COMPARTIENDO A EDITH: De cómo inicié a mi esposa en el mundo de los intercambios y las orgías
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Quiero dejar claro que amo a mi esposa y no haría nada que pudiera hacerle daño ni por lo cual llegara a perderla; su felicidad es mi felicidad desde que éramos novios y eso se mantiene. Tengo 30 y ella 22 aunque aparenta menos por su carita de niña y porque gusta vestirse a la moda y muy juvenil. Tenemos 4 años de casados, luego de un noviazgo de dos años. La conocí a los 14 y a esa edad robé su virginidad, el recuerdo más bello que tengo. Bajita, piel blanca, cabello negro y lacio que acostumbra usar muy largo como el día que ocurrió esta historia, tan inverosímil como supongo suelen serlo la mayoría de las iniciaciones. Sus nalguitas perfectamente redondas, más resaltadas por su cinturita siempre fueron deseadas por mis amigos y yo, cosa que hasta la fecha sigue siendo un asunto que me perturba cada vez que ellos y yo nos sinceramos entre tragos. Ni qué decir sus pechos duros y paraditos y esas piernas descomunales que gusta resaltar usando con frecuencia short o minifalda, casi que para toda ocasión pero sin duda, lo que más cachondo me pone de mi esposa es su carita de ángel y esa boquita que invita a toda clase de perversiones. Sí: mi esposa Edith es muy deseada donde quiera que vaya, lo sabe y le gusta serlo. Recuerdo que una vez penetré su trasero imaginando que yo era Tony, uno de los vecinos y fue muy excitante pero no fue sino hasta hace como dos años y medio que empecé a obsesionarme con la idea de compartirla en un intercambio o en una orgía –muchas pajas me hecho fantaseándolo- y mi proyecto actual es someterla en un gang bang con unos diez desconocidos, cosa que creo está pronto a lograrse; sin embargo al principio se rehusó enfáticamente a esas cosas, al punto que dejé de insistir y fue la casualidad la que nos dio la oportunidad que relato en esta ocasión.
Hace dos años fuimos de vacaciones a un hotel de playa, única ocasión en que hemos tenido posibilidad de alojarnos con las bondades de cinco estrellas. Estábamos en el jacuzzi cuando llegó una pareja que no sabría catalogar: él aparentaba sesenta o por lo menos se la acercaba pero ella si acaso alcanzaba los treinta; morena, más alta que mi Edith y un cuerpazo de modelo que al menos en ese momento no distrajo mi atención pero unos minutos después pude percatarme que el de mi esposa si atrajo la suya.
El tipo volvía a vernos con frecuencia y en un momento dado, mientras su esposa se colocaba junto a él besándole el cuello y acariciando su pecho, me pareció que él se masturbaba mirando a Edith y fue cuando me di cuenta que ella, estando recostada sobre mí, había dejado sus nalguitas exactamente sobre la superficie del agua que burbujeaba. Eso me puso cachondo y dejé que el viejo fantaseara con la complicidad descarada de su esposa, hasta que fue evidente que terminó bajo su pantaloneta de baño. Al poco rato se retiraron y ambos nos miraron con ciertas sonrisas maliciosas. Ahí fue cuando mi esposa se dio cuenta de la situación; nos reímos a carcajadas y empezamos a masturbarnos mutuamente en el jacuzzi. Poco después, un barman nos trajo una botella de vino blanco y dos copas.
-Cortesía de la pareja que estaba aquí hace un rato.
Nos dimos cuenta por el muchacho, que ellos llevaban dos días alojados en la suite más cara del hotel y que querían cenar con nosotros. Esperamos que se retirara, nos miramos con deseo y volvimos a tocarnos ahora con más ansia.
-¿Estás pensando lo mismo que yo?
-¿Y qué será eso?
Besé amorosamente su frente y la miré a los ojos.
-Creo que el tipo quiere cogerte.
-¿Y eso no te molesta?
-Si hiciéramos un intercambio, no me molestaría para nada.
Sonrió con alcahuetería y me besó como una madre besa a su hijo que ha cometido una fechoría.
-La tipa está bien buena pero él… no sé. Supongo que demasiado viejo para ti.
-Has vuelto a pensar en eso.
Su mirada era neutra. Quizás estaba ubicándose en un punto de valoración. Creo que por primera vez, Edith llegó a dudar.
-Perdón, amor.
-Tranquilo; no estoy enojada.
Y volvió a besarme. Sólo que ahora con cierta pasión.
-Igual es muy viejo; olvídalo.
-No.
-¿No qué?
-La edad no me molestaría.
-¿Sino…?
-Quiero decir: no me molestaría la idea de un intercambio con ellos.
Por mi cabeza pasaron en fracciones de segundo todas las posturas sexuales con el viejo follándose a mi esposa. Esta era la oportunidad de iniciarla en el mundo swinger y de las orgías. De hecho así fue.
-Me pone cachonda la idea de mirarte follándote a una tipa más rica que yo.
-No lo es.
-¡Ay! No seas tan condescendiente: la mujer podría ser modelo.
En fin: convinimos en aceptar la invitación y mientras planeábamos los detalles follamos en el jacuzzi, yo imaginando a mi esposa penetrada por el viejo y ella imaginándome con la chica del viejo. Seré sincero: de verdad la chica estaba bien buena y con curvas prominentes pero me excitaba más la idea de ver a mi Edith siendo follada por otro. Desde entonces, en estos dos años he compartido a mi esposa catorce veces pero a pesar de que la mayoría amerita otro relato como este, por la forma que se dio esa ha sido hasta ahora la más deliciosa experiencia que he tenido.
Queríamos asegurarnos de que, aún si se tratase de un malentendido, nos encargaríamos de llevar esto al intercambio. Yo estaba tan ansioso que mis latidos eran más fuertes y acelerados, como cuando se había presentado la ocasión de mi experiencia sexual, doce años atrás. Edith también se estaba tomando tan en serio el asunto, que sacó la ropa que había comprado en secreto para estrenarla conmigo esa noche: un top elástico color fucsia que le levantaba más sus deliciosas tetitas; un hilo dental rosadito que se le notaba en el short blanco transparente y le dibujaba claramente la perfección de sus nalgas, tanto como permitía observar lo atrayente de sus exquisitas piernas, que terminaban en unos zapatos negros con tacón de aguja, empeine y deditos al descubierto, con las uñas teñidas de rojo carmín. Pocas veces había visto ten deliciosa a mi esposa, al punto que sentí ganas de follármela ahí mismo pero pudo más mi obsesión por compartirla con un desconocido.
-Buenas noches. Gracias a ambos por venir.
-Buenas noches. Me llamo Miguel.
-Y yo Edith. Gracias por la invitación.
-Mucho gusto; yo soy Mariano. Pasen, por favor.
-Qué tal. Me llamo Lucille. Qué bueno que vinieron.
La habitación, enorme y de una elegancia diría yo que victoriana, era prolija en muebles apropiados para el sexo. Había bocadillos y champaña en todas las mesitas pero en la mesa principal había un baño maría con toda clase de mariscos incluyendo calamar, langosta y arenque en unas salsas deliciosamente indescriptibles. Mientras degustábamos los mariscos, hablamos del gusto cultural de ellos y tan pronto como apareció la palabra matrimonio, él nos dijo con firmeza que aunque llevaban ocho años de casados, la relación es enteramente abierta, a lo que ella asintió sin chistar, mientras me miraba a los ojos y bebía un sorbo de champaña. Él no paraba de admirar las piernas y el trasero de mi Edith cada vez que podía y sin ningún disimulo y fue precisamente ella quien rompió el hielo.
-Nosotros aún no hemos dado el paso pero ya lo hemos hablado y en cualquier momento lo daremos.
El tipo estaba duro como piedra, sin duda estaba en buena forma y quizás había consumido algo que le ayudara en tan particular ocasión. La chica, por su parte, aunque con menos verbo que él, nunca disimuló su interés al respecto.
-¿Y creen que esta pueda ser la oportunidad de dar ese paso?
-Claro- respondí casi de inmediato, mientras mi corazón palpitaba con fuerza.
Hubo un silencio prolongado; mi esposa se notaba nerviosa y en un momento dado, la pareja se miró como acordando algo y ambos se levantaron trasladándose de su sofá al nuestro; ella tomó mi mano y me hizo levantar hacia donde ellos habían estado, mientras que él se sentó junto a Edith y tomó sus manos que temblaban pero no se resistieron. Yo me quedé mirando mientras acariciaba la espalda de Lucille y cuando el viejo besó a Edith y ella le respondió, me sentí tranquilo y besé a la chica mientras metí mis manos entre su falda. Me quitó la camisa y empezó a besar y lamer mi pecho; cerré mis ojos y lentamente abrí la cremallera en su espalda y bajé su vestido hasta quitárselo completamente. Su lencería era roja y con encajes; piel morena y cabello negro azabache larguísimo que caía sobre mis hombros. La mujer bajó a mis caderas, abrió mi cremallera y sin dudarlo se puso a lamer mi pene que ya estaba duro y mojado; me concentré en la chica hasta que los gemidos de Edith me hicieron mirar: el tipo la tenía recostada en el sofá, la tomaba por los muslos y chupaba como animal sediento la vagina de mi esposita, quien tenía sus ojitos cerrados y hacía un gesto de placer.
En un momento dado los abrió y me miró mientras la chica tragaba polla como una puta, lo cual al parecer puso más cachonda a Edith y empezó a acariciar los blancos cabellos del viejo. Lucille me hizo recostar y se puso sobre mí en posición de sesenta y nueve; me comí su concha todavía seca pero poco a poco la hice humedecer y sus jadeos comenzaron a los dos minutos. El tipo se levantó, sacó la verga y tomado la cabeza de mi esposa la hizo tragar polla como puta; a veces lo miraba a él y a veces a mí pero en un momento dado, fue él quien se me quedó mirando con un gesto de “¡qué rico me la chupa tu esposa!”; pensé en hacer lo mismo pero a decir verdad, yo pensaba igual que él al ver a Edith poniendo la lengüita y sus labios carnosos trabajar como diosa; incluso pude notar que babeaba la gran perra y eso me puso a mil. Lucille se me encaramó; hizo entrar mi verga en su concha y me dio la gran cogida sacudiéndose como perra en celo y yo le respondí de buena manera haciéndola sentirme hasta dentro. El viejo Mariano, por su parte, tomó a mi esposita y la hizo ponerse boca arriba, se le trepó y tomando su pierna izquierda la hizo colocar sobre su antebrazo mientras con la otra mano le metió la verga despacito una, dos, tres veces haciéndola suspirar de placer. Luego levantó su otra pierna de la misma forma y se puso a follar despacio, muy despacito y el gesto de ella me hizo poner más y más cachondo, cosa que su chica notó de inmediato mientras él se puso a follar a mi Edith cada vez más fuerte y más rápido.
-¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!…
El viejo volteó a mi esposa levemente, la tomó por los tobillos y la abrió a más no poder, me miró fijamente y arremetió contra su vaginita; sonreía con un placer indescriptible y la verdad, a Edith se la estaban cogiendo riquísimo. El tipo se relamía y lo disfrutaba mientras la hacía jadear más y más. Tomé a su chica de la misma manera y abriéndole las piernas al máximo, la di como animal salvaje mientras miraba cómo se la ensartaban a mi esposa hasta que él la hizo participar más.
-¿Te gusta?
-¡Sí!
-¿Te gusta cómo te cojo?
-¡Síiiiiiiiiiiiiiii!
-¡Pues entonces toma! ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma perra!
Mientras yo le daba más y más a Lucille, mi esposita comenzó a retorcerse como perra más y más y debo ser sincero, no tengo porqué mentir: en ese momento, Edith y yo tuvimos orgasmo simultáneo. Ella no se dio cuenta pero yo sí. Ni siquiera sé si la otra chica se habrá dado cuenta de porqué me le vine en su vagina pero no me importa: fue sencillamente genial. Pero el viejo estaba entero. Así que tomó a Edith y la puso a cuatro patas; se puso a lamer indistintamente ano y vagina mientras su chica se puso a masturbarme para volver a levantarme, mientras me miraba con cara de puta hambrienta. Me puse a meterle los dedos en su concha y en su ano haciéndola jadear y de un momento a otro, escuché simultáneamente los gemidos de ambas, recibiendo exactamente el mismo tratamiento. Así las tuvimos buen rato y de hecho Lucille se puso bien caliente y de una vez se colocó a cuatro patas. Pero el viejo Mariano tomó a mi esposa y la colocó igual pero en el piso, entonces su chica hizo lo mismo, colocándose frente a ella, quien me miró como con duda pero creo que su duda era por mí y no tanto por ella, ya que la gran puta estaba disfrutando como pocas veces hasta entonces.
-¡Anda! ¡Cojámonos por el culo a este par de putas!
Los únicos que dudábamos éramos nosotros, así que le sonreí , me le acerqué y le di un buen beso; luego me coloqué detrás de Lucille y empecé a meterle mi polla en el ano sin mayor resistencia. El viejo volvió a mirarme, sonrío y se la metió al culo de mi Edith poquito a poco, mientras ella hacía un gesto de cierta incomodidad y el volvió a relamerse con un gesto de “ahora vas a ver cómo le parto el culo a tu esposa”. Y de hecho así fue: se puso como un toro desde el principio y le dio con todo, mientras yo hacía lo mismo con la puta de Lucille, por qué no decirlo.
-¡Tomen, putas! ¡Tomen! ¡Aguanten que les vamos a partir el culo!
Yo agarré del cabello a Lucille y él el de mi esposa y nos pusimos como dos animales en celo; de hecho los cuatro sudábamos con tremenda cogida. Mi angelito estaba siendo destrozado por un viejo y yo lo estaba disfrutando como creo que nunca llegó a saberlo. El tipo la tomó con más fuerza e intentó acercar su boca a la de Lucille. Yo hice que se acercara a mi esposa y la besar, cosa que hizo sin dudar. Ella me miró como pidiendo permiso y yo asentí sonriéndole cariñosamente y enviándole un beso. Entonces él volvió a atacar y así las tuvimos largo rato.
-¡Toma! ¡Toma perra! ¡Toma perra! ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma! ¡Toma!…
Lucille aguantaba sin problema la partida de culo que yo le daba pero mi esposita no aguantó y cayó al piso; entonces el viejo la tomó por el cuello y continuó dándole con todo.
-Tu esposa tiene un culo riquísimo.
Así continuamos hasta que ambos varones nos vinimos casi simultáneamente; yo sobre las nalgas de ella y él dentro del culo de mi esposa.
Nos quedamos descansando y escuchando música por alrededor de una hora más. Tuve la sensación de que todos lo habíamos disfrutado mucho excepto la esposa del tipo; al día siguiente me daría cuenta del porqué pero lo cierto es que al final de la velada, los cuatro nos despedimos muy agradecidos. Así fue como empecé a compartir a mi deliciosa esposita y desde luego que antes de dormirnos, conversamos al respecto y a ella le gustó tanto, que sin dudarlo ha aceptado que tengamos experiencias similares en trece ocasiones más, tanto con conocidos como con personas desconocidas. Estábamos tan satisfechos con la experiencia, que Edith y yo hicimos el amor un par de veces antes de dormirnos. Al día siguiente bajamos al restaurante para desayunar y en un momento que mi esposa fue al wáter, pude observar que Mariano y Lucille se aprestaban a retirarse en un auto del año; así que salí a despedirme. Se les notaba diferentes pero él estaba muy contento.
-Me encantó la experiencia de anoche, en especial haberle partido el culo a tu esposa, amigo. Ella es una verdadera delicia.
-Oh, gracias. Tu esposa también es una delicia.
-Eso no lo sabes. Esta chica es una escort.
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