Hace años
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por novo.
Llevo tiempo leyendo relatos, incluso antes de haberme registrado.
Y ahora participo con un relato mío, que no es gran cosa, pero es mío, ocurrió hace años, y me trae recuerdos.
Es sobre el tema del descubrimiento de los genitales adultos cuando eres un niño.
La verdad es que da impresión.
No es lo mismo verle la “pilila” a un compañero de clase que ver la morcilla a un adulto, y hace un par de décadas (sin internet) eso era una sorpresa que dejaba la boca abierta.
Bueno: No recuerdo realmente cuando fue la primera vez que vi unos genitales adultos.
Por el hecho de ser chico me sería más fácil ver un pene que una vagina: las tetas eran fácil de ver, o alguna vez en la tele o en fotos de alguna revista que trajese algún compa de clase.
Y desnudos adultos, pues igualmente: supongo que alguna vez de casualidad por alguna revista o fotos…, pero en aquella época lo vería de lejos y no sería sexo muy explícito.
No recuerdo: Sí recuerdo en cambio cuando un muchacho mayor (por mayor diría 16, 18 años) enseñaba su pene y una bandada de niños fuimos a ver (el chaval era un macarra, y no sé cual es la razón por qué enseñó su pene a unos, y fuimos una horda a ver si veíamos algo).
No se trata de niños salidos morbosos, sino que era un asunto vedado a nosotros y como que nos atraía como curiosidad.
No sé cuándo fue aquello, salvo que fue un poco antes de un sucedido que debía tener yo unos 9 años: lo narro a continuación.
Estaba mi hermano mayor (17 años) y un amigo suyo en una casa abandonada que habían adecentado (no como okupas porque la casa era de la familia de ese amigo), pero no tenía luz ni ningún suministro.
Solo una casa donde se reunían los amigotes.
Y ese día estaba yo con mi hermano mayor, dando la brasa a este amigo (pues ya sabéis como son los niños de 9 años cuando son pesados).
Ni me acuerdo de lo que hablaban ellos dos, pero yo molestaba al amigo pellizcándole sus partes (sí…, una broma tonta e infantil).
Tras varios “picotazos” en un intervalo de varios minutos entre cada uno (para que el amigo bajara la guardia y así le gastase yo la broma), me encuentro que mi mano va a parar a “algo caliente de tacto de piel humana”.
Me extraña mucho y retiro la mano (recuerdo que no había luz en la casa y estaba el ambiente oscuro).
Jejeje, se ríe el amigo cuando descubro el truco: se había sacado el pene y yo se lo había tocado sin querer.
Se levanta y con más luz ya lo veo poniendo cara de póker.
“Venga, ¿y ahora qué?”, me dijo, y me agarró mi mano para pasarla por su pene.
Bueno, yo abrí mi mano y agarré el pene, que me pareció una morcilla gorda de tacto suave de piel humana (lo que es, jeje).
Y lo solté.
No me acuerdo qué me dijo el amigo si ya estaba contento o qué.
El caso es que, ya no le molesté más y en cinco minutos salía de esa casa.
Siempre me he preguntado qué haría mi hermano mayor con el amigo en una casa en semipenumbra, y vista la facilidad con qué el amigo desenfundaba su “arma”.
No lo sé…, quizá se masturbaban allí o solo fue casualidad que el amigo se sacase la polla.
Quizá me pretendiera animar a que lo pajease… No sé, el caso es que se me acabaron las bromita y salí de allí.
El año siguiente: tengo ya 10 años.
Vi cuando tenía 9 años un pene adulto, muy grande para mi visión (sería normal, supongo, pero con 9 años me resultaría grande), pero fue en condiciones de poca luz.
Eso sí, no estaba erecto, pero aun así, me pareció grande.
Ahora con 10 años doy un paso más (de genitales femeninos, ni hablar.
Supongo que las chicas pequeñas lo verían fácilmente.
Yo, imposible).
En mi clase algunos niños empezaban a masturbarse en clase, con mi lógica sorpresa, pues no sabía nada de eso.
Yo era y sigo siendo tímido y me resultaba extraño que algún compañero se sacara su minipolla en clase y se la sacudiese.
Asombrado me quedaba, y suscitaba un poco la burla de algunos.
No podía decir nada porque nada sabía.
Pero, yo no me unía a su grupito, no solo por mi timidez, sino porque no tenía ni idea y no pensaba hacer el ridículo.
Pero estaba en el problema de no estar en ese grupito y de querer ver lo que hacían.
En el cine del cole, una vez me puse en medio del grupo (sin querer), y cuando apagaron las luces, se pajeaban a mi derecha y mi izquierda.
Se reían de mí, que estaba un poco nervioso.
Bueno, pensé que en otra ocasión que fuésemos al salón de actos, no me sentara entre ellos porque eran un poco guarros: me quitaban los bolígrafos o el borrador y se lo pasaban por la polla.
Morboso sí que era eso…, pero también humillante: mi borrador sobado en la polla de un chaval.
Hacía yo que me enfadaba y me ponía a la defensiva.
Esos sucedidos lo contaban esos chicos a mi hermano mediano (no el mayor), que era 5 años mayor que yo y conocido en el cole desde hace años.
Me preguntaba mi hermano si me hacían de rabiar mis compañeros…, y yo respondía que se ponían un poco pesados.
Me preguntaba que ellos decían que se pajeaban en clase y que yo les miraba.
¡Claro!, yo no me iba a pajear en público…, ni siquiera me había pajeado nunca, ni sabía ni ganas tenía.
Pues, hablando de esas cosas, “concertamos” que nos enseñáramos la polla, cosa que no me hacía ninguna gracia, pero que me atraía que lo hiciera él, para ver un pene adulto como debe ser.
Y, aquella noche, mi hermano el de 15 años entonces, y yo nos íbamos a mostrar nuestras partes (sí, yo alguna vez le había visto el culo, pero su polla no, que recordara.
E igualmente, yo no me mostraba desnudo por casa).
Y, fue una sorpresa, pues cuando le vi el pene al amigo de mi hermano mayor hacía un año, fue con poca luz.
Ahora, en la habitación, con luz encendida, se veía muy bien.
Me impresionó el enorme chorizo que le colgaba, los pelos que tenía, y el escroto con los dos huevos.
Por supuesto yo sabía que los hombres teníamos huevos, pero con 10 años son minipequeños, porque no se han desarrollado todavía y que no cuelgan.
Aquellos sí que eran huevazos colgando.
Todo era novedoso.
Me tocó bajarme los pantalones, y…, me dijo que mi picha era pequeñita…, aunque en unos años crecería.
Suficiente humillación para mí, que me subí los pantalones.
Aquí mi pene no pintaba nada, como un dedo meñique más.
Lo que era deslumbrante era la polla de mi hermano, y eso que estaba flácida (como la del amigo aquel que narré al principio).
Como vio mi hermano mi “admiración” por su pene, me dijo que si lo agarraba haría que creciese y se hiciese más grande.
Ok.
Yo, que ya estaba vestido, ya no estaba inseguro, así que le agarré su polla, con la misma sensación que tuve hacía un año cuando agarré la polla al amigo de mi hermano mayor: un cilindro de carne caliente, agradable al tacto.
Y me dio instrucciones mi hermano: “ahora sube y baja tu mano”, y me guiaba pajeándole su polla, y fue cuando empezó a crecer, claro.
Empezó a aparecer el glande con su agujerito como un fresón brillante que llamaba la atención.
Y, tras poco más de un minuto, ahí estaba ese pene hinchado, tirante, duro y enhiesto como nunca había visto.
Los micropenes de mis compañeros eran una mierdecilla en comparación con aquel tronco de carne dura y suave a la vez.
Como parecía que me gustaba, me dijo mi hermano que en otra ocasión se la volviese a agarrar y yo vería como sale la leche que almacenaba sus grandes huevos.
Para la primera vez, ya estaba bien.
Eso ocurría en torno a final de curso, no recuerdo el mes, pero sería mayo o junio de tal año… Menos ropas, más ganas de estar con poca ropa y más calentones.
Lo digo porque varios días después mi hermano me proponía volver a hacer lo mismo.
Yo puse cara de disgusto porque no quería mostrarme yo, pero ya me decía mi hermano que no hacía falta, que se mostraría solo él: en ese caso, yo encantado: Vamos a la habitación a la hora de la siesta, que nadie moleste y mi hermano solo tenía que bajarse los gayumbos para mostrarme de nuevo su superpene (solo tenía los gayumbos puestos por aquello que dije que era tiempo de verano y hacía calor).
Me “invitó” a agarrar su pene, y yo ya me sabía la lección.
Empecé a pajearlo, arriba, abajo, el pene entrando en calor, llenándose de sangre, apareciendo el capullo sonrosado y brillante, y ahí yo emocionado, jajaja.
Esta vez no habría problema para llegar al final: me dijo mi hermano que si había visto la lefa (el semen) a alguno de mis compañeros de clase, y la verdad es que no.
Había oído hablar de ella, les escuchaba como comentaban cosas sobre ella, pero jamás había visto a mis compañeros correrse, y mucho menos lo había hecho yo.
Pues me dijo mi hermano que si seguía así meneando su polla, en un rato saldría la leche por la punta: me avisaría.
Ok: por fin podría ver una polla echando leche, aunque no fuera la mía, y así podría saber cuando mis compañeros de clase hablaban de ello.
Al rato me avisó mi hermano y su pene empezó a expulsar chorros de semen.
Sí, es blanco como decían; no acaba de ser leche sino más denso, como crema.
Bueno, podría ser leche condensada, jejeje.
El caso es que era blanca y muy abundante, por lo menos aquella corrida de mi hermano: me dejó la mano perdida y varios charcos en el suelo: en cada eyaculación soltaba un chorro gordo de semen que hacía un charquito.
Cogió varios pañuelos de papel y fue secando el suelo.
Gastó un montón…, jajaja, y yo también cogí varios pañuelos para limpiar mi mano.
Así que aquello era leche de hombre.
Vaya, vaya…
Yo estaba más que “instruido” acerca de los genitales masculinos y cómo funcionaban.
Todo bien explicadito por mi hermano, con clases prácticas, jaja.
Nunca dije a ninguno de mis compañeros cómo sabía tales cosas, jeje.
Y esas “clases” de genitales masculinos me las dio mi hermano durante varios meses, hasta bien entrado el otoño y el nuevo curso.
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