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Orgias

Donde algunos llaman destino

Mike Fallon caminaba por la acera junto al colegio con las manos en los bolsillos, la cabeza apenas gacha. .
Fallon caminaba por la acera junto al colegio con las manos en los bolsillos, la cabeza apenas gacha.

 

En la esquina opuesta, lo esperaban Aníbal y Rafael. Uno fumaba con desgano; el otro ojeaba una revista deportiva que no le interesaba en lo más mínimo. Eran amigos.

 

Mike enseñaba física.

 

Aníbal era el profe de historia. Sus alumnos lo querían.

 

Rafael tenía educación física. El patio era su reino. A puro silbato y risas forzadas, enseñaba disciplina.

 

Entre clases se reunían en la sala de profesores, un santuario de café rancio y diplomas colgados al azar. A simple vista, tres docentes cualquiera.

 

Hasta que llegó Sofía.

 

La nueva estudiante. Esa que entró tarde a mitad de año.

 

Mike fue el primero en notarla. Y luego fue cuestión de un par de charlas para que Anibal y rafael se fijaran en ella.

 

Los tres amigos la observaban cada que podían. Cada día se sentían un poquito menos maestros y un poquito más vigilantes.

 

Un par de meses antes de Sofía también había aparecido Cristóbal.

 

Treinta años que parecían veintiséis, apenas un metro setenta de estatura, piel clara que contrastaba con el sudor que le nacía fácil tras los recreos y una complexión robusta que intimidaba cuando se cruzaba de brazos.

 

Cristóbal enseñaba matemáticas

 

Lo vieron con Sofía de una manera poco comun para un maestro y una alumna. Suficiente para que a Mike se le encendiera la alarma interna.

 

Cristóbal le hablaba demasiado cerca, inquietando a los tres amigos.

 

Aníbal, había dicho que había visto a ese hombre antes, Cristóbal. Tal vez una investigación… No lo recordaba bien, aunque el mal presentimiento le caminó por la espalda.

 

Los tres se esforzaron por disimular. Aun así, entre risas forzadas, lograron oír un fragmento. Una frase cortita:

 

“Esta tarde, te espero.”

 

La voz de Cristóbal picó como aguijón. Sofía asintió con la gravedad de quien ya ha perdido.

 

Esa noche, la escuela se encerró en sí misma. Las luces se apagaron una tras otra, expulsando a gritos a estudiantes y maestros.

 

Afuera, Mike ajustó su linterna.

 

El eco de sus pasos se perdió en el pasillo principal al entrar sin inconvenientes, Mike tenía llaves de la puerta principal.

 

El salón de matemáticas del profesor Cristobal estaba al final.

 

Mike levantó la mano, pidiendo silencio. Hubo un murmullo tras la puerta. Un crujido. Un roce de tela y algo más… como un sollozo.

 

La puerta cedió pausadamente cuando Mike giró la perilla.

 

Lo que encontraron adentro los llenó de sorpresa.

 

Solo supieron que Sofía no estaba ahí por voluntad propia.

 

Los pupitres estaban desordenados. Mike apagó la luz de la linterna, allí adentro no era prudente tenerla encendida.

 

Cristóbal estaba allí, totalmente desnudo y sentado, frente a él, Sofía se encontraba de pie, totalmente quieta dejándose tocar por él. Cristobal pasaba sus manos por las piernas y las nalgas de Sofía. Se podía percibir como la apretaba porque Sofía hacía gestos de total incomodidad. Cristobal intercambiaba su mirada entre el rostro de Sofía y la vagina, la cual quedaba tapada para Mike y los demás por el propio cuerpo de Cristobal. Lo que sí quedaba visible para ellos eran sus pechos, pequeños y puntiagudos, con unos pezones marrones que sobresalen sobre su vientre plano. Sofía se arqueaba sobre el propio cuerpo de Cristobal cuando este metía sus dedos en el pequeño ano de la joven. Mientras lo hacía le reiteraba la importancia de mantener en secreto lo que hacían y que nadie debía saberlo.

 

Mike sintió un nudo en la garganta y Aníbal se quedó paralizado, sin poder decidir si intervenir o huir. Cada sonido era un latido de advertencia: los quejidos de sofía, respiraciones contenidas, la evidencia clara de que aquella escena no era un juego.

 

El silencio se volvió absoluto, cargado de significado. Ellos sabían que cada segundo contaba. La presencia de Cristóbal alteraba el espacio, y Sofía… Sofía estaba atrapada.

 

Mike dio un paso adelante, intentando equilibrar la urgencia de la acción con la necesidad de procesar lo que veían sus ojos. Rafael y Aníbal lo siguieron, tensos, preparados para cualquier cosa.

 

En ese momento Cristobal le dió vuelta al cuerpo de Sofía, ahora mostrándoles a ellos la cola delgada de la joven. Cristobal abrió con rudeza sus nalgas mostrando en efecto un ya maltratado ano.

 

«Doblate que te voy a lamer ese precioso culito, usa tus manos»

 

Sofía obedecía a cada palabra, se dobló un poco y reemplazó las manos de Cristobal en sus nalgas con las de ella misma. Cristobal primero la besaba, casi con dulzura, como un ritual, por la parte alta de su cola y por cada una de sus nalgas. Sofía no se movía y esperaba pacientemente el desenlace. Cuando la boca de Cristobal llegó hasta el ano de Sofía su lengua entró tanto como pudo. Sofía gime mientras siente cómo la espesa barba de su profesor de matemáticas le roza la piel de sus nalgas. Tras unos minutos termina escupiendo el ano de la joven y le dice:

 

«Ahora quiero que te sientes en mi verga»

 

Sofía volteó el rostro, iba a suplicar pero antes de eso los vio. Los tres amigos quedaron congelados, atrapados en el instante. No hubo palabras; solo el peso de su mirada, intensa y temblorosa.

 

Mike intercambió una mirada con Rafael y Aníbal: no podían quedarse quietos. Tenían que actuar. Respiró hondo. Cada fibra de su cuerpo estaba alerta, cada músculo preparado para reaccionar. .

 

“Cristóbal…” su voz fue baja, cargada de amenaza contenida. Nada más. No necesitaba gritar. El hombre levantó la cabeza, consciente de la intrusión, pero su expresión apenas se movió, como si todo estuviera bajo control.

 

Sofía dió media vuelta, sus brazos cubriendo sus pezones, temblaba, sus ojos fijos en los tres amigos, buscando alguna señal de salvación. Su respiración era irregular, casi un susurro, cada inhalación era un recordatorio de que la situación había escalado demasiado rápido.

 

Rafael avanzó un paso. Aníbal, menos físico pero igual de tenso, empuñaba un libro, dispuesto a usarlo como arma improvisada.

 

Mike midió la distancia. Sabía que cualquier intento de hablar más podía empujar a Cristóbal a la violencia. El salón olía a sudor, miedo y sexo, la mezcla exacta.

 

“Suéltala,” dijo Mike, sin gritar, pero con la voz tan cortante que pareció cortar el aire. Cristóbal con una calma sorprendente, se puso de pie y abrazó a Sofía por la espalda, por un instante la tensión se volvió casi insoportable cuando su mano bajó hasta la cola de la joven y nuevamente le perforó su ano con los dedos.

 

Cristóbal, la sujetaba con fuerza por el ano, con al menos dos de sus dedos en su interior, alzó la voz lo justo para que todos lo escucharan:

 

“Ella vino a mí, ¿saben? Es una pequeña putita en busca de algo de atención. Yo solo le mostré la realidad de lo que significa ser una zorra. Ustedes también caerían en esta tentación… Hoy esta hembrita es mía. Pero puedo compartirla si ustedes quieren.”

 

Sofía se estremecía, con algunas lágrimas saliendo de sus ojos.

 

“No entienden nada. Esta chica está sola. Es totalmente inservible, ni siquiera era virgen cuando vino a mí. Ha sido abandonada por todos, inclusive su propia familia. Yo la vi. Y ahora le doy lo que ella buscó conmigo. Si no fuera yo… estaría perdida con cualquier otro.”

 

Rafael tensó la mandíbula.

 

Cristóbal sonrió, una sonrisa torcida y venenosa.

 

“NO crean que soy un monstruo. Ahora tiene miedo de lo que soy capaz de hacerle. Sofía me necesita. Yo sé lo que es mejor para ella. Aunque todavía no lo entienda.”

 

Cada segundo parecía dilatarse, cada mirada un desafío. Sofía sintió la mano izquierda de Cristobal voltearle el rostro, mientras su ano seguía siendo perforado, para luego plantarle un beso morboso, metiendo su adulta lengua en lo más profundo de su boca.

 

Cristóbal dudó apenas un instante y le sacó los dedos con la intención de meterlos en la boca, suficiente para que Sofía se moviera.

En dos pasos, como si la gravedad misma la empujara, corrió y se lanzó a los brazos de Rafael.

 

Rafael la atrapó sin titubear, su cuerpo tenso como un resorte. Sofía lo abrazaba con fuerza y Rafael no sabía en dónde colocar sus manos, finalmente correspondió su abrazo y le dijo que estaba a salvo, sin embargo, sin darse cuenta su propia verga había comenzado a tensarse en su pantalón.

 

Mike avanzó hacia Cristóbal, cada músculo preparado para un enfrentamiento físico. Sus ojos no perdían detalle: el mínimo gesto del hombre podía ser un ataque. Aníbal lo flanqueaba, con el libro en mano, dispuesto a golpear, a proteger, a cualquier cosa que fuera necesaria.

 

Sofía se aferraba a Rafael, respirando con fuerza, su corazón golpeando contra su pecho. Sus ojos se encontraron con los de Mike y Aníbal.

 

Cristóbal [descripción explícita de su reacción, cuerpo, expresión], intentando recomponerse, mientras la tensión llenaba la habitación como humo denso. Cada segundo que pasaba parecía multiplicar el riesgo; cada respiración se volvía un arma invisible.

 

Mike dio un paso más, su voz cortante, dura:

“Ahora lo resolvemos.”

No había miedo en sus palabras, solo determinación.

 

“Vaya, vaya… héroes de manual. Cree uno que conoce a sus colegas y resulta que son una manada de maricas.”

 

Su sonrisa se ensanchó, venenosa.

 

“No exageren. Todos vimos lo que pasó aquí. Sofía… reaccionó al calor del momento. La adolescencia es una tormenta, y ustedes lo saben mejor que nadie. Hormonas, confusión, curiosidad. Una mezcla peligrosa que cualquiera puede… malinterpretar.”

 

Rafael apretó los dientes, pero Cristóbal siguió hablando, como si se saboreara cada palabra.

 

“Vamos, muchachos. No me digan que nunca sintieron esa atracción prohibida por esta putita y sus falditas cortas, sus miradas lascivas. Todos somos humanos. Todos la hemos notado.”

 

Se llevó una mano al pecho, teatral.

 

“Yo no la busqué. Ella me eligió. Porque yo la entiendo. Porque encuentra refugio en los hombres… yo veo potencial. Talento que pide guía. Alguien tiene que enseñarle a ser la zorra que está destinada a ser”

 

Clavó los ojos en Mike.

 

“Tú sabes de qué hablo. Esa fuerza que sientes cuando algo te pertenece. Cuando sabes que puedes moldear una vida. Que puedes ser la única persona a la que recurra.”

 

El pecho de Mike se tensó en un espasmo que no supo si era rabia, miedo o… deseo. Giró la cabeza y entonces la imagen lo cortó por dentro: Sofía, aún temblorosa, acurrucada en los brazos de su compañero como una criatura que busca calor. Las piernas desnudas culminaban en unas pequeñas nalgas enrojecidas, los cabellos derramados sobre el pecho de Rafael, las manos aferrándose a su cuello como si hubiera sido su refugio desde siempre.

 

Ella no miraba. Ese segundo incendió todo.

 

Con el pecho subiendo y bajando como una ola recién liberada. Se veía hermosa.

 

Mike sintió que una cuerda vieja se rompía dentro de su pecho. Como un depredador silencioso, saboreó el filo de la idea:

 

La sonrisa de Cristobal desapareció, dejando una mirada fría, peligrosa.

 

“No me juzguen como si fueran santos. Ustedes también quieren de ella.

 

Cristóbal abrió los brazos lentamente, teatral, como quien espera una absolución ridícula.

 

“Así que respiremos todos. Esto puede quedarse aquí. Podemos olvidar los detalles incómodos, proteger nuestras carreras… y a Sofía.”

 

Su tono se volvió casi susurro, un veneno suave que buscaba meterse por las grietas más vulnerables.

 

“Lo único que tienen que hacer es dejarme sacarla de este cuarto. Yo sabré cuidarla… mejor que cualquiera de ustedes.”

 

“Podemos pretender que nada pasó. Nadie está herido, Sofía está a salvo, y ustedes pueden seguir esta noche con lo que yo ya inicie”

 

Sus ojos se clavaron en Mike, una astilla de desafío brillando bajo el cansancio.

 

Luego giró apenas el rostro hacia Rafael, aunque su atención se mantenía sobre Mike.

“Y ustedes prometen que… cuando terminen con ella, no volverán a interrumpirme”

 

Rafael frunció el ceño. Antes de que pudiera replicar, Mike dijo:

 

“¿Como sabemos que no dirá nada?”

 

Cristóbal inclinó la cabeza, casi en reverencia irónica.

 

“Un pacto entre monstruos, al fin y al cabo. Todos ganan. Todos callan»

 

“Ella no hablara, aunque lo niego le gusta ser el centro de atención”

 

Rafael la apartó con sus brazos y por un instante la miró a la cara. Sofía se quejó. Su mirada era de tristeza, pero no había pronunciado una sola palabra. Bajo la vista y vió sus pechos, su verga estaba a tope

 

Mike sintió que se estaban dejando llevar, cruzó miradas con Aníbal, ambos agitados, ambos indecisos. Sofía dio unos pasos hacia atrás y ahora estaba en el centro de los 4, una joven estudiante de 17 años, totalmente desnuda en medio de 4 de sus profesores. La situación se había desbordado y ella lo sabía. Ninguno saldría de allí con las manos limpias.

 

Cristóbal posó su mirada en Sofía, aún temblorosa, Rafael ahora la miraba con un extraño morbo.

 

“Yo no quiero lastimarla.”. Dijo de pronto Aniblal, «Quizás sólo tocarla un poco»

 

Rafael frunció el ceño, entre excitación y miedo.

Aníbal apretó su verga sobre su pantalón.

 

Cristóbal dio un paso atrás, ofreciendo una ilusión de espacio, de libertad, de decisión.

 

Un silencio denso comenzó a engordar la habitación.

 

Mike se acercó a Sofía. Su respiración quebrada. El rubor de la vergüenza pintándole la piel.

 

“No confío en ti.”

 

Cristóbal asintió, como alguien que ya contaba con esa respuesta.

 

“No tienes por qué. Solo necesitas confiar en que ella tampoco quiere lo contrario.”

 

El silencio pareció absorber el aire del salón. Rafael fue el primero en ceder, su voz apenas un hilo:“De acuerdo…”

Aníbal lo siguió, tragando seco, como si cada sí le costara años de vida:

“De acuerdo.”

Mike sintió la presión de la mirada de todos sobre él. Sofía, encogida entre ellos, no decía nada. Nadie quería cargar con la culpa de decidir qué pasaba después.

Finalmente, Mike cerró los ojos un instante, como quien salta al vacío:

“De acuerdo.”

Rafael, con la voz tensa, señaló lo que ninguno había querido admitir hasta ese momento:

“Ya no es virgen… así que es su decisión podría decirse.”

Cristóbal arqueó una ceja, entretenido por el desenlace.

“Sofía está aquí porque yo lo pedí. Es mi puta, no lo olviden.”

Sofía, con el rostro empapado en lágrimas, alzó la mirada:

“Yo no quiero estar aquí. Él me hizo creer que era especial.”

Mike ya está demasiado cerca, coloca su mano sobre la espalda de Sofía y la empuja suavemente contra uno de los pupitres. Sofía cierra los ojos y se deja llevar. Mike baja sus pantalones liberando su miembro, luego humedece dos de sus dedos y palpa por primera vez el agujero trasero de la joven. Los sollozos vuelven a ser parte de los sonidos del salón, Sofía descansa su rostro contra la madera del pupitre. De pronto el sonido es reemplazado por un grito de dolor cuando la gruesa verga de Mike invade el ano de Sofía. La joven grita desesperadamente de dolor mientras es violada por Mike.

15 segundos, no pudo haber sido más que eso, cuando un torrente de semen salió disparado hacia el interior de Sofía.

«Perdoname niña. Perdóname» Le dice Mike mientras se libra de ella, acariciando el cuerpo de Sofía que ha quedado inmobil en la misma posición, pero ahora, rota.

Anibal se acerca a ella y la ayuda a enderezarse, solo para comenzar a besarla, por todo su rostro, sintiendo el sabor de sus lágrimas.

71 Lecturas/1 noviembre, 2025/0 Comentarios/por Ericl
Etiquetas: amigos, colegio, culito, puta, semen, sexo, vagina, virgen
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