Pajas entre niños
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Recuerdo que a los siete u ocho años ya era un salido incontenible , siempre estaba pensando en sexo y me divertía mucho tocándome mi cosita, me encantaba que se me pusiera "recta" como solía decirme a mi mismo. Aprovechaba cualquier ocasión para estimular con mi imaginación y mis tocamientos esa agradable sensación de estar empalmado y ese gustito tan placentero de restregar mi pollita contra la almohada o cualquier otra cosa suave.
Desde esa edad ya me hacía mis pajillas muy a menudo pero todavía no había llegado a tener un orgasmo, siempre lo dejaba en un momento dado hasta que un día sentí algo totalmente desconocido para mi.
Bueno ya os contaré mi primera corrida pero hoy os quiero contar como se inició en mi el gusto por las pollas de otros chicos. Casi todas las tardes mi hermano y yo solíamos juntarnos con mi vecino para hacer los deberes y al acabar nos poníamos a jugar. Algunas veces terminábamos hablando de cuestiones sexuales y con toda normalidad nos bajábamos los pantalones y nos la enseñábamos y tocábamos unos a otros pero sin ir demasiado lejos.
Un sábado vino a pasar la tarde con nosotros el primo de mi vecino. Era un chaval un poco mayor que nosotros de unos trece años. Tras un buen rato de juegos y demás empezamos a hablar de asuntos sexuales como ya habíamos hecho otras veces y enseguida mi hermano mi vecino y yo estábamos con las pichas fuera, empalmadas y divirtiéndonos con nuestras tonterías. El primo de mi vecino no conocía nuestros juegos sexuales y parecía que no se integraba en el excitante ambiente que teníamos montado por lo que pasábamos totalmente de él. De pronto el primo se tumbó en el sofá y nos llamó para que nos acercáramos. Así lo hicimos y los tres nos arrodillamos a su lado mirando el enorme bulto que se marcaba en su pantalón. El chaval empezó a decirnos que éramos unos pringaos, que no sabíamos nada de sexo, que él se hacia muchas pajas y nos iba a enseñar como se hacía eso. Desabrochó el botón, bajó la cremallera y se sacó la que creo que es una de las mejores pollas que he visto en mi vida.
Era increíble como a los trece años alguien podía tener un pollón así. El chico estaba bastante más desarrollado que nosotros, le debía medir unos dieciocho centímetros y era muy gruesa, algunos pelitos negros crecían en la base del pene y unos pocos pelos largos le brotaban de los enormes cojones. Yo estaba totalmente asombrado viendo aquella maravilla, parecía un cohete espacial, de piel muy clara, estaba totalmente erecta y el fino prepucio cubría todo el glande. Alfonso, que así se llamaba nos daba explicaciones de como se debía uno tocar la polla para obtener el mejor placer, se pajeaba suavemente arriba y abajo, con los movimientos la piel del prepucio bajaba cada vez más dejándonos ver poco a poco todo el glande que tenía la forma perfecta de un torpedo . Nunca había visto un capullo en todo su esplendor pues el mio todavía no había conseguido sacarlo a luz. Un liquidillo transparente empezó a salir de la raja en la punta de su glande, un intenso olor a sexo invadió toda la habitación. Atendiendo a las explicaciones de Alfonso hacía practicas con mi propia polla poniéndome muy cachondo, mis compañeros también se pajeaban según las instrucciones del primo cuando nos dijo que le pajeáramos a él. Yo había tocado antes un poco la polla de mi vecino pero nada parecido a un buen y excitante meneo, la idea de tocar esa magnífica polla me apetecía muchísimo pero tanto yo como los otros chicos estábamos un poco cortados o avergonzados y le dijimos que no. Eso de hacer una paja a otro tío nos parecía de maricas y nuestra moralidad de colegio de curas era un obstáculo insalvable, sobre todo ante tus mejores amigos.
Alfonso, un poco contrariado ante nuestra negativa, se puso en pie subió sus pantalones y se guardó su estupenda polla. Todos guardamos nuestras pollitas y pasamos a otra cosa mientras yo, no me resignaba a quedarme sin tocársela bien tocada al primo de mi vecino y me puse a pensar en como hacer algo para conseguirlo. La oportunidad se dio en el momento que mi vecino y mi hermano se fueron a ver algo en la tele y nos quedamos solos Alfonso y yo en mi cuarto. Estábamos jugando con unos Madelman pero yo solo pensaba en que decirle para que me dejara tocársela y hacerle una paja como nos había explicado. No se me ocurría nada y opté por sacarme mi polla y preguntarle si había aprendido bien a hacerme pajas con sus instrucciones. Él observó mis movimientos con atención y me decía que lo hacía muy bien. "si sigues así vas a sacar la lefa" dijo de pronto. ¿lefa? ¿qué es eso? no había oído eso en mi vida. Yo ya había sentido algún orgasmo en mis tocamientos pero cuando llegaba no eyaculaba absolutamente nada, a lo sumo un poco de liquidillo transparente pero muy pocas veces. Alfonso me explicó que cuando se llega al orgasmo (lo que yo conocía como el "dolor de gusto") sale un liquido espeso y blanco que es el semen. Le dije que yo aún no tenia semen y que me gustaría mucho poder echarlo por mi polla pero por ahora no tenía y nunca lo había visto dándome mucha curiosidad ver como era. "Si quieres ver como es el semen ayúdame a sacar el mio y lo podrás ver" dijo Alfonso sacando su bonita polla.
La tenía bastante floja en ese momento y comenzó a tocarse para que se le pusiera erecta pero al parecer no se concentraba o estaba un poco nervioso y aquello no se endurecía aunque así en plan morcillón se veía muy apetecible. ¿no quieres que te ayude ? dije. Si por favor ayúdame, se la agarré bien con mi mano, acaricié por fin esa maravilla, era muy suave y cálida, el olor que desprendía era muy excitante en pocos segundos notaba con mi mano como iba creciendo y poniéndose dura, con dos dedos recorría todo ese tronco subiendo y bajando la piel asomando y escondiendo ese capullo cada vez más brillante y terso, luego pasé a agarrarlo con toda la mano y venga a subir y bajar cambiando el ritmo a sus indicaciones hasta que se le puso dura como un hierro. Él estaba tumbado en el sofá con los pantalones en los tobillos y yo arrodillado en perpendicular haciendo mi primera paja a un chico sin tener casi idea de lo que estaba haciendo pero en un estado de excitación máximo.
Mientras pajeaba al chico miraba fijamente la evolución de su polla que se encontraba a unos treinta centímetros de mi cara, poco a poco me entraban ganas de chuparla y me habría tirado a hacerlo directamente pero me daba mucha vergüenza. El agradable olor del sexo me atraía cada vez más y cuando me di cuenta tenía mi cara tan cerca de la polla que sin pensarlo demasiado me la rozaba con la nariz y los labios con la excusa de oler mejor esos efluvios hasta que no pude más y le di un lengüetazo a la punta por donde salía bastante liquido transparente. ¡si,si chupa!. Después de varios lametones por todo el capullo saboreando esas humedades fruncí mis labios y fui besando la polla por toda su superficie, abrí mi boca y empecé a meterme aquel cacho de carne. Menuda mamada le pegué, parecía que no había hecho otra cosa en vida. Estuve un buen rato chupando, lamiendo, besando, de vez en cuando descansaba y le pajeaba manualmente.
En una de esas me dijo que se lo hiciera más rápido y fuerte que ya le salia la lefa, en efecto, después de unas sacudidas empezó a brotar la ansiada lefa disparada en todas las direcciones. Los lefazos alcanzaron mi cara y mancharon el sofá y nuestras ropas, mi mano estaba totalmente bañada en el liquido denso y cremoso, me la acerqué a la cara para percibir bien el olor y le di un par de lametones para probar el sabor. Todo era delicioso.
Con la mano llena del semen de Alfonso me masturbe a mi mismo alcanzando en pocos segundos un fuertísimo orgasmo pero como me ocurría en esos días no eyaculé nada de nada. Aquel pajote con ese tío me ha marcado para el resto de mi vida. En la adolescencia tuve varios episodios homosexuales que algún día relataré aquí si es que os interesa. A los dieciséis años ya me eché una novia y no volví a hacer nada con chicos hasta los cuarenta y cinco años cuando me separé de mi mujer y casi sin darme cuenta redescubrí el mundo de las pollas.
Qué delicia!