Vivencias de un chico malo (1): VUELO NOCTURNO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por nanovice.
Mi madre y yo viajábamos de México DF a Buenos Aires para reencontrarnos con mi padre tras cuatro meses de ausencia por razones laborales. Mi madre aguardaba impaciente aquel encuentro pues la falta de sexo para una mujer tan ardiente como ella era un suplicio. Más de una vez la había sorprendido en casa masturbándose y mientras hablaba por teléfono con papá le susurraba todas las guarradas más insospechadas mientras mus pezones se endurecían y las bragas chorreaban.
Mamá tenía 34 años y era en verdad hermosa, yo un adolescente sin ninguna experiencia pero muy curioso y siempre empalmado como un mandril.
Aquel hombre de unos 50 años con aspecto de ejecutivo se sentaba junto a mi madre en una fila de tres asientos; él iba en la ventana y mamá en medio de ambos. Después de servir la cena, las luces de la cabina se atenuaron para que los pasajeros pudieran descansar tapados por una mantita ligera. Al poco rato mamá parecía dormida … Fue entonces cuando noté que aquel hombre introducía su mano bajo la manta y tocaba la rodilla de mamá. La mano fue ascendiendo por los muslos, ella abrió ligeramente las piernas y el desconocido alcanzó la entrepierna. Mamá se estiró y separó más las piernas. Ya los dedos del hombre habían llegado a la concha …
Éste empezó a masajear el coño por encima de las bragas. Mámá se arqueó para facilitar el contacto de los dedos con la raja y el clítoris. Mi madre empezó a jadear levemente del puro gustito que sentía. En un movimiento rápido logró bajas las bragas hasta la rodilla. Ya el hombre no tenía dificultad alguna para masturbarla a gusto. Mámá se pellizcaba los pezones bajo la manta y sus piernas estaban ya tan separadas que rozaban conmigo y con el hombre. Éste imprimió mayor ritmo al pajote y mamá creyó enloquecer de placer; orgasmó varias veces y el sonido de los fluidos del coño contra los dedos llegaban a mí. Ya el vecino estaba dispuesto a conseguir el climax de la hembra. Aceleró el movimiento hasta hacerse escandalosamente visible bajo la manta, suponiendo que nadie les miraba. Mamá susurraba en voz baja "más, más, más …" para acabar estallando de placer y suplicar a aquel hombre que cesase en su masturbación. Para ello llevó sus manos sobre la de él para detenerlo pero el muy cabrón aún consiguió un nuevo orgasmo de mi madre, que quedó como desmayada.
A continuación, el hombre sacó su mano chorreando de fluidos y se la acercó a la boca y nariz de mi madre. Ella sonrió … Pero él, sin mediar palabra separó la manta que le cubría el cuerpo y le mostró una soberbia polla gorda y venosa, rematada por un glande que rezumaba líquido preseminal. Mamá pensó, sin duda, que aquella verga era muy superior a la de mi padre porque quedó boquiabierta. Sin tiempo a reaccionar, el desconocido la cogió por la cabeza con fuerza y le dirigió la cara hacia aquel cipote obligándola a tragarlo hasta los mismísimos huevos. Aquella felación duró poco tiempo dado la excitación del hombre. Mamá absorbió con delectación hasta la última gota de lefada mientras el hombre se convulsionaba en su asiento como un poseso.
Mamá se recompuso como pudo, sin perderme de vista. ¿Se habría percata su hijito del alma lo puta que era?
Yo estaba empalmado como un burro dispuesto a no dejar pasar aquella oportunidad. Saqué mi pija de mi pantalón y mi mano bajo la manta fue al encuentro de la de mi mami … Se la cogí, se la dirigí a mi pene y le indiqué con un guiño que empezase a pajearme. Sorprendida intuyó que yo me había enterado de todo y que era preciso comprar mi silencio y complicidad …
Mamá empezó a acariciar mi suave polla desde la cabeza hasta los huevos. Yo notaba sus manos pequeñas y delicadas masturbándome suavecito, suavecito, suavecito … sintiendo como una corriente eléctica que me recorría desde los cojones hasta el estómago … hasta correrme en su mano en mi primera paja compartida.
Debió también gustarle a ella aquella experiencia incestuosa porque la muy zorra se llevó sus dedos mojados con mi semen hasta sus labios y lo succionó con deleite.
Inolvidable para mí … y para ella aquel vuelo nocturno.
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