La nueva vecina Mariel
Una nueva vecina llegó al barrio, justo al lado de a casa del profesor. Allí ocurrirían algunas cosas no habituales. .
El barrio es un lugar tranquilo, de casas bajas, con profusa arboleda, las calles no son transitadas pro muchos vehículos, los vecinos, son casi los mismo de siempre, la gente vive desde hace muchos años en el lugar. Francisco es un hombre de unos 66 años, jubilado de profesor de nivel terciario y universitario, trabajó en varias instituciones educativas, hace muchos años que vive en el barrio y es un hombre muy respetado.
Es un hombre afable y muy galante, pero siempre muy correcto, prudente y medido con todos. Fue profesor de filosofía, y cuando se presentaba algún problema en el barrio y se reunían en la vecinal para intentar darle una solución, él participaba y siempre daba una opinión medida y sobria y en la mismo había alguna cita de algú filósofo conocido.
La casa contigua a la de Francisco estaba deshabitada desde hacía unos meses, allí vivía una pareja muy joven, sin hijos que había emigrado a los Estados Unidos, la casa estaba en alquiler. Y justamente en esa semana había sido visitada por el corredor inmobiliario con una mujer relativamente joven y un niño de unos 10 años, regordete, de cabellos enrulados, con unos ojos saltones y una sonrisa en su rostro casi en forma permanente.
Ese mismo fin de semana la casa se ocupó, trajeron todos los muebles de los nuevos inquilinos, Francisco se preguntaba qué tipo de gente sería esa que ahora serían sus nuevos vecinos. Pasaron algunas semanas, la mujer de unos 35 años es muy amable, saludo correctamente a Francisco y a todos en el barrio, que tiene ese hábito de saludar, aunque la persona no sea conocida. El niño, es un pequeño bastante tranquilo, siempre con juegos que hacen escaso ruido, es muy sereno y todos los días va a la escuela por la tarde.
Unas de esas tardes Francisco se encontraba en la puerta, fumando un cigarrillo, y ve que llega el niño de la escuela con el guardapolvo blanco impecable, caminando serenamente, ingresa a su casa, toca a la puerta, no hay contestación. El niño sale a la vereda y le dice a Francisco:
-Señor, ¿puedo quedarme con usted hasta que llegue mi mami?
-Por supuesto, jovencito, responde Francisco. Sabes a dónde fue tu madre.
-No, responde el niño, pero supongo que a la peluquería o a hacer compras, ya debería estar de vuelta, nunca me deja fuera de casa.
-Por lo que dices tu madre es muy cuidadosa de ti.
-Sí, con mami simpe estamos muy juntos, nos queremos mucho y me cuida, yo diría que demasiado. ¿Cómo te llamas? Preguntó el joven.
-Francisco, respondió el profesor mientras le pegaba una pitada al cigarrillo y exhalaba el humo. ¿Y tú?, preguntó Francisco.
-Manuel, pero me dicen Manucho.
-Lindo sobre nombre, ¿y cómo quiere que te llame yo?
-Manucho, me gusta más.
-bueno, Manucho, qué te parece si entramos a casa y esperamos a tu madre adentro ya está cayendo la tarde y va a refrescar, estamos en otoño.
-Bueno, dijo el niño.
El rostro del niño era redondo, mofletudo, sus cabellos enrulados le daban un aire de frescura y siempre con una sonrisa. Francisco lo miró y le pareció que había algo raro en ese chico. Pero enseguida se le fue se pensamiento.
-¿Cómo te ha ido hoy en la escuela?, preguntó Francisco.
-Bien, dijo el jovencito, hoy tuvimos una clase de matemáticas, lenguaje y después una materia que habla sobre sexo.
-Yo fui profesor, dijo Francisco, te voy a hacer una corrección, una materia “no habla” sobre un tema, sino que versa o trata sobre un tema, en este caso me has dicho que sobre sexo.
-Así es.
-¿Y qué tema trataron sobre sexo?
-Ninguno en particular, sino que tratamos sobre las relaciones sexuales.
-¡Ah! Pero qué interesante, dijo Francisco. Contame más.
-Bueno la profesora charló sobre las relaciones entre los hombres y las mujeres y las mujeres y los hombres entre sí.
-Muy bien, hablaron sobre relaciones lésbicas y gays.
-Sí, claro, dijo Manucho.
-¿Y qué te pareció?, dijo Francisco.
-Me gustó, dijo el niño, yo soy un chico trans, ¿sabías?
-No, para nada. Respondió Francisco.
-¿No te diste cuenta?, dijo Manucho.
-No, realmente. Pero me parece bien… si te gusta.
-Sí, mucho, me gusta estar vestida de mujer, pero bueno a la escuela voy vestido como dicen las reglas sociales. Eso dice mi mamá.
-Bueno, dijo Francisco, no te preocupes, hay muchos lugares en que puede estar vestido de mujer. ¿Te gusta pintarte como las chicas?
-Claro, afirmó el niño. ¿te gustaría verme vestida de mujer y pintada?
-Por supuesto, dijo Francisco, con una alegría enorme. Estaba comenzando a perder la compostura.
-este fin de semana voy a venir a visitarte vestida de mujer, ¿qué te parece Fran, dijo el jovencito con si eterna sonrisa y su mirada picarona.
-Perfecto, te espero, aquí en casa, tenemos que combinar el horario y el día, ¿qué te parece niño?, dijo Francisco.
-El sábado, entre las 21.00 y las 22.00 horas.
-Claro, dijo Francisco, más cerca de las diez de la noche, mejor.
-Aquí estaré, dijo Manucho.
Se escuchó que llegaba la madre del niño a la casa, el joven le dijo a Francisco que se iba y que el sábado estaría en su casa vestida de mujercita. Francisco asintió, o acompañó hasta la puerta y Manucho se fue a su casa. En efecto, había llegado su madre.
A la tarde siguiente, era viernes, estaba Francisco regando las plantas del fondo de su casa, desde el patio contiguo escucha:
-Buenas tardes, Fran, ¿puedo llamarle así?, dijo Nuria y agregó, soy la madre de Manucho.
-Hola puedes llamarme así y, además, me puedes tutear si te parece bien.
-Sí, como no, dijo Nuria, es que así se refirió Manucho respecto de vos, de paso te agradezco que lo hayas entretenido y cuidado mientras yo me retrasé haciendo compras.
-No hay ningún problema al respecto, podes contar conmigo las veces que quieras, no tengo mucho por hacer ahora que estoy jubilado.
-Me contó Manu que fuiste profesor de filosofía, que lindo.
-Muy lindo, por cierto.
-Me dijo el nene que el sábado cerca de las diez de la noche va para tu casa, vestida de mujercita… ¡vas a ver qué bonita es mi niña!, dijo Nuria con una sonrisa que casi abarcaba toda su cara.
-Me imagino, me imagino, respondió Francisco, con cierta solemnidad. ¿Lo vas a traer vos?
-Sí, por supuesto y te lo dejo, luego vemos como lo traes a casa.
-Sin duda, dijo Francisco, no te preocupes.
El sábado a las diez de la noche en punto suena el timbre en la casa del profesor, Francisco estaba vestido con un pantalón de vestir, negro, una camisa celeste y un cárdigan azul, con impecables zapatos negro acordonados y estaba fumando un apipa, era su costumbre fumar dos o tres pipas diarias. Este era un momento especial.
Abrió la puerta y quedó asombrado por lo que vio. Nuria traía un vestido negro ajustado que marcaba sus formas corporales que eran muy interesantes y el pequeño regordete estaba vestido con una pollera plisada, mino, por cierto; una blusa amplia, negra transparente, que dejaba ver un soutien debajo, medias negras y zapatos con tacos aguja, tenía pintados los párpados de color celeste, estaba maquillada con rubor, tenía delineados los contornos de los ojos, las uñas pintadas de negro y los labios de un rojo fuego, el rubor en sus mejillas y su sonrisa lo hacían una niña deliciosa.
-Te la dejo Fran, yo me voy a ir con unas amigas y cuando vuelva la paso a buscar. Dijo Nuria con una sonrisa traviesa y un tono de voz meloso.
-No te preocupes eso lo vemos luego.
Francisco se sentó en un sillón, siguió fumando su pipa, le ofreció de tomar un refresco a Manucho, le dijo que estaba muy linda, que le quedaba prefecto todo lo que traía puesto y que era una nena muy agradable y bella. Manu agradeció con una sonrisa se dirigió hacia Francisco y se quedó parado delante de él, Francisco le dijo que se movieran hacia el sillón de tres cuerpos para estar sentados juntos y charlar un rato.
Hablaron acerca de cómo le estaba yendo en la escuela, de su madre, aunque solamente banalidades, Francisco volvió a destacar la hermosura del jovencito, su ropa y le dijo que se pusiera de pie, alabó su blusa negra transparente y le pidió al jovencito que se la quitara.
-¿Eso querés, Fran?, preguntó Manu.
-Sí, lo quiero y de paso quítate el soutien.
Manu se quitó la blusa y el sostén, como es un niño regordete, tiene unas tetillas prominentes, con dos bellos pezones pequeños y de un color piel indefinido pero suave. Manu se sonrió y le dijo si le gustaba. El profesor asintió con la cabeza dejando su pipa sobre un cenicero. Lo miró lentamente y recorrió con su mirada desde la cabeza a los pies. Le dijo con tono suave:
-¿Podés quedarte totalmente desnuda?
-¿Querés que me saque la pollera?
–Por supuesto.
El joven asintió y se sacó la pollera, se quitó las medias y también una pequeña tanga que dejó al aire su pija casi erecta, mientras que sus huevos se ponían un poco duros. Francisco la pidió que se diera vuelta, quería ver su culo. Manu asintió y le mostró su culo regordete y tentador.
La niña o el niño, estaba aún de espaldas, Francisco le pidió que se diera vuelta. Tenía en su mano su verga dura, y corría hacia adelante y hacia atrás el prepucio, dejando de cuando en cuando la cabeza roja a la vista del joven, quien con una sonrisa se acercó y le dijo si podía tocarla, Francisco asintió, el niño comenzó a acariciar esa verga dura, y luego se la puso en la boca, comenzó a chuparla con delicadeza y siguió acariciándola.
Fran se puso de pie y comenzó a desnudarse, al fin los dos en pelotas, puso el niño de espaldas sobre el sofá y comenzó a chuparle la pija ya totalmente erecta del joven y a acariciar sus bolas, mientras recorría su cuerpo con toda la lengua y con su dedo busca el orificio anal del jovencito, quien se movía cada vez más excitado sobre el sofá. Llegó a su meta y metió el dedo medio en el culo de esa niña que gemía y movía la cabeza de un lado a otro y meneaba su cuerpo como una serpiente enojada, había comenzado a poner colorado de la excitación, mientras Francisco seguía metiendo el dedo en el culo de Manu, que con su mano acariciaba la verga dura de su anfitrión.
-Me encanta tu pijita parada Manu, dijo Francisco.
-Después quiero volver a chupar la tuya, Fran, dijo Manu.
-Por supuesto, quiero que me la mames, sos bueno.
-Buena, dijo Manu.
-Sí, bebecita, te voy a tratar como una nena, eso es lo que sos y muy putita.
-Me gusta ser putita y me gustas vos, me encantan los señores mayores, dijo Manu.
Manu empezó a chupar la verga de Francisco, lo hizo con gran arte por ser un jovencito de diez años. Era suave, manejaba sus manos moviendo acompasadamente la piel del prepucio para sacar y esconder la cabeza en un ensamble perfecto para que la lengua toque la cabeza en la parte inferior de la misma. Todo un artista el pequeño guarro.
-Te aguantas la pija en el culo chiquita, dijo Francisco mientras gozaba con la chupada del jovencito.
-Probemos, dijo Manu. Enseguida se puso en cuatro y dejó a la vista ese hermoso agujero para que la verga de Francisco iniciara su camino hacia el interior.
Francisco solo pudo meter su cabeza en ese bello agujero, el joven argumentó que era la primera vez y que le dolía, pero que él iba a ser el que lo desvirgara. Siguieron con los juegos eróticos hasta que Francisco se corrió en la boca de Manu. Inmediatamente Francisco, al ver que Manu se estaba masturbando, se sentó en el sillón y lo observó al jovencito arrodillado y en ese momento comenzó a salir la leche por la punta rozagante de la pija del niño.
A eso de las tres de la mañana, Nuria tocó el timbre de la casa de Francisco y saludo cordialmente llevándose al Manuel. Francisco se fue a dormir, por la mañana estaba desayunando un té a eso de las 10 de la mañana cuando llaman a la puerta.
Se dirigió hacia la misma, abrió y estaba frente a ella Nuria, lo miró sonriendo y le dijo que el hijo le había contado todo.
-Bueno, dijo balbuceante Francisco, ¿y qué fue lo que te ha contado?
-Todo. Y está muy feliz, me dijo que lo trataste con mucho cuidado, hizo un silencio y preguntó: ¿te gustan las niñas?
-verdaderamente, es la primera vez que me ocurre una cosa así.
-Mariel está muy contenta y yo también. Algún día te voy a invitar a mi casa. ¿Te parece bien?
-Por supuesto, encantado, dijo Francisco.
La mujer dio media vuelta y se fue hacia su casa.
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