Infancia onanista: El comienzo
Cómo empecé en el arte del onanismo a la temprana edad de 7 años..
¿Alguna vez os habéis imaginado como sería si os pudieseis correr en cualquier momento y en cualquier lugar sin dejar rastro? Bien, pues en esa situación me encontraba yo a una temprana edad en la cual empecé a descubrir que las tardes no solo se podían pasar jugando con cochecitos de juguete.
Esta será una serie de relatos en los que trataré de contar las diferentes experiencias sexuales onanistas a lo largo de mi prematuro desarrollo del apetito sexual, que no físico.
En este primer relato contaré cómo fue la primera vez que me masturbé y cómo lo descubrí a tan temprana edad.
Todo empezó una tarde de verano en casa, con mis padres y mis dos hermanas, a mis 7 años, sí, has leído bien, con 7 años, pero antes me gustaría decirte que por razones, supongo que naturales, andaba la mayor parte del tiempo con la picha tiesa. No sabía por qué pasaba, no sabía para que servía, me pasaba y ya está. Solo sé que el mástil no venía sin más, sino que le acompañaban unas extrañas ganas de, literalmente, meterla en el culo de alguna niña de mi clase, así, tal y como suena, sin más, era lo único que sentía, no sabía ni lo que era un coño ni de su existencia ni nada de nada, así que repito, solamente quería eso, metérsela por el culo a alguna niña de mi clase.
Como poder follar con alguna compañera de clase a los 7 años era tarea casi imposible, di rienda suelta a mi increíble imaginación dibujando con lápiz sobre papel un culo, bueno, más bien lo que parecía la silueta de una espalda acabada en culo a la cual le hice un agujero por la zona de abajo por donde debería estar el ano. Una vez acabado, (a día de hoy sigo sin entender cómo siendo tan joven tenía esas ideas), me llevé a la que llame «mi mujer» hasta debajo de mi cama, la cual estaba junto a la de mi hermana mediana ya que dormíamos en la misma habitación, lugar perfecto donde me bajé los pantalones y los calzoncillos como pude hasta dejar al aire libre a mi pequeño soldado.
Sin más preámbulos, agarré mi erecto, delgado y blanquito pene para introducirlo lentamente por el agujero que le hice al papel. Intentaba llegar hasta el fondo a pesar de notar el roce del papel en mi tronquito mientras se me iba desprepuciando la picha lo poco que en aquel entonces podía. Finalmente llegué hasta el fondo, momento en el que mi cuerpo me obligó a oscilar el papel hacia arriba y hacia abajo haciendo así que mi delicado pene entrara y saliera constantemente del orificio. Repito que yo no sabía absolutamente nada sobre sexo, así que lo de oscilar el papel fue naturaleza en estado puro.
Mientras tanto, mi cuerpo se llenaba de diferentes sensaciones, por un lado estaba la rozadura de mi picha contra los bordes del agujero la cual me causaba dolor y gusto al mismo tiempo. Por otra parte el temor de que mis padres o mis hermanas me pillaran jugando con mi pene debajo de la cama, añadido al calor de la tensión y el cansancio de mis brazos haciendo el movimiento de vaivén como buenamente podía debido al poco espacio que había entre la cama y el suelo, junto al fresquito que me daban las losas en la espalda. A la par de estas sensaciones poco a poco iba sintiendo una especie de picor que iba en aumento en mi pequeña lanza que atravesaba el dibujo junto a un hormigueo extraño por la frente.
Por alguna razón que desconocía en aquel momento, era incapaz de parar, el corazón me latía con fuerza más y más rápido a la vez que mi respiración se aceleraba mientras seguía moviendo rápidamente y con decisión la hoja hasta que finalmente las sensaciones explotaron en un brote de espasmos involuntarios y escalofríos que fueron inundando mi cuerpo dejándome muy relajado y medio dormido bajo la cama durante unos segundos mientras una sensación de miedo por no saber lo que había pasado y bienestar a partes iguales llegaban a mi cabeza.
Una vez transcurridos unos minutos tras aquella explosión de sensaciones, y con la cabeza echa un lío, me subí de nuevo los calzoncillos y los pantalones, salí de la cama, hice una bola con el papel para tirarlo a la basura y volví a la escena del crimen para reflexionar vagamente con mi cabeza de 7 años, sobre lo que allí había pasado sin saber que aquellas sensaciones que me tenían engatusado iban a tener tanta importancia en mi vida a partir de ese día.
Cabe remarcar, por si alguien no se ha dado cuenta, que no eché ni una sola gota de semen, ya que a esa edad, mi aparato reproductor estaba lejos de desarrollarse, por lo tanto para mí, en aquel momento, es como si no existiese, dando lugar, involuntariamente, a poder explotarlo sin ningún tipo de problema llegando así a ser pseudo-multiorgásmico y masturbarme decenas de veces en horas y en los lugares menos esperados. También, a partir de aquel momento, mi cabeza inquieta e imaginativa, empezó a creer que existían otras zonas del cuerpo que si rozabas de esa misma manera, podrías alcanzar las mismas sensaciones, como los dedos, los pies, la nariz, el culo, etc, dando lugar a desarrollar ciertas situaciones y fetiches que más adelante contaré.
Bueno, espero que os haya gustado y hayáis disfrutado de este primer relato sobre mi precoz sexualidad, tengo muchos más relatos que contar sobre onanismo a escondidas, en lugares público y alguna que otra experiencia un poco más rocambolesca.
¡Os leo en el siguiente relato!
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