Mi vecina me pajea
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por vicente_1313.
Esto sucedió hace veinte años. Vivía en un edificio con pocos vecinos. Pero mi relación más especial fue con la de enfrente. Ella tenía entonces unos 50 años y vivía sola. De vez en cuando dos amigas suyas subían a tomar café y las veía y oía desde mi ventana. María, era una mujer gorda y de sonrisa fácil. Llamaba la atención siempre por su personalidad. Era directa y con pocos complejos.
Cuando llegué a mi nueva casa ella fue la que me dio la bienvenida. Me preparó un bizcocho y se quedó en mi casa hasta que le conté mi vida y el porque de acabar allí. Sinceramente no pensé que acabaríamos convirtiendo el sexo el un nexo de unión.
Meses después me pidió que la ayudara a limpiar la habitación de su hijo. Ella quería quitar las cosas, venderlas, tirarlas o regalarlas y pensó que algunas me gustarían. Si no se las ha llevado es que no las quiere, me dijo.
Comenzamos a sacar cosas, cajas, revistas, libros, tenía un montón de trastos acumulando polvo. Después de dos horas sacando cosas y ordenando estábamos sucios y sudados. Entonces ella encontró bajo un estante una caja de metal. La abrió y allí estaba la colección porno del hijo. Vídeos y revistas que en su día le habría dado un buen uso. Ella me miró y me dijo: Seguro que tu tienes una igual, ¿no la quieres?.
La cogí y revisé lo que había. Ella cogió una película y nos fuimos a salón con ella. La puso en el vídeo y empezamos a verla. Ella me miraba y yo me excitaba con la situación.
– ¿Te pajeas mucho?, me preguntó
– Si. Me gusta hacerlo.Y me gustaría que me miraras.
Ella se sorprendió de la respuesta pero sonrió. ¿Qué te excita más?, me preguntó. Me calienta mucho el olor de una mujer, respondí. Ella se rió. Ahora olemos los dos muy mal, dijo.
Se puso en pie y se sacó las bragas. Me las dio para que las oliera. Fue delicioso. Ella me observaba y miraba el bulto que crecía entre mis piernas. De fondo los jadeos de la película.
– Te voy a pajear. Eso me gusta, pero primero voy a desnudarme no quiero que me manches la ropa con tu semen.
Salió de la habitación y volvió desnuda con un bote de aceite. Yo ya estaba desnudo oliendo sus bragas. Ella se arrodilló y comenzó el masaje en mis bolas y polla. Con las dos manos de forma sensual y muy lenta. Arriba, abajo, en círculos, apretando, sobando, deslizando, mi polla parecía a punto de explotar, Ella me miraba mientras los hacía y observaba donde me gustaba más o que me hacía gemir más fuerte. Sus manos no pararon hasta que me corrí entre sus dedos. Uno de los mejores orgasmos de mi vida .
Desde aquel día repetimos muchas veces. Siempre era que ella me masturbaba y me hacía correr. Solo una vez me dejó comerle el coño, pero ella lo que quería era sacarme la leche y luego masturbarse recordándolo. Siempre me traía las bragas sucias para que yo las oliera.
Cierto día sus dos amigas vinieron a la casa en el momento que yo estaba a punto de correrme en sus pies. Era una maestra de las pajas con los pies. Pero eso es otra historia.
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