Por un seguro, voy a asegurar una cojidita. Parte 1
Los deberes de caballero, permiten que la nena disfrute..
Relato sugerido por un seguidor de mi perfil. (si deseas escríbeme a mi telegram y cumplimos tu fantasía más ricas que tengas @Danytranssola)
A mis 35 años, tengo dos caras: afuera, un caballero de 1.65, delgado, con pelo castaño ondulado y piel suave, siempre en jeans y camisetas discretas, un chico normal que nadie sospecharía. Pero en la intimidad, soy una nena zorra, adicta a que me usen como puta. Esa mañana, estaba en mi departamentito, estresada por un trámite de seguros que me habían pedido, pero también tan cachonda que no podía pensar en otra cosa. Me desperté jugando con mi anito, metiéndome un dildo pequeño mientras gemía como nena, imaginando vergas duras llenándome. Pero no acabé; el estrés me cortó el rollo, así que decidí alistarme para ir a la oficina.
Como soy una zorrita morbosa, no pude resistirme: me puse una tanguita negra de encaje que me apretaba el pene pequeño, un top rosa ajustado, una falda plisada negra cortísima que dejaba mi culito casi al aire, y medias blancas hasta el muslo con un liguero de encaje a juego. Antes de salir, saqué mi plug favorito, negro y mediano, me escupí en los dedos, me unté el ano y me lo metí despacio, gimiendo bajito mientras mi culo lo tragaba. Cada paso hacía que el plug me rozara por dentro, enviándome chispas de placer. Por fuera, me puse un abrigo largo para cubrir mi outfit de nena puta y mantener mi fachada de caballero.
Llegué a un edificio alto en el centro, el tipo de lugar con oficinas serias y aire acondicionado frío. Entré al ascensor, y cada movimiento hacía que el plug se moviera en mi ano, haciéndome morder el labio para no gemir. Mi pene estaba duro bajo la tanguita, y sentía mi culito mojado de puro morbo. Al llegar al piso, me quité el abrigo, dejando mi falda y top a la vista, y entré a la oficina. Ahí estaba él: un chico blanco, alto, de unos 28 años, guapo como modelo, con pelo corto rubio, ojos verdes y un olor a colonia cara que me mareó. Llevaba una camisa blanca ajustada que marcaba su pecho firme y unos pantalones grises que no podían esconder lo que tenía abajo. «Hola, soy Diego, te ayudo con lo del seguro», dijo, con una voz profunda que me mojó el culito al instante.
La conversación del trámite fue normal: papeles, preguntas, números. Pero yo no podía concentrarme; el plug me rozaba con cada movimiento, y mi tanguita estaba empapada de lo cachonda que estaba. En un momento, Diego se levantó para buscar unos documentos, y uff, ahí lo vi: su verga dura, marcándose a un lado en los pantalones, un bulto que saltaba como si quisiera romper la tela. Mi pene dio un brinco bajo la tanguita, y sentí una erección tan fuerte que casi gimo. Él se dio cuenta de mi mirada, porque empezó a pasearse por la oficina, deteniéndose cerca de mí, dejando que su bulto quedara a la altura de mis ojos. «Algo más que necesites?», preguntó, con una sonrisa pícara, y yo, tratando de mantener mi lado santita, solo dije: «Eh… no, todo bien», aunque por dentro era una zorra ardiendo.
Mi fachada de caballero me traicionó; no pude hacer nada más que intercambiar números al final. «Por si necesitas algo del seguro», dijo, guiñándome un ojo. Salí de la oficina, el plug todavía dándome placer, y me fui a casa con el corazón a mil. Apenas llegué, recibí su mensaje: «Estoy para cualquier cosa, ¿eh?». Mi lado zorrita tomó el control, y respondí: «¿Cualquier cosa, lo que sea?». Él contestó rápido: «Sí, lo que sea». Me mordí el labio, y escribí: «¿Me puedes ayudar con un tema de estilo?». Él dijo: «A ver, dime, quizá sí pueda». Sin pensarlo, me saqué el abrigo, me quedé en mi outfit de nena —top rosa, tanguita negra, falda plisada, medias blancas con liguero, y unos tacones de plataforma y aguja que me hacían ver más puta— y le mandé una foto, mi culito en primer plano, mi pene duro asomando por la tanguita.
Vi las dos palomitas azules, y mi corazón se aceleró. Tardó en responder, y cuando lo hizo, escribió: «Perdón por tardar, pero tu foto me sorprendió tanto que me tuve que masturbar pensando en tu culito».
Mi culito se apretó alrededor del plug, y le respondí con un emoji de diablito: «Ahora vas tú, papi, deléitame con ese trozo de carne que te cuelga y me tiene como zorra con ganas de tu verga y leche». Segundos después, llegó su foto: tomada desde arriba, mostrando su abdomen plano, y al fondo, una verga de 18 cm, blanca, con una cabeza rosada brillante y unos huevos grandes colgando, rodeados de un poco de vello. Era perfecta, y me puso a mil.
Me tiré en la cama, todavía con el plug en el ano, y empecé a tocarme. Me bajé la tanguita, dejando mi pene libre, y me metí dos dedos en el culito, imaginando que era la verga de Diego. Gemí como nena zorra, moviendo el plug mientras me pajeaba, pensando en esa cabeza rosada abriéndome, sus huevos golpeándome, su leche llenándome. «Sí, papi, cógeme», susurré, metiéndome los dedos más profundo, el plug rozándome justo donde me gusta. Me corrí con un grito, mi semen salpicándome el top y la falda, pero no era suficiente. Sabía que quería más, y Diego lo sabía también. Le escribí: «Esto no se queda así, papi, quiero esa verga en mi culito». Él respondió: «Tranquila, nena, pronto te rompo como zorra». Y yo, temblando, supe que esto apenas empezaba.
Muy pronto la parte dos….
Mi telegram @Danytranssola
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