Edgar: mi primera felacion
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Edgar es un vecino con el que convivía y a veces bromeábamos.
Eran vacaciones y ninguno de los dos habíamos salido de nuestra ciudad.
Estábamos aburridos.
Ese día nos albureamos por x situación, le dije: ¡si quieres usa mi cepillo(pene) para blanquearte los dientes.
El respondió: mejor al revés.
No mejor tú.
Dije.
Mejor empieza tú, dijo.
Y no sé cómo le dije:
-No hay nadie en mi casa.
Primero tú y luego yo, y acepto.
En mi casa nos despojamos de nuestras playeras.
Y él insistió: pero primero tú y luego yo.
Y acepte.
Mis manos recorrieron su abdomen, desabrocharon su cinturón, baje el cierre del pantalón y luego este con rapidez.
Su pija se notaba semierecta, la busque para liberarle, aparte poco a poco la trusa y se la baje.
Su pija agradeció la libertad.
Mis ojos se clavaron por primera vez en esa pija semierecta.
Quedé boquiabierto, absorto en el excelente pedazo de carne exhibido, grande y grueso.
Me emocioné.
Recorrí con mi nariz todo ese tronco de carne erecta, que ya anhelo, huelo, disfruto, inhalo su aroma, desde el tronco hasta el capullo.
Mi saliva se hace agua, mi lengua se pone ansiosa.
Mi mano se posó en su miembro que sentí cálido, suave, necesitado de ternura.
Mis dedos rodearon su pija, suave, cálida semienhiesta.
Por ello termino de endurecerse.
Se la acaricie varias veces y cerré mis ojos, pasando mi lengua por mis labios saboreándola.
Era muy gruesa y larga por lo menos tenía unos 17 cm.
que a primera vista no se notaban mucho porque tenía una ligera curvatura como si fuera un gancho.
Sus testículos no se quedaban atrás, no había visto tal tamaño, le colgaban bastante, más grandes que los que hubiera visto antes.
Le pedí se recostara en la cama, lo que hizo de inmediato.
Luego le baje totalmente la trusa para admirar mejor esa deliciosa barra de carne que estaba en su entrepierna.
Acerque otra vez mi mano y se la acaricie.
Subí mis dedos a lo largo de su gruesa barra de carne que estaba ante mi rostro, volví a sentir su tersura, mis dedos se deslizaron delicadamente entre las venas repletas de vida que cubrían ese enorme trozo de carne.
La pija de Edgar era algo digno de admirarse.
Mientras seguía delicadamente rozando con mis dedos, arriba y abajo, toda la extensión esa verga que se me ofrecía.
No imaginaba que una pija pudiera ser algo tan atrayente como lo que tenía en mi mano.
Y entendí porque les gusta a las chicas.
Cuando imaginaba tener una de esas pijas en mis manos no pensé que fuera posible.
Casi hipnotizado, acerque mi rostro a la cintura de Edgar.
Empiezo mi camino hacia sus testículos, trato de envolverlos con mi boca, abriéndola con deleite, para introducirlos en ella, pero no me cupieron, por lo que doy lametones largos y suaves con mi lengua.
Igual ocurre con su pija, por lo que debí abrir mi boca más y fui tragando centímetro a centímetro todo el tronco que tenía ante mí.
Envuelvo con mi boca la pija, chupo su capullo, y luego su tronco, como si fuera un bebe con su chupón.
¡Pero que chupón! ¡Que delicia!
Cerré mis ojos y disfrute de la pija de Edgar.
También al contacto de mi boca era tersa, cálida y dura.
Sentí que mi garganta era golpeada por la cabeza de esa pija que me tenía embelezado.
Con los ojos cerrados podía disfrutar más plenamente las embestidas de la barra de carne que entraba y salía de mi boca, cuyas paredes encogía para brindarle mayor placer.
Las manos de Edgar se apoderaron de mi cabeza, pues buscaba que su pija llegara al fondo de mi garganta, aunque yo lo deseaba, pues anhelaba meterla toda en mi boca, al tocar mi campanilla me provocaba arcadas, pero seguí chupándosela.
La pija entraba y salía de mi boca.
Yo chupaba con fruición ese pedazo de carne.
Era una sensación indescriptible sentir cómo esa pija casi abandonaba mi boca para volver con ímpetus renovados.
Seguí metiendo y sacando de mi boca la pija de ese chico que si no era un adonis, si tenía cierta guapura.
Me apodere del trozo de carne que se movía en mi boca, como desesperado por hambre.
Al mismo tiempo seguí sintiendo sus manos en mi cabeza, moviéndola para imprimir ritmo a las mamadas que le daba.
Me gustaba pero al mismo tiempo me provocaba arcadas.
Por ello aceptaba parcialmente la presión de sus manos, evitando que su pija tocara fondo, él se cansó de empujar y yo impuse mi propio ritmo.
Como mi boca se cansaba de mamar, aunque era muy rico hacerlo, aproveche para descansar un poco, el recorrer su cuerpo desde su pija hasta su boca, intente besarle pero él se negó, pero en cambio me permitió besar su barbilla, pero sobretodo su manzana de Adán.
Desde hacia por lo menos 3 años me atraían las manzanas de Adán, sobre todo las visibles sin que sean muy grandes, era como si admirase una pija enhiesta.
Así que me deleite besando, chupando y succionando su manzana de Adán.
A él debió encantarle pues arqueo el cuello para que resaltara su manzana, al mismo tiempo acariciaba su pija.
Aunque me estaba gustando, preferí regresar a su maravillosa pija.
Volví recorriendo su pecho y vientre de manera que su pija quedara a la altura de mi boca, me prendí de ella y empecé a chupar desesperadamente.
Mi boca tragaba completamente el pedazo de carne y bajaba hasta sus bolas, para volver a subir por el tronco hasta la cabeza, que tragaba con deleite.
No deje de lamer la punta y frotar con mi boca su pija, abrí mis ojos para verla.
Mientras frotaba sus bolas con movimientos circulares.
La agarré con fuerza y me dispuse a continuar lamiendo de forma vertical su tronco, arriba, abajo, arriba, poco a poco.
Volví a la posición inicial y me metí solamente la punta, la saqué, la lamí, la metí un poco más, y así sucesivamente, probando como se notaba su miembro en mi boca.
Ya no me daban arcadas, ni me molestaba, más bien me calentaba tenerlo dentro, y ver su mirada, sentir sus espasmos, sus suspiros… Entonces me dijo ya se me canse, ya quiero venirme.
¡Pajéame!
Le dije no.
Hazlo tú.
Esto porque me pareció muy gay.
Como si chupársela no lo fuera.
Así lo hizo pero cuando note que se iba a correr, quite su mano y volví a meterla en mi boca.
Y pude sentir como engordaba más, como se endurecía más, estaba a punto de culminar y yo me moría de ganas de que lo hiciera.
No es que me calentara que se corriera en mi boca, lo que pasa es que en el momento sentí tanta excitación al saber que estaba tan cachondo por mis lametones, que hasta me pareció fabuloso que se corriera en mi boca.
Y la verdad, cuando por fin Edgar se corrió, me gustó que lo hiciera.
Su leche tenía un sabor dulzón, y por ello muy rico.
Busque un pañuelo para limpiar lo que no me pude tragar.
Y luego de unos segundos su pija perdió dureza.
Fui al baño a lavarme la boca.
Platicamos unos minutos y se me antojo chuparse la otra vez pero solo me dejo darle dos o tres lamidas.
Y dijo debo irme.
Y ya no le requerí que ahora me la chupara.
Por lo que nos despedimos.
Aunque otro día le pedí repetirlo ya no ha querido hacerlo.
Afortunadamente ha guardado el secreto pues nadie me ha insultado o hecho ninguna insinuación.
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