¿Verga o vulva? esa es la cuestión.
En una de esas ocasiones en que la imagen de una trigueña tetona alternaba con un venoso y cabezón falo que se acercaba en un primer plano hacia mi rostro que fantaseaba con los ojos fuertemente cerrados fue cuando….
No quiero decepcionar a nadie con las siguientes líneas, en siguientes publicaciones sacaré lo más fértil y lujurioso de mi imaginación para deleite de todos pero, en este, mi primer relato quisiera hacer una catarsis y contar mi historia.
Soy actualmente un hombre de 41 años. 1,75 mts, piel trigueña, pelo y ojos oscuros, barba y bigote rojizos y, por que no decirlo, una panza cervecera consecuencia a partes iguales del amargo líquido y de la imposibilidad de practicar deportes de impacto debido a una vieja lesión de adolescencia en mi rodilla derecha.
OK, lo de la lesión es solo una burda excusa pues, de querer podría hacer algo más ligero e igualmente saludable, pero en la actualidad este soy yo.
Comencé mi vida sexual de forma tardía a los 17 años con una mujer de 26. En la escuela nunca fui exitoso entre las mujeres pues, respondía más bien al perfil de ñoño, empollón, nerd, o como prefieran llamarlo en sus respectivas latitudes.
Luego de dicha experiencia recuperé a pasos agigantados el tiempo perdido principalmente con mi nueva amiga y con una que otra conocida que no era remilgada a la hora de repartir su afecto y, es aquí donde surge la contradicción entre mis gustos y preferencias que han acabado con migo con sueños reprimidos y escribiendo mis vivencias en una WEB de relatos.
Si bien siempre me consideré heterosexual pues me atraían desde siempre las mujeres era también consiente de una pequeña contradicción..
Cuando comencé mi adolescencia y el descubrimiento de mi cuerpo como todos di inicio a mis juegos autoestimulatorios y, como todos tenía mi musa de turno. Que una prima, que una tía, que una profesora, que una compañera de curso, que una chica de la tele, que una verga… que una mujer desconocida con un par de pechos que más bien parecían ubres… Una verga… que una amiga de mi madre… que una verga… y, sin siquiera darme cuenta me sorprendí pasando el tiempo con mis ensueños de piel sudada, pechos grandes y turgentes, culos brillantes y lubricados por el sudor, vaginas lujuriosas de vello púbico solo hasta ese momento atisbadas en revistas compartidas por los compañeros de la clase, labios carnosos y complacientes equipados con juguetonas lenguas… y erectos y duros penes.
Penes en mi mente, mi mano izquierda rodeando apenas con mis dedos mi falo erecto y dispuesto a partir rocas y mi otra mano alternando entre mis bolas y acariciar mi propio trasero.
Les confieso que a los 13 años no me cuestionaba mucho esas cosas. simplemente me limitaba a mirar las tetas de mis amigas, los culos de mis amigas, los muslos de mis compañeras al subir la escalera hacia clases, acariciar los pechos y el trasero de una primita que andaba en la misma campaña de auto-descubrimiento (Si al final parece que tan ñoño no era) y, disimuladamente mirarle los penes a mis amigos.
En su momento no le tomé el peso pues los hombres no me gustaban, me gustaban las mujeres. Eso no estaba en cuestión pues el pantalón ya se me ponía como una tienda de campaña cuando alguna chica especialmente dotada de su tren superior o de labios particularmente carnosos estaba por los alrededores, cosa que nunca me pasó con los chicos pero, siempre estaban los penes.
Y así continuó, mis sobajeos a mi prima que finalmente se consiguió un novio y pasó de mi, con los atisbos subrepticios a los miembros de mis compañeros en el camarín de la escuela y mis solitarias pajas que, con el pasar de los meses fueron dando tanta importancia a la técnica con que mi zurda estrangulaba mi barra de carne hasta exprimir su vital néctar; como a los tanteos que mi diestra dispensaba a mi curioso y ardiente trasero.
Mis dedos ya no se limitaban a acariciar las nalgas si no que se deleitaban en su forma, recorrían la raja del canal entre los glúteos y masajeaban con agradables cosquilleos mí, hasta ese entonces, virgen esfínter con sus yemas.
En una de esas ocasiones en que la imagen de una trigueña tetona alternaba con un venoso y cabezón falo que se acercaba en un primer plano hacia mi rostro que fantaseaba con los ojos fuertemente cerrados fue cuando mi índice traspasó la barrera.
Primero la yema, luego la primera falange, luego el dedo hasta lo más que dio de sí y, acompañado de un frenético meneo por parte de mi otra mano aferrada a mi virilidad mi dedo comenzó a salir y entrar al mismo ritmo que marcaba mi calentura.
Así, con unos labios carnosos, pechos voluptuosos y una verga venosa convocadas por mi imaginación fue como llegué por primera vez al clímax con mi miembro y mi orto transmitiendo el mismo mensaje de placer.
Comprenderán que a partir de ese momento me cuestioné muchas cosas. Reprimí ese deseo de tocar mi trasero y me forcé a dejar de pensar en vergas y en atisbarlas en los camarines.
Y así fueron pasando los años. Fue tan eficiente mi determinación de suprimir esos sentimientos e instintos que primero pasé de meter solo el índice a 2 dedos, luego a tres, luego comencé a robar zanahorias de la cocina y a metérmelas por el culo mientras me seguía sobando el mástil cada vez más duro.
Seguía diciendo que no lo haría más y, seguía robando zanahorias cada vez más grandes. las lamía, las chupaba, las metía lo que más podía en mi boca y, finalmente las insertaba por su extremo más grueso en mi hambriento culo.
Pasaba solo en casa pues mis padres trabajaban y mi hermano no paraba en nuestra vivienda, por lo que podía darme maratonianas sesiones de pajas que podían durar desde 5 minutos a casi una hora. Tomémoslo por el ímpetu de la adolescencia pero realmente llegué a durar una hora acariciando mi miembro y escarbando mi trasero con mis dedos y luego con una querida zanahoria.
Fue en una de estas ocasiones cuando, casi sin pensarlo di el siguiente paso. OK, OK, en realidad si me lo pensé pues fue con cierta pompa y ceremonia pero los hechos son los siguientes.
Tomé una zanahoria especialmente fálica, una pequeña copa y partí a mi habitación.
El ritual fue el de siempre, acariciar mi miembro, besar la zanahoria. Acariciar mi miembro, lamer la zanahoria. Apretar y menear rabiosamente mi miembro y tragar la zanahoria hasta mi garganta y, finalmente suspender los meneos de mi verga para el maravilloso momento de insertar el amado tubérculo en mi ano para, presionando de forma constante e ininterrumpida empujar su extensión rebasando la frontera de mi esfínter e inundando en toda su longitud mi recto.
Cuando solo un par de centímetros asomaban de fuera del prieto beso negro que mis ardientes carnes daban al delicioso fruto del amor comencé a realizar de forma sincronizada renovados meneos a mi falo e inserciones de la zanahoria en mi ser.
Mi izquierda subía y bajaba, subía y bajaba por mi pene mientras mi diestra sacaba y empujaba, sacaba y empujaba la anaranjada barra de placer dentro de mi culo, fuera de mi culo. Dentro de mi culo, fuera de mi culo, una, y otra, y otra vez, sacándolo casi hasta la punta y luego metiéndolo hasta el fondo, aveces con ternura, aveces con violencia, aveces hasta la mitad de su extensión, aveces empujándolo hasta lo más que podía metiendo tres dedos a mi interior en su persecución y empujándolo más y más.
Cuando sentí que llegaba el clímax dejé la zanahoria lo más profundo que pude de mis carnes y, sentándome sobre mi trasero para sentir de mejor forma esa barra dura dentro de mis entrañas concluí el trabajo iniciado por mi siniestra sobre mi endurecida y dolorida verga.
Salieron chorros de leche, abundantes y espesos, dando pruebas de que mi mástil había sido más pródigo en su néctar que en otras ocasiones, seguro que en beneficio de ese magno momento.
Toda esa ambrosía fue recogida en la copa… OK, OK, atrapé todo lo que pude pues quedó pringado el cristal, mi mano, la cabeza de mi pene y el piso pero calló lo suficiente dentro del recipiente.
Y, sin pensarlo me lo bebí. Tragué de un golpe todo el contenido, lo retuve en la boca, lo paladee de forma instintiva, como luego averiguaría años mas tarde que se paladea el bino y, finalmente lo tragué.
No hubo comunicación entre mi lengua y mi cerebro. Ni siquiera alcancé a pensar si me había gustado cuando ya estaba pasando la lengua por el borde de la copa, lamiendo su exterior y hasta lo más que pude de su interior, chupeteando mis dedos y remojando los mismos en lo que quedaba embadurnado en mi semi-rígido tronco y en mi glande.
Me gustaría decir que hasta lamí lo que calló al piso pero no fue así pues me di cuenta de aquel detalle más tarde. Pero de haberme percatado en el momento estoy seguro que lo habría lamido como un perrito a cuatro patas.
Decir que me encantó sería poco y, desde ese día siempre que he podido me bebo mi propia leche sin perder ni una gota.
Ahora, 26 años más tarde aún sigo acariciándome en la ducha todas las mañanas solo para desayunar con ese rico sabor.
Y, aunque ustedes no lo crean, en todo ese tiempo jamás fantasee con otro hombre. Mis fantasías siempre eran protagonizadas por mujeres y, a esas alturas ya en mi imaginación había realizado la fusión. Siempre era mi chica favorita de turno, con mi pene favorito de turno entre las piernas.
Luego salí de la secundaria, entre a la universidad, comencé a trabajar y, todo un mundo de posibilidades se apareció ante mí.
Desde que recibí mi primer sueldo digno de ese nombre, es decir, desde que me sobro algo de dinero entre pagar la universidad, las fotocopias y el transporte me hice adicto a las prostitutas.
No me digan nada, ya sé que la mayoría estará pensando que soy un pobre y triste tipo y la verdad puede que tengan razón pero, para ser justos nunca me faltó dios.
Nunca he durado sin pareja y siempre ha existido alguna señorita que sin mediar dinero acepta acogerme entre sus brazos.
Tampoco han sido montones, digamos unas pocas entre novias y amigas con ventaja, contando solo a las que han terminado teniendo sexo con migo pues la tierra de los besos y el sobajeo a dado mucho de sí.
Pero retomando lo importante por lo menos una vez al mes, desde que tengo 23 años e ido a atenderme con una chica distinta.
Me encanta la variedad y el motivo por el cual soy cliente frecuente de las chicas scort es que me gusta la variedad, me encanta descubrir los placeres y delicias de cuerpos distintos, de altas, de bajas, de flacas, de rellenitas, de culonas, de tetonas, de peluditas, de totalmente rasuradas, de blancas, trigueñas, morenas, negras, todas distintas, todas exquisitas, todas maravillosas.
En estas andanzas he tenido experiencias extraordinarias y también frustraciones sin par, pero ya me estoy alejando demasiado de lo que acá nos convoca.
En ocasiones e repetido la experiencia con alguna, de echo el 2005 estibe perdidamente enamorado de una lo cual será material para su propio relato pero, pese a estar en esas lides y de haber descubierto y gozado del mundo del travestismo en Internet no me había atrevido a dar el paso definitivo.
Poco a poco había ido cumpliendo mis fantasías. Primero me acosté con una chica que era igual que mi primita, la de los sobajeos de adolescencia y la pasé genial. Luego busqué a la chica con las tetas más grandes que pude encontrar en la red (145 de pura pechuga)y también la pasé genial pues tenía los labios carnosos y no hay mejor combinación para mi que unos turgentes y abundantes pechos de pezones empitonados y unos carnosos y generosos labios y, así fui teniendo y cumpliendo fantasías.
Pero tenía miedo. Miedo de que mi fantasía más importante, que mi deseo más apremiante fuera decepcionante.
Nadaba y nadaba por la red y lo que ahí estaba no me convencía. En mi mente tenía a una mujer de pechos y nalgas turgentes, de caderas anchas, de piel suave, de labios carnosos, de lengua curiosa y de verga dura y exigente.
Y en ésa época no estaba a mi alcance, de echo ni siquiera estaba seguro de que existiera en la vida real una persona así.
Pero mis ansias fueron más fuertes y finalmente me tiré a la piscina.
Busqué en la red, llamé a una chica TV y acordamos una cita.
La cosa partió mal, llegue a su edificio a la hora acordada pero por teléfono me dijo que por favor la esperara un poco. Finalmente ese poco fue 40 minutos en los que me pasee por galerías de tiendas y calles achicharradas por un implacable sol veraniego.
Finalmente me dio la venia para subir a su encuentro y eso hice. Al llegar me llevé una decepción.
Me esperaba una chica de piel blanca, peluca morena, aproximadamente de 1,70 de altura, exageradamente maquillada y vistiendo un sostén y un colalés rojos.
Lo primero que me decepcionó fue el echo de que usara una peluca de muy mala calidad, pues destrozaba toda la fantasía. Eso sumado al par de pelotas de goma que tenía dentro de su sostén a modo de pechos. Ni siquiera un explante, si no que un simple par de pelotas y, eso unido a que estaba mal rasurada…
Pensé en irme en ese momento y mandar todo a la punta del cerro pero justo cuando ya estaba decidido pasó lo impensado.
Su colalés, hasta ese momento normal comenzó a sufrir una deformación. Primero imperceptible pero luego, cada vez mas y más rápido se alzó empujado desde dentro por algo evidentemente duro y turgente.
Finalmente ese algo terminó de liberarse de tan exiguo trozo de tela y ahí, ante mí tenía mi primer pene erecto en vivo y en directo, erecto por mi, erecto para mi.
Y desde ese momento todo cambió. Me pareció hermosa, sensual en su postura de manos en las caderas, piernas ligeramente separadas, barbilla alzada y una erección que se liberaba por el costado izquierdo de su colalés y apuntaba al techo de forma orgullosa.
Me sonrió y, caminando hasta pegarse a mi me dijo:
-‘Quieres venir con migo?’-
A lo que sin esperar respuesta me dio, sin mentir, el mejor beso que nadie me ha dado jamas.
No me había fijado antes pero tenía los labios carnosos y su boca era generosa, tal y como me gustan a mí y, en ese momento esa boquita deliciosa se unió a mis labios en un extremadamente lujurioso beso.
Aún hoy no puedo describirlo, solo decir que fue una fusión de carne, lenguas, dientes, saliva y ansiedad que parecía devorar la tierra, quitar el sustento de bajo mis pies, hacer que el aire que nos rodeaba se drenaba de la habitación y que hasta mis restantes sentidos se anulaban quedando solo el gusto y el tacto de mi boca, de mi lengua, de mis dientes siendo absorbidos y deleitados por esa ventosa de placer que inflamó mi sangre.
Sin darme ni cuenta la tenía entre mis brazos, mis manos acariciando sus hombros, omóplatos, región lumbar y nalgas con frenesí, con deseo.
Ella se separó de mi y diciendo:
-‘Vamos mi niño.’-
Se giró apretando sus nalgas contra mi ingle y, sosteniendo mi mano izquierda contra su cadera comenzó a guiarme hacia la habitación. Mientras de esta guisa me guiaba dijo con su ya adorable voz, que graciosamente aunque me devane los sesos no logro recordar:
-‘¿Quieres tocarme aquí?’-
Y con su diestra colocó mi mano derecha que la rodeaba sobre su vello mástil.
Su voz no la recuerdo como ya he mencionado, pero ese momento jamás lo olvidaré, el momento en que sujeté por primera vez en mi vida un pene distinto al mío.
Fue mágico, revelador, un momento único más significativo que la primera vez que hice el amor con una mujer, mucho más que mi primer beso, mucho más que la primera vez que cumplí una fantasía sexual con una profesional.
Era duro, caliente, rígido y palpitante, suave y firme y muy distinto al mío.
Cuando llegamos a la habitación nos separamos y, con un grácil movimiento se quitó el minúsculo trozo de tela que tapaba su entrepierna rebelando un sexo depilado al 100%.
Su miembro era rojizo por la erección, mas pequeño y delgado que el mío pero no por ello dejaba de ser agradable pero, mientras me arrodillaba frente a ella y comenzaba a acariciarla cotejaba las diferencias.
El mío es más delgado en la base y se va ensanchando hacia la punta con la parte más gruesa en sus dos últimos tercios donde se pueden apreciar, en erección, claramente los dos cuerpos cavernosos que irrigan sangre diferenciados y marcados por venas; en cambio el de ella era uniformemente delgado de cabo a rabo.
Mi glande es grande y gordo, ligeramente más ancho que el tronco de mi miembro y con la separación entre estos claramente marcados por un canalillo donde se pliega el prepucio. Luego he visto en mi vida glandes más grandes pero, como en ese momento era lo único que tenía para comparar me llamó la atención pues, ella estaba circuncidada y su glande era ligeramente más pequeño que el tronco de su falo y puntiagudo.
Finalmente decir que mi miembro es totalmente recto y se inclina ligeramente hacia arriba cuando estoy muy excitado, en cambio el de ella era ostensiblemente curvo con una inclinación hacia la izquierda.
Por qué hago toda esta comparativa?
Por que eso precisamente fue lo que se me pasó por la mente al tener ese miembro frente a mi rostro, mientras lo acariciaba, mientras lo masturbaba ligeramente y, mientras lo apuntaba hacia mis ya entreabiertos y anhelantes labios.
Y esa diferencia fue la que me encantó, esa variedad de formas, de texturas, de dimensiones entre ella y yo lo que finalmente me convenció.
Como ya dije en un comienzo no me gustan los hombres, me gustan las mujeres. Aún sigo convencido de ello pero, a partir de ese momento también soy un convencido de que me fascina la verga por encima de cualquier cosa.
Para excitarme me encantan los pechos, me fascina besar labios carnosos y femeninos, amo chupar y comer culos redondos y lampiños, acariciar y sobar muslos y caderas cálidas y redondeadas y el sabor de una vagina chorreante de jugos me encanta pero, el pene es más fuerte.
Y en ese momento fue transparente para mi. mientras mis labios se ponían en contacto con ese glande No hubo dudas, ni cuestionamientos, ni temores, ni recriminaciones, solo la sensación de que mi boca era invadida por fin por una barra caliente, palpitante, gomosa, y repleta de texturas y sabores nuevos para que mi lengua degustara.
Mientras mi cavidad oral era inundada por ese enhiesto manjar mi asombro no paraba. mis manos acariciaban y apretaban ligeramente ese vello par de testículos. Hasta ese momento los testículos jamás habían entrado en mis fantasías pero, desde ese momento totalmente real que no puedo renunciar a lamer, besar, acariciar y manosear un buen par de bolas.
La chica, aún de pie, comenzó a bombear hacia delante y hacia atrás follandome la boca. Partió lentamente y, acelerando sus movimientos aferró mi cabeza y enterró esa adorable herramienta de placer en mi garganta.
Cuando esto sucedió me sorprendió pues era mi primera vez y nunca supuse que el choque de su glande contra el comienzo de mi garganta, rebasando el fin de mi lengua y metiendose hacia mis amígdalas me fuese a doler pero así fue. Me vi ahogado y adolorido por ese brusco choque pero con el pasar de algunas envestidas pude acostumbrarme a su tamaño. Afortunadamente era mediano pues, en posteriores ocaciones pude comprobar que haga lo que haga la chica, cuando su pene es lo suficientemente largo como para penetrar el glande más allá de tu lengua el evitar la sensación de ahogo y el dolor inicial es prácticamente imposible.
En eso estábamos cuando se me rebeló el último detalle sublime que selló mi destino y mi amor por la verga y, fue nada más ni nada menos que el aroma de su puvis depilado.
Cuando en una empalada a mi garganta sostuvo la penetración unos segundos pude aspirar algo de aire y, junto con el ansiado gas de vida entró el más sublime de los aromas, el de su depilado y sudado pubis.
Finalmente retiró su miembro de mi garganta y pude besarlo, acariciarlo, lamerlo y hacer lo mismo con su monte de Venus y sus bolas, momento en el cual gocé de la fragancia de su piel sudada.
Es un aroma indescriptible, único, totalmente afrodisiaco que si bien tiene su equivalencia en las vaginas no le llega ni a los talones al que se genera en el púbis donde ha descansado un pene, en las bolas totalmente depiladas, en la piel que queda entre los testículos y el muslo, en esa deliciosa y suave superficie que separa las bellas pelotas del ano…
Amo el pene, amo los testículos productores de leche, amo la leche calentita y recién ordeñada,a, amo las erecciones, amo el sabor ligeramente amargos y almizcleño de un glande recién desenfundado de su capuchón de piel y amo esos centímetros de dura y ardiente carne ingresando en mi boca, en mis manos, en mis entrañas.
Luego la chica me pidió que me tumbara y me hizo una mamada hasta hacerme acabar en su boca para luego escupir mi leche sobre mi y refregarse sobre mi cuerpo usando mi simiente como una crema lubricante entre ambos.
Finalmente y luego de masturbarse de forma enérgica arrodillada sobre el colchón ante mi rostro me pidió que se la chupara y, con solo tres succiones fuertes explotó en mi boca.
También fue un momento indescriptible, el sentir por primera vez la tibia leche de otra verga que no fuese la mía, el sentir las contracciones y palpitaciones de ese miembro en mis labios y lengua, el como sus testículos se vaciaban bajo mis palmas y como ese líquido viscoso y delicioso se acumulaba en mi lengua, rezumaba desde ese glande y se derramaba por mi garganta directo a mi estómago.
Estaba alucinado, tenía ganas de más, quería que esa chica me penetrara pero, al sugerir mi plan ella me dijo que ya había acabado mi servicio y que tenía que salir pues venía otro cliente.
Ignoro si usamos el tiempo pactado o no pues, para mi solo pasaron 5 minutos, tan perdido estaba en mi mar de sensaciones.
Con el contradictorio sentimiento de felicidad y molestia por no poder cumplir con mis sueños en su totalidad me di una breve ducha, me vestí y salí de ahí para nunca más regresar.
Finalmente fui penetrado por una trans y fue delicioso pero, eso no sería hasta meses más tarde pues, si bien contacté con otras chicas en esos inicios ignoraba que no todas son activas.
Continué con mi vida, con mis estudios, con mis relaciones esporádicas con amigas con ventaja y con mi relación más seria con la que en ese entonces era mi novia. Por lo mismo supongo que tardé en ir nuevamente donde una de estas Diosas del placer y la felicidad prohibidos pero, eso ya es materia de otra historia.
Ahora, desde este momento solo me arrepiento de no haber sido más decidido y haber orientado mi vida hacia tener algo más serio y significativo con una chica travesti o transexual.
Solo diré en mi defensa que mi inexperiencia, sumado al que dirán, a la carrera de la que posteriormente me titulé pero en la cual sería muy complejo llevar una sexualidad no convencional de forma abierta y, a la extrema dificultad en esa época de contactar de forma casual o espontánea con chicas travestis o transexuales me hicieron contemplarlas por siempre como etéreas criaturas inalcanzables para mí.
De echo aún es, en la actualidad, sumamente complejo conocer a alguna chica TV, ya sea de closet o transexual (o debería decir transgénero) en un contexto distinto al de las scort y, de ahí a que una se fije románticamente en este, su seguro servidor… De seguro aún estaría esperando sentado.
Espero que estas vivencias totalmente reales les hagan pasar agradables momentos de lectura. Ojalá puedan hacerme llegar sus comentarios para mejorar la calidad de estos relatos que, al menos en siguientes entregas continuarán relatando mis auténticas vivencias.
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