando aún un poco fuerte. Luego nos levantamos un poco y nos reímos, él todavía con su polla en la mano y yo desnudo y rojo como un tomate.
Él se fue un rato después y yo pasé todo el día pensando en eso. Curiosamente, no volví a machacármela hasta por la noche. Supongo que con la enorme corrida que tuve fue suficiente.
Al día siguiente me sentí raro, como con vergüenza. Pensé que habíamos pasado una linea que cambiaría nuestra amistad para siempre. Y así fue. Pero no porque esa amistad se perdiese. Sino porque cambió a otra cosa.
Esa tarde me llamó para bajar a su casa. Me dijo que su madre no estaba. Y así fue como empezó todo. Con esa llamada me estaba diciendo que quería repetir lo que habíamos hecho y que no sería la última. Yo bajé sabiendo que íbamos a masturbarnos otra vez y así fue, aunque esta vez sin timidez.
Fue delante de una revista porno y nos desnudamos desde el principio. Mientras nos tocábamos hablamos de lo del día anterior y eso nos puso mucho más. Quizás esta 2ª vez no fuera tan excitante como la primera pero fue diferente. Al perder la vergüenza estábamos más cerca y ya no ocultábamos que queríamos que el otro nos mirase. Además tuvimos nuestro primer juego: hicimos por corrernos a la vez. Me gustó mucho y significó el comienzo de algo que duró años.
Quizás en otra ocasión, si este relato ha gustado, seguiré desvelando la evolución de esta "amistad".
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