Sorprendido en un lavabo público
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sucedió hace 5 años, en el 2011, cuando yo tenía solo 19 años.
La frase prólogo que he puesto es así: me gusta el pene que me ha tocado, es gordo y grueso como un tronco.
De largo, es más largo de lo normal, pero tampoco mucho.
Mide 18 centímetros (19 si lo estiro un poco, jeje), más de 15 centímetros, pero no llega a 20.
Pero lo bonito de mi polla es su grosor, de modo que incluso en estado flácido, mi pene marca un buen bulto en mis gayumbos.
Pues, una mañana estaba en un barrio que no era el mío y tenía una hora de tiempo de sobra en un bareto donde había quedado yo con un amigo.
Como me quedaba mucho tiempo, estaba echando un vistazo en las tiendas del centro comercial donde estaba ese bar-cafetería.
Tampoco había ido yo a ese centro comercial por las mañanas (sí lo había hecho por las tardes y noches, ya que alguna vez había ido a los cines de la planta superior).
Y me entraron ganas de mear, porque ni había meado en casa y tampoco quería estar con esa sensación durante ese tiempo hasta que llegara mi amigo.
Así que, busqué los lavabos del centro comercial y di con uno de ellos.
Eran como las 11 y media de la mañana y no había mucha gente paseando o comprando.
Entro en los lavabos y ahí había dos tíos en los urinarios.
Me pongo yo a mear y cuando miro de reojo al sitio, reparo que uno de los tíos está mirando al otro… Miro al otro y ese estaba con la polla casi tiesa, sobándosela, subiendo y bajando el prepucio mientras el mirón miraba.
Hago un paréntesis: Yo ya sabía que algunos tíos se reunían en urinarios para hacer “guarrerías”, jaja, pero pensaba que era más fantasía de vídeos eróticos que algo real.
Solo una vez vi en los lavabos de un cine a un chico (con mochila, lo recuerdo muy bien) que estaba con la polla supertiesa en un urinario.
No se pajeaba, pero la visión era muy clara.
No sé…; supongo que a lo mejor se le puso tiesa momentos antes de yo entrar y esperaba a que decayese un poco, o le gustaba exhibirse.
El caso es que aquella vez me resultó chocante ver a un chico con el pollón tieso, y él solo, nadie más en los lavabos.
Yo hice pis, me lavé las manos y me fui.
Vuelvo al caso que me pasó:
La situación de uno que se pajeaba lentamente y otro que miraba, y todo mientras yo meaba y me tocaba mi polla me hizo dar un respingo a mi polla y se puso morcillona.
Ya flácida es bastante gorda (ancha), y cuando se hizo más colgona pues me colgaba una manguera que no pasó desapercibida al mirón que también me echaba un vistazo.
Le llamó la atención mi polla y decía en voz baja (“guau, vaya herramienta”, o algo así dijo: Una expresión de asombro).
Seguía hablando en voz baja alabando mi polla y muy pocos segundos, y viendo que yo no me iba sino que estaba ahí encantado como las madres cuando alaban a sus hijos, me decía en voz baja si no me molestaba lo que decía.
Yo no hablaba casi nada, y con la cabeza y monosílabos le decía que no pasaba nada.
Y me dijo el mirón si podía agarrar mi rabo, y…, en cuestión de segundos me dio vértigo y ganas de irme ya del urinario, pero estaba paralizado.
Ya digo que no pasaron más de 2 o 3 segundos y asentí con la cabeza.
Entonces, el mirón me agarró la polla entre exclamaciones (el otro tío que se sobaba la polla se puso al otro lado porque también quería ver como me agarraba la polla el mirón).
Y, una vez agarrada mi polla, como un calambre eléctrico sacudió mi cuerpo: una mano ajena me agarraba la polla!!!.
Y, ésta empezó a crecer según me bajaba el pellejo, asomando el capullo.
Yo tenía la sensación al 50 % de morbo y susto, por estar con desconocidos en un lugar público, aunque fuese a una hora con poca afluencia.
Y…, no sé si sería por el morbo o la novedad, mi polla se puso a 100 en poco tiempo, 18 centímetros de largo y un grosor que no abarcaba la mano del mirón, un capullo grande, carnoso, brillante e hinchado, que tanto le llamó la atención y le gustaba a “mi admirador” que, mirando por si acaso a derecha e izquierda (aunque en ese momento solo eramos 3 en el lavabo), se arrodilló y me empezó a chupar la polla.
Yo, que en ese momento nadie me había hecho una felación, me puse a 100.
Empezó a lamerme todo el tronco del pene, se intentaba meter el ciruelo del capullo en la boca, abriéndola bien, encharcándome de saliva el capullo.
Todo muy morboso…, hasta que se oyó la puerta del lavabo: como un resorte, el mirón chupador se levantó, se incorporó e hizo como que meaba.
Su polla no la podía ver porque se la tapaba con las manos, pero en un vistazo vi que la tenía medio tiesa.
Pero no era nada del otro mundo.
Sin embargo, mi polla estaba a tope cuando apareció otra persona.
Me quedé paralizado y en ese momento no sabía si aparentar que meaba como los otros dos o si me guardaba la polla en el pantalón, pero estaba demasiado tiesa e hinchada.
Me tendría que abrir el pantalón para acomodarme el superpene, porque por la bragueta no me la podía colocar.
Y, ante ese “problema” no hice nada.
Estuve como los otros dos, disimulando, pero mi polla no disimulaba: seguía tiesa, un tronco que no podía tapar con mis manos.
Pensaba: seguro que el que acaba de entrar mira de reojo y me ha pillado con la polla tiesísima…, mientras los otros dos disimulan sus penes muy bien…, y yo no puedo ocultarlo.
Me sentí como si estuviera desnudo en medio de la plaza mayor, y esos minutos, 2 o 3, en los que la persona última estaba en el lavabo, me parecieron eternos…, hasta que ya oí que se movía, se lavaba las manos y se iba.
No le miré ni una sola vez, no quise cruzar mi vista con la suya.
Una vez que se fue este “intruso”, el mirón chupador volvió a agarrarme la polla y a pajearme.
Yo, que tenía como una central eléctrica en la polla, ya estaba a punto de eyacular, y me dije a mí mismo que le iba a hacer a ese tío tragar toda mi leche por “obligarme” a tener una paja en público (no me obligaba, jaja, pero me pareció bien “castigarle” con una ducha de semen).
Y, me chupaba bien la polla, pero cuando me vinieron las contracciones de la corrida, en ese momento solo pajeaba mi rabo.
Bueno, la verdad es que tampoco podía controlar mucho.
El mirón puso su otra mano para que no salpicase de semen el urinario y la pared, y con lo que cayó en su otra mano (poniéndola de forma cóncava), se bebió todo el semen que había podido recoger entre las dos manos.
Me pareció muy guarro ese tío, jajaja.
Resulta que yo no podía castigarle con mi semen, sino que era un precioso líquido que estaba aprovechando.
Una vez que me corrí con varios lanzamientos de leche, el tío se volvió a agachar y me limpió con su lengua la punta del capullo, con esas gotitas densas que quedan tras la eyaculación.
Estrujó mi pene aspirando para conseguir las últimas gotas de semen y dio un suspiro de satisfacción.
Yo, al medio minuto de esto, me dio una sensación de vergüenza terrible, y sin decir palabra me abrí el pantalón, me coloqué el pollón y me fui sin decir ni mú.
Ni que decir tiene que ni miré atrás y luego, cuando estaba con mi amigo en el bar, miraba por todas partes rogando no ver la cara de los dos tíos que me encontré en el lavabo (sobre todo, del mirón chupón).
Han pasado ya cinco años, y alguna vez que he vuelto a ir a ese centro comercial, me he acordado de aquella vez.
Pero no he entrado en el lavabo, y tampoco he ido al centro comercial por la mañana.
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