ORGIA DE PAJAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Teniendo yo 19 calientes años, me encontraba en una de esas épocas en que no se da ninguna posibilidad de tener sexo, por lo tanto, muy excitado.
Mi padre necesitaba realizar en la casa algunos trabajos de pintura y para eso contrató a un pintor que cumpliera el cometido. El día señalado, concurrió el pintor contratado y dos ayudantes. El jefe del equipo tenía unos 35 años, moreno, corpulento, musculoso y bien parecido. Sus ayudantes eran de mi edad aproximadamente, entre 19 y 21 años, pelilargos, delgados pero con sus cuerpos muy marcados.
Estuvieron diez días en la casa desarrollando sus trabajos y durante ese tiempo llegamos a tener mucha confianza, conversábamos mucho y mantuvimos una simpática relación entre todos, más con los pintores de mi misma edad con los que hasta podría decir que -por afinidad- nos hicimos casi amigos.
Invariablemente, se hablaba de mujeres y de sexo, como suele suceder en un grupo de machos. Sin embargo, mi sexualidad tan elástica me llevaba a sentirme atraído por sus cuerpos y su virilidad, todo aumentado por la simpatía y la confianza que había empezado a unirnos. En esos días, muchas veces nos contamos nuestras aventuras sexuales, yo -por mi parte- exagerándolas un poco.
A lo largo de esos días, noté que los muchachos se ponían cada vez más atrevidos y calientes en sus comentarios. En una ocasión, el jefe -que así voy a llamar al mayor y principal del grupo- me preguntó -delante de los otros chicos- si me pajeaba mucho, y le contesté que sí, que cuando no hacía algo con alguien lo hacía y lo disfrutaba mucho, incluso entre amigos. Dejé picando ese balón en su área…
El día de la entrega del trabajo, toda mi familia debió ausentarse y mi padre me encargó que reciba y pague a los pintores lo que restaba por su servicio. Así lo hice, estando los tres pintores en casa, y como despedida los invité a tomar unas cervezas. Aceptaron con gusto.
Era verano, hacía mucho calor y nos quedamos los cuatro con el torso desnudo. Mientras bebíamos la cerveza, seguimos hablando de nuestras cosas y yo -muy a propósito- volví a sacar el tema del sexo y las masturbaciones, hasta que noté que los tres se habían puesto "cachondos". El Jefe me preguntó si hacía muchas veces las pajas en grupo y le contesté que cuando podíamos y teníamos la casa sola, con algunos de mis amigos nos reuníamos para eso.
Para aumentar la calentura del clima, les propuse ver un video porno que tenía bien guardado en mi cuarto. Allí fuimos y lo vimos: dos tíos le daban y le daban a una tremenda perra. El ambiente se puso muy caliente.
El jefe -al que le brillaban los ojos igual que a sus colaboradores- me dijo: "Te animás a hacer entre nosotros lo mismo que con tus amigos??", mientras los otros dos chicos asentían. Alcanzado mi objetivo, les dije que si. Les conté que con mis amigos, para más excitación y disfrutarlo mejor, nos poníamos completamente en bolas.
En seguida el Jefe empezó a desnudarse y, imitándolo, todos hicimos lo mismo. Quedé impresionado con el cuerpo espectacular del jefe, robusto, bien musculoso, con brazos y piernas fuertes, los pectorales bien marcados, sin un pelo en el cuerpo -salvo en las axilas y en el bosque de pendejos-. Tenía la verga y las bolas más grandes que había visto, ya con una importante erección. A los otros chicos también los ví atractivos, con sus cuerpos delgados y marcados, sus bultos bien desarrollados y sus pijas duras. Me pidieron que repita el video.
Me dió la impresión que los tres estaban acostumbrados a hacerlo juntos, porque el Jefe empezó a fortarse el bulto y batirse la pija, mientras que los otros dos chicos lo rodearon, muy cerca de su cuerpo, y empezaban a pajearse suavemente. Él les hizo una indicación con un gesto, y comenzó a marcar sus músculos, mientras que los dos chicos -respondiendo a su gesto- con una mano se la batían y con la otra recorrían el cuerpo de su jefe.
Con un movimiento de su cabeza, el jefe me pidió que me acerque y haga lo mismo. Yo la tenía muy dura, y me la estaba batiendo. Me uní a ellos, y también pasé mi mano por el cuerpo de él y, por momentos, de los otros dos chicos, que también me frotaban.
Pegamos nuestros cuerpos mientras nos acariciábamos con una mano y nos pajeábamos con la otra. Cuando estaba así, sentí el calor y el olor de los cuerpos de esos machos, sobre todo el olor de sus sexos que ya habían empezado a soltar líquido preseminal. El jefe ordenó que vayamos despacio, para no irnos tan pronto y seguir disfrutando.
En un momento, el Jefe comenzó a pasar la enorme cabeza de su tremenda verga por las bolas de cada uno de nosotros, mojándonos con su líquido preseminal abundante, también nos pidió que hagamos lo mismo con él y entre nosotros. Me enloqueció de placer sentir que esas cabezas de pija mojaban mis huevos y hacérselo a ellos, todo entre gemidos. A renglón seguido, el jefe tomó la verga de uno de los chicos, la unió con la suya -una sobre otra- y con su mano grande las pajeó al mismo tiempo; así lo hizo con cada uno y nos pidió que lo repitiéramos entre nosotros.
Uno de los chicos se descontroló y chupó con desesperación las axilas y las tetillas del jefe, luego se agachó y mamó sus bolas y su verga, aunque él lo apartó para que no lo haga llegar.
Yo creía enloquecer de placer por esa paja tan llena de gestos nuevos. El jefe y los chicos se abrían de piernas y, arqueándolas un poco, se pajeaban bombeando con sus caderas como si estuvieran cojiendo.
Ya en el clímax, el jefe me ordenó que me acueste en el suelo, boca arriba. Lo hice, ellos se arrodillaron a mi alrededor completando un círculo de machos pajeándose cada vez más fuerte, mientras yo también lo hacía enloquecido, viendo a ese grupo de machos calientes y sudorosos dándose a sus pijas, sacudiendo sus huevos, marcando el pecho y los músculos.
En un momento, el Jefe los miró a los otros dos y les dijo: "Ahora !!", y los tres eyacularon bestialmente sobre mi pecho, mi panza y mi bulto, interminables chorros de leche caliente y espesa. Mi mano, la que sostenía mi paja, quedó chorreando leche y en ese instante acabé yo como un animal, llenándome también de guasca todo mi cuerpo.
Quedé jadeando en el suelo, cubierto de semen caliente y oloroso desde el cuello hasta el comienzo de las piernas. Nunca había visto a un macho acabar tanta cantidad de leche como a esos toros, pese a que yo mismo era y soy de acabar abundante.
Me limpié como pude con una toalla, me puse mi shorcito y -luego de vestirse ellos- acompañé a mis visitantes hasta la salida.
Cuando al final se fueron, no quise ducharme para poder seguir sintiendo un rato más en mi cuerpo el olor de la guasca de esos machos.
Me quedé tan excitado por esta experiencia que ese día, hasta que volvieron mis padres, me hice dos pajas más oliendo la toalla que había quedado mojada de semen.
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