Descubriendo los secretos del señor bueno y mis vecinitas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Don Macario era el dueño de la tienda del pueblo, era un señor muy mayor quizá rondaría los 70 años. Vivía sólo, alguien respetable. Diríase que era un viejito popular en la vecindad, amigo de todo el mundo.
– Buenos días don Macario – le saludaba la gente –
– Buenos días le de Dios – respondía levantándose ligeramente el sombrero –
En las mañanas era casi un rito verlo salir hacia el mercado local a abastecerse de productos para su tienda, regresaba caminando tal cual se había ido. Si cuerpo flaco parecía haberse acostumbrado, pues a pesar de su edad su paso era firme y rápido. De verdad era flaquísimo, quizás no llegaba ni a las 100 libras, estatura media, blanco de piel, unos ojos azules de gente buena. Como dije, era el típico señor al que siempre acudirías en busca de un consejo o quizás un favor. Ese era Don Macario.
Tendría yo en ese tiempo 16 años, ya buscaba sexo afuera de mi casa aun cuando podía coger a la hora que quisiera a cualquiera de mis 2 hermanas o hasta mi mismo hermano, pues como he contado también le pegaba sus culeadas de vez en cuando.
Bien, pues un día que había salido a buscar a una de mis novias del momento tuve a bien ir a esperarla cerca de la tienda de Don Macario, sabía que a esa hora salía de la escuela, serían las 11:30 de la mañana. Mientras esperaba pensé distraerme cortando alguna fruta de las tantas que había en los terrenos aledaños, de hecho en la propiedad del buen señor había varios árboles frutales y en más de una vez nos había dicho que cuando quisiéramos podíamos cortar.
Más por hacer tiempo caminaba entre los árboles, eso sí, tratando de no perder la vista de la calle y fuese a pasar mi novia. Vi a lo lejos las naranjas y pensé que cortar un par, desde ahí podía verse el corredor de Don Macario. Creí verlo a lo lejos, pero no – pensé -, no era posible que anduviera en pelotas con su esquelético cuerpo al aire.
Cuando estuve a distancia me di cuenta que no estaba equivocado, su flacucho cuerpo quedó a la vista de mis ojos, de espaldas a donde yo estaba, quizás se iba bañar – pensé -. Su enjuto culo no dejó de resultarme divertido. Otro cuerpo desnudo me llamó la atención, era una niña vecina amiga mía y de mis hermanas, mis ojos quisieron adivinar que estaba pasando y como pude me acerqué tanto como me era posible. Dos cuerpecitos más se hicieron visibles a mi vista, eran otras niñas igual vecinas, las tres de no más de 12 añitos.
Quizás previendo no ser vistas de lejos se movían siempre tratando de ocultarse al fondo del corredor de la casa, pero ¿Que hacían? ¿Será que se las coge Don Macario? Esas y más preguntas se revolvían en mi mente, mi corazón empezó a latir de manera extraña y como si tuviese algún resorte mi verga se empalmo de inmediato.
Tratando de no delatarme me moví un poco más a la izquierda de donde estaba y pude ver a plenitud donde estaban mis vecinas, una de ellas sentada en un sillón con sus piernas abiertas, otra en medio de ella en cuclillas lengüeteándole el chocho, la tercera recostada en un viejo colchón toqueteándose toda la rajita, al parecer Don Macario era quien les indicaba que debían hacer. El Viejo parecía estarse jalando la pinga, no podía verlo porque su cuerpo me quedaba cubierto por unos costales llenos de maíz.
Una vieja televisión adornaba la escena, según parecía estaba encendida y la pantalla quedaba de frente a mis lujuriosas vecinitas.
Aunque sus cuerpos eran infantiles sus movimientos no lo eran, se retorcían como si estuvieran viviendo su mejor momento de placer, la que estaba sentada en el sofá tenía su vista perdida, su cabecita recostada hacia atrás, su boca entreabierta, su cuerpo ligeramente empapado de sudor. La que estaba entre sus piernas movía sensualmente su culito de lado a lado, su chochito al aire, la manera de moverse parecía delatar que igual estaba sintiendo algo que le gustaba. La que estaba sobre el viejo colchón no podía ocultar que darse dedo por encima de su panochita no le era indiferente, se retorcía, arqueaba su espalda, su rostro desencajado.
Don Macario nomas miraba, o eso pensé. Porque al moverme un poco más a la izquierda pude ver que entre sus manos tenía una verga grande y flácida. Era gruesa como no pudiera imaginarse en un cuerpo esquelético como el suyo, 20 y tantos cm de carne colgándole como badajo de campana, gran cantidad de pequeñas venas azules adornaban su buen pedazo de carne. Se descubría el glande y con la palma de su mano se rosaba la cabeza de su verga, en más de una vez lo vi acariciarte sus tetillas, se veía excitado.
La escena continuó por varios minutos, cada quien en lo suyo, Don Macario recostado tocándose su flácido pene, dos de las niñas gozando entre ellas y la otra dándose dedo con furor, yo espiando y ya echándome una paja con los pantalones a las rodillas. Todos éramos cómplices del sexo.
El viejo pareció dar indicaciones y una a una se fue a colocar agachada frente a la gran pija del vejete y empezaron a mamárselo, les era imposible que semejante trozo de carne les cupiera en la boca. Nomás les entraba la cabezota haciéndoles parecer que tenían dentro algún dulce por la forma de sus cachetes. Parecían divertirse dándole placer a Don Macario.
Quizás se cansaron de estar en lo mismo porque los vi dirigirse al viejo sillón donde anteriormente se daban placer dos de ellas, las tres se sentaron con las piernas abiertas y Don Macario sea quedo frente a ellas para una por una ofrecerles su paquete para que se lo chuparan, las niñas al unísono se daban dedo. Una sinfonía de gemidos se dejó escapar por el viento hasta llegar a mis oídos, yo seguía ya con mi segunda paja.
Luego fue Don Macario quien se sentó en el sillón y una de las niñas, la que se había estado dando dedo, se puso a horcadas sobre la gran verga del viejo y empezó a descender hasta rosar la cabeza solamente, Don Macario con una mano trataba de mantener su pene erecto y al mismo tiempo hacer presión sobre los labios vaginales, pero definitivamente no estaba lo suficiente parada para poder meterla y también aunque estuviera, la conchita de la niña no era lo suficiente amplia para recibir semejante miembro.
Una a una se pasó a rozar la cosa en la verga del viejo, simulaban cabalgarlo como si estuvieran preparándose para el futuro, yo llegue a mi tercer orgasmo con sendos chorros de semen, un quejido se me salió de boca sin poder contenerlo, creí haberme delatado. Don Macario y las niñas habían girado sus cabezas, parecían tratar de adivinar qué había pasado, no era para menos. Estaba a no más de diez metros, hasta un olor a sexo se respiraba en el ambiente.
Pensé que el viejo me descubriría porque lo vi pararse, pero sólo fue para poner a una de las niñas en 4 sobre el sillón y empezar a mamarle el chocho, el culo. Las otras dos, una se pegó como borrego en la reata del viejo y la otra se pasó por parte de atrás y empezó a besarse con la que estaba a 4. Todos gozaban.
Creí saber cuándo llegaron al orgasmo, el viejo enjuto más el culo y sacándole la verga de la boca la tomó entre sus manos y empezó a darle pequeños golpecitos en las nalgas a la que estaba a 4, un gruñido intenso se escuchó sin censura o miedo, parecía habérsele olvidado que alguien podía estar espiándolos.
Las niñas parecieron entender que todo había acabado porque son más ni más se pusieron sus ropas, calzoncitos de figuras y vestidos de una pieza, sandalias de hule. No faltó la palmadita en la nalga a una de ellas cuando se las llevo adentro. Yo finalmente llegue a mi cuarto orgasmo, fue más agua viscosa que semen, pero más intenso, una descarga eléctrica recorrió toda mi espalda, el corazón casi a punto de darme un último latido.
Me subí los pantalones y me fui casi corriendo, dándome cuenta que se me había olvidado la hora y mi novia quizá ya habría pasado. Consciente de ello, me quedé entre los árboles, ya no buscando alguna fruta si no más para descansar de los 4 orgasmos que acaba de tener, el sólo recordar lo que había visto me volvió a parar la verga. Mejor me voy – pensé – total y llego a mi casa y me la paga una de mis hermanas.
Luego les contaré más de Don Macario y sus pecados sexuales.
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