Pillados mientras estaba agarrando una polla
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Junia.
Hola.
Vengo a contar mi narración.
Me he pasado un buen rato retocando este relato para que se entienda bien.
Espero que así sea.
Se trata de recuerdos de cuando era pequeña.
Viendo algunos relatos que cuentan cosas parecidas, me parece que estos casos han sido más frecuentes de lo que se pueda pensar.
Y es que, es en casa donde aprendemos las primeras cosas, cuando se tiene menos timidez.
Recuerdo unos bailes que hacía desnuda con mis amigas cuando era pequeña y que nos hacía gracia (la excitación no llegaba a lo sexual), y los chicos nos miraban y se reían.
Todos estábamos riendo, pero las únicas desnudas eran mis amigas, y alguna vez algún amigo de mi edad: o sea, dos, tres, cuatro niños desnudos jugando al corro de la patata, enseñando el culo.
7, 8 años, culitos pequeños, pitilín pequeño (del niño que también bailaba desnudo), y los mayores no se desnudaban (los mayores, mi hermano, sus amigos, 14, 15 años).
Pero pasan esos años, y se acabaron esos bailes.
El pudor va creciendo según la edad y ya no estamos para tonterías.
Aquí vengo a narrar mi primera visión y contacto con pene adulto, ya no pitilín o pilila infantil.
Y se trata del de mi hermano, el que tenía más cercano.
Pues yo tendría 10 años, y entonces mi hermano tendría 7 más, o sea, 17 (no recuerdo bien el año.
Si yo tuviera 11 años, mi hermano tendría 18.
Me suena más con yo 10 y él 17).
¿No le había visto yo desnudo a mi hermano?.
No, no por delante.
Está siempre la situación sorpresa de que me pillen o pillar yo a alguien en el cuarto de baño, o saliendo con una toalla, etc.
Si entro al cuarto de baño y hay alguien desnudo haciendo sus cosas o duchándose, pues se suele tapar y yo darme la vuelta.
Así que, nunca le vi su delantera.
Pero, un día de verano en que él estaba solo y yo entraba en casa, fui al cuarto de baño, abrí la puerta, y me le encuentro sentado en la taza del wáter, y asomando entre sus piernas un grueso palo carnoso.
No se estaba pajeando compulsivamente, sino solo acariciando sus huevos.
Me quedé un poco paralizada, porque quería ver más.
O sea, que no me volví.
Y ese palo gordo de carne no podía esconderse, así que mi hermano me tuvo que llamar la atención:
Juan Carlos (nombre de mi hermano): No sabía que habías venido.
¿Quieres cerrar la puerta?
Y yo, desafiando, no me iba.
Tampoco sabía que decir salvo echar una risitas.
Mi hermano no sabía muy bien qué hacer:
Juan Carlos: Como no te vayas, te voy a dar un pollazo.
Y yo, como no me iba, pues se levanta serio y me va a echar, pensaba…, pero agarró su polla y me fue a dar varios pollazos, como me había advertido, esperando que a mi me diera nervios o asco y saliera corriendo, pero como yo no me esperaba eso, pues me sacudió su polla 3 o 4 veces en el brazo.
En vista de su fracaso de que yo me fuera, ya se lo tomó con filosofía, y como estaba excitado me dijo
Juan Carlos: Pues por no irte, ahora me la vas a agarrar.
Y, como yo no me iba ni decía que no, pues pasamos otra vez al fondo del baño.
Se volvió a sentar en la taza del wáter y me agarro mi mano.
Juan Carlos: Si no te vas es porque quieres agarrarla, ¿no?.
Pues a ver qué te parece: agárrala bien.
Fue entonces cuando agarré el primer pene adulto y casi erecto.
Estaba gordo…, pero todavía creció más cuando lo agarré y subió para arriba.
Pues todo eran risitas, tanto mías como las de él.
Me fue explicando como agarrarla bien, subía y bajaba mi mano, con ese glande rosita que brillaba como un globo y reflejaba la luz cuando más hinchado estaba.
No estuvimos mucho tiempo, pero la situación era un poco delicada pues yo sabía que mi madre venía a continuación de mí y que en unos minutos estaría en casa.
Bueno, tampoco iba a estar mucho tiempo agarrando la polla a mi hermano: solo ver que, a pesar de lo ancha que era, todavía podía crecer más.
Nos olvidamos del riesgo de que viniera nuestra madre, y ésta vino, pues estuve como 5 minutos subiendo mi mano y bajando.
De vez en cuando paraba de tocarle y me respondía a algunas preguntas que le hacía (no me acuerdo que le decía, algo relacionado con su polla o sus huevos).
El caso es que, sorpresivamente, entra mi madre en el lavabo a recoger unos trapos, y nos pilla a mi hermano desnudo sentado y a mi al lado con mi mano agarrando su polla.
Por supuesto que la solté deprisa, puse cara de póker y pensé, “Tierra trágame”.
Mi madre lo vio todo y no sé qué cara pondría al principio, si de sorpresa o qué, porque yo no quise mirarla, jaja.
Pero nos dijo que nos preparásemos para la comida (era la hora de comer, y en un cuarto de hora o 10 minutos estaría la sopa ya servida).
Viendo la serenidad de mi hermano, pensé que tenía sangre de horchata.
Ahí acabó la primera sesión de polla en mi mano y yo estaba con la cabeza gacha.
Al rato, me senté en la mesa esperando la sopa… y veo que aparece mi hermano como si no hubiera pasado nada.
Parecía que no había pasado nada, hablábamos entre todos en la mesa, y ni mención a lo ocurrido en el lavabo.
Luego pude comprobar que es que mi madre había pillado a mi hermano pajeándose alguna vez, así que ella tenía asumidas esas visiones por sorpresa…, y mi hermano también.
El caso es que, esa tarde, le comenté a mi hermano que mamá no nos había dicho nada y que parecía que no era para tanto.
Y mi hermano entonces me comentó que esa noche acabásemos lo que había empezado, o sea, que quería que siguiera sobándole la polla.
Ok.
Llega la noche, voy a su habitación, y le pillo con los bóxer puestos.
Juan Carlos: Ah, ya estás aquí.
¿Empezamos?
Yo: Sí
Y cierra la puerta de su habitación, se baja los bóxer y aparece de nuevo su pene y testículos colgando.
No está morcillón ni erecto como por la mañana, pero sigue siendo un buen pene.
Me toca agarrar la polla y bajar el prepucio para que asome el capullo, y como un animal vivo, el pene empieza a crecer y a palpitar.
Como si fuera un pájaro que se mueve en tu mano, así era su pene según empezaba a crecer.
Sube y baja, al final el globo del glande se hincha a tope, el ancho del pene aparece en todo su esplendor y dale que te dale.
Ya tenía todo explicado de la leche de sus huevos y esas cosa, pues la explicación me la había adelantado.
Una cosa es lo más básico que aprendes en el colegio, las habladurías de clase con sus fanfarronadas de otros chicos, y otra el verlo in situ, el ver lo duro y tirante que se pone el pene y al final la cascada de crema que empieza a rebosar mojando mi mano, para luego salir dos, tres, o cuatro geiseres de semen lanzados al espacio (o sea, a mi que estaba enfrente).
Ya tenía yo para mi la primera eyaculación vista, con todo su poderío.
Todo mi camisón con churretes de semen que me daba como nosequé… Cogió mi hermano pañuelos de papel y me limpió quitándome lo gordo de la crema que tenía en el camisón, aunque siempre queda algo.
Y también limpió los charquitos que había en el suelo.
Se acabó el espectáculo.
Pero no acabaron las sesiones de polla.
Fue un verano muy caliente y mi hermano me pedía de vez en cuando si yo quería vaciarle los huevos.
Con mucha delicadeza, lo dejaba a mi elección, y yo elegía que sí.
Mañana, tarde o noche, no siempre a la misma hora.
Pero, otra vez hubo pillada por parte de mi madre.
Buffff.
Es que las madres se meten en la habitación de cualquiera como si fuera su casa, jajaja.
Pues eso, con mi hermano recostado en su cama, y yo al lado agarrando el mástil de carne que tiene por polla, subía y bajaba mi mano por ese pollón, subía y bajaba con emoción, mientras los huevos bailoteaban (bonita vista), y entonces, otra vez interrumpe mi madre la sesión, y todo para preguntar no se qué tontería.
¿A qué hora echan tal cosa?, o ¿a qué hora hay que estar en tal sitio?.
Ni me acuerdo, pero como yo estaba lanzada con el sube y baja, mi madre vio como yo sacudía la polla de mi hermano y su hijo durante un par de segundos, suficiente como para que ella mirase bien como bailaban los huevos, como subía y bajaba mi mano sobre la piel del pene, como brillaba el glande.
Lo vió todo.
Tras ese par de segundos, yo dejé de pajear, pero seguía con mi mano agarrada a la polla.
Y al rato, porque mi madre seguía preguntando, dejé de agarrar la polla que entonces apareció en todo su esplendor erecto mientras mi hermano contestaba balbuciendo las preguntas de la hora de no se qué que preguntaba mi madre.
Luego lo he pensado: mi madre ya había visto a mi hermano pajearse, seguro…, y seguro que ya ni se retiraba al pillarlo, y seguro que hasta le gustaba ver esa polla erecta tan tiesa y esos huevos tan gordos colgando.
No sé, pero seguro que disfrutó de la visión.
Otra vez no volvió a pasar nada, así que, según salía mi madre, volví a agarrar la polla que seguía más dura que el hierro, y volví a subir y bajar, hasta que empezó a supurar crema y luego a lanzar chorros que cayeron en el pecho y hasta la cabeza de mi hermano.
La verdad es que tenía un buen almacén de semen porque sus corridas siempre eran abundantes.
Y, ya está.
Mientras duró el verano, duraron las pajas que hice a mi hermano.
Con la vuelta del curso y el frío, se acabaron las “sesiones” de pene erecto adulto en mis manos y…, bueno…, me gustaría saber si en la casa de otras personas han ocurrido cosas similares, tan “inocentes” (solo le vaciaba sus huevos, sin llegar más allá) o si esto que cuento es demasiado o solo es normal.
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