Mi novia, y futura esposa es trans.
Un chico le pide a su vecina que sea su novia, pero resulta que ella es trans, pero como la «Novia» también está enamorada de él acepta, y poco a poco van descubriendo lo que es la felicidad para ellos..
Mi novia, y futura esposa es trans.
Si, ni yo mismo lo podía creer, que después de un par años de conocer a mi vecina, y tas haber salido con ella, un sin número de veces, como amigos.
Cuando finalmente le declaré mi amor, para empezar, no me dijo no que sí ni que no, de inmediato, lo que me dijo fue que me respondería a la noche, que me invitaba a un café, que ella conocía que se llama The Cup (la taza).
Apenas llegamos sí me di cuenta, de que la clientela de ese lugar era algo rara, quiero decir, personas que, para mí, en ese momento eran fuera de lo común.
Sin mucho esfuerzo, identifiqué que el local estaba lleno de mujeres con pinta de marimachos, así como una que otra extremadamente femeninas, y seductoras.
Así como de uno que otro gay, además de varios tipos de distintas edades, que definitivamente eran hombres vestidos de mujer.
Yo no tenía nada en contra de esas personas, pero la verdad, no me sentía muy a gusto en ese ambiente.
Para mí mucho más raro fue ver, como muchos de ellas y ellos, saludaban a mi vecina de manera muy confiada, como si la conocieran desde hacía mucho tiempo.
Mientras que, a mí, me veían raro, con desconfianza, y si desde luego, también había quien no me ponía la menor atención.
Mi vecina esa tarde se encontraba hermosamente vestida, con su abundante cabello castaño suelto, y sin mucho maquillaje, yo iba a comenzar a hablar, cuando ella me pidió que me mantuviera callado, en silencio.
Yo eso lo encontré raro, también, pero dejé que ella siguiera hablando, al fin y al cabo, yo estaba tan, y tan enamorado de ella, que pensaba que lo único que me interesaba que dijera, era que si quería ser mi novia.
Por lo que cuando ella agarrándome las manos, me preguntó, si no me parecía raro que ella me hubiera citado en ese sitio para responderme.
Luego continúo diciéndome. “La verdad es que yo soy trans.” Yo como que no entendí, lo que ella me acababa de decir, y debió ser tan evidente, que me lo volvió a repetir, pero de manera mucho más lenta.
Definitivamente no podía creer lo que ella me decía, pero continuó hablando, y me dijo su verdadero nombre de hombre, y soltando mis manos, sacó una identificación con foto, de su cartera me la entregó diciéndome. “Así soy yo en realidad.”
En la identificación yo podía ver, el lindo rostro de ella, con su abundante cabello castaño, pero con el nombre que ella me terminaba de decir.
Yo no lo podía creer, pero vi algo en sus lindos ojos, y no sé cómo fue que le pregunté “¿Y tú sientes algo por mí?” A lo que me respondió que sí.
Desde ese instante, digamos que nos convertimos en novios, y aunque comenzamos a salir, y a pasear, cada vez que podíamos, nos besábamos intensamente.
No habíamos llegado a tener sexo, hasta que una tarde, en que, estando solos en casa de mis padres, comenzamos a hablar del tema.
Ella me confesó que se moría por tener sexo conmigo, y claro que yo nada más pensaba que ella, y yo nada más lo podíamos hacer de manera oral o anal, siendo ella como dicen, la pasiva.
Pero cuando mientras nos besábamos intensamente, me dijo que ella en ese tipo de relación, prefería ser la persona activa, yo no lo podía creer.
Que, si bien era cierto que, desde muy niña, siempre quiso, y sintió ser mujer, eso de practicar el sexo anal, nunca llegó a gustarle.
Ya que ella misma se veía como una mujer, que, en lugar de tener su vulva, y vagina hacía dentro, la tenía hacia afuera, por lo menos hasta que se operase.
Lo cierto es, que como que no comprendí lo que ella me quiso decir, por lo que seguimos besándonos, y acariciándonos intensamente.
Y entre besos y caricias, yo le fui quitando su ropa a ella, y ella me fue quitando mi ropa a mí, hasta que la dejé, únicamente con unos muy pequeños pantis tipo tanga, que tenía puestos, y yo con mi slip.
Se veía no tan solo preciosa, sino que muy hermosa, semidesnuda entre mis brazos, con todo su cabello suelto, con sus firmes, y paradas tetitas, que bien podían ser colocadas dentro de un par de copas de champan.
Tanto ella como yo seguimos besándonos, y lentamente de mutuo acuerdo, pero sin decir palabra, continuamos quitándonos lo poco que nos quedaba de ropa.
Fue cuando sentí por primera vez, su duro miembro, en pleno contacto con el mío, mi novia me agarró el mío, de manera tierna, y bien suave.
Por lo que yo hice lo mismo con el de ella, cosa que me hizo sentir algo sumamente raro, ya que a diferencia de lo que quizás me hubiera podido ocurrir con otra persona, no sentí ni el más menor desagrado o incomodidad de mi parte, quizás porque sabía que se trataba de mi novia, a la que amaba y quería intensamente.
A medida que ella fue manipulando, y acariciando con sus finos dedos, todo mi miembro erecto, yo confiadamente, fui haciéndole lo mismo que ella me hacía a mí.
Por lo que cuando colocó su rostro entre mis piernas, y comenzó a lamer mi verga, no sentí nada desagradable, al yo hacerle lo mismo a ella.
Poco a poco, fuimos avanzando, nuestras lenguas, al principio se limitaron a lamer, nuestros respectivos glandes, pero ya al poco rato, ambos succionábamos intensamente, y por completo el miembro al otro.
Esa fue la primera de muchas relaciones orales, que mi novia y yo mantuvimos, de las cuales ambos quedábamos tremendamente satisfechos, y que me había permitido darme cuenta, de que, a pesar de su baja estatura, con respecto a mí, y de su delgado cuerpo.
Mi novia tenía un miembro más grande, largo y grueso que el mío, cosa que nunca llegó a mortificarme, realmente.
Durante nuestro noviazgo, hablamos un sin número de ocasiones, de cuando ella se operase, y desde luego que fuimos buscando información al respecto.
Pero también seguimos explorando, mutuamente nuestros cuerpos, en ocasiones, yo colocaba mi verga entre sus piernas, justo debajo de sus testículos, o ella lo hacía bajo los míos.
Cuando no era que ella, o yo colocábamos, nuestros miembros, entre las nalgas del otro, pero sin llegar a penetrarnos realmente, únicamente, frotábamos nuestros cuerpos, hasta que ya fuera ella o yo, nos viniéramos, al tiempo que ya fuera ella o yo nos masturbábamos, hasta venirnos también.
Pero una noche en que salimos, a bailar, al regresar a mi apartamento, comenzamos a besarnos, acariciarnos, nos quitamos toda la ropa, y entre una cosa y otra, cuando ella, se colocó tras de mí, no sé qué me sucedió.
Yo deseaba demostrarle que tan grande era mi amor por ella, que cuando sentí su dura, y caliente verga entre mis nalgas, no me costó ningún trabajo, el dejar que me penetrase.
Por lo que coloqué su colorado glande, en el centro de mi palpitante esfínter, y a los pocos segundos comencé a sentir como el caliente miembro de mi novia, se abría paso entre mis nalgas, como poco a poco, por amor dejé que me fuera penetrando completamente.
Ella me abrazó intensamente, al tiempo que yo restregaba mis nalgas y caderas contra su cuerpo, sintiendo como una, y otra vez, su duro y caliente miembro, entraba, y salía de mi cuerpo.
Al tiempo que ella me besaba, y mordisqueaba intensamente mi nuca, y orejas, no dejaba de mover mis caderas, y no sé cómo le pedía que me diera más, y más duro.
Por lo que mi novia, al tiempo que me tenía sabrosamente clavado, con sus manos buscó mi propia verga, y una vez que la agarró, comenzó a masturbarme divinamente, al mismo tiempo que no dejaba de enterrarme de la manera más hermosa, toda su verga dentro de mí apretado culo.
Desde esos momentos, nuestras relaciones cambiaron radicalmente, ella es quien me penetra, cosa que yo disfruto intensamente, aunque hay momentos en que soy yo quien la penetra a ella.
Hasta hemos pensado que no hace falta el que ella se llegue a operar, ya que como sea y, de todas maneras, jamás podremos llegar a tener hijos, a menos que no sean adoptados.
Me encantó tu relato, me exito y también me gustaría tener una mujer trans como la tuya, más activa que pasiva