Pajas veraniegas en compañía
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola. Me decido a contar mi sucedido que me sigue excitando recordarlo. Lo coloco en los relatos de masturbación masculina porque así se trata, pero no es un relato de unas pajas mías con ensoñaciones o sensaciones, que se me da muy mal contar, sino una paja concreta con participación de más gente, escrito como pasó.
Entonces, fue hace ya años en verano, en un camping donde pasábamos el verano mi familia con otras familias que ya nos conocíamos del barrio y de otros años. Era un sitio agradable, con piscina, la playa cerca, en plena naturaleza…, y los amigos que ya nos conocíamos y hacíamos un grupito. Era un grupo de todas las edades, chicos y chicas, mi hermana, amigos, que íbamos a la playa o jugábamos…, y también crecimos durante varios veranos hasta desarrollarnos físicamente.
En aquel verano, el grupito teníamos desde 16 años (yo) hasta 10 años, los más pequeños que se apuntaban a las excursiones y que eran unos pelmazos porque la diferencia de edad para algunas cosas se notaba demasiado. Decir que habían varios de mi edad…, pero en esas semanas, no estaban en el camping (tenían otras cosas que hacer en la ciudad o estaban de vacaciones en otro sitio), así que yo era el mayor. Entonces, como tantas veces, se termina hablando de sexo, sobre todo comentando las chicas o las mujeres del camping que hacían top less en la piscina o la playa. Los chicos decimos tonterías y nos reímos sobre eso, y las chicas parecen que pasan del tema, pero entonces empiezan a hablar de la polla de los tíos (los chicos del grupo), una conversación repetitiva entre los adolescentes, que si la de uno es más grande que la del otro y que si tal y que si cual… con las chicas riéndose y burlándose de ellos. Yo estaba a otras cosas sin decir nada sobre esas conversaciones.
Pero la conversación se fue calentando y me metieron a mi en ella preguntándome sobre cuánto me medía la polla y cosas por el estilo. Entré en la conversación y les dije la verdad: me mide 16-17 centímetros, o sea, 16 y medio. Un tamaño normal, no gigante, pero que está bien. Las chicas se animaron a pedirme que les enseñase el pene, pensando que yo diría que no o seguiría diciendo tonterías, pero sin enseñar nada…, pero, me dio un cosquilleo en los huevos y les dije: pero me la tenéis que tocar. Se miraron entre ellos y, claro, aceptaron la apuesta que les salía muy bien a ellos: veían mi polla pero tenían que tocarla. Claro que querían, jajaja.
Pero ahí en la piscina no era buen sitio. Dije que nos fuésemos al monte, fuera de la piscina, entre el arbolado, de forma discreta. Pensaba que alguno se rajaría, pero todos vinieron (la verdad es que eramos un rebaño que siempre íbamos juntos). Y ya a escondidas en medio de la arboleda se acercaron los chicos y las chicas más mayores (que eran menores que yo, en torno a 15, 14, 13 años) y me bajé el bañador y les mostré mi polla morcillona con todos sus pelos y con una buena pinta, estando todavía flácida (flácida pero un poco hinchada por la situación, o sea, como he dicho, morcillona). Las caras de asombro de ellos era de risa, se quedaron con la boca abierta y avisaban a voces que estaba enseñando la polla, a lo cual venían corriendo los niños rezagados. Yo avisaba: ojo, que si queréis verla la tenéis que tocar. Sí… estaba mi hermana, las chicas y otras niñas. También chicos y otros niños. Era una situación extraña y me excita recordarlo pues no soy exhibicionista, pero aquella situación era muy caliente.
A ver, ¿Quién se anima?, dije yo. Me la tenéis que tocar todos. Ellos no se acababan de arrancar…, y al final fue un chico de 14 años quien me agarró la polla y empezó a pajearme. Me bajaba el prepucio haciendo que saliese el glande, brillante y húmedo, que hasta entonces no habían visto ellas (supongo que ellos ya sabían como era una polla porque tenían una propia, jajaja, pero las chicas y las niñas más jóvenes era su primera polla a la vista), y mientras me iba bajando el prepucio subiendo y bajando por mi polla, ésta iba creciendo e hinchándose todavía más y más hasta que se puso tiesa del todo y apuntando arriba. Ya estaba todo el glande hinchado, rosa y visible a la vista de todos. Sigue, sigue, le decía yo al chico que lo estaba haciendo muy bien y que a mi me encantaba como una mano que no era la mia me agarraba la polla y me subía y bajaba la mano.
Venga el siguiente o la siguiente, decía yo aunque podía estar con la primera mano todo el tiempo, pero la promesa era que todos (y todas) me tocaran la polla. Y se animó una chica de 15, que estaba bastante enrojecida, supongo que excitada o vergonzosa. Basta que pusiera su mano en mi polla para que ésta diera un brinco y yo jugara con mi polla golpeando su mano. Me la agarró e hizo igual que el primero, unos movimientos que hacía que mis huevos colgantes se bambolearan y subieran a los movimientos de la mano de la chica. ¡Venga, otra!, decía yo para que cambiara la mano y otra chica se puso rápido a menearme la polla.
Cuando acabaron las dos chicas, estas animaron a mi hermana, más pequeña que ellas que también estaba con los ojos de plato mirando toda la escena. Yo la consideraba como una más del grupo en aquel “espectáculo” masturbatorio que estábamos haciendo, pero llegó su momento y entonces…, pues la dije: venga, tú también. Decir que mi hermana no me había visto la polla bien vista. Me había visto alguna vez el culo en casa, sin querer en mi habitación cuando yo me cambiaba de ropa o en el cuarto de baño, pero en este momento, era la primera vez que me veía a mi con mi polla toda tiesa y toda para ella. Fue un momento, mitad vergonzoso, mitad excitante para ambos, porque, aunque yo fuese su hermano, también era su primera polla masculina en sus manos. Pues, con timidez me agarró la polla y empezó a subir y bajar su mano igual que habían hecho el resto. Yo no la dije nada especial porque en aquel momento los consideraba a todos del grupo y a nadie especial. Al rato, le tocó el turno a otros niños que también alucinaban con mi polla, que es normal que alucinasen porque ellos con 10 años no la tenían desarrollada como yo. Encantados estaban de darle a la manivela, jajaja. Al final todos me pajearon y volvió a pajearme el primero que lo hizo. Tras un buen rato ya notaba que estaba pronto la eyaculación y se lo dije a todos que ya me iba a salir la leche cremosa por la punta del rabo. Y así fue, a quien le tocaba entonces pajearme le duché en semen aunque intentase quitarse, le bañé la mano, el pecho y el bañador en semen. Luego nos reímos todos y nos fuimos a la piscina.
Tras el calentón, esa noche me quedó un poco de resquemor por haber echo eso, tanto a chicas como a niñas y niños, y a mi hermana. Intenté hablar con ella sobre si le había parecido bien o me había pasado, y ella me calmó porque me dijo que le había parecido muy bien. ¿En serio?, la contesté. Sí, sí, no te preocupes, me dijo ella. Eso me quitó un peso de encima y fue entonces cuando la dije: Pues si quieres, cuando quieras, ¿me haces otra?. “Vale, sí”, fue su respuesta. Ok… Esa noche ya no, porque no era plan ni momento, pero al día siguiente ya se lo sugerí: “vale vale”, me respondió, “a la hora de la siesta cuando está la gente en la playa, en el cuartillo, ¿vale?”.
Pues imaginad un adolescente cachondo de 16 años sabiendo que su hermana le va a pajear después de comer, solos en el cuartillo de la caravana, sabiendo que al otro lado está la gente dormitando, jugando a las cartas o tomando el sol. Allí nos quedamos los dos con la excusa de echarnos la siesta, y cuando nos quedamos solos: venga, ¿me la saco ya?. Miramos de reojo y al no haber problema, me bajo el bañador y me quedo desnudo para que, a continuación, mi hermana agarrara mi polla y empezara a bajar el pellejo para que se asomase el glande y empezar a pajearme. Habían pasado los nervios de ayer y mi polla reaccionó poniéndose tiesa y dura. En un momento un enorme rabo todo para que me pajeara mi hermana que estuvo varios minutos hasta que mi pene volviera a escupir abundante leche. Lo limpiamos todo con papel higiénico y entonces, sí, nos echamos una buena siesta (sobre todo yo).
No voy a contar más pajas de este tipo porque fueron similares, pero cada dos por tres le pedía a mi hermana al oído (con el resto de la panda no se lo pedí, ni ellos me lo pidieron a mí) si quería hacerme una “pajilla”, y me hizo muchas en el cuartillo, o en el cuarto de baño, o en el bosque como la primera vez. Solo de recordar todo esto, me parece excitante.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!