CAMPAMENTO GITANO 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Traian introdujo con cuidado la polla en el coño de mi hermana, pues supuso que era virgen y podía hacerle daño. Ante su sorpresa, rompió el himen con facilidad y la muchacha lo que sintió fue un placer nuevo al notar toda aquella tranca dentro de sus entrañas. El gitano empezó a bombear con mayor ritmo al sentir las paredes vaginales lubricadas por el deseo y la desatada lujuria de la joven. Ileana pareció olvidar de repente su manifiesta repulsión hacia los gitanos, sino todo lo contrario: se arqueaba para facilitar la entrada de la verga y atenazaba con sus piernas el culo de Traian para sentir el gran cipote bien dentro. De los gritos que daba pidiendo más y más poronga y con los escandalosos orgasmos que fue teniendo uno tras otro mientras el gitano cargaba sus cojones de leche, mi mamá despertó de su pesado sueño.
Cuando se incorporó vió como Ileana gozaba como una perra en celo de las embestidas del gigantón. Sin saber si lo que sentía era rabia o envidia por lo que le ocurría a su hija, porque seguía aturdida y recalentada por el brevaje que había bebido, se lanzó sobre Traian para que dejara de follar a su hija, pero éste de un manotazo se desembarazó de ella y la tumbó sobre las viejas, justo en el momento en que imprimía mayor ritmo a la penetración y se corría dentro de mi hermana; ambos soltaron un alarido de placer pues el orgasmo había sido simultáneo e Ileana se convulsionó como una posesa apretando con fuerza sus paredes vaginales y exprimiéndole al gitano hasta la última gota de semen. Mi mamá se recuperó del golpe, se incorporó y agarró con fuerza la cabeza de Traian, que aún chupaba con delección las tetitas de la chica, y comenzó a golpearlo y tirarle del cabello. En eso estaba cuando lo agarró por una oreja, le tiró del aro que llevaba como pendiente y se lo arrancó, rasgándole la oreja, que empezó a manar abundante sangre. Traian comenzó a gritar como un cerdo al ver como la sangre le cubría el rostro, al tiempo que sacaba su pollón aún chorreando lefa de la concha de mi hermana. Con aquel griterío las dos ancianas se despertaron y el resto de los gitanos y yo, que había ido a pedir ayuda, acudimos a ver lo que ocurría.
Mientras que con un paño las dos viejas gitanas controlaban la hemorragia de Traian, y mi madre y mi hermana se cubrían con la manta, éste se dirigió al grupo de unos veinte zíngaros que callados pero excitados presenciaban la escena y con voz autoritaria les dijo:
– Haced con estas mujeres lo que os plazca.
Sin pensarlo dos veces, aquella legión de lujuriosos subieron al carro y cogieron a mi madre y a Ileana por brazos y piernas y se las llevaron a la tienda más amplia del campamento. Entre dos me ataron a una silla con las manos a la espalda y a las dos mujeres las desnudaron por completo. Las echaron sobre unos camastros y se dispusieron a sortear los turnos para follárselas.
Mientras dos les sujetaban las piernas, vi como un asqueroso hombretón gordo y sucio de unos cincuenta años metía su enorme chota en la almeja de mi hermana, que aún chorreaba la lechada de Traian. El muy cerdo no tardó en correrese y fue sustituido por dos jóvenes que intentaron hacer un sandwiche con Ileana, pero como la polla del que la quería culear era muy gorda, cambió por mi madre. Mamá estaba chingando con un hombre muy delgado pero con una larga verga rematada por un glande gordo y babeante; en la boca tenía metida la pinga de un muchacho más o menos de mi edad, que chupaba con deleite hasta los huevos. En verdad que mi madre estaba gozando como una zorra, sin duda debido a la droga del brevaje. Fue entonces cuando la colocaron para penetrarla también por atrás. Ahora sentía todos sus agujeros ocupados y empezó a correrse una y otra vez mientras los tres gitanos la penetraban y sus jugos vaginales chorreaban entre sus muslos.
Traian presenciaba aquella lujuriosa escena desde la entrada de la tienda sujetanto su oreja herida con un pañuelo ensangrentado junto a las dos viejas que sonreían con malicia. El dolor que sentía no le impedía volver a estar de nuevo empalmado … como yo. Al percatarse de que mi polla estaba a punto de explotar bajo mi pantalón pero de que no podía tocarme por tener las manos atadas a la espalda, el muy hijoputa se dirigió a las dos ancianas y les dijo:
– Hacedle un favor a ese niñato.
Y las dos gitanas se dirigieron entre risas a mi silla y me bajaron el pantalón y los calzoncillos. Soltaron una exclamación burlona cuando vieron mi polla parada y dura como un palo y se arrodillaron ante mí. Una de ellas me cogió la chota y me la descapulló hasta dolerme y luego la metió en su repugnante boca desdentada, mientras la otra me chupaba los cojoncillos sin apenas pelitos, mojándomelos de babas. Como nunca nadie me había hecho una mamada ni nunca había presenciado una escena tan excitante como era ver a mi madre y a mi hermana ser follada por una veintena de hombres, a punto estuve de correrme. Pero al notarlo, el cabrón de Traian hizo detenerse a las dos gitanas y añadió:
– Quiero que se corra dentro de su puta madre, para que ambos recuerden este momento, como yo voy a recordar el día que casi me quedo sin oreja.
Así que tan pronto como los tres hombres que poseían a mamá se corrieron dejándola chorreando leche por los tres agujeros, las dos brujas me soltaron de la silla y me llevaron al camastro donde mamá yacía toda espatarrada rezumando sudor y secreciones por todas partes, pero aún magreándose ella sola las tetas y la vulva del recalentón que todavía le perduraba. Ante mi sorpresa me gritó:
– Quiero tu polla dentro de mi, hijito del alma.
Entonces no lo dudé, tal era la excitación que sentía. A mi derecha mi hermana estaba chingando a cuatro patas con un robusto gitano que la taladraba de cada embiste mientras otro se la metía en la boca. Pude ver como su virginal coñito estaba en carne viva pero aún tenía ánimos para tocarse el clítoris y correrse en medio de sollozos y gritos de placer.
Mi verga entró sin dificultad en la lubricada almeja de mi madre. Pronto noté como su útero lleno de las corridas anteriores me aprisionaba mi miembro. Nunca había sentido aquel calorcito y aquellos apretones rítmicos y ya estaba a punto de irme de puro placer cuando alcé la vista y vi a Traian metiéndole su cipote en la boca a mamá y apretándole las tetas que con tanta excitación echaban unas gotitas de leche. La muy viciosa se metió toda la poronga del gitano en la boca y alternativamente le chupaba los grandes huevos otra vez repletos de leche. Estaba claro que mi virtuosa mamá estaba fuera de sí, que no controlaba la situación … o que era muy reputa. No tardé en correrme mientras ella me apretaba sobre sí hasta clavarme sus uñas en mi espalda. Caí exhausto de costado y así estaba cuando Traian me apartó a un lado y le introdujo su pollón en la abultada concha.
– Vas a saber lo que es una corrida de verdad, so furcia – le dijo el gitano – Voy a mezclar mi leche con la de tu cachorrito, y si quedas preñada no vas a saber de quién coño es.
Y la embistió con gran violencia. Mi hermana y yo,extenuados, tumbados sobre el camastro pudimos ver como el pollón de Traian entraba y salía como un émbolo dentro de un chocho enrojecido y mojado y tras un prolongado bombeo en el que mamá tuvo varios espasmos de placer, el muy animal se corrió dentro hasta la última gota. Al retirar la verga vimos como una lechada abundante y espesa brotaba del coño de mamá.
Amanecimos vestidos debajo de un árbol cubiertos sólo con nuestras ropas. El campamento gitano había desaparecido, no quedaba ni el resto de las hogueras ni los excrementos de los caballos. Nos vimos los unos a los otros esperando algún comentario, pero no nos dijimos nada. Al poco rato mamá se incorporó toda entera y dijo:
– Ya hemos descansado bastante, aunque por vuestras caras parece que habéis dormido mal. Habéis tenido alguna pesadilla?
Mi hermana y yo nos miramos de reojo, pero no contestamos. Al agacharme a recoger mi mochila sentí un leve dolor en mi espalda: AA¡ eran los rasguños producidos por las uñas de mi madre ! Estaba claro que no había tenido ninguna pesadilla y lo ocurrido no había sido fruto de la imaginación calenturienta de un adolescente. Entonces mamá añadió:
– En marcha, que papá nos espera en Budapest.
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