La mejor paja que me he hecho en la vida
profesor se masturba viendo a una de sus alumnas de grado octavo.
Simplemente no lo resistí.
Camila era una nena de grado octavo (12-13 años), deportista (¡practicaba box!). Era mona y de ojos verdes. El uniforme del colegio era con media pantalón de lana. Se supone que la media es para no andar mostrando las piernas peladas, pero hay sujetos como yo, a quienes las pantymedias nos vuelven locos.
Ella me atraía. Una vez estaba sentada en su puesto y tenía el enorme libro de texto en su regazo. Me llamó para preguntarme algo y por alguna razón tuvimos que ver la contracarátula del libro, entonces ella lo cerró y.. ¡re-flauta! el libro la había estado cubriendo, pero cuando lo quitó, me di cuenta que tenía la falda toda recogida y estaba mostrando los muslos hasta arriba. Ella buscaba con el dedo algo en la contraportada del libro y yo estaba boquiabierto mirándole las piernas. Cuando se es docente, esas cosas pasan varias veces al día y uno les informa cortésmente a las chicas, diciéndoles «siéntate bien» o algo así. A Camila, yo le iba a decir, pero no pude. Quise seguir mirándola, y la belleza de sus piernas apretadas entre esa lana azul, fina con discretos labrados verticales, hizo que me obsesionara con ella. Después de eso ya iba a su salón y solo quería verla a ella, le ayudaba más que a las otras y prácticamente daba la clase desde un ángulo donde pudiera verla completa. Me daba rabia cuando estaban de sudadera.
La chica tenía un proyecto en el que debía meter la cabeza en una gran caja de cartón para hacer cosas que necesitaban oscuridad. Una vez, en el salón, solita conmigo, se puso a trabajar en ello y metió la cabeza en la caja. Estaba doblada, sacando cola y con las piernas abiertas y estiradas. Yo estaba hecho un animal, y no imaginan cuanta fuerza de voluntad tuve para no ir a agacharme detrás de ella a mirarla. La cosa es que me daba miedo excitarme de más y hacer una locura. Ir a sacármela o ir a tocarla a ella.
Llegué a pensar que su pose tan provocativa era intencional. Los hombres somos así.
Desde esa vez, la buscaba más todavía y me quedaba viéndola, y constaté que tenía esa costumbre de doblarse y empinarse así. Una vez estaba hablando con amigas que estaban sentadas pero ella no tenía asiento, así que estaba super-empinada. Me hubiera bastado con agachar la cabeza para verle ‘todo’, pero yo seguía tratando de no tentarme. Me intentaba dar una erección, pero no podía permitírmelo.
Ahora, imaginen un enorme salón vacío (aula múltiple). Antes de entrar a él hay unos baños de preescolar, con tacitas y orinales chiquitos (qué ternura). En ese salón, los estudiantes estaban haciendo la feria científica. Camila, estaba haciendo lo suyo, y era la más cercana a la puerta del aula múltiple. Estaba con la cabeza metida en la caja (los otros estudiantes veían a través de video). Y su posición empinada y doblada fue todavía peor que la vez anterior. Se le veía la cola, y sus nalguitas marcadas en la media pantalón y un parchecito negro en la entrepierna. Sentí los síntomas de que se me iba a parar y una necesidad animal de ir a penetrarla y bombearle hasta acabar. Pero estaba en un mundo ‘civilizado’ ¡maldita sea!
Traté de ser civilizado, entonces. Me paré a su lado y le toqué el hombro. Ella sacó la cabeza y me miró, y le dije «arréglate la falda». Ella encogió los ojos y dijo «¿por qué?» y le dije «¡pues porque estás mostrando todo!». Pero su respuesta fue más excitante que el mismo hecho de mirarla. Arrugó la mitad derecha del rostro, alzó un hombro y dijo «¡bah!» y volvió a meter la cabeza.
Yo lo tomé como un «mírame, si quieres». O peor, como un «cógeme si quieres». No pude evitar la erección. Me puse como cañón de la primera guerra.
Así que aquí está la respuesta a tu pregunta: La mejor paja que me he hecho y me vaya a hacer en la vida, fue en esos bañitos de pre-escolar, oculto, con la puerta desajustada para ver por un resquicio chiquitito, en vivo y en directo, ese provocativo culito de Camila. Me la jalé como loco, mirando a Camila y jadeando. Estaba tan concentrado en el placer que no me importó salpicar de semen la pared metálica del baño. Después tuve qué vérmelas para limpiar. La sensación del orgasmo fue superior a toda experiencia sexual tenida. De ella he tomado cosas para cuentos eróticos, como el hormigueo que dura horas y el estado narcoléptico en que quedas. No cabe duda que la sensación de prohibición y peligro aumenta por diez el placer. Por eso debe haber tipos que se masturban en el bus.
Eso fue hace muchos años. A ella la veo por ahí en Instagram. imagínense como suspiro al verla hecha una mujer hermosa.
Más relatos de morritas en
colegialasliteraturaerotica.blogspot.com
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!