Mi novia, mi primer paja.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Recuerdo que tenía 12 años cuando tuve una novia que tenía 15 y obviamente ella me llevaba ventajas en conocimientos de muchas cosas. Hasta ahí había tenido “novias” en la escuela primaria con las que no pasaba más que darnos un beso en los labios.
Edith, la chica de 15 ya había superado esa etapa y más. Ella los miércoles, junto a una de sus hermanas iban a realizar tareas comunitarias en Cáritas, así que salía temprano de su casa y volvía entrada la noche, tal era la costumbre. Ella que era más pícara organizó que saldría más temprano e iríamos al parque del balneario, ya que su hermana se encontraría en ese lugar con su novio. Así fue. Hasta ese momento yo solamente la había besado en los labios, era demasiado inocente de mi parte. Cuando llegamos al balneario nos separamos de su hermana y el novio, buscando un lugar de privacidad.
La primera sorpresa fue cuando me besó y metió su lengua a fondo y jugaba con la mía. No pude dejar de pensar que ese beso era “como el de las películas”. Obviamente tomó mis manos y primero se las llevó a sus tetas y con las suyas me iba enseñando a cómo acariciárselas. Aprendida la lección y ambos con la respiración aceleradísima, llevó mi mano a que acariciara su concha, previo desprender su jean y bajar un poco su bombacha. Sentir esos vellos en mi mano y luego la humedad que crecía y se convertía en jugos, fue algo sublime, algo que lógicamente ni podría haber imaginado.
Convengamos que hoy tengo 50, así que, por entonces no se veía una teta ni de casualidad en una revista. Hoy los chicos saben más de sexo que los padres gracias a internet. La cuestión es que me hizo meterle dos dedos y me guiaba como moverlos. No habrán pasado dos minutos cuando sus gemidos al lado de mi oído se intensificaron y sentí como apretaba su entrepiernas mientras temblaba como convulsionando. Es decir, se pegó una terrible acabada. Hasta ahí todo bien, pero claro está que venía el vuelto. Yo además de estar verde en cuestiones de sexo, era totalmente tímido, así que trataba que no se diera cuenta de mi erección, ni loco pensaba en apoyárselo. Sí, sé que para los tiempos actuales podría ser el monumento a los boludos, pero bueno, fue tal cual lo cuento. Yo seguía jugando con una mano en sus tetas y la otra sin sacarla de esa hermosa concha jugosa. Ella no paraba de mover su cintura como empujando para que mis dedos entraran más.
En un momento baja su mano y acaricia mi pija por encima del pantalón. Mi cabeza empezó a desenroscarse de mi cuello, me empecé a ahogar, ella se percató de mi estado y desprendiendo mi cinto y abriendo mi cierre, metió su mano hasta encontrarse con mi verga bien erecta y totalmente empapada. Con mucha suavidad la tomó con su mano y aprovechando todo el líquido que tenía, la lubricó totalmente. A decir verdad, a esa edad, estimo no pasaría de los 12 o 13 cm, por lo que la manejaba fácilmente. En un momento retiró su cuerpo hacia atrás y se agachó como para tenerla cerca de su cara.
Como si fuera un lápiz labial se la pasó por su boca y aceleró el suave movimiento de su mano. Realmente no pude avisarle que me acababa, porque realmente ni yo sabía qué me estaba pasando. Repentinamente comenzó a salir mi leche, que parte fue a su negro cabello y ella puso su otra mano como haciendo una cucharita para juntar el resto. Para mí, hoy, después de tantos años, puedo retener desde las sensaciones, los olores, los sabores, todo de lo que pasó en esa nochecita de invierno. Fue la primera masturbación, pues antes yo jamás me había masturbado. Fueron dos meses donde ella me enseñó muchas cosas y fue la que me cogió por primera vez. Pero esa paja, para mí es inolvidable porque viene acompañada de todo lo que relaté, besos, primer tocada de tetas y concha. Algo que no siempre se da.
Lo curioso es que cuando ella me dejó por otro chico más grande, yo que había probado lo que era coger, a toda piba que me daba calce como para ser novios, me la quería montar, así que como entonces las chicas eran menos fáciles que hoy, en el mejor de los casos lograba que me hicieran una buena paja. Mi eterno agradecimiento a Edith por ese momento maravilloso de la pre-adolescencia.
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