*¡PROFE, CIERTO QUE NO ESTOY BORRACHO!*
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sebastián era un jovencito de 15 años recién cumplidos, tenía cuerpo y apariencia de niño, aunque era de 1,65 algo acuerpado porque gustaba del deporte.
Pensaba como adulto, tenía la sabiduría y los caprichos de un anciano.
Nos hicimos amigos muy fácilmente cuando yo dirigía una actividad de aeróbicos en el parque de mi ciudad.
Él llegó en busca de una amiga y tras hablar unas pocas palabras se marchó.
Pues yo por la forma de dirigirse a la chica, le creí hetero.
Pasaron varios días y no volví a saber de Sebastián, hasta el día que vino a mi oficina a preguntar que si ahí necesitaban quien ayudara con las actividades de recreación.
La verdad no eran necesario más personas en mi trabajo, pero le abrí un espacio haciéndole llenar una hoja con todos los datos personales y referencias, para que se fuera motivado.
Sebastián muy puntual vino a la cita que le puse y luego se integró muy fácil al grupo, donde por su forma de ser se robó el cariño de hombres y mujeres.
Siempre se le observaba como un chico de pocas prendas de vestir, no sabía arreglarse muy bien y siempre pedía refrigerio, agua y se sentaba a descansar muy a menudo.
Los integrantes del grupo de aeróbicos eran personas de buenas comodidades económicas lo que siempre me hacía sentir una incomodidad cuando lo observaba y cuando lo comparaba con los demás, así que lo llevé donde un estilista y le mandé hacer un corte de cabello a la moda y le regalé unos de mis tenis, sudadera y camiseta, que estaban como nuevos para que se las pusiera cuando fuera a las clases.
Igualmente una de mis amigas lo dotó de ropas y calzado que ya no usaban sus hermanos, por lo que ya no se veía como ese chico malandrín.
Un día fui a su casa y pude comprobar que la carencia y humildad de esta familia no se escondían y por eso era la presentación personal de Sebastián tan precaria.
Saldado lo anterior él ya era como un ciudadano de alta por su nueva apariencia, ya parecía “niño de rico”, el día del cumpleaños número 15 los compañeros se lo celebraron con una actividad muy especial en la cual lloró encada uno de los abrazos canciones y aplausos, lo que quiere decir que ni conocía un gesto amable como ese.
Bueno, todo pasó y las actividades desde aquel día siguieron normales para él y para todos.
Sebastián se convirtió en la figura más sobresaliente del grupo y eso era hermoso pero a la vez preocupante por la fama que iba ganando cada día, pues no sabía si le habíamos hecho bien, o mal, con tanta preferencia.
Ya no era ese niño después del cumpleaños, su salto fue prematuro y fue uno de los mejores líderes del grupo hasta la fecha.
Eso lo llevó a hacer parte de los grupos de teatro, cine, y música del pueblo y en todo le iba bien, quizá esa oportunidad era lo único que le hacía falta para surgir.
Aparte de eso el solía ir mucho a mi apartamento, su afecto por mí se multiplicó y nos encariñábamos cada vez más.
Pero eso nunca era notorio ante los demás, porque a todos yo les daba muy buen trato.
Un día llegó a mi oficina cuando no había nadie y sacó de su bolsillo un teléfono celular nuevo y yo me imaginé lo peor…Luego hablé con quién se lo había regalado y tras la reposición de equipo, lo dotó de teléfono para que estuviera más unido al grupo.
Cada que tenían un gesto amable con él, yo me sentía con más obligaciones con Sebastián.
Para completar, ante su familia yo comencé a gozar de buen prestigio y reputación y eso me obligaba a ser más responsable y cuidadoso con él.
Ese día se acostó en uno de los sofás de la oficina a jugar con el teléfono, solo estábamos él y yo, estaba sin camiseta, se había quitado los tenis y su apretada pantaloneta dejaba marcar ese bultito que ya no es el de un niño.
De pronto lo volteo a mirar y estaba altamente concentrado y de repente bajó su mano e hizo presión sobre aquel bulto marcado, yo respiré y mandé un trajo de saliva mientras pensaba “esa mano fuera mía”, seguí escribiendo en el mi pc pero la tentación no me dejó, me pare tomé un vaso con agua y decidí mirarlo de reojo.
Él no me miraba y era tan inocente que no se percataba de mis miradas, volviendo a pasar su mano sobre su bulto que cada vez crecía.
No me aguanté las ganas y fui hasta donde estaba y ciertamente se acomodó para que yo no le notara su erección.
Se sentó por un momento y apagó el teléfono, poniéndome dialogo.
Con esa acción, supe qué estaba viendo.
Le dije se acostara de nuevo así como estaba anteriormente, que estaba como en casa; al costarse de nuevo ya no había erección y su teléfono ya estaba en whatsapp con sus amigos, así que perdí el impulso de verlo como quería.
Sin embargo me arrodillé mientras dialogaba con él y me mostró lo que estaba haciendo en el móvil y no había nada de porno ni malicia.
Seguí arrodillado junto a él y pasé mi mano por su abdomen tratando de llegar hasta lo que era su pequeño bulto, pero antes que lo alcanzara a tocar retiró mi mano, por lo que sentí sonrojarme.
Se sonrió, me miró sonrojado.
Presenté disculpas por mi atrevimiento y me fui a mi escritorio, posteriormente lo mandé a la panadería a comprar refrigerio, me ayudó a realizar unos documentos y luego se fue a su casa.
El tiempo pasó y un día llegó a mi casa en ropa deportiva un poco ceñida al cuerpo y algo sudoroso, se descalzó en la alfombra, se quitó su camiseta y se la llevó al hombro mientras tomaba un refresco sentado en el piso.
Me acerque para sentir esa aroma rica a sudor que me excitó, pues hacía mucho tiempo no la disfrutaba.
Luego al llevar el vaso a la cocina, se acercó y me dio un abrazo de agradecimiento yo le acepté con tanto gusto que al sentir de nuevo su olor y abrazar su abdomen tomándolo por la cintura porque yo estaba sentado, mi piel se puso como de gallina, se me erizó y respiré profundo.
Sebastián insinúo: ¡ui, que te pasó! Le dije ¡nada! Y seguí en mi actividad.
Pasó mucho rato, me pidió permiso para ducharse, cenamos vimos un partido de fútbol pero cuando se estaba quedando dormido lo desperté para que se fuera a casa.
Mi tentación de tocarle su bulto era evidente, lo que no sabía era que estrategia usar para ello.
Así que fui a mi ropero busqué una sudadera que me quedaba apretada y la traje para que se la midiera, pues mi objetivo era regalársela.
No vaciló un momento, y quitándose su pantaloneta en frente de mí se midió aquella prenda que le quedó precisa y justo como quería verle.
Un frío recorrió mi cuerpo y el me miró mientras dijo: Qué le pasó que palideciste? No nada, es que me acordé de algo urgente que tengo que hacer más rato.
No dijo nada y se fue al espejo para ver cómo le había quedado el regalo.
Le seguí mientras le observaba sin parpadear, luego le dije: Vé, le quedo como muy ceñida al cuerpo?, respondiendo: será? Y entonces llevé mis manos hasta su cintura haciéndolo girar para que quedara frente a mí y entonces llevé mi mano hasta sus muslos para desplegar las arrugas de la tela y subí hasta la entrepierna donde aproveché para tocar por encima de la tela su pene que estaba un poco erecto.
Ambos no miramos, sonrojamos y reventamos en una risa que duró varios minutos.
Nunca nos dijimos nada en ese momento y cuando traté de tocarlo nuevamente, se retiró y se fue a casa.
Yo no aguanté las ganas y fui al baño a masturbarme con mucho ahínco y me parecía tenerlo a mi lado, fue tan deliciosa, que me hizo acordar de mi primera masturbación.
Los días pasaban y yo no podía olvidar ese toque que me hacía enfriar en su recuerdo, pensaba en voz alta cuando será ese día de poder tocarle y verle, no sabía si eran ganas o miedo de perderle.
Todo pasó y la idea de hacerlo y el exceso de trabajo disipó las intenciones.
Había tanto trabajo en la empresa que me tocó contratarlo por 15 días para que me ayudara con las labores, donde se dejó notar su eficiencia.
Eso me unía más a él y comenzó a perdurar y a notarse dentro de nuestro respeto un gran apego y afecto.
Llegó el fin de año y se clausuró con éxito todo el trabajo, los aplausos y los regalos llenaron todas las expectativas.
Torta, vino y cena hicieron gala, Pero igual el licor y la noche estaban presentes.
Sebastián estaba tomando sin medida y eso le embriagaría pronto, así que le pedí más mesura porque su familia podría enojarse.
Ante mi llamado de atención como director del programa, Sebastián tomó su celular y llamó a su abuela quien era padre y madre como suele ser en las familias humildes de mi país, donde los nietos quedan a cargo de los abuelos por siempre.
Ciertamente pidió permiso para quedarse en casa de algún compañero de grupo si la fiesta iba hasta altas horas de la noche, permiso que fue concedido por ella.
Yo me sentí responsable de todo, con nervios y no sé cómo, pues él era un niño a mi lado, pero tenía que cuidarlo de todos y hasta de mí.
Por un momento me sentí culpable por haberle permitido ingerir licor.
La fiesta terminó, todos se fueron a casa excepto Sebastián.
Quien un poco mareado se fue conmigo a mi casa.
Lo ayudé a quitarse sus ropas y a acostarse; tenia puesto un ceñido bóxer que dejaba notar un hermoso bulto pequeño y atractivo en su fondo.
Lo miraba y respiraba temblorosamente.
Se sentó en la cama y me dijo: Ven te doy un abrazo por todo lo especial que has sido conmigo durante este año.
Me abrazó y no quería soltarme, yo estaba en pantaloneta junto a él y sin camisa y mi piel se erizó tanto que de inmediato lo notó.
Me acaricio tanto que eso disparó mis ansias e hice lo mismo con él en retribución.
Lo acosté suavemente mientras lo arropaba y fue allí donde pude notar que estaba bien erecto y una gota de precum se notaba en su bóxer de color rojo claro.
Me acosté junto a él excitado y me arropé con una suave manta como la que le había puesto a él.
Se la retiró supuestamente por el calor mientras juntos acostados en la misma cama mirábamos al techo sin pronunciar palabra.
Por el calor, las mantas no estaban sobre nuestros cuerpos y la luz tenue del cuarto dejaba ver que en nuestra ropa interior algo ya había crecido.
Llevé con suavidad mi mano hasta su ombligo como pretexto y luego baje hasta su bóxer donde había un pene a reventar.
De inmediato su mano llegó hasta el mío acompañada de una palabra: ¿Profe, me la dejas ver?.
Quedé mudo, pero saqué valor para decirle cógela que es tuya! La tomó con su mano y la acaricio mientras decía: Profe, cierto que no estoy borracho?.
Todo pensé yo, menos que de un momento a otro se la llevara a su boca donde se la tragó toda de una; yo lancé un suspiro que más parecía un grito.
No lo pensé dos veces y de una tome la suya e hice lo mismo.
Ya no hubo más palabras desde ese momento, solo sexo desenfrenado caricias besos, sexo oral 69, y nos masturbamos como locos, nunca hubo penetración porque era un niño virgen, nunca lo abusé por estar borrachos.
Antes de levantarnos al otro día repetimos con éxito y durante varios años repetimos nuestro sexo oral y masturbación.
Cierto día me pidió que nos volviéramos a tomar unos tragos como la vez de la clausura, lo hicimos y recordamos ese maravilloso momento.
Ese día Sebastián estaba cumpliendo 20 años y yo 35.
Fue un día maravilloso día de sexo oral al límite que hasta nos tomamos nuestro semen, nos masturbamos y para sellar fuimos versátiles por primera vez.
y al terminar esa hermosa noche antes de irse a casa me dijo: ¡PROFE CIERTO QUE NO ESTOY BORRACHO¡
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