La Nena del Vagón (1a Parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Quiero contarles lo que me ha pasado los últimos días. Cosas que nunca imaginé…
Tengo 19 años, pronto cumpliré veinte. Nunca creí que el "subte" pudiera darme tanto que contar… Convertiré esto en una especie de diario. Les contaré lo que me ha pasado y lo que me vaya pasando. Por ahora: La Nena del Vagón.
Eran al rededor de las 12 del día, un sábado. Una amiga, a quien llamaré Alma, me habló al móvil para invitarme a comer. Yo no tenía plan. Así que acepté gustoso.
Me bañé, me vestí -nada formal, era una simple comida (o eso creía yo) -y salí de mi casa con dirección a la estación de subterráneo más cercana.
Viendo el mapa de las diferentes líneas trazo la mía hasta casa de mi amiga, debía transbordar 2 veces antes de bajarme en la estación más cercana a su casa.
La primera señal de mi suerte de ese día fue que recordé que no llevaba cambio, justo al llegar a la taquilla. De hecho, no cargaba efectivo, sólo mi tarjeta del banco.
Maldiciéndome en voz alta me dispuse a salir cuando vi tirada un moneda… La cantidad exacta de dinero para un boleto. Dios, que alegría sentí. Me encantan las coincidencias.
Bajé los tres pisos que separan la superficie de los andenes, al llegar volví a revisar el mapa para cerciorarme de mi ruta. Todo bien… A esperar el "subte"…
Pasó poco tiempo, llegó el vehículo y, como siempre hago, intenté treparme en el vagón más cercano posible al primero. No llegué muy lejos, entré en el que pude.
Justo antes de cerrarse las puertas, pude captar el sonido de una risita y el color azul eléctrico de una playera menuda entrando al vagón de junto. La visión se olvidó…
Las paredes pasaban vertiginosamente mientras que yo contaba las estaciones antes de mi primer transbordo -1, 2, 3 y… -me bajé, apresuré el paso por si había ya un tren listo a partir y así fue. Mientras me acercaba al anden, sentía que me seguían. Nada para asustarse, lo atribuí a que mucha más gente corría en la misma dirección que yo, para entrar en los vagones antes de que las puertas se cerraran. Muchísima gente se subió ahora junto conmigo.
Dentro del vagón, en el momento de calma que sigue a la ráfaga de gente apretujándose para entrar, un sonido familiar llegó a mis oídos. Una risita, que ahora percibía dulce, entre los miles de cuerpos a mi alrededor. Tal vez lo imaginé por correlación, pero creí ver incluso vistazos de la playerita azul eléctrico. De nuevo las estaciones -1 (ahí está la risa), 2 (no hay duda, es la misma)… 4 (quién será) , 5 (tal vez sólo lo imagino)… -por fin, el último transbordo.
Nuevamente me bajé apresuradamente, abriéndome paso entre la gente y corrí al siguiente anden.
Ahí si que no había casi nadie. Corrí hacia un extremo y no tuve que esperar mucho, el tren llegó justo después que yo y la puerta al primer vagón quedó ante mi. Estaba vacío. Entré y me acomodé en uno de los primeros asientos, mirando hacia la pared que dividé al vagón del cubículo del operador. Algunas personas más entraron al vagón por las puertas de más atrás… yo ni voltee.
El vehículo comenzó a andar, ahora si era de esperar, tenía que recorrer esta línea completa antes de bajarme. Pasamos una estación y el tren volvió a ponerse en marcha sin que nadie entrara a nuestro vagón. La gente tras de mi platicaba en voz baja, porque en los vagones semivacíos todo se oye.
De golpe el tren se paro y todas las luces se apagaron.
-Abuela, se fue la luz… -esa voz. Dónde la había escuchado antes.
-Si, mi amor, pero ahorita regresa.
-Pero, vamos a llegar tarde y mi tía va a estar esperándonos.
-Pues que espere.
La niña se echó a reír. Esa risa, era ella, ahí estaba…
Aprovechando la oscuridad cambié de asiento intentando no hacer ruido. Mi intención era ponerme viendo en dirección contraria, hacia atrás. Quería ver la cara del ángel que era dueño de esa risa.
Lo hice justo antes de que el tren se pusiera de nuevo en marcha. La luz regresó poco después para darme un pequeño sobresalto.
Frente a mi, a unos metros, una señora mayor estaba sentada junto a una nena de unos 11 años, vestida, por supuesto, con una playerita azul eléctrico. No pude evitar respingar; la niña estaba viéndome, a los ojos. Sonreía levemente, amable. El casual encuentro de nuestras miradas duró un instante, pues al segundo siguiente ella ya hablaba de nuevo con su abuela, pero esa mirada sonriente bastó para poner mi sangre a hervir, corriendo hacia mi pija aún virgen. Nunca me había pasado nada así, no con una niña…
Mientras la observaba, mi emoción y mi verga crecían, sentía estallar el pantalón al ver su playera, casi totalmente plana sobre su pecho, y sus pantaloncitos de mezclilla, ajustados sobre sus piernas. Por un momento sentí culpa, pero el placer de aquella visión fue avasallador.
Al platicar reía y yo podía ver su dentadura blanca y perfecta, con algunos dientes a penas saliendo que le daban un aire sensual y divertido a la vez, una sonrisa única.
Al principio intenté no imaginar, pero fue inútil. Cada vez que se movía, que cambiaba de postura en su asiento, una nueva imagen aparecía en mi mente.
Ella desnuda, su piel blanca y tersa ante mi…
Ella riendo mientras se toca los pequeños pezones…
Ella con su pequeña mano de uñas cortadas hurgando en su pubis sin vello…
Ella gimiendo, mirándome a los ojos con la mirada llena de lasciva y la boca abierta…
En pocas palabras, toda una pequeña zorrita. Igual a la de las películas que veo, pero más excitante aún por su corta edad.
Una voz anunciando la última parada por el altavoz del vagón logra sacarme de mi ensoñación.
Siento mi trusa mojada bajo el pantalón. El frío sobre mi pene ahora reencogiéndose termina por sacarme de la visión aquella. Siento que la niña y la abuela van a percatarse de lo que me ha pasado y en cuanto el tren se detiene salgo presuroso del vagón, limpiando con el dorso de mi mano algo de saliva que escurrió por las comisuras de mi boca, como extraña analogía a lo que pasó bajo mi pantalón. Estaba completamente turbado. Nunca pensé que ver a una niñita (porque eso era) pudiera ponerme así. Sólo de recordar su cara volví a sentir un hormigueo en la pija. Intenté despabilarme y continuar mi camino.
Estaba seguro de que no volvería a verla.
Continuará…
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