Permíteme pajearte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MilkyQueen.
Debo admitirlo.
Me fascina generar esa sensación de morbo y deseo en los hombres, y más cuando sé que mis palabras tienen un poder tal que son capaces de clavarse pajas pensando en mí o en lo que les relato.
Lo siento chicas, pero esta vez mi escrito va dedicado para los caballeros.
En su momento relataré uno para ustedes solitas, espero no se molesten conmigo.
No es mi intención excluir a nadie, pueden seguir leyendo.
Este relato está escrito con la intención de que tú, mi estimado lector, puedas calentarte un poco y quién sabe, tal vez puedas correrte una buena paja o cogerte a tu pareja ya encarrerado.
Les contaré lo que hago con mi marido para hacerlo correr, y quizás les guste traspolar mis palabras en su persona.
Lo que yo narre haciéndole a él, podrían imaginarlo para ustedes.
Me gustaría, pues, narrarlo como si estuviera describiéndoselo a él, para que ustedes puedan hacer suya la sensación de mi historia, y así puedan terminar con una cosquillita genial o un orgasmo pleno, a su elección.
Los dos comenzamos a besarnos con mucha calentura.
Suelo, como ya sabes, acariciar tu pecho desnudo, si hay alguna prenda de por medio la quito con rapidez y acaricio tu torso con las yemas de mis dedos, y siento cómo se eriza tu piel.
Tus pezones, pequeños y oscuros, se vuelven duros y están al tanto de lo que mis manos pretenden hacerte.
Beso tu cuello y lo lamo con mucha lentitud, sé que eso te encanta.
Unos cuantos susurros sucios y caricias en la cara te prenden al máximo.
Mientras succiono tu hermoso cuello, bajo mis manos traviesas hacia tu bulto, tan delicioso y apetecible, porque sé que me espera ansioso y brinca debajo de tus trusas.
Lamiendo tu salado pecho, bajo hasta tu pubis y comienzo a besarlo hasta llegar a mi presa.
Sé que te pones nervioso pero no te preocupes, será lo mismo de otras veces… Eso que te hace llegar al orgasmo en un solo movimiento.
Con cuidado saco ese enorme miembro que me pone a mil, y lo siento tibio, incluso está sacando ya un poco de líquido.
Lo pruebo juguetonamente con la punta de la lengua y miro como brinca, tímido pero impaciente para que lo atiendan.
¡Lo sé pequeño! Pero tengo que atender al más grandote primero.
Te recuesto en nuestra mullida cama y veo como abres tus piernas, aumentando aún más mi rango para acecharte y atacar.
¡Me encantan tus preciosos testículos! ¿Te lo había dicho? Siempre dices que sientes vergüenza cuando los toco pero, en verdad son lindos y me gusta darles el trato que merecen.
Los acaricio suavemente, porque sé que te molesta cuando empiezo.
Luego acerco mis labios a ellos y los beso un poco, mientras con la punta de mi lengua rozo su arrugada y suave dermis.
Siento cómo se contrae la piel, ¡me gusta tanto eso! Porque significa que te gusta y que estás dispuesto a dejarme seguir.
Con una mano los paso por mi palma y con la otra los acaricio, me encanta tanto su textura que podría quedarme prendida a ellos, succionándolos suavemente.
Pero sé que eso te desespera, entonces paso a mi plato fuerte.
Entonces miro a mi presa.
Lo veo animoso, listo para servir.
Me acerco a él y con las dos manos comienzo a tocarlo.
Acerco mi lengua húmeda a las orillas de tu glande, sé que ahí es donde sientes más rico.
Con mi lengua comienzo a enjuagarlo por todos lados, y succiono la punta firme pero decidida.
Siento que te mueves un rato y gimoteas un poco, pero tranquilo, sé que te está gustando.
Lo tomo con mi mano derecha y comienzo a chuparlo varias veces lentamente.
Es ahí donde siento que tu cadera comienza a moverse al ritmo que lo hago yo.
¿Te calienta ver cómo chupo tu verga caliente? Sí, puedo sentirlo.
Siguen saliendo más y más jugos y eso me calienta más, entonces decido sostener la base de tu verga con una mano y con la otra seguir succionando.
Mis dientes le dan un suave masaje a los bordes, mientras que con la lengua lo abrazo y lo mojo.
Puedo sentir cómo crece dentro de mí, pero sé que eso no es suficiente.
Una vez que lo he mojado muy bien, sigo escupiendo un poco sobre él porque comienzo a lustrarlo con mi mano izquierda.
Al ser zurda, se me da mejor la maniobrabilidad.
Acaricio tu tronco venoso y gordo mientras que con la otra mano aprieto intermitentemente.
Siento como la sangre corre a través de mi pequeño amante y lo aprieto nuevamente.
Me miras a los ojos como apurándome a terminar, pero todo tiene su tiempo.
Con la cabeza bien lubricada, paso mi palma sobre la punta y comienzo a pasar los dedos por los bordes, como apretándolo.
Mi muñeca se bambolea sobre tu glande de tal forma que parece un juego de azar, ¿cuál será mi premio? Sigo frotándolo, y veo que tu cara se ruboriza, ¿quieres sentirlo ya, cierto? Vuelvo a escupirle un poco y vuelvo a hacer un movimiento de succión entre la palma de mi mano y tu glande, veo cómo se va hinchando más y más, hasta que comienza a verse brilloso aún sin mi saliva.
Lo lengüeteo nuevamente un poco y sigo frotándolo hacia arriba y hacia abajo, ahora con ambas manos.
Pero siento que aún puedo ponerlo más grande.
Me quito mi sostén y quedo en tetas.
Sé que son regordetas, pero que tienes un fetiche por ellas.
Tomo tu pene con fuerza mientras me coloco sobre ti, dispuesta a que me ordeñes.
Tomas una de ellas y la oprimes con ternura, mientras que jugueteas un poco en el pezón con la lengua.
¿No te excita? A mí sí, y mientras más me calientes frotaré mejor tu verga.
Tomas los pechos con ambas manos mientras te recargas contra la pared y comienzas a ordeñarlos.
Recuerdo que tienes un fetiche por la leche, y comienzo a inundar tu cabeza con ideas de leche fresca saliendo de mis pechos, como si me ordeñaras, soy tu becerra, ¿recuerdas? Y mi meta es hacerte sentir bien.
Mientras chupas y mamas yo froto con rapidez tu pene y siento que palpita por momentos, indicándome que es la hora de darle con todo.
Lo froto con las dos manos mientras tú te aferras con fuerza a las cobijas en la cama y veo el elixir sexual brotando de tu miembro.
Puedo olerlo, y su sabor me incita a seguir frotándote hasta dejarte seco, hasta que no quede más, y mis manos quedan pegajosas al igual que mis piernas.
Tú quedas tendido, rendido y somnoliento, mientras que yo voy al baño a lavarme, y cuando duermes, me masturbo recordando lo que pasó, para caer en sueños junto a ti.
Y bueno amigos y amigas de SST, les agradezco su tiempo leyendo mi relato, esta vez fue algo corto, pero espero que les guste, me gustaría hacer la versión para chicas pero eso será un poco más adelante.
Se despide de ustedes su amiga MilkyQueen, reciban un beso y un abrazo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!