RARA ORGÌA MASTURBATORIA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mis amigos y yo tenìamos 13 años, eramos muy nuevitos en estas andanzas y al principio nos pajeàbamos todos los dìa furiosamente, pero no lo contábamos en el grupo. Pero pronto llegó el momento en que comenzamos a relatarnos las pajas que nos hacíamos, calentándonos asì mutuamente y despertando la curiosidad. Pero todavía no estábamos en condiciones de decidirnos a una paja grupal. Sin embargo, siendo yo muy lujurioso, se me ocurrió hacerles a mis amigos una propuesta, a modo de desafío.
Varias veces había acompañado a mi madre a una granja, donde ella compraba hermosos y enormes pollos del criadero. El comerciante se lo hacìa elegir, y luego lo mataba, limpiaba y evisceraba, entregándolo en condiciones de ser enfriado y luego cocinado. Caliente como el que màs, siempre me resultò excitante ver y tocar ese cuerpo todavía tibio y ver esa enorme abertura producto de la evisceración. Por eso, un dìa desafiè a mis amigos a que nos juntemos y nos cojamos a un pollo en esas condiciones. Serìa, digamos, como hacerse la paja con el cuerpo eviscerado del animal.
Pues bien, supe que la tarde de un sábado mis padres saldrían a visitar a unos familiares, dejándome solo en la casa durante todas esas horas, pues yo no quise ir con ellos. ¡Esa sería la oportunidad de cumplir nuestro desafío!. Avisè la novedad a mis amigos y los desafiè a que vengan a mi casa esa tarde para hacer lo comprometido. Todos quisieron venir.
La mañana de ese sábado, temprano fui a la granja y comentando que era a pedido de mi madre, con unos dineros de mis ahorros, comprè un pollo. Pedì uno bien corpulento y rato después volvì a retirarlo, bien envuelto en una bolsa que introduje en secreto en mi casa y la escondì en mi cuarto, debajo de mi cama.
Una hora después de haberse retirado mis padres llegaron a casa mis tres amigos, ansiosos y agitados y brillándoles los ojos por la excitación. Yo ya había preparado la escena en el garaje de la casa, donde había suficiente espacio y era un lugar aislado y reservado. Se me ocurrió colocar en el suelo un viejo mantel de plástico, bien grande. Allì llevè a mis amigos y enseguida les propuse que nos desnudáramos. Al principio, todos se mostraron un poco inquietos por tener que quedarse desnudos unos frente a otros, pero la lujuria y el ànimo de aceptar el desafío hicieron que todos comenzáramos a quitarnos la ropa y quedar completamente en bolas.
A todos nos resultò excitante la situación, vernos asì desnudos y en ocasión de vivir algo sexual. Asì, pude ver a cada uno de mis amigos: Tito, delgado y fibroso, con su pelo castaño casi siempre sucio; Oscar, algo gordito y de cuerpo blanco y pecoso, con su pelo rubio y lacio cuyo flequillo siempre caìa sobre su frente; Diego, el ídolo de todos, moreno, de cabello siempre bien cortado, con su cuerpo marcado por una incipiente musculatura, el único que ya a esa edad presentaba un tupido pelaje en el pubis, todos erectos y haciendo pendular los huevos. Jadeaban de excitación y de deseo.
Ya desnudo, los dejè un minuto para traer la bolsa con el pollo. Al regresar con mi cargamento de placer, todos se miraron entre risueños y ansiosos (Tito se tocaba la verga, mientras que Diego y Oscar habían comenzado lentamente a masturbarse). Saquè el enorme pollo de la bolsa, estaba tibio y perfectamente limpio y sin olor.
Todos reìan por mi erección, tenía la verga dura e hinchada y pegada a mi vientre como si fuera de piedra, eso hizo reír a mis amigos que me decían “què pedazo de pija que tenès, jaja”. Una paja asì nunca la había hecho solo y ahora cumplirìa la fantasìa junto a mis amigos, excitado tanto por lo que haríamos como por verlos a ellos desnudos y erectos. Enseguida les dije: “ven, asì se hace…” y comencé a colocar mi pija por el agujero del pollo, sintiendo el contacto de esa carne tibia, húmeda y blandita. LLevè mi verga al tope y empecè a sacarla y ponerla, revolviéndola un poco dentro de la cavidad carnosa. No tardè en lanzar mis primeros gemidos por el inmenso placer que me daba semejante paja morbosa.
Los chicos se pusieron locos de lujuria, jadeaban y se pajeaban. Se fueron acercando. Diego respiraba agitado y marcaba el pecho como macho alfa. “Salì, salì, dejame a mi” me ordenò, sacudiéndome de un brazo. Tomò el pollo y rápidamente clavò su enorme verga en la cavidad, revolviéndola con un movimiento circular de la cadera. Empezò a golpear su pubis con el pollo, pajèandose furiosamente con ese cuerpo. Gemìa e insultaba, mientras se dejaba oir el sonido de su paja “paf, paf, paf, paf”. Asì, ardientes y ansiosos lo fueron haciendo por turnos también Tito y Oscar, volviendo el animal a mì otra vez, y nuevamente a Diego. Mientras uno lo hacìa, los demás nos pajeàbamos con nuestra mano, ya empapados de sudor y lìquido preseminal
A propuesta mìa, fuimos por màs placer. Sostuve el pollo con mi mano e invitè a Diego a que colocara su pija por el agujero junto con la mìa, haciendo doble penetración. El aceptò, ardiendo, y para sostenerse mejor puso su brazo sobre mi hombro y ambos clavamos nuestras pijas húmedas y engrasadas al mismo tiempo, sintiendo yo no sòlo el contacto de ambas vergas que entraban y salìan sino también el calor y la fuerza del cuerpo de Diego, ambos muy transpirados. Esa situación fue tan caliente que ambos eyaculamos brutalmente casi al mismo tiempo: “aggg, aggg, tomaaà, tomaaà hijo de putaa” gritaba Diego, mientras Tito y Oscar fregaban sus pijas en la parte delantera del pollo. Llenamos la cavidad de esperma caliente y oloroso, y enseguida Tito y Oscar repitieron la misma acción, pajeàndose con el cuerpo del animal clavándolo los dos al mismo tiempo hasta eyacular entre gritos e insultos.
La situación era tan asquerosa como excitante, saber que la cavidad del pollo estaba llena de espermas de los demás nos calentaba todavía màs, tanto que repetimos todo ese accionar unas tres veces hasta quedar extenuados. Quedamos agotados, empapados en sudor y con olor a semen. Cuando ya la orgìa no daba para màs, fue Diego quien se apoderò del cuerpo del pollo y meò dentro de èl, y nos ordenò “hagan lo mismo, mèenlo todo hijo de putaa”, “pero no de a uno, todos juntos”. Obedecimos al macho alfa, los tres restantes nos las ingeniamos para colocar nuestras pijas en el hoyo y mear abundantemente dentro de èl.
Agotados, volvimos a poner el cuerpo del pollo dentro de la bolsa, envolvimos todo en el mantel de plástico, y rato después arrojamos a la calle, bien lejos, todo el material de nuestra orgìa.
Fue una experiencia fantástica, de lujuria y barbarie a los 13 años. Habìamos descubierto que no hay lìmites para el placer sexual, que siempre hay que buscar nuevas sensasiones. Siempre màs.
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