Scooby, Sorpresa bajo la cobija
Disfrutando de los placeres del perrito, con mi novia durmiendo al lado mio.
Scooby
La sorpresa debajo de la cobija.
En el relato anterior: “Gladieitor Alexander, el dálmata mamón”, les conté como fue que descubrí el placer de la lengua de un perro muy entusiasta, siendo solo un niño curioso.
En esta oportunidad les traigo otro episodio de mi variada vida sexual, ya siendo adulto, pero siempre apreciando los placeres que la vida me hizo conocer.
Esta historia comienza a mis 25 años aproximadamente, viviendo con mi novia en casa de sus padres, o sea, mis suegros.
Además de los 4 adultos, en la casa vivían el gato José, una perrita pequinesa llamada Pelusa, y un perro más grande, con mezcla de ovejero alemán, que llamábamos Scooby, y él es el protagonista de esta historia.
Si bien tenía aquella experiencia a los 9 años, que les conté en el relato anterior, yo pensaba que era una rareza que un perro macho sienta tanta fascinación por un miembro masculino, y luego de esos años de infancia no había vuelto a intentar con otro perro.
En la casa donde vivíamos había solo un televisor, en la habitación de mis suegros, entonces durante el día, estaba permitido entrar a esa habitación y compartir algún programa en familia, a veces alguna película en la noche y luego nos retirábamos a dormir a otra habitación.
Una Tarde de invierno, estábamos solos con mi novia y ella se sentía mal, estaba con una gripe muy fuerte, por momentos con fiebre, y luego cuando le bajaba le daba sueño muy profundo.
Para que no se aburra se recostó en la cama de sus padres para poder ver televisión y se cubrió con una cobija, yo la cuidaba, le traía tecitos o agua, le tomaba la temperatura y todo lo que necesitaba.
En un momento, luego de un pico de fiebre, se quedó dormida, entonces yo me recosté del otro lado de la cama a descansar, hacia frio asique me cubrí también con la cobija.
Me dormí unos minutos y cuando me desperté tenía una gran erección, cosa que me sorprendió porque dada la situación con mi novia no habíamos tenido momentos de picardía, ni juegos ni nada.
Me quede quieto cubierto con la cobija, no me animaba a tocarme para no mover la cama y que se pueda despertar mi novia, pero la erección seguía ahí, con gran tensión, solo con sentir el peso de la cobija pensaba que iba a acabar.
Los animales andaban por la casa con libertad, el gato dormía sobre un mueble, la pequinesa tenía un almohadoncito y Scooby caminaba de acá para allá cuidando la casa.
Me distraje un rato viendo la televisión y me sorprendió que al lado de la cama estuviera Scooby mirándome y moviendo la cola buscando una caricia.
Le toque la cabeza y lo salude en voz baja, él, en un gesto de complacencia apoyo la cabeza sobre la cobija, sin darse cuenta que debajo estaba mi pelvis. Yo sentí el peso y el movimiento de su cabeza y tome conciencia nuevamente de mi erección, que seguía inamovible.
Inmediatamente mi mente se turbo, y se fue a aquel recuerdo de la infancia con el perro dálmata.
Con disimulo por debajo de la cobija me frote un poco la verga, y Scooby apoyo la nariz justo sobre el glande pero cubierto con mi ropa y con la cobija, sospeche que estaba sintiendo el olor de mi sexo y parecía muy interesado…
Mi cabeza estaba totalmente atribulada, por un lado estaba excitadísimo, por el otro no sabía que reacción podría tener el perro si le ofrecía mi miembro y además, como si fuera poco, estaba mi novia convaleciente durmiendo al lado mío.
En varias oportunidades moví mi miembro con la mano por debajo de la cobija y Scooby empujaba con el hocico, eso me ponía a mil, no sabía cómo hacer para descargar la tensión, si me levantaba para ir al baño podía despertar a mí novia.
Decidí hacer una jugada intermedia para asegurarme de la aceptación de Scooby: manosee bien mi glande que ya estaba babeando, y le ofrecí la mano al perro para que huela.
Para mi sorpresa se empezó a comportar como cuando le dábamos una golosina, entrecerraba los ojos, movía la cola con intensidad y lamia fuerte la mano, sobre todo donde estaba húmeda de precum.
Ya no dude más, saque la verga del pantalón, levanta un poco las rodillas para hacer efecto carpa, y le abrí la cobija por el costado para que pueda meter su cabeza, instantáneamente comenzó a lamer, como si tuviera sed, con deseo…
No creo que hayan sido más de 5 minutos pero a mí me parecía una eternidad, con una mano acariciaba el lomo de Scooby, con la otra mantenía cerrada la cobija del lado donde estaba mi novia que seguía durmiendo plácidamente.
Levanté un poquito la cobija para espiar y lo vi al perro con los ojos entornados, arrastrando la lengua desde la base de la verga hasta la cabeza y cuando llegaba ahí parecía envolverla, a veces hacia presión sobre el frenillo y eso me aceleraba más.
Ya no aguantaba más, estaba por explotar, asique me levante la remera como para que la descarga cayera sobre mi panza y no manche la cama y solté toda la carga…. Creí que me desmayaba, se me aceleró la respiración, salían chorro tras chorro, no se terminaba nunca y la lengua de Scooby que seguía con el mismo entusiasmo.
Cuando pude recobrar el sentido, busque algo para limpiarme, un pañuelo o algo, pero para mi sorpresa no fue necesario porque Scooby había tenido la delicadeza de tomarse hasta la última gota de leche que descargue. Ya con el miembro flácido, lo acomode para guardarlo, le dio dos o tres lamidas suaves y moviendo la colita se retiró
Yo quedé agotado asique me dispuse a hacer una siesta reparadora, para poder seguir cuidando dela pobre enferma que estaba a mi lado, con la certeza de que había encontrado un gran amigo con quien nos íbamos a entender muy bien.
En otros relatos les cuento como le devolví algunos favores a mi gran amigo Scooby.
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