En los urinarios del cole
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Odiseo2018.
Pongo aquí otro relato sobre circunstancias que te ocurren de joven y que no te lo esperas.
Han pasado años después del anterior relato.
Entonces era yo el aprendiz y alucinaba con el pene adulto de los demás, y ahora el que tiene el pene adulto era yo, y los que alucinaban eran otros.
Entonces, con 10 años, era yo el que masturbaba a otros.
Ahora era yo, con 15 años, el que se dejaba masturbar por otros.
Pero yo no lo buscaba.
En clase siempre estaba el grupito de pajeros que no se cortaba y se pajeaba sin pudor al final de clase tapándose solo con un libro.
O en el salón de actos o en cualquier reunión en un aula grande.
Se juntaban los mismos, se sacaban la polla y se la meneaban.
Yo no era de ese grupo porque algo de pudor guardo: las pajas me las hago yo en privado.
Pero tenía amigos de ese grupito desvergonzado, y estaba muchas veces junto a ellos cuando ellos se la sacaban y hacían competiciones entre ellos mientras se pajeaban.
Y todo esto, poniendo alguna película en el salón de actos, o dando una charla algún profesor o en otras ocasiones.
Por supuesto, no atendíamos a la charla, jajaja.
Ya lo he dicho, que aunque yo no formara parte del grupito pajero, sí iba con ellos alguna vez.
Narro ahora este sucedido: Vamos a los urinarios públicos del cole en el recreo entre el horario de la mañana y el de la tarde.
Muchas veces ellos iban a mear y a pajearse, aunque en el urinario entrasen otros niños y otros chicos.
Yo mismo muchas veces les he visto pajearse cuando iba a mear.
Los veía, meaba y me iba.
Ya los conocía.
Se les notaba porque siempre estaban riendo.
Algunas veces estaban más excitados sin reírse (cuando se iban a correr).
El caso es que, cuando se reían se les veía la polla tiesa, cómo se las enseñaban entre ellos.
Y al mismo tiempo, otros niños entrando y saliendo del urinario.
En estos casos, se intentaban tapar un poco o disimular como si estuvieran meando.
Pero siempre habría algunos niños que eran atraídos por ellos: “- ¡Eh, chaval!, ven acá”.
Algunos chavales acudían y veían como se pajeaban.
Algunos salían corriendo entre risas, pero otros se quedaban mirando e incluso participando (les agarraban la polla y daban un par de sacudidas).
Pues esa vez, uno de esos niños que ya conocían a los pajeadores, quería agarrar la polla de ellos, pero yo estaba más cerca, que había ido a mear y va y hace ademán de agarrar mi polla, que empezaba a mear y estaba flácida.
El primer intento del niño es infructuoso porque yo quería mear, pero al segundo me dio no-se-qué y le dejé que agarrara mi polla.
Quizá no quería quedar como un mojigato ante todos o un mariquita que no quiere que le pajeen (entonces era de muy macho que alguien te pajeara, y sería ridículo rechazarlo).
El caso es que, al dejar que otra mano pequeña agarrara mi pene, me dio un pequeño escalofrío, y el pene empezó a crecer.
Eso le debió gustar de ver al niño que se quedó a mi lado aunque otros pajeros le llamaban para que les pajeara a ellos.
Pues eso: una vez mi polla estuvo erecta, el niño la agarraba y arriba y abajo su mano por mi polla.
Al mismo tiempo me moría de vergüenza como que estaba orgulloso de que me consideraran mis amigos pajeros como a uno más.
El caso es que, era imposible tapar mi polla, que una vez grande y tiesa, era bastante visible para los demás.
Entraban otros niños a mear, y….
¡me estaban mirando!.
El niño que me pajeaba debía disfrutar de la visión, porque seguía dándole, que yo ya pensaba que me iba a tener que correr en el urinario dejándole hacer al chaval.
Y, cuando no quedaba mucho y mi polla estaba supertiesa, los otros amigos pajeros que no paraban de reclamar al niño que fuera junto a ellos, porque ya había estado mucho tiempo conmigo, y porque tampoco podíamos estar tanto tiempo en el urinario (había otras cosas que hacer en el cole y quedaban pocos minutos de “regocijo”), pues el niño fue a los otros a pajearlos, pero solo dio dos sacudidas a cada uno y se fue.
Yo, al ver al uno de los amigos pajeros que se empezaba a guardar su polla, hice lo mismo con la mía.
Aunque estaba tiesísima y bastante evidente, me la guardé como pude y nos tuvimos que ir saliendo del urinario.
Estábamos todos calientes porque no nos habíamos corrido en el cuarto de baño.
Pero la vuelta a clase fue calmando mis ánimos y la erección empezó a menguar.
Los guarros de mis amigos, en las últimas filas de clase decidieron que ese semen guardado en sus huevos no era sano retenerlo y terminaron echándolo en el suelo de la clase.
Yo, ni de coña me iba a pajear en clase, aunque el profesor estuviera sentado en su sillón.
¿Y qué consecuencias trajo esto? Pues que varios niños días después me dijeran al oído que si les podría enseñar mi polla.
Yo alucinaba con la indiscreción de unos niños a los que ni había visto.
Pero, a la segunda insistencia, me salió una sonrisita.
Eran como yo en el primer relato, tendrían unos 10 años.
Pero no quería hacerlo en ese momento.
Les dije que de uno en uno se lo mostraría otro día.
Y, al día siguiente, un niño solo se me acercó reclamando su turno, y con él me encaminé al WC, mejor encerrados tras una puerta que a la vista como en el urinario.
Como el niño era más pequeño que yo, pues no me dio mucha vergüenza.
Me saqué mi polla y dejé que hiciera con ella lo que quisiera.
A diferencia del día del urinario, como estábamos en un WC privado, pues esa vez llegué hasta el final.
Eché los lefazos y lo limpié con papel higiénico.
Entonces, varios niños me pajearon, un par de veces cada uno.
Supongo que hasta que consiguieran “la información” precisa de un pene adulto y cómo funciona, jajajaja, más o menos lo que hice yo 5 años antes.
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