El bar de la perversión V.
En esta entrega se ampliaran los gustos de nuestros protagonistas. Valoro mucho los comentarios morbosos a mis historias. .
El bar estaba abierto al público aunque no había mucha clientela. Ricardo, el pequeño Ángel, Sandra y yo éramos los únicos clientes. Estábamos sentados en una mesa como una bonita familia. Los críos merendaban mientras su tío y yo disfrutábamos de unas jarras de cerveza. La niña tenía un biberón, especial de la casa, con droga sedante y leche que el propio dueño, Fermín, se había sacado sólo para ella. La niña tenía dos años y medio y estaba aprendiendo a hablar, demasiado para nuestro gusto. Pero era una niña pizpireta y feliz, muy curiosa, como todos los niños de su edad. A esa niña nos la habíamos follado todos los que estaban en el bar y hoy no iba a ser diferente. La niña disponía de hombres de todos los gustos, desde el mancebo de 13 años de su hermano hasta el obeso dueño del bar de 66 años. El más guapo de todos era Ricardo, su tío, un buen chaval sin nada en especial pero con todo en su sitio. Buen cuerpo, buena polla… No podía pedir nada más.
El que había cambiado, evidentemente era Ángel. Su cuerpo estaba algo más desarrollado, sus brazos más largos, haciéndole parecer un poco una caricatura, con su cuerpo aún conservando su estatura anterior. Pero en la mirada y en su cara se le notaba la pubertad. Un vicioso salido con acné y algún grano, delgaducho y blancuzco. La polla le había crecido, ya apuntando maneras. Al ver ese boceto de hombre nadie pensaba en aquel momento que iba a dar tanto que hablar.
Fermín se había hecho gran amigo nuestro al presentarle a Sandra. Nada une más a una cuadrilla que los secretos compartidos y en ese bar estábamos todos pringados de secretos. Estábamos ese día en el bar para que Ángel y Fermín se presentaran. Le contamos que era el que más disfrutaba de la nena al vivir con ella. No sabíamos con certeza lo que le hacía a solas, aunque nos comentaba como le gustaba mucho más por detrás que por delante. De tanto uso y abuso la niña lucía un coño ya rojo, abierto, con los labios formando un óvalo dejando espacio a su agujero roto. Aún no sabíamos como la madre no había investigado nada, pero nos aprovechábamos de nuestra suerte.
La niña en ese momento estaba sentada encima de la mesa, entre nuestras consumiciones, con el biberón en las manos a medio terminar. No llevaba pañales ni ropa interior. Su vestidito no tapaba apenas las piernas, para facilitar el rápido cambio de pañales. Su entrepierna estaba en contacto con la fría mesa, y nuestras miradas se escapaban con frecuencia a ese valle tan visitado. La conversación era animada y cambiábamos de tema con alegría, sin importarnos que el bar estuviera abierto al público, entre temas de actualidad, aficiones de Ángel y de follar con putitas (otra afición de ángel, definitivamente). Fermín nos agasajaba con alguna historia de su pasado, y empecé a pensar que este hombre engalanaba la realidad. No mentía, a la vista estaba su maña, pero todo en sus historias era demasiado perfecto, demasiadas coincidencias, demasiadas putas deseosas de hacer cosas que cualquiera iría a las autoridades de solo pensarlas. Pero las contaba tan bien, disfrutaba tanto y te contagiaba ese disfrute, que no se le discutía ni un detalle. Si algo consigue que folles con gente y que traguen con alguna cosa desagradable, es la labia y Fermín andaba sobrado de ello. Parecía usar su cuerpo como un reloj para hipnotizar a sus conversantes. Sus grandes manos paseaban por todo su contorno bailarinas y gráciles, y movía sus brazos alrededor de su gordo cuerpo, haciéndolo ir y venir a los lados ininterrumpidamente en ritmos relajantes o marchosos, según requería la situación. Y aquel bulto en la entrepierna era la varita con la que realizaba toda esa magia (la otra magia también). En el trabajo llevaba el delantal, que le tapaba todo, pero nosotros teníamos la suerte de que se lo quitaba cuando veníamos. Y su polla sin calzoncillos también se movía con el resto de su cuerpo, como una campana anunciando misa. Cuando le visitábamos con Sandra enseguida se ponía morcillón y se le marcaba aún más.
La niña jugueteaba un poco ya drogada y cansada de beber tanto, su biberón aún le quedaba un tercio de líquido, pero pocas veces se le terminaba. Su cuerpo se frotaba ligeramente contra la mesa, haciendo que su vagina desapareciera debajo de ella y volviera a florecer, en otro sortilegio que nos tenía embrujados. Mientras Fermín nos contaba como entrenaba a una chica de 14 con síndrome de down mientras salía con su madre la niña bailoteaba de esa forma en la mesa, como si ella también se estuviera excitando al oír aquella historia y necesitara masajearse el pequeñito clítoris, visible desde tan cerca que estaba sentado. Su clítoris tocaba la mesa, entonces la niña se echaba para atrás haciendo que se levantara, para volver a ir hacia delante y que se apretara sutilmente.
-En mi clase hay una chica con Down, Carlota y yo la verdad que no la veo tan tonta como se supone que es.
Fermín se rio a carcajadas con el comentario de Ángel, agitando toda su grasa.
-No son tontas no, te lo aseguro.
-Tiene las tetas más gordas de clase, claro es así anchota.
-Y ¿Se las has comido ya?
Ángel se sorprendió de la pregunta. No había pensado en esa posibilidad.
-No…
-y ¿A qué esperas?
Volvió a reírse Fermín con alegría, se le notaban las cervezas de más. Se acercó a la puerta del local y miró a los lados. Echó como siempre la reja, pero esta vez hasta abajo del todo, la cerró por dentro e igualmente cerró la puerta. Ángel se alarmó un poco, pero Ricardo y yo nos alegramos de que por fin sucediera. Era el pistoletazo de salida para empezar aquello a lo que habíamos venido.
-Hoy en día a esas putitas las crían mucho mejor que antes y no están tan desvalidas ni son tan inútiles. Antes se creía que no podían hacer nada, así se las criaban y así salían. Pero a tu edad, chico… Un poco te puedes propasar sin que pase nada grave, como mucho un cambio de centro. Sois jóvenes, sois tontos… No se, un magreo de tetas, incluso alguna chupada si la haces reír es pan comido sin que nadie tenga que enterarse.
Mientras decía eso, Fermín le quitaba el biberón a Sandra y empezaba a quitarle el vestidito. No era difícil, un velcro en la nuca mantenía todo el vestido en su sitio. Teníamos a Sandra desnuda ante nuestra mirada lasciva. Ese cuerpo lo conocíamos bien pero siempre había una mezcla de emoción y lujuria en la situación.
-Esta princesa no tiene teta ninguna, pero se puede practicar alguna ocurrencia.
Fue ágilmente a la barra y cogió un batido de chocolate en una botellita de cristal.
-Siempre puedes hacer la típica de…
Abriendo el bote de batido, lo derrama sobre la niña fingiendo tropezarse. Toda la niña estaba pringada de leche con chocolate, la mesa también y hasta unas gotas nos cayeron encima.
-Ay, ay, discúlpame Carlota deja que…- Empezó a lamerle a la niña su pecho plano sonoramente- te ayude a secarte, mil perdones.
Ángel no paraba de reír, gritando cosas como «que basto eres» «menudo prenda» y demás. Sin duda se estaba ganando al chico. El señor seguía limpiándole el batido a la niña con la lengua. Su cabeza era igual de grande que su cuerpecito y sacaba la lengua abalanzándose a por ella con visible gozo. Su lengua bajaba por su estomago sin dejarse una zona sin limpiar mientras la niña reía junto a su hermano. Acostó a la niña boca arriba en la mesa cuando tuvo que limpiarle la rajita. La niña dejó poco a poco de reírse sabiendo lo que venía, pero Ángel reía aún más fuerte.
-Sí, pues como le tenga que comer el coño delante del profe de mates, seguro que se une, que tiene una pinta de pervertido…
-Esos luego son los que no lo son.
Dijo sabiamente Fermín con el coñito de Sandra en la boca. La niña estaba empapada de chocolate por toda su espalda al tumbarse en la mesa. Fermín la llevó al baño de empleados donde tenían un plato de ducha con una manguera para limpiarla, disculpándose por la travesura. Ángel fue con él mientras Ricardo y yo limpiábamos la mesa y el suelo de alrededor, como si de nuestra casa se tratara.
No supimos que pasaba en el baño, pero no volvían cuando ya todo estaba limpio e incluso seco. El ruido de la manguera hacía unos minutos que había cesado, así que suponiendo qué placeres podían estar ocurriendo en ese aseo, Ricardo y yo atravesamos la barra y entramos por la puerta de la cocina, que era pequeña y tenía lo básico para servir aperitivos fríos. Estaba sorprendentemente limpia considerando quien era el dueño. Más allá de la cocina había un almacén donde se veía la puerta abierta que dejaba salir la luz del baño. Aún con todas las calientes ocurrencias que estábamos pensando, nos sorprendimos. El chaval, Ángel, estaba sujetando a su hermanita, con su espaldita pegada al vientre del chico. Tenía una mano en los glúteos para que la caderita avanzase. La niña estaba tranquilamente echando un chorro de meo encima de Fermín, que estaba desnudo, empapado y con la boca abierta recibiendo todo el pis en su cara. Su boca estaba llena y rebosaba por sus cachetes. Ángel tenía una erección bajo su pantalón y reía. Nos miró y empezó a explicarnos.
-Que dice que estas chicas down se aguantan poco que me ofrezca como urinario.
La niña dejó de mear pero la cantidad que había echado no parecía caber en todo su cuerpecito. Fermín se puso de pie con dificultades por la estrechez del aseo. Se disculpó sonriendo.
-Creo que tengo que limpiar de nuevo a la niña, y ya de paso a mí.
Le dejamos solo con ella haciendole prometer que no se propasaría mucho y volvímos al salón del bar. Donde nos apuntamos dos cervezas y un cocacola y nos las servimos.
-¡Qué gracioso es Fermín! – Nos comentaba alegre Ángel.- Y como se pasa… que le enseñe el coño de Sandra para explicarla que así se le pondrá cuando se la meta, que sino tiene ganas.
Se reía con ganas entre sorbo y sorbo de cocacola.
-A ver cómo la cagas haciéndole caso al viejo.
Dijo su tío Ricardo, lo mismo arrepintiéndose un poco de haberle traído.
-Nah, si es todo coñas, hombre.
Fermín apareció limpio, seco y hasta peinado con la niña ya dormida por los efectos de su biberón en los brazos. Los dos estaban desnudos y la verga de Fermín dura. Este hombre jamás descansaba.
-Ven aquí, chaval, vamos a seguir con la clase, pero ahora más en serio.
Fermín dejo en una nevera sentada a la niña, sin mucho cuidado de que su culito o el coño tocaran o no cualquier superficie.
-Lo mejor que puedes conseguir, es esto. -Dijo señalando a su alrededor, hacia nosotros.- Una pandilla de gente de confianza. Juntos podéis conocer más chicas, podéis convencerlas mejor y podéis disfrutar mucho más de lo que haríais por separado. Ya irás conociendo a gente de confianza…
Alzó a la niña hasta la barra y empezó a masajearla el coñito mojado. Sus gordos dedos acariciaban los labios, que estaban más gorditos que antes de dejar de ser virgen, los pellizcaba suavemente para que se les escurriera por los dedos.
-Yo por ejemplo he cometido estupideces confiando en quien no debía, pero la vida también te recompensa la confianza, como presentándote a esta princesa. ¿Te ha contado tu tío como nos conocimos?
Al hablarle le miraba a la cara, estaba inclinado hacía la pequeña bebe, así que la cara de Ángel y de Fermín estaban a la misma altura. Estaban muy cerca, la parte interior de la barra no dejaba mucho espacio, y la atención de la niña recortaba aún más el espacio. Ángel negó con la cabeza. Miró a Fermín y miró a su tío Ricardo, que estaba acabándose la jarra de cerveza sentado en nuestro sitio predilecto de la barra, a mi lado. Al vaciar la jarra se encogió de hombros hacia su sobrino.
-jojojo.
Rio Fermín agitando su gordo cuerpo, como de costumbre.
-Verás, había venido un amigo con su hija de cinco años. Había venido como ha venido esta princesita ¿verdad? Con ganas de polla. La habíamos dado ya su batido de chocolate con relajante cuando aparecen estos dos por la puerta. Carlos Andrés, mi amigo, es muy morboso y unos clientes no me venían mal. Así que mientras les atendía el papá de la cría estaba así con ella.
Fermín empezó a ejercer presión con su dedo en la vaginita de la niña dormida. Su vulva ya se amoldaba al dedo del gordo, pero su pequeño agujerito era otra cosa. Su dedo se agitaba y vibraba debajo de la bebe para ir dilatándola.
-Carlos es un crack, chaval, podría estar penetrando a su hija a tu lado y tu no te darías cuenta, sólo verías al mejor padre del mundo con su hija encima. Y nada, que les empiezo dar conversación a estos merluzos en lo que su padre está con su hija y el dedito dale que te pego. No hubiera pasado de ahí si no me hubiese fijado que tu padre no pegaba ojo a la niña. No le culpo, estaba muy guapa dormida.
Me giro a Ricardo. No sabía eso. Me paré a pensar que le debía mucho más de lo que pensaba.
-Así que saco el tema sexual, con un toque por ahí, que no quedara la cosa sin concretar. Y ya, viendo que les tenía en la mano les lancé el anzuelo.
El dedo del gordo de un suave empujón se metió hasta la mitad en la pequeña vagina de la niña, que no se despertó en lo más mínimo ya que llevaba tiempo con el efecto del biberón.
Y así es como se hace todo, se conoce lo que se quiere, se busca, se encuentra y se trabaja para conseguirlo. Su dedo mostraba como el trabajo daba buenos resultados cuando se deslizaba con facilidad por el agujerito de la niña de casi tres años. Algo me decía que la enseñanza era también para nosotros, pues seguía mirando al Chaval mientras le hacía ese dedo a su hermanita.
-Mira, pon el dedo donde el mío, vamos a pajearla los dos.
Ángel alzó la mano y con algo de dificultad la puso al lado de la del gordo, tenía que extender bastante el brazo mientras giraba su cuerpo así que no fue muy hábil cuando le metió bruscamente el índice a su hermana. Ahora su vaginita tenía que lidiar con un invitado nuevo, un dedo mucho más fino que el que ya estaba dentro, pero más violento.
-¿Ves? En grupo las carencias de unos las suplen otros. El coñito ya está dilatado para que la taladremos los dos con lo que no pasa nada por pasarte de rosca.
Empezó a meter el dedo hasta lo más profundo de la niña, arrastrando con él al dedo de Ángel, que enseguida desapareció por completo. Fermín, con la otra mano, sujeto la muñeca con la que estaba abusando Ángel a Sandra y sacó su dedo por entero sin sacar el otro.
-Mira así, que holgado te queda con el dedo, pero si hago así.- Vuelve a meter el mismo dedo, mojado por los flujos de la niña que, inconsciente, lo estaba gozando.- Fíjate como aprieta, mira que placer en un sólo dedo. Juntos somos mejor, chaval. Venga, mira a ver cuantos dedos la van entrando trabajándotelo.
Fermín se apartó y Ángel ocupó su lugar delante de la vaginita abierta. Su dedo no había llegado a salir en el proceso cuando el segundo ya estaba entrando con facilidad. Lo hacía suave, con pequeñas vibraciones de su mano como le había visto hacer a su nuevo profesor de la perversión. Los dos dedos del chaval apenas llenaban lo que uno sólo del gordo, así que sacó los dos dedos que tenía clavados hasta el fondo y los volvió a hundir junto a un tercero. Su movimiento era decidido pero suave, y a medida que llegaba al final del dedo iba más despacio, recreándose en esas cavidades dónde normalmente solo llegaba su polla. Con los dedos dentro movía la mano para palpar por dentro a su hermanita, para masajearla y para seguir dilatando su vagina. Empezó él sólo a gemir llevado por el éxtasis. Acercó su lengua al pequeño clítoris mientras sacaba sus dedos. Puso su mano al lado del coñito de la niña para lamer y saborear el interior mientras succionaba y se comía el exterior. Se metía los dedos por la nariz para oler ese manjar y se acariciaba la barbilla para huntarse en el jugo de su hermana. Gemía sin cortarse y entre gemidos y lametones empezó a meterle a su hermanita cuatro dedos por el coñito.
Sus dedos se iban estrechando a medida que entraban, con el meñique metido hasta la primera falange su mano parecía más una boca de pato que una palma. No podía vibrar la mano al tener esa vaginita oprimiéndole los dedos. Había dejado de larmerle el coñito para concentrarse y sus gemidos se incrementaban con los espasmos de la nena intentando empujar fuera de ella a su abusador.
-Retira un poco los dedos para que se relaje un poco y vuelve a presionar.
Le dijo muy bajito Fermín, que estaba muy pegado al chaval. Ricardo tenía la polla sacada y se la estaba pelando. Yo estaba atento a Fermín, pues sospechaba lo que iba a pasar a continuación.
Efectivamente. Mientras Fermín le daba instrucciones muy concisas empezó a meter la gorda mano por la parte trasera del pantalón del chico, directo hacia su culo. Ángel dio un respingo que hizo que me metiera más profundos sus dedos, haciendo que la niña entre sueños gimiera incomoda. El gordo quería probar a una nueva víctima y era parte de la cuadrilla. Según sus propias enseñanzas tenía razón. Le tenía en la palma de su mano y sus amigos no iban a reprocharle nada. Al viejo y gordo dueño del bar le da igual la trinchera, lo que importa es estar calentito.
-No te desconcentres. – Le susurraba al oído, muy cerca, mientras su mano se abría paso por los calzoncillos y los glúteos.- Tranquilo, seré bueno, voy a demostrarte como se hace bien…
Con la otra mano bajó los pantalones del chico y bajó igualmente los calzoncillos. El chaval seguía con la polla dura. Pero en eso no se fijó Fermín, sino que le abrió los glúteos para mirarle su ano. Aunque me había imaginado la jugada con mi retorcida mente, no estaba seguro de estar totalmente cómodo. Pero no podía dejar de mirar. Fermín se lamió ampliamente la mano y llevo un dedo al ano del chico. Como tantas veces le había visto, sin hacer distinciones si era una cría o un adolescente, empezó a hacer círculos con la yema del dedo en el ano del pequeño Ángel. Ricardo había dejado de pelársela, aún siguiendo durísimo, pero Ángel no había dejado de masturbar a su hermana. Con sus cuatro dedos a la mitad, tenía la mano trazando círculos dentro de la niña, como le hacía el dedo del gordo en su propio ano. Había dejado de gemir y estaba tenso, pero no se apartaba y no dejaba de dilatar a su hermanita. Su mano empezaba a escurrirse dentro del coño, que había perdido por entero su forma. Su labios estaban rojos y apartados y su clítoris se hundía junto con los dedos. Fermín se lamía el dedo con frecuencia (era el pulgar) para lubricar el ano del chico. Cuando llegaba a la parte inferior, su uña sucia se hundía casi imperceptiblemente dentro de aquel culito. No fue hasta que Ángel llegó a tocar la vagina de su hermana con los nudillos, soltando el chico un gemido de triunfo por la gesta cumplida, cuando Fermín apretó su pulgar perforando el ano del chico. El gemido de Ángel se alargó y la polla le dio un bote. Podrido de vicio como estaba, disfrutaba de como el gordo le abría el culo.
Ángel sacó todos los dedos de su hermanita, liberándose de la tremenda presión que le ejercía la vagina y se puso a lamerle el coño a la niña como su primera vez, sorbiendo todo jugo que encontraba y aspirando con su boca haciendo ventosa. La niña empezó a quejarse, tanta bestialidad era demasiado para tan poca droga. Fermín tenía la mano descansando en la raja del niño con el pulgar metido hasta el fondo y no la movía. Sin embargo Ángel si movía su cadera, y todo su cuerpo. La mano de Fermín seguía sus movimientos para no lastimarle pero el chico parecía querer follarse el sólo. Los gemidos que salían a través del coñito de su hermana no eran de dolor. Como siempre el gordo había dado con la tecla. Ricardo estaba empezando a acallar a su sobrina con la polla. La sujetaba con firmeza para que no se moviera todo el cuerpecito con los movimientos de su hermano y la introducía el glande para moverlo dentro de su boquita y consolarla. La niña Había aprendido a aferrarse a esas barras de carne cuando la cosa estaba complicada. Nunca le faltaba, salvo cuando abusaba de ella su hermano a solas, y no las necesitaba, el rabo de su tío para aguantar el mal trago. La agarraba con una manita y la mordía para soportar todo y su tío se deshacía de placer cada vez. Ricardo siempre le decía unas guarradas tan fuertes que no las conocería nunca la niña por la calle (como tantas veces pasa), lo que le preocupaba un poco por si empezaba a decirlas, pero estando con sus pequeños dientes clavándose en polla dura, cedía al morbo.
-Llora en mi polla que ya verás cuando te falte, puta.
Yo solo admiraba el trenecito bizarro que tenía ante mí, con Fermín perforándole el culo a Ángel mientras este mordía el coño de su hermanita, que a la vez ella mordía la polla de mi amigo. Fermín retiró el pulgar y metió el índice, más fino, de una. Se lo clavó hasta el fondo y Ángel empezó a gemir entrecortadamente. Su polla botaba sola y empezó a expulsar una leche densa y lenta, no eran disparos al echarla, era una suave desbordamiento de semen que se acumulaba en la punta de su pola y caía al suelo al echar más y más. La cara del chico se apretaba contra la entrepierna de su hermanita, la agarraba con fuerza y gemía dentro de su vagina. Poco a poco empezó a relajarse aún con el dedo del gordo dentro. El dueño del bar empezó a retirar el dedo y ahí el chico sí empezó a quejarse del dolor. Fermín se incorporó, no sin esfuerzo, tenía entumecidas las piernas de tanto tiempo de rodillas. Él era el único que estaba desnudo, aparte de Sandra, y su polla seguía durísima bajo esa enorme tripa. Se agarró la polla con deseo, llevaba mucho sin enterrarla en ningún sitio. Se acercó a la niña, y admiro su coño. Estaba mordido y rojo de la succión del hermano, y muy abierto de los cuatro dedos que se acaba de tragar. ¿Quién quiere un coñito virginal teniendo esa masa de carne palpitante y ardiente? La escupió y sólo el contacto con la saliva bastó para que la niña pegara un salto, tensando todo su cuerpo. El gordo la agarró por las rodillas y se las separó. Al acercarse a la niña, que estaba sentada, se topó con su enorme barriga impidiendo llegar a ese tesorito. Así que se la quitó a Ricardo y se fue con ella a una mesa del salón. Se sentó en la mesa y, apoyándose en la pared, se echó para atrás con su enorme cuerpo, alzando la gordísima polla para admiración de todos. Ricardo se estaba bajando de la barra cuando Fermín empezó a besar dulcemente a la niña para acallar sus lloros. Mientras la bajaba hacia su polla, restregando a la nena por todo su torso sudado, no dejaba de besarla. Sus gordas mano la agarraban de los glúteos, separándoselos para que pudiéramos ver ese anito tan rico, al que habíamos ignorado en toda la jornada. Fermín, lujurioso perdido, empezó a penetrar a la niña. Su cuerpo se tensaba entero, su cintura se alzaba cuando apretaba los gordos cachetes de su culo buscando llenar con un par de centímetros más a la nena. Sus manos empujaban hacia abajo esos pequeños hombros. Su cuerpo temblaba entero de placer como temblaba el de la niña de dolor. Su polla era demasiado aún con la preparación de la pequeña mano de Ángel. Los otros tres hombres en la habitación solo podíamos admirar mientras nos masturbábamos como aplicaba tanta fuerza en ese cuerpecito sin quebrarlo.
Con ese primer esfuerzo Fermín empezó a mover a la niña encima de él. Movía las caderas al ritmo pero principalmente eran sus brazos los que bajaban y subían a la niña, desmayada del esfuerzo. Sus lloros se habían apagado con el gemido de jabalí del dueño del bar y ahora sólo se escuchaba su cuerpecito chocar y rebotar contra la entrepierna del obeso. Su vagina entera se plegaba alrededor del grosor de su polla. Y la enterraba entera dejándola bien clavada unos segundos para levantar a la nena hasta que esta descansaba sobre la punta. Cuando la ensartaba se escuchaba el aire salir entre la gran polla y la vaginita, y al levantarla se escuchaba como entraba de golpe al vacío que le formaba a la pobre. Fermín continuó con esa follada hasta que sus piernas, primero, empezaron a temblar. Sus brazos parecía que iban a perder las fuerza del mismo temblor que en las piernas. Sus huevos subieron un segundo y Fermín explotó dentro de la niña. mientras gruñía como un animal volvió a ensartarla por entero. Su gordísima polla simplemente desapareció dentro de la niña y dejó a esta descansando en su tripa, sin sacarla. Su respiración levantaba y bajaba el dulce cuerpo inconsciente de la niña.
Esta vez si nos permitiría disfrutarla nosotros también así que después de desnudarnos Ricardo y yo cogimos despacio a la niña. Cuando la polla salió de ella el semen del gordo chorreaba por toda su entrepierna. Había vaciado todo lo que tenía en esos enormes cojones. Así seguía, cogiendo aire tirado en la mesa que apenas le aguantaba. El tema de la leche de Fermín no nos importaba, era como un hermano ya para nosotros, así que pronto pusimos a la nena encima de Ricardo para que empezara a metérsela por el coñito, de la misma forma que Fermín, y darme acceso al culito, que lamía siguiendo la trayectoria de esas pequeñas caderitas que marcaba la polla de su tío. La pequeña empezó a recobrar el reconocimiento con los golpecitos en la cara que le daba Ricardo. Cuando estuvo consciente su tío empezó a besarla dulcemente en la boca, metiéndole la lengua como a una mujercita, mientras yo presionaba con mi glande el humedecido ano. Después de cuatro dedos y la polla de Fermín, estaba seguro que el ano disfrutaría de mi asumible polla. Así que con un poco de saliva y mis fluidos naturales empecé a abrir ese tenso agujerito que se resistía morbosamente. No tenía prisa, teníamos tiempo y acababa de empezar mi turno. Disfrutaba de los vaivenes de la nena que aguantaba la polla de su tío por el coñito tan reventado como una campeona. Cuando su culito se acercaba, la encañonaba con mi polla y Ricardo hacía el resto con su movimiento. Mi glande chocaba contra su esfínter y lo sentía tan cerradito que el placer me atravesaba entero. Al cuarto encañonamiento el culito cedió a la punta de mi rabo, tan sólo unos milímetros pero los suficientes para hacerme soltar una gota de fluido de mi uretra. Me sujete la polla y sólo esperé a que la nena volviera a su lugar para empujar al ritmo. La fuerza de su culito no pudo evitar mi penetración. De una le enterré entera mi polla y tenía su anito apretándome la base, con lo que se puso más gorda el resto del rabo, abriendo y acariciando su recto. La niña apretaba para expulsarme pero mi fuerza era mayor. La presión de su ano contrayéndose y empujando se mezclaba con el espacio que ocupaba la gran polla de Ricardo por delante. Sentía como su polla se movía rítmica y como empujaba la mía al entrar. Empecé subconscientemente a sincronizarme con mi amigo para rellenar el hueco que dejaba su polla al retirarse. Los llantos de la niña eran ahogados por la boca de su tío, que estaba flexionado para
poder besarla mientras abusaba de su conejito.
Mi polla entraba entera con facilidad en el culito cada vez más maltratado de Sandra cuando un gritó desgarrador inundó todo el bar. Ricardo y yo nos quedamos blancos y quietos, nos daba miedo movernos. ¿Nos habían pillado? No. Era un dolor profundo de dolor, un grito que ya teníamos familiarizado, pero algo diferente. Sacando despacio la polla de la niña, que con el gritó se alteró más y estaba llorando desconsolada. Miramos hacía Fermín.
El gordo estaba enrojecido, respirando con dificultad, mientras tenía en el aire a Ángel, ensartándolo con su cipote por el culo. El niño tenía las manos blancas de agarrar con fuerza la barra de acero para aguantar el inmenso dolor. El chaval lloraba y tenía los ojos cerrados. Su dentadura se cerraba con fuerza y el resto de su cuerpo estaba a expensas de esa bestia de la naturaleza que era el dueño del bar. No vamos a tomarnos por tontos, con tanta orgía de tantos hombre con una sola niña la visión del sexo homosexual no me perturbo. Los roces, las respiraciones cercanas e incluso el contacto oral eran comunes entre nosotros al disfrutar de Sandra. Pero esa violación al chico de doce años, hasta ese momento, depredador como todos nosotros y que ahora era otra víctima me turbó. ¿Estaban nuestros culos seguros? En ese momento me fijé que, a pesar de todas las muestras de ese inmenso dolor, esas manos tensas, esos brazos crispados, el pelo de punta, la cara desencajada de dolor y la mandíbula apretada, Ángel la tenía durísima. Su polla estaba descapullada de lo gorda que la tenía, lubricaba brillante, y no parecía que se bajara en lo que el gordo continuaba presionando para clavársela más en su culo. Fermín le agarraba con una mano de la cadera para tener la cintura del chico bien cerca de la suya. El chico era un delgaducho que no se sabía como se mantenía en pie con tan poca chica, pero al lado de Fermín parecía un autentico niñito. Su mano le abarcaba desde la ingle hasta el glúteo. La otra mano la tenía en el pecho del niño para tenerlo levantado en el aire. Así su maniobrabilidad no era la mejor, de ahí que se limitara a presionar más y más en el dolorido ano del chaval. Resoplando Fermín afianzó sus manos en las posiciones que tenía y sacó un poco de la punta de su polla del chico.
-No la saques.
Gritó Ángel. La erección que había perdido Ricardo al ver como violaban a su sobrino mientras, con su sobrina en brazos llorando, le daba un segundo biberón drogado, empezó a volver al escuchar esas palabras. Fermín se envalentonó también. Esas palabras eran un cheque en blanco para él. Sujetó con fuerza al chico y volvió a embestirle en el aire. Todo su cuerpo se agitó hacia delante con ese empujón que metió. Su tripa se desparramó sobre la espalda del chico. Su sudor salió disparado hacia delante y sus huevos golpearon sonoramente las nalgas de Ángel. En verdad su pene no se metió mucho más de lo que se había metido hasta ahora. Su ano apenas estaba trabajado y lo estaba abriendo la polla de Fermín a golpes secos. Ángel lloraba y agitaba su cabeza intentando sacarse el dolor. Pero no sólo era dolor lo que estaba sintiendo. Entre lágrimas y gemidos dijo:
-Cabrón, me estás destrozando.
Su voz era la de una zorrita. Ricardo empezó a sentar sutilmente a Sandra es un polla. La cría estaba dormida de espaldas a su tío, que se había apoyado en una mesa. La verga dura de Ricardo empezó a hundirse en su vaginita, que aún no había recobrado su tamaño infantil. Se la follaba mientras veía a su sobrino sufrir la violada de Fermín. Yo no despegaba ojo de esa mole que cogía cuanto quería sin importarle nada. Le daba pequeños golpecitos con su polla al chaval en vaivenes cortos para ir martilleando su culito. A cada pequeña embestida el cuerpo del chico saltaba en tensión. Gimoteaba como el niño que aún no había dejado de ser.
Mientras Ricardo tenía como a una muñeca a su sobrina inconsciente subiéndola y bajándola por todo lo que podía tragarse el pequeño coñito de su polla. Su tío llegaba hasta el final y levantaba un poco su cadera para martillearla el útero. La mayor parte de su polla se quedaba fuera y se la masajeaba con una mano aprovechando que estaba acariciándole el clítoris a su sobrina. Su coñito rojo bajo la mano de su tío brillaba por el sudor. Empezaba a hacer mucho calor en el bar.
A Ángel no se le pasaba el dolor. Al contrario, las embestidas le machacaban el culo más que se lo abrían. Entre las grasas del gordo Fermín no se veía nada pero debía tenerlo enrojecido como el del hijo de un cura. Ahí estaban los dos hermanitos siendo abusados frente a mí, y yo lo disfrutaba pelándome la polla despacio. La niña drogada ensartada por el pequeño coñito contrastaba con el adolescente llorando y gimiendo. Lo mejor de los dos mundos, la tranquilidad y degustación lenta de un cuerpecito sin consciencia y el morbo, salvajismo y adrenalina de las lágrimas y los lloros. Fermín estaba más rojo que antes. Sus ojos estaban cerrados para que el sudor no se colara en las córneas. Su nariz temblaba mientras respiraba al ritmo de las rápidas y salvajes embestidas que le daba a Ángel. Ya no eran golpecitos con la polla en su ano, ahora su glande se follaba con fuerza un culito al borde de la rotura. Las piernas del obeso estaban arqueadas y tensas, sujetaba las piernitas en el aire del chico mientras se encargaba del vaivén de la inmensa cadera. El chaval empezó a llorar más fuerte. Su cuerpo temblaba, no sólo por estás sujeto por Fermín, sino por estar llegando al límite de lo que podía soportar su cuerpo. Como le pasaba a su hermanita, esos cuerpos tan pequeños no soportan tanto dolor y tanto estiramiento y se resetean desmayándose. Pero Ángel no se desmayaba y Fermín no paraba de taladrarle el culo.
Ricardo había dado la vuelta a su sobrina sin sacar la polla de su vaginita. La besaba en la boca y lamía su cara entera con visible vicio. Llevábamos horas ahí y empezábamos todos (yo incluido, aunque me limitaba a mirar) a llegar al clímax. Para mi sorpresa el primero en correrse fue Ángel. Sus temblores y espasmos no anunciaban un desmayo (o posiblemente si, y por esa razón), sino un orgasmo de una intensidad totalmente nueva para el crío. Mientras temblaba sujetado por Fermín y con las manos entumecidas agarradas como garras en la barra de acero del bar, la polla de Ángel se unió a sus ojos y empezó a llorar chorros de semen que caían con fuerza al suelo. Con el orgasmo del chico Fermín logró metérsela algo más profundo por el culo. El ano palpitaba y se cerraba violentamente alrededor de la gorda polla del dueño del bar. El gordo estaba empapado de sudor, resoplando con dificultad. Pareciera que iba a reventar, como, efectivamente, pasó. La fuerza del culo de Ángel hizo que su polla se le saliera, y en ese momento al liberarse de la presión del adolescente se corrió encima de la leche del chico. Su segunda corrida del día, que supiéramos, y era tan copiosa como la primera, manchando no solo el suelo sino las piernas del chico que intentaba mantenerse de pie. Ricardo mientras preñaba a su sobrina discretamente. Solo su polla hinchándose al dejar salir el semen mostraba todo el placer que debía estar liberando. Por mi parte, no hubo corrida ni orgasmo como tal pero si un profundo estado de satisfacción con el hecho de haber construido este paraíso sexual que, en verdad, me había caído del cielo. Ver a esos hombres recomponerse después de tan salvaje sexo me enorgullecía de mi recién adquirido privilegio.
Ángel fue al baño, aún llorando pero sonriendo, a intentar limpiarse. Ricardo y yo simplemente nos vestimos y Fermín empezó a secarse el sudor con el delantal. Se lo restregaba entre los michelines y por debajo de las enormes tetas que le caían por los costados. La visión podría asustar a cualquiera. Su calva brillaba roja, sus mofletes parecían ensangrentados, y su respiración apenas era rítmica. Por raro que pudiera ser, esa visión desde luego no hacía que mi erección bajara.
Al salir Ángel del baño y sentarse como buenamente pudo, pagamos la cuenta y nos quedamos charlando mientras Fermín reabría el bar después de limpiar y (sobre todo) lo ventilaba. Olía a sexo todo el bar.
Aún con el bar abierto no nos cortábamos en nuestras conversaciones y Fermín seguía aconsejando a Ángel sobre como propasarse con Carlota, la Down de su clase. Y Ángel tomo buenos apuntes.
Pasaron unos meses donde Ángel cogió gusto a maltratar el culito de Sandra con saña, recreándose, tal vez buscando repetir esa violada que le dio Fermín. Le metía los dedos hasta los nudillos e intentaba plegar los dedos dentro del culito de la niña para formar un puño en su interior. Le metía objetos de todo tipo y por supuesto la violaba con ira, ignorando su vaginita. A los tres adultos nos preocupaba mucho lo inevitable que resultaba que la madre descubriera el asunto, pero poca influencia podíamos tener las noches que el chico estaba en su casa con su madre y su hermanita solamente.
Yo me enteré que Ángel hacía visitas en solitario al bar de Fermín. Posiblemente el gordo se lo pasaba por la piedra, eso no lo sé, pero sé que iba para comentar las novedades en el plan de Carlota. Había formado una cuadrilla de chavales un poco más pequeños que él, de diez y once años. De la forma en la que les comió la cabeza para seguirle me enteré luego. Usaba a su hermanita como moneda de cambio para conseguir favores. Cuando Fabián, uno de los chiquillos de diez años, fue a gastar una broma a Ángel bajándole los pantalones en público, este se vengó encerrándose en el baño con él para que le viera la polla dura.
-¿Esto era lo que querías ver eh? A ver si vas a ser una niña más.
Disfrutaba humillando al niño. Fabián en vez de asustarse se asombró de la polla del púber. Para nuestros ojos era una polla de niño pero para ese niño era toda una polla formada. Ángel se sintió alagado y empezó a fardar delante del niño de lo que hacía con su polla. Empezó a decirle que si hacía lo que decía y se hacían colegas, él mismo podría disfrutar de esos placeres. Fabián, gracias a dios, resultó ser más listo y discreto que Ángel, y se aprovechó de la situación siendo leal y manteniendo el secreto. Pero Ángel era cada vez más bravucón y enseguida amplió el círculo de amantes prepúberes de Sandra. Eso sí sólo les permitía penetrarla por la vagina, proclamándose el señor de su culito.
Un día me llama Fermín al móvil. Lo cojo con gran interés ya que no era normal que nos llamáramos y menos que fuera él quien se dirigiera a alguno de nosotros por teléfono.
-Escucha José, el sobrinito del Richi va a comenzar el asalto a su compañera… Me lo ha contado todo, no sé si estás al tanto. -(fue en ese momento cuando me enteré de todo).- Le he dicho que vengan al callejón de atrás del bar. Raro es que alguien viera nada y pueden huir rápido. Lo tienen planeado para mañana.
Colgué muy preocupado. Ángel no sólo podría quitarnos a Sandra, sino ahora sentía que mi amistad con Fermín corría peligro. No noté a Fermín preocupado, al contrario. Muchas de las aventuras que me contó de Ángel las contaba animado, entre risas y probablemente agarrones de polla. Debía relajarme. Decidí no decirle nada a Ricardo para no preocuparle e ir al día siguiente al bar de Fermín.
Más allá de las pequeñas ventanillas del baño había un estrecho callejón que moría en unos cubos de basura del bar. La gente que se asomara por alguna ventana del callejón debería inclinarse para ver el suelo, de tan estrecho que era. Nunca nadie pasaba por ahí, salvo Fermín para tirar los desechos del bar y llevar por la noche los cubos a la calle. Al lado de los cubos había una puerta que daba al cuarto de basuras del bar, donde Fermín guardaba las bolsas de basura y los desechos del día, botellas vacías y demás. Cuando me lo enseñó Fermín no me imaginaba como un grupo de chavales podía engañar a cualquier chica para acabar ahí, así que me relajé sabiendo que al final todo el plan se estropearía.
Desde el cuarto de basura Fermín y yo podíamos ver el callejón sin ser vistos, a través de los rotos de la ventana tintada, que no dejaban ver desde fuera el oscuro interior. Le pedí a Fermín una jarra de cerveza mientras esperábamos. Con la segunda jarra en el cuerpo (estaba bebiendo muy rápido de los nervios) me atreví a preguntar sobre cómo se le ocurrió violar a Ángel.
-¡Bueno, bueno!-Me contesto riendo agitando su gran barriga y sus mofletes.-
No vamos a discriminar… Je, je, je… se me antojó ese culito virgen, al final por abrir nuevos agujeros uno acaba cayendo en otras aceras.
No le di más importancia de la que tenía. Pronto hubo ruidos en el callejón. Ángel junto con cinco niños más pequeños, entre ellos Fabián, estaban acompañando a una chica de 13 años claramente retrasada. Su cabeza era aplanada y muy redonda, sus ojos de la forma de la almendra, como si de una asiática se tratase, pero era española. La chica era regordeta, no excesivamente, más que gorda, era redonda en todas las partes de su cuerpo. Eso la bendecía con unas tetas bien gordas para su edad. Era la más grande del grupo con diferencia, los niños que la rodeaban apenas llegaban a sus pezones. Ángel le llegaba por la boca.
El barullo de los niños me impedía saber de que hablaban mientras se acercaban a los cubos de basura. Llegaron muy emocionados y la niña simplemente sonriendo.
-Mira, Carlota, aquí que nadie nos ve podemos ver las partes del libro de ciencias. – Ángel, el enclenque muchacho al que hacía unos meses le enseñaba a comerse un coño, ahora era un enclenque pervertido capaz de sacar la seguridad y el carisma que no tiene para poder abusar sexualmente de una disminuida. Mi polla ya despertaba dentro de mi pantalón. – Dices que tu no tienes el gusano y ¡Claro que no! Sólo lo tenemos los chicos. Mira ¿quieres ver el mío?
El chaval ya andaba bajándose la bragueta antes de que la chica pudiera contestar.
-Vale.
Ángel se desabrochó los pantalones y se los bajó junto a los calzoncillo. Su polla de unos 13cm ya estaba dura, apuntando a su amiga. El agitó las caderas para moverla. Luego avanzó la cadera para dejarla a disposición de la chica.
-La mía es más grande que la de estos por que soy mayor y va creciendo a medida que nos hacemos mayores los chicos. Mira, Fabián, enséñale a carlota tu gusano.
Fabian estaba al lado de Ángel, como siempre, y con un rápido movimiento se bajó el chandal. No llevaba calzoncillos. Dejando ver una pequeña verga de niño. Al lado uno de otro, se potenciaban las diferencias entre ser un niño y empezar a dejar de serlo. La pollita de 9cm estaba dura igualmente y, ni corto ni perezoso empezó a masturbarse con dos dedos delante de sus amigos.
-Ves, Carlota. Lo que nosotros no sabemos es que tenéis las chicas. -Mintió, el diablillo.- Yo sé que no es un gusano por que mi madre dice que los gusanos sólo lo tenemos los hombres, pero no me ha dicho nada de lo que tenéis las chicas.
Los niños se relamían los labios alrededor de Carlota, se frotaban las manos y Ángel y Fabian se frotaban las pollas directamente. Carlota, muy diligente, empezó a desabrocharse el pantalón.
-Las niñas tenemos almeja, claro. Mi Madre dice que es una flor muy delicada y hay que cuidarla muy bien para entregársela al amor de tu vida.
-Nosotros te queremos mucho, Carlota, ya lo sabes.
Dijo Fabián sin dejar de masturbarse. El corro de niños se juntaron más para ponerse todos delante de Carlota y ver su tesoro. Los pequeños paquetitos de los cuatro que conservaban sus pantalones puestos se notaban duritos. ¿Esos pequeños habían abusado de Sandra? Me hubiera costado imaginarlo de no ser por que les veía esas caras de vicio ante la chica bajándose unas grandes bragas blancas. Su coño blanquito estaba coronado por una pequeña coronita de pelos morenos. Los labios eran regordetes, como toda ella, y se juntaban en una rajita fina, un coñito virgen como hacía mucho que no veía mucho. Los muchachos se tocaban los paquetes con ansia. Ángel se acercó y se arrodillo para ver el coño de Carlota mejor.
-¿Esto es una almeja? Sino hay nada.
Ángel, fingiendo toda la inocencia que podía (que era mucha, el pequeño pervertido era muy bueno en lo suyo), apretó los labios de Carlota con la punta de los dedos.
-¡Claro que hay cosas! ¡Es la almeja! No la toques porque por ahí hago pipí.
Fabián se puso al lado de Carlota.
-Mi gusano lo puedes tocar si quieres, Carlota, está muy limpio porque por él también hacemos pipí nosotros.
-¿Por donde hacéis pipi?
Preguntó con genuina curiosidad Carlota mientras reía con las cosquillas que Ángel le estaba haciendo acariciando con mucha suavidad los labios de la vulva. A mi lado Fermín estaba masturbándose con la polla fuera. Los niños tenían aprendido el papel al dedillo. Ángel como el cabecilla parecía que había dado orden de no tocar a Carlota, Fabian como escudero fiel se la camelaba. Los demás solo podían mirar. Noté la influencia de Fermín en todo aquello. Me sentía identificado con esos niños cuando me sentaba en la barra del bar y disfrutaba del maestro.
-Por este agujero.-Contestó Fabian apretándose el glande para abrir la uretra. – Pero no solo sale pipí por ahí, también salen las semillas para plantar hijos.
Carlota rio, no sólo por el masaje de Ángel, que con la yema de los dedos los paseaba por su vulva.
-Pero ¿Cómo vas a plantar hijos con esa cosa?
Fabian se encogió de hombros mientras seguía masturbándose al lado de Carlota y de sus amigos.
-Lo mismo tiene que ver algo tus pechos, Carlota. Nosotros no tenemos de eso, como tu no tienes gusano. Si por debajo no tienes nada tu y por encima no lo tenemos nosotros, puede que sea la clave.
Fabian soltaba su discurso de manera bastante convincente aún siendo evidente lo estudiado que se lo tenía.
-¿Mis pechos? Pero mi madre me ha dicho que no los debo enseñar nunca.
-Bueno, pero nosotros te hemos enseñado nuestro gusano, somos amigos ¿Verdad chicos? Mira, Carlota, te enseñamos todos nuestro gusano y tu nos enseñas tus pechos, ¿Vale?
Sin dar tiempo a responder los otros niños se bajan los pantalones dejando ver sus pollitas. Dos de ellos, los más mayores, tenían algo de vello, pero claramente eran todavía unos niños pequeños. Ángel se incorporó para ponerse junto a su pandilla. Era el momento de Ángel sin ninguna duda, el triunfando con el pene más grande y más peludo de entre sus amiguitos más jóvenes. Para mí ya era evidente que, igual que yo, Ángel quería emular a Fermín. Y no le estaba saliendo mal.
-Claro, Carlota, no debes enseñar el pecho pero aquí somos amigos y nos enseñamos todo, no tengas miedo.
Ángel sonreía de forma inocente. Empezaba dar miedo ese chico al verle tan cándido con los pantalones bajados en mitad de un callejón sonriendo castamente, como si ese pequeño diablo no abusara diariamente de su hermana diez años menor que él. La preocupación pasó rápidamente al ser consciente de que yo le había hecho ser como era, al menos en una parte importante. Me saqué la polla para poder pelármela a gusto viendo como enseñaba las tetas Carlota.
Carlota dudo pero poca gente podría haberse resistido al encanto y la comicidad de esos chavales con los pantalones por los tobillos. Se quitó la mochila dejándola en el suelo y encima de ella dejó la blusa. Ahora la chica estaba con la falda, las bragas bajadas por los tobillos y en sujetador. Los niños se tocaban como monos, igual que Fermín y yo ocultos dentro del bar. El sujetador era blanco como las bragas. El típico que o es de señora muy mayor o muy pequeña, como era el caso. La chica con habilidad se desabrochó el sujetador desde la espalda y, con mucho pudor, enrojeciéndose de la vergüenza, se lo quitó. Lo dejó encima de la blusa y su primer instinto fue taparse con los brazos, pero se dio cuenta que, al fin y al cabo, se había quitado el sujetador para que le vieran las tetas ese grupo de amigos, así que se tapó el vientre.
Para esos seis chavales eran las primeras tetas que veían. Eran grandes y muy blancas, colgaban ligeramente a los lados pero la edad aun ejercía más poder que la gravedad. Sus pezones eran pequeños y apuntaban majestuosos a cada lado, como si fueran sus guardianes custodios. Los seis niños se masturbaban sin pudor delante de Carlota, que no mostraba signos de incomodidad.
Ángel paró de tocarse la polla y, con su sonrisa más sincera, preguntó a Carlota si le podía tocar las tetas. Carlota no dijo nada pero él se acerco suavemente, mirándola a los ojos. Ese delgaducho sabía hacerse el Don Juan y a Carlota se le notó turbada por esa mirada. Ángel agachó la vista a esas tetas que tenía justo delante suya. Y, faltando a su palabra, no las tocó, sino que empezó a lamerlas suavemente. Los pequeños pezones de la jovencita empezaron a endurecerse visiblemente. Ángel revoloteaba con la lengua por sus pechos, orbitando esos pezoncitos tan ricos pero respetándolos ¿dónde había aprendido eso? Mire de reojo a Fermín, que mientras se la machacaba como un jabato asentía con la cabeza, y sacaba la lengua lamiendo una teta que no estaba salvo en su imaginación. El espectáculo era demasiado morboso, con los cinco niños mirando con descaro el primer contacto sexual de su compañera. Carlota respiraba excitada.
Fabián Se acercó a la parejita y se arrodillo, levantando despacio la falda para dejar a la vista de nuevo la preciosa vulva.
-Yo puedo tocarte aquí, ¿Verdad, Carlota?
Sin dejar de nuevo que respondiera, Fabián, el chiquillo de diez años, se lamió dos dedos y empezó a acariciar directamente la vagina de Carlota. La acariciaba suavemente, como Ángel se lo hizo en la vulva, con la yema de los dedos. Mientras Ángel tenía sujetas las tetas de Carlota con las manos, y las lamía a bocanadas suaves, subiendo la intensidad. Con los dos pequeños amantes Carlota dejó salir unos gemidos de placer.
Uno de los chicos de once años que estaba viendo el espectáculo en ese momento se corrió. Apartándose ligeramente, echando sus pequeñas gotas de semen inmaduro en la pared del bar. Se subió los pantalones no limpiándose demasiado el pene. Mientras Fabián seguía de rodillas en el suelo masajeando con cariño la vagina de su compañera de colegio recordaba las palabras de su madre que le dedicó a esa niña.
-Fabián, debes cuidarla como si fuera una hermana, por que tiene una enfermedad que no es su culpa y no se puede curar, pero, además, la gente con esta enfermedad tienen mucho cariño que dar.
Con la yema de los dedos tapadas por esos preciosos labios entendió las palabras de su madre. Ese coñito era el cariño de Carlota. El chico que se acababa de correr, Esteban, se arrodillo al otro lado de Carlota. Se mojó los dedos en la boca y posó sus dedos con delicadeza en el escondido clítoris de su compañera retrasada. Carlota se estremeció con esos nuevos dedos jugando con ella. Si hasta ahora estaba siendo agradable lo que le hacían sus amigos, con esas caricias en la parte más sensible de su coñito se derritió. Sus brazos buscaron ese tesoro desconocido que tenía entre las piernas, quería saber que era, pero Esteban suavemente la paró, y, cogiendo su mano la llevó hasta su mejilla. Apretando la mano entre su mejilla y su hombro. Volvió a masturbar a su amiga en el clítoris, muy suave. Los gemidos de Carlota fueron el aviso para que dos amiguitos más de diez años, los gemelos Hugo y Nico, que seguían asistiendo como público, fueran cada uno a un costado de la niña y empezaron, sincronizados, a comerle los pezones que ángel les ofrecía. ¿Cuánto tiempo llevaban ensayando este Ballet pervertido? Ángel la acarició la cara, y, mirándola a los ojos, se acercó para darle un beso. Mientras los gemelos succionaban con delicadeza sus pezones, y Fabián y Esteban la masturbaban en el clítoris y en la entrada de la pequeña vagina, Ángel la empezaba a abrir la boca con la lengua. Muy despacio, no había que asustarla, y este era un momento crítico. Esteban empezó a quitarle la falda de tablas para dejarla desnuda, con sólo las bragas en los tobillos y las zapatillas de velcro. Dejó la falda encima del resto de su ropa. El niño que faltaba, Ezequiel, rodeó toda la escena con la mano en su pollita. Se masturbaba con los dedos alrededor de la polla y la palma de la mano en el glande. Estando ya detrás de Carlota, se arrodillo entre Fabian y Esteban, y empezó a besarla las nalgas.
La joven no era consciente de que seis hombres estaban dándole un placer del que pocas veces iba a volver a conseguir. Ángel había ganado en la partida de aprovecharse de su compañera con síndrome de Down. Una autentica orgía y, a la vez, muy respetuosa con la niña. Sin duda nadie se iba a enterar si ninguno de los chicos se le iba la lengua.
-Guárdate la polla y ve al salón, que ahora nos toca a nosotros.
Ordenó secamente Fermín. Yo le obedecí con celeridad sin saber muy bien a que se refería. Fermín se guardo el rabo y se colocó el delantal. Fue hasta la puerta que da al callejón donde la orgía estaba teniendo lugar y abrió la puerta rápidamente. Los cinco chicos se giraron rápidamente. Carlota miró con temor a Fermín, Ángel no apartó la mirada de la chica, mientras la acariciaba la cara. A Carlota le empezaban a salir lágrimas de los ojos, sin poder entender porque, sabía que no debía estar haciendo eso. Carlota estaba completamente desnuda rodeada de 6 niños con la polla fuera (menos Esteban), que se masturbaban y la masturbaban por todo el cuerpo. Antes de que se pusiera a llorar Fermín sonrió a los chicos, riendo a carcajadas.
-Buenos días, chicos, ¿Qué haceis aquí atrás?
Fabian, con la mano atrapada entre los muslos de Carlota, que los había cerrado de golpe por el susto, le respondió con lo que le habían dicho que tenía que responder:
-Estamos estudiando porque los chicos tenemos gusano y las chicas no.
Fermín rio de nuevo, de buen humor, sonriendo a la joven, que era la más asutada (si bien los amigos de Ángel estaban algo asustados, ya que, aunque sabían que el plan era que los pillara un adulto, no sabían que iba a ser un señor tan obeso y grande). Las pollitas empezaban a ponerse flácidas, menos la de Ángel, que le empezaba a gotear de precum.
-¡Hombre, pero podéis estudiar aquí en el bar! No vayáis a coger frío.
Fermín Se echó a un lado ofreciendo entrar al bar a los chicos. Carlota seguía sollozando, confundida, pero los otros chicos retomaron el plan y empezaron a tranquilizarla como si no pasara nada.
-¡Pues sí, señor! Estaremos más cómodos dentro, ¿Verdad Carlota?
Fabian seguía con la mano entre los muslos de su compañera e intentó mirarla a la cara desde abajo. La chica se relajó un poco permitiendo incorporarse a Fabian, que fue el primero en entrar por la puerta. Fermín encendió la luz del cuarto de basuras para mayor tranquilidad de los chavales. Ángel recogió las cosas de Carlota y, mirándola a la cara, la cogió de la mano para meterla dentro del bar, desnuda como estaba, dando pasos pequeños pues seguía con las bragas por los tobillos. Ángel, de forma muy galán, se ofreció para quitarle las bragas del todo y que estuviera más cómoda. Pronto todos los chicos estaban en el salón del bar, que tenía el cierre echado. Yo estaba tomándome una jarra de cerveza que me había servido en lo que Fermín interrumpía a los niños.
-¿Cómo se llama, señor?
Dijo Fabian, que estaba empezando a estar muy a gusto con todo este plan.
-Me llamo Fermín, ¿y tú, jovencito?
-Pues yo me llamo Fabian, nos llamamos ¡casi igual!
Fabian seguía con la polla fuera del pantalón, aunque ahora era un colgajo flácido enano. Los pequeños huevos hacían de tope para que el pantalón no estuviera del todo subido. Los otros chicos de la banda de Ángel ya estaban con el pantalón correctamente puesto, sin atisbos de erecciones.
-¡Y tanto, chaval! Eso merece unos refrescos, no todos los días se conoce a alguien con casi el mismo nombre.
Fermín, con una sonrisa afable, miró a Carlota directamente, a su cara redondita y aplastada.
-¿Tu cómo te llamas, Princesa?
Si la labia de Fermín era irresistible para los adultos, los niños en seguida le adoraban.
-Me… me llamo Carlota, señor Fermín, y estos son mis amigos… no estábamos haciendo nada malo, señor Fermín… Sólo me preguntaron sobre mi almeja.
Fermín estaba tras la barra sirviendo refrescos, los servía con rapidez para que los críos (que tampoco llegaban a verle por su altura) no vieran si echaba o no alguna sustancia aparte.
-¿Qué te apetece beber, Carlota? Se te nota acalorada.
-Me gusta el cola cao bien frio
Pues un colacao por aquí para la más guapa del bar.
Fermín sirvió a cada uno lo que pidió, casi todos bebidas isotónicas. En la de Carlota echó el líquido para abusar de las nenas, y en varias bebidas isotónicas otra sustancia que no supe reconocer. Yo me serví otra Jarra, Saludé a Ángel y me presente como un amigo de la familia, ya que no veía necesario mentir.
Antes de dar el primer sorbo a ninguna bebida Ángel ya estaba besando a Carlota de nuevo. Los demás chicos no sabían que pasaba a partir de ahora así que poco a poco se pusieron todos en las posiciones anteriores. Los gemelos lamiendo pezones, Fabian y Esteban con el coñito de la niña y Ezequiel lamiéndole las nalgas, que lo hacía con largos lametones moviendo toda su espalda para, de una lamida, llegar desde la parte de abajo del culo a la espalda. Cuando Ezequiel le lamía los glúteos entre los muslos a Carlota le hacía cosquillas, pero estaba embelesada con los besos de Ángel. Esteban vio como Ezequiel le lamía y no quería ser menos. Apartó sus dedos del clítoris de la chica y acercó su lengua, tocando un poco los dedos de Fabian, que mientras acariciaba la vagina de Carlota bebía del vaso que Fermín le había dado. No le importó que su amigo le lamiera un poco la punta de los dedos y siguió disfrutando de ese pequeño coñito, tan grande en comparación con el de la hermana de Ángel.
Fermín y yo mirábamos relajados desde la barra como la niña disfrutaba de sus amigos. Ángel se apartó de la carita de Carlota y le susurró algo mientras le daba su colacao. La niña cogió el vaso y se lo bebió de un trago largo, manchándose los labios. Ángel se los limpio con su boca. El chico tenía la polla fuera y la tenía durísima, el control que ejercía sobre la niña le excitaba muchísimo, y más aún dejársela en bandeja a sus amigos y secuaces. Carlota parecía que había olvidado el incidente con Fermín y volvía a gemir entre beso y beso. Cinco bocas la lamían distintas partes de su cuerpo y unos dedos gentiles la acariciaban la vagina, que empezaba a mojarse sola.
Los gemelos se cansaron de los pezones y empezaron a lamer hacia abajo, con lo que Fabian subió para conquistar el premio gordo de las tetas de la retrasada. Le agarro esa gran teta y empezó a besarla como si fuese la boca de Carlota. Su boca se abría y se llenaba de los pechos de la chica. Se bajó los pantalones para liberar su pequeña erección. Ezequiel se puso de pie también, para besar en el cuello a la chica. Su cuello blanco y suave, redondo como un cilindro. Los gemelos pusieron sus lenguas a lo largo de toda la vulva de la chica, besándole los labios e introduciendo la lengua entre ellos. Los chicos se iban soltando más mientras bebían sus bebidas y Carlota cada vez estaba más adormilada, pero se le notaba un deseo que despertaba. Un deseo mayor que el de los chavales. Se notaba su lucha por aguantarse los gemidos.
Cuando los chicos se acabaron sus bebidas Fermín entró en acción.
-Bueno chicos, vamos con la clase, ¿no os parece?
El obeso cuerpo de Fermín cogió a la niña y la sentó en una mesa, él quedando de pie a su lado. Los chicos estaban con los pantalones quitados o bajados, con las pollas duras, y tocándose. Yo hacía lo mismo en la distancia.
Los gemelos con Ezequiel estaban sentados en el suelo y Ángel, Fabian y esteban detrás de ellos, de pie. Ninguno podía dejar de masturbarse mientras veían a carlota dormida y desnuda. Su coñito estaba mojado de la estimulación y sus pelitos negros del pubis brillaban. Fermín miró a la nena con una cara de depredador ante su presa y luego miró a los chicos con complicidad.
-Mirad bien .- Les dijo Fermín.- Este es el coñito de vuestra amiga Carlota. Ya lo conocéis, por lo que he visto ¿eh?
El Gordo se rio agitándose como siempre hacía cuando estaba excitado. Los niños atendían mientras se quitaban el resto de la ropa, estaban sudando, como si se les hubiera subido la temperatura corporal y sus pollas estaban como rocas. Fuera lo que fuera lo que le había echado Fermín en sus bebidas lo quería para mi.
Fermín acariciaba los labios exteriores de la vulva de la niña, que gemía mientras intentaba que su cabeza no se le cayera del sueño. Echaba la cadera hacia delante buscando la mano de Fermín, buscando sus expertas caricias que tanto se diferenciaban a las de sus queridos amigos. Ella sola subía y bajaba la cadera mientras Fermín suavemente la abría los labios para que los chavales vieran la vagina. Los niños desnudos no perdían detalle del coñito de Carlota ni de sus movimientos y sus gemidos que lanzaba aún con algo de vergüenza.
-Esto es la Vagina. Por aquí mean las niñas, por un orificio muy pequeño que apenas se ve llamado uretra, como el de la punta de nuestras pollas. Pero ese no nos interesa para nada. Las partes de la vagina que nos gustan tanto son, aparte de estos labios tan sabrosos… – Fermín agitó los labios de la cría, que cada vez estaban mas mojados, haciendo que gimiera en alto.- Uno es el clítoris, este pequeño grano que tiene justo en la parte superior de la vagina.
Fermín dejo ver a los críos el clítoris, con sus dedos separando todo lo posible esos gorditos y sabrosos labios exteriores. Una vez enseñado el manjar Fermín se lamió los dos dedos y empezó a frotárselos a la cría en la materia de estudio. Mi atención era máxima y por un pequeño, milésimo, momento la niña perdió el poco control que le quedaba. Echo la cabeza hacía atrás gimiendo, pero pronto recompuso la postura, sabiéndose tan observada.
-Saber tratar el clítoris es lo que os va a distinguir de vuestros compañeros. Ya habéis visto con poca cosa lo puta que se ha vuelto vuestra amiga Carlota. Es donde la mujer obtiene más placer, y es acariciándolo y lamiéndolo como más van a disfrutar. Muchos de vuestros compañeros aún no saben lo que es esta joyita – sus dedos no dejaban de masturbar a la niña que se agitaba más rápidamente, masturbándose casi sola, sin que Fermín tuviera que poner mucho de su parte.
-El de Sandra es mucho más pequeño. – Dijo Fabián levantando la mano como si estuviera en clase, mientras con la otra se masturbaba como un mono.
-¿Sandra tiene de eso?- Pregunto uno de los gemelos.
-Yo pensaba que era un grano.- Dijo el otro.
-A mí si me gusta lamérselo a Sandra, pero ella no gime, apenas se entera.
El último que habló fue Ezequiel y la duda era legítima, pues después de hablar solo se escuchaba a la niña gemir con los dedos del obeso masturbándola. La suavidad de Fermín contrastaba con la de Carlota, que se retorcía como una puerca.
-Sí, claro, todas las niñas nacen con vagina y un clítoris en él, pero claro .-Volvió a reir, sin duda imaginándose, como yo, a esos chavales follándose torpemente a la pequeña Sandra.- ¡Sandra es muy pequeña! Como vosotros que habéis empezado a haceros pajas ahora, pero antes no teníais ganas de tocaros, Sandra aún no ha desarrollado el placer que esta sintiendo esta puta.
Me sorprendía el lenguaje de Fermín, como no se cortaba en usar todo tipo de palabras, y en llamar puta a Carlota delante de ella. Sin duda a la niña no parecía importarle y a los críos menos.
-Las niñas más pequeñas son peculiares en muchos sentidos y no todo lo que os voy a explicar aplica a ellas, aunque cada uno puede coger de mis enseñanzas lo que considere para aplicarlo a Sandra. Aquí hablamos ya de mujercitas como Carlota, que al igual que vosotros está creciendo y su cuerpo está cambiando mucho.
Volvió a lamerse los dedos y empezó a masturbar a Carlota con fuerza. La niña se agitaba y gemía encima de la mesa, intentando sujetarse de la camiseta de Fermín.
-Falta mucho para que Sandra gima como esta puta pero eso no significa que no la podáis disfrutar mientras tanto vosotros. Con las chicas más grandes igual, podéis pensar sólo en vuestro propio placer pero os perderéis cosas como esta.
Carlota estaba intoxicada de deseo, movía su cadera al ritmo de los dedos de Fermín, rápido, como una loca. Se le había olvidado la vergüenza o lo mismo hasta donde estaba y gemía pringada hasta el alma de placer. Su cuerpecito en pleno florecimiento de la adolescencia había encontrado a un maestro pervertido y no iba a desaprovechar la oportunidad. Se frotaba con la gorda mano de Fermín sujetándose de su brazo, más erguida que antes, mirando al vacío y con la lengua ligeramente fuera, como una perra. Fermín la sujetaba fuerte del hombro con una mano y con la otra se aferraba a la entrepierna de la pequeña retrasada.
Los críos no se creían semejante espectáculo. En su corta vida ya habían asistido y participado de perversiones que muchos hombres sólo llegan a imaginar, pero esta explosión de deseo adolescente sólo se veía una vez en la vida. Seguramente a la cría la sobreprotegían en casa y no se hablaba del tema. Y ahí estaban 6 críos y ese toro de hombre abriéndole ese mundo tan maravilloso. Sus grandes tetas se agitaban como flanes y sus babas caían por su barbilla. Sus blancos muslos se cerraban apretando la mano de Fermín y se volvían a abrir, liberándola.
-Fijaros que sólo estoy masturbándola el clítoris, no hemos llegado a la vagina.
Los niños seguían haciéndose la paja de sus vidas, temían moverme, como yo, por si se perdía el embrujo de Carlota. Sin duda era el momento de la chica, los demás ya disfrutaríamos luego. Fermín sudaba al estar tan cachondo y sujetar a esa gran chica en su primera vez. Empezó a comerle la teta que estaba más cerca de él, siempre dejando plena visibilidad a los chicos y a mi. Sus dedos hacían círculos a una velocidad frenética y su suavidad había dado paso a una fuerza que la niña correspondía con su cadera.
-¡Qué bien!
Dijo la niña y Fermín se metió el pezón en su boca, succionando como un crío recién nacido. La niña sujetaba la cabeza del obeso dueño del bar con fuerza. Sus dedos estaban blancos de apretar el poco pelo del gordo. Mientras, Fermín con la otra mano empezó a pellizcar el otro pezón, que enseguida empezó a empitonarse y a crecer de tamaño. La trasformación de la tímida niña que había visto en el callejón con esa pequeña mujer me tenía sin palabras. Sus manos apretaban el brazo y la cabeza de Fermín indicándole cual era su sitio. Ese animal sólo obedecía los deseos de la pequeña pervertida sin necesidad de comunicárselo. Conociendo a Fermín en otra situación ya estaría violando ferozmente a esa puerca, pero en ese momento no. Había más por ganar pudriendo a esa niña de placer, deseo y perversión que haciendo pedazos sus apetitosos agujeros. Su humero coño brillaba entre los dedos de Fermín y su lengua acariciaba sus labios, tal vez añorando los besos de Ángel. Perdida en el placer la niña empezó a dar grandes empujones con su cadera contra la mano de Fermín. La mano que le sujetaba el brazo instintivamente se fue a apretar con fuerza la mesa, dejando vía libre a su obeso amante, que temblaba al lado suya como un jabalí devorando un gran festín. El primer orgasmo de la puerquita estaba cerca e íbamos a ser un grupo de pervertidos de distintas generaciones los que iban a contemplarlo. Parecía entregarnos esos gritos de placer descontrolada como el mejor de sus regalos. Sus ojos estaban perdidos en el techo mientras Fermín dejaba sus pezones enrojecidos con su boca y con su mano. Sus tetas ya no eran más los de una inocente niña, sino los de una puta ya usada, sus pezones estaban brillantes, rojos y bien duros. Su vagina se abría con la ayuda de los muslos que se separaban esperando que pasaran por ellos algo más que los dedos gordos de Fermín. Nos daba la bienvenida con alboroto de verbena. Sus gemidos se ahogaban con la respiración tan agitada. Sudaba toda como una puerquita (había relacionado en seguida su físico con el de una cerdita, como la del programa de marionetas). Fermín, con la mano en su coño liberada golpeaba el clítoris de la niña con pequeños golpes rápidos, sonaban sus dedos húmedos, como dos cerdos chapoteando en una charca. El coño de la niña estaba inflamado, brillante, y tembloroso. su cuerpo se contraía y se expandía sin saber muy bien cómo comportarse en ese momento. Fermín le estaba el mejor de los dedos, pero la niña no acababa de comprender cómo soltar todo el éxtasis que estaba reteniendo en su cuerpo y entre sus piernas.
-Así es como se corren las putas, ¿habéis visto algo mejor?
Pregunto Fermín a los críos, que se habían levantado los que estaban sentados y todos se habían acercado haciendo un corro alrededor de su amiga. Yo me había acercado, sirviéndome otra cerveza (y aprovechando para buscar si estaba por ahí la sustancia que había echado a los chicos, sin éxito), a una mesa a un poco de distancia del grupo. Los chicos sudaban (en el bar empezaba a hacer mucho calor y humedad), y se masturbaban contemplando el espectáculo.
Fermín escupió en el coñito de Carlota y le dio una buena hostia a mano abierta. Con el golpe en su coño Carlota se mordió un labio. El sonido del fuerte cachete había vuelto a sonar acuoso y con el golpe salpicaron gotas de saliva y de fluido de aquel coñito. Fermín sujetó a Carlota y empezó a masturbarla más fuerte, a un ritmo endiablado que derretiría a cualquier mujer experimentada.
-Vamos, Carlota, relájate y suéltalo todo. Dijo ángel acercándose a su carita por el costado libre, la mano del crío empezó a pellizcar el pezón brilloso de su nueva amante.
-Es que me hago pipí voy a manchar al señor Fermín.
Dijo inocentemente entre gemidos de puta. su voz seguía tan cándida y tierna en ese momento tan pervertido, sus gemidos no manchaban su ternura infinita.
-No es pipí, Carlota, te estás corriendo y Fermín va a estar encantado que se lo sueltes todo en la mano, cualquiera querría sentir todo lo que estás aguantándote en cualquier parte de su cuerpo ¿Verdad chicos?
-Vas a sentirte en la gloria, ya verás. -dijo Fabián con la polla enrojecida de la fuerza con la que se la machacaba.
-No tengas vergüenza, Carlota, luego te enseñamos como lo hacemos nosotros.
Dijo Ezequiel, con la cara desfigurada de vicio.
Ángel la besaba dulcemente mirando discretamente como Fermín la golpeaba, masajeaba, apretaba, pellizcaba y estiraba su clítoris, que estaba enrojecido como sus pezones. La niña le agarró de la cabeza y empezó a comerle la boca como una salvaje. En ese momento me pregunté acaso si esa era la primera vez que a Ángel le besaba alguien. Desde luego era el primer beso tan apasionado que le daban por que tardo unos momentos en cogerle el truco a la intensidad y al ritmo. Mientras le besaba Carlota no podía aguantar los gemidos que se fundían con los de Ángel.
A la niña le faltaba la falsa dulzura del pequeño demonio de su amigo para acabar y empezó a correrse, incapaz de seguir besando a su compañero por los gritos y gemidos que el orgasmo la provocaba. su cadera daba golpes secos a la mano de Fermín, que estaba empapada de flujos de puta adolescente. La mesa brillaba con toda la corrida expulsada por su palpitante coño. Esteban se corrió de nuevo sin tener cuidado de donde caía su todavía por hacer semen. Era demasiado para los chicos lo que habían visto.
Fermín se relajó por fin, se le notaba cansado, pero la clase no había acabado. Carlota se echó en lo largo de la mesa, con las piernas colgando, respirando agitadamente haciendo que sus tetas subieran y bajaran para deleite de los diablillos. Fermín fue a la barra a tomarse un gran vaso de agua fría. Su camiseta estaba sudada y se la quitó dejando ver su obeso cuerpo. El bulto en su pantalón era patente. Se limpió la mano con la que había masturbado a la niña a lametones como un niño se limpiaría un helado derretido. En todo el bar solo se escuchaba los largos tragos de Fermín y la respiración de la niña, junto a los golpeteos de los puños en las ingles de los pajilleros que seguían en círculo sin atreverse a tocar a la puerquita.
Fermín se secó el sudor con un paño y volvió con energías renovadas con su victima.
-¿Qué os ha parecido?
-Menuda manera de gemir yo nunca he tenido un orgasmo así, ni siquiera con Sandra. – dijo Ezequiel, que al ser de los mayores comprendía más toda la situación. Su polla aún habiéndose corrido dos veces no perdía su erección, bendita juventud.
-Parecía que se iba a morir… Ojalá tener ya orgasmos, yo aún no me corro.
Dijo Fabián acertadamente, como siempre.
-Menuda puta la Carlota, seguro que una chica normal no echa tanto ni tiene esos orgasmos.
Dijo Ezequiel.
-Seguro que tu hermana los tiene más fuertes a diario.
Le chinchó Hugo, uno de los gemelos, sin dejar de masturbarse.
-Eh, con mi hermana no te metas, es pequeña aún para ser tan guarra.
-Bueno mira la hermana de Ángel.
Todos callaron mientras seguían tocándose.
-No se trata de si son putas o no, chicos. -Se reía Fermín, ahora en calzoncillos. Los críos no pudieron fijarse en el bulto que formaba su polla dura debajo de la gran barriga. Esa viga parecía sujetar toda la obesidad delantera del dueño del bar. – Se trata de emputecerlas nosotros. Todas las chicas quieren disfrutar y si se lo hacéis bien como he hecho yo y la dais la seguridad como habéis hecho vosotros, ayudándome en el momento justo, se van a correr como esta zorra.
Carlota ya estaba dormida, relajada, después de ese orgasmo y con la droga en pleno efecto.
-Pero solo hemos visto uno de los dos puntos que nos interesan de un buen coñito. El otro ya lo conocéis más por lo que tengo entendido. – Dijo Fermín, mirando a Ángel.- Es la vagina, por ahí es por donde nos follamos a estas putas. Con la polla, con los dedos, con juguetes como dildos y consoladores, con cualquier objeto que entre…
Fermín se agitó un poco riendo en silencio, tal vez recordando alguna historia que no quería contar en ese momento. Abrió de piernas con poca consideración a la desmayada Carlota y con sus dedos volvió a separar los labios de su coñito. Una imperceptible vaginita estaba ahí. Los niños miraron de cerca.
-Pues este es más pequeño que el de Sandra, pero si el clítoris lo tiene mucho más grande…
Preguntó perplejo uno de los niños. Fermín volvió a reir, esta vez con ganas.
-A esa zorrita me la he follado hasta yo, ya está más abierta que alguna de vuestras madres que os parieron.
Todos rieron con ese adulto dándoles tanta confianza.
-Ya verás como se le queda la vagina a Carlota cuando acabemos.
Fermín guiño el ojo a sus pequeños discípulos, que sonreían con malicia. Se metió un dedo en la boca y lo llevo a la entradita de Carlota.
-Lo bueno de la vagina es que es nuestro territorio. Podemos dar mucho placer, como con el clítoris, pero también mucho dolor, y nosotros decidimos en cada momento que nos la va a poner más dura, si que giman o que lloren. Vuestra amiga es virgen así que si le metiera este dedo le dolería, aunque esta muy mojada. Cuanto más mojada mejor para ellas, y bueno, para nosotros, que un coño seco puede hacer daño también.
Fermín seguía acariciando la entrada de la vagina, no tenía prisa. Parecía disfrutar mucho enseñando al grupo de chavales, y aunque había incluido otro dedo más en el masaje vaginal no estaba ejerciendo presión.
-Ahora mismo vuestra amiga está demasiada cansada para enterarse de cualquier cosa que la pudiéramos hacer en su coñito. Tendríamos que ser muy brutos, y no hay necesidad. Portémonos bien y dejémosla buen recuerdo. ¿Quién quiere ser el primero en abrirla?
Todos los chicos se miraron entre ellos. con las pollas se apuntaban entre ellos de forma cómica. Fermín miró al pequeño Fabián, su aspecto ratonil y
de macarrilla de buen corazón se había ganado la simpatía del gordo.
-Ven, Fabián, tu serás el primero por que te llamas casi como yo.
Se colocó entre las piernas de carlota. Su tamaño empequeñecía entre esos muslos redondos y suaves.
-¿Le has comido el coño a la pequeña Sandra?
-Sí, señor, me enseño Ángel.
-Pues come.
Ordenó Fermín apartando su mano de la niña. Fabian por fin tenía su premio. La retrasada de su colegio, que, para más inri, había resultado se una puta. Mientras me servía otra cerveza veía como Fabián lamía con suavidad la entrada de Carlota. Cerraba sus ojos mientras cerraba la boca en torno a ese agujero sin abrir. Se escuchaba como aspiraba por la nariz para oler los restos del orgasmo y como se deleitaba con el jugo del placer de su compañera. Fabián, como niño listísimo, sabía que con una putita inconsciente no hay prisa ni debe haberla. Sus movimientos eran lentos y se recreaba en recorrer cada milímetro de la vaginita virgen de esa niña que había descubierto los orgasmos hacía unos minutos. Sus amigos le miraban mientras se sentaban en alguna mesa o se ponían más cómodos. La teoría había acabado y tocaba relajarse y disfrutar. El pequeño niño parecía desaparecer en la entrepierna Carlota, mucho más grande que él en todos los aspectos. Tres años a esas edades es un mundo. sin embargo tenía todo bajo control el pequeño. Su mano había subido al clítoris para probar en carne propia la demostración de Fermín. Mientras le apretaba el pequeño botón su lengua ejercía presión sobre su vaginita. La lengua tan pequeña del crío no encontró muchas dificultades en colar su punta dentro de la niña. Fabián gemía mientras empezaba a retirar y volver a introducir su lengua. Inconscientemente su cadera empezó a moverse como si se follara al aire. Se estaba impacientando el crío. Sus amigos se habían acercado para ver el juego de lengua del pequeño del grupo.
-Pero Fabián no va a llegar a follársela, la mesa es muy alta.
Los gemelos rieron y corrieron a la vez a coger una silla, acercándola a las piernas de la chica drogada. Esteban y Ángel, los mayores del grupo, sin pedir perdón ni permiso, levantaron a Fabián dejándolo en el aire mientras los gemelos ponían la silla en posición y sus amigos dejaban al pequeño encima de la silla, de pie. El crio se tomó un momento para admirar su premio. Delante suya, a la altura de sus rodillas, yacía Carlota inconsciente y tranquila, como si nada hubiera pasado. Solo los restos de sudor podían advertir de que algo había pasado al que le mirara la cara, pero si se miraban sus atributos de mujer cualquier veía claramente lo que había pasado. Sus pezones seguían duros y erectos. Parecía que no volverían a ser los mismos después de semejante viaje. El niño bajó la mirada y ahí estaba el coño de su amiga, al filo de la mesa. Sus pelos contrastaban con el minúsculo coñito de Sandra, pero sus turgentes labios y su clítoris, su tamaño, la sensación de que podría perderse dentro de él le gustaba mucho más que el de la hermana de su amigo y maestro. Se arrodillo en la silla y miró a sus amigos sonriente. Estaban rodeando a la chica, sin perderse nada de la situación, frotando sus pollas en el cuerpo inconsciente de la retrasada o masturbándose lentamente. Podía ver poco desde mi posición pero su pequeña polla apenas se veía al lado de ese coño casi de mujer.
-Vamos, campeón, desvirga a esa puta.
Le animó Fermín, que estaba sentado en una silla cercana, desnudo, gozándose una paja viendo el espectáculo. Fabián junto su cadera con la de Carlota y empezó a dar empujones sabiendo lo que se hacía. El niño no era un absoluto novato, y aunque yo eso ya lo sabía no dejaba de preguntarme cuantas veces se habría follado a la pequeña Sandra. El niño dio un empujón con su cadera más profundo y se quedó bien pegado al coño, gimiendo.
-Dios se ha metido de una, es estrecho y suave a la vez.
Dijo iniciando una suave follada. Sus mano acariciaban los muslos de la niña, que a su lado parecían de una giganta. Le gustaba acercárselos al cuerpo para sentirlos mientras la follaba. Sus amigos le animaban diciendo groserías muy morbosas en boca de chicos tan jóvenes. Los otros chicos sobaban las tetas de la chica, que se movían con las pequeñas embestidas del crío. Ángel se incorporó e inclinando la cabeza de Carlota empezó a pasar su polla por los labios de la niña inconsciente, de un modo muy similar a como hacía su tío. Hay cosas que se llevan en la sangre. Ver ese grupo de chavalines en torno a Carlota era muy morboso, parecían hormigas llevándose algo más grande de lo que podían cargar entre todos. La seguridad del bar, la complicidad de dos adultos como Fermín y yo les permitía disfrutar de una forma vetada en sus otras aventuras sexuales. Lo que pasaba en el bar sin duda se quedaba en el bar. Todos esos críos conocían lo que era violar a una niña pequeña y ahora probaban lo que ante sus ojos era toda una mujer. ¿habrían violado por turnos a Sandra como ahora hacían con Carlota? Mi cabeza no dejaba de dar vueltas ante la escala que estaban tomando los acontecimientos. Hacía mucho que no follaba con una mujer y esa cría de apenas 13 años, en comparación, me empezaba a parecer toda una mujer a mi también. Era difícil no verla grande con un pequeño como Fabián dándole polla. El culito del pequeño se apretaba graciosamente a cada embestida. Era un poco ridículo, pero muy morboso, ver a ese niño que ni siquiera se corría follarse a su amiga con su pequeña polla.
-Eh, venga no seas acaparador. – Decía un gemelo tirando del brazo de Fabián. -Déjanos a los demás.
Fabián se aparto de mala gana y Hugo tomó su lugar, se sentó en la silla y beso la vagina apenas abierta de Carlota. Cerraba y abría la boca de forma torpe acariciando el coñito de la niña con su labios. Daba lametones largos con toda su lengua fuera por sus labios vaginales y se puso de rodillas en la silla. De un golpe metió su pequeña pollita siendo la segunda polla que se follaba a la retrasada. Los movimientos de Hugo eran frenéticos y espasmódicos. Su cuerpecito chocaba con fuerza en las caderas de Carlota y pronto su cadera empezó a estar tan mojada como el coñito de la niña. Su follada sonaba a salpicaduras y gemidos del crío que se abandonaba al placer. Su hermano gemelo empezó a acariciar el clítoris de la retrasada mientras su hermano seguía como loco dentro de ella.
-Déjame a mí.
Le espeto y su gemelo se aparto de la cría. Tocaba el turno del otro de los alevines, a partir de ahí la cosa empezaría a subir un poco de envergadura. Nico de un saltó se subió a la silla. No parecía interesarle el cunnilingus y de un golpe enterró su pequeña verguita. La metía con golpes secos y duros, recordándome un poco a mí cuando empiezo a notar que voy a vaciar los cojones. Se aferraba a las caderas de carlota como si se fuera a caer y mantenía los ojos cerrados y un ritmo fijo. Su hermano, un poco frustrado, empezó a comerle un pezón a la niña. Ángel mientras ya tenía la polla llena de babas de metérsela a la boca inconsciente de carlota. No decía mucho y estaba concentrado en la carita de la niña. Las manos viajaban por todo el cuerpo drogado de la niña, las bocas besaban y lamian cualquier parte que estuviera al alcance. Nico gemía con sus clavadas precisas y empezó a perder el control. Sus embestidas eran duras y ya no secas ni rítmicas, sino que dibujaba círculos con su cadera, la subía y bajaba como rebañando el interior de carlota con su pollita y empezó a gritar de placer. Asistíamos al segundo primer orgasmo del día. Esta vez de un crío abusando de una compañera suya. Sin duda el día marchaba bien.
Ángel se separó de la boca de la chica, que goteaba babas y líquido preseminal.
-El siguiente seré yo, que vosotros ya la teneís más grandes y quiero ser yo quien la abra del todo.
Los demás se apartaron un poco del cuerpo en señal de respeto. No olvidaban que era gracias a él que se habían hartado de follar siendo tan jóvenes, con delicias tan prohibidas como deliciosas.
Fermín sirvió a los chicos otro refresco, esta vez sin ninguna sustancia, mientras Ángel tenía sólo para él a carlota. Apartando la silla, se colocó frente a ella y posó suavemente su polla encima de la entrepierna de la chica. Con movimientos de vaivén acariciaba toda la vagina húmeda usada y sudada de su amiguita. La polla de Ángel era otro asunto en comparación con las pequeñas pollas que la habían violado hasta ahora, pero no sería muy laborioso desvirgarla del todo. Así fue, hábilmente y sin manos Ángel colocó la punta de su polla en la vaginita de su amiga y empezó a presionar suave pero constantemente. Al llegar a la mitad se paró y extrañado empezó a retirar su polla y a volverla a meter, hasta el mismo punto. Algo le impedía seguir.
Fermín, despatarrado en la silla, con las piernas bien abiertas y sobándose la polla y los huevos a dos manos le dijo.
-Eso es el himen, chaval. Apretando bien se lo romperás y la harás una mujer y la harás sangrar. Sin miedo.
Ángel sacó la polla de su amiguita y se puso de cuclillas. Sacando la lengua, comenzó a lamer su poco abierta vagina. Parecía saborear los últimos momentos de virginidad de la chica. Comenzó a meterle la lengua con fuerza. Hundía su cabeza en esa entrepierna tan suave, la primera con pelos que probaba el crío. Después de adueñarse de su hermanita de 3 años, con esa comida de coño estaba marcando territorio con sus secuaces. Esa puta iba a ser suya de la misma forma que compartía a su hermanita con ellos: por que podía y quería. Nuestro grupo tenía mucho gusto por los rituales y este era uno nuevo que estaba iniciando Ángel. Su mirada no era ya la de ese niño asustado que conocí mientras violaba torpemente el culo de su hermana de dos años. No era ese crío que apenas me podía contestar cuando le enseñaba a abusar de ella. Estas cosas tendrían que haberme llenado de orgullo. Dar forma a un pervertido es un deber de cualquiera que se considere tal, pero viendo esa escena. Con su seguridad abriéndose paso con su lengua por ese coñito y Fermín viéndole excitado, pelándosela como un cerdo, tenía… ¿Celos?
Ángel parecía querer lamer el himen de Carlota. Su lengua se introducía entera en la pequeña cavidad de la cría. Separándose para respirar, volvía al momento como un león a por su presa. Sus amigos se la pelaban observando y aprendiendo. Yo no pude resistirme más y me la saqué. No quería correrme, tenía mis planes, pero no podía aguantar las ganas de tocarme.
Ángel volvió a ponerse de pie. El coño de la retrasada goteaba saliva del chaval. Despacio empezó a hundir su polla en ella. El glande se abrió paso en esa pequeña vagina y después de él entró la mitad de la polla de 13cm del chaval. Empezó ángel un vaivén lento mientras gemía. Como había disfrutado con su lengua de los últimos momentos de virginidad de la niña, ahora lo hacía con su polla. Agarró la cintura de su nueva conquista y sacó por entero su polla. Esta goteaba de toda la saliva que le había dejado con la comida de coño anterior. Estaba brillante y muy dura. Ángel temblaba, la había sacado pero seguía gimiendo, intentando evitar un orgasmo. Su polla daba pequeños saltos. De un golpe duro enterró toda su polla de adolescente en la vaginita de su compañera retrasada. La chica no se inmutó, inconsciente, drogada y cansada como estaba. Era un trapo a disposición de Ángel. El chico vio su oportunidad y no pudiendo contener el orgasmo después de enterrársela entera la sacó de un golpe, viendo los restos de sangre en su polla y en la vaginita de Carlota y volvió a dar una estaca con fuerza, sujetándose la polla con la mano para no fallar el tiro. No falló, ya tenía experiencia con niñas mucho más pequeñas. Todos vimos como Ángel tenía la mitad de su polla enterrada en el culo virgen y sin trabajar de Carlota. En sueños ella gimió incomoda mientras Ángel echaba su semen dentro de su ano, vaciándose por entero, gimiendo como un jabato. Apartó su mano después de correrse y dio una última embestida para meter el resto de su polla en su culo. Se quedó quieto, tranquilizándose y gimiendo al notar el ano contraerse para poder expulsar al intruso. Recuperando el aliento y mirando a sus esbirros dijo con tono ceremonial.
-Esta puta es mía y eso significa que por el culo solo se la meteré yo, ya sabéis las condiciones. Quien no cumpla esta norma no volverá a catar puta de mi propiedad.
Fermín lanzó un sonoro gemido mientras seguía con su paja. Los chavales sólo asintieron abrumados por tanta pomposidad, que tomaban en serio. Las embestidas al coño y la corrida en el culo habían calentado más aún a los chavales y hubieran tragado con cualquier condición para seguir bajo el paraguas de Ángel. Ángel se retiró de su puta y con un movimiento de manos indicó al siguiente que empezara su turno. Todo esto era demasiado para mí, así que, tranquilamente, me puse dos cervezas y me desnude. Fui alegre al lado de Ángel.
-Bueno, bueno, en menudo hombre te has convertido. Parece que fuera ayer cuando tenía que instarte a comerte un coñito.
Le dí una de las cervezas al crío.
-Toma, te la has ganado, al principio no te gustará, pero ya le cogerás el tranquilo.
-Gracias, José. Ha sido una pasada.
Estabamos los dos desnudos. Mientras Esteban se follaba a golpes a la puerquita, Ángel probaba la cerveza y la retiraba de su boca con rapidez. Estaba entre Fermín y yo y los dos reimos de buena gana. A Ángel se le había bajado la erección con tremendo orgasmo, pero Fermín estaba gozándosela viendo el espectáculo.
-Trae, me la beberé yo. -Le dije al chaval.- Hablando de cosas que al principio no gustan, Fermín me ha hablado muy bien de ti.
Sin creer que fuera capaz de hacerlo, mientras veía como ese grupo de adolescentes abusaba de una deficiente mental, empecé a acariciar el culo de ángel, metiendo dos dedos entre sus nalgas hasta encontrar su ano. Ángel se sobresaltó, notándolo yo en la yema de los dedos al apretar su culito. Mi idea era arriesgada, pero no quería que ese chiquillo se fuera tan triunfante de su mayor presa. Quería que vieran este grupo de niños nuestra jerarquía privada.
-Vaya, ¿Qué le has contado Fermín?
El gordo no desaprovecha ninguna oportunidad y yo le estaba sirviendo en bandeja de plata una.
-¿Qué le voy a decir? Que tienes un culito por el que muchos matarían.
Mientras le contestaba Fermín no perdí oportunidad y me coloqué detrás suyo. Su cuadrilla se había animado mucho después de ver el desvirgamiento y mientras Esteban se follaba a la puerquita nico se la metía por la boca y Ezequiel se hacía un intento de cubana con sus tetas, pero no le daba el tamaño de su pollita para mucho frote entre ellas. Los tres chavales montados encima de esa preciosidad volvían a parecer hormigas en un picnic. Las pollitas entraban y se rozaban por donde querían, como auténticos pervertidos. La escena y todos los acontecimientos me tenían cachondísimo en mi enfermedad. Así que una vez colocado no le hice ningún asco a Ángel. Me agache y mientras disfrutaba del espectáculo busque su culo con la punta de mi polla y se la metí sin preliminares. El calor del culito del chaval era delicioso y Fermín sin duda se lo había estado follando durante este tiempo, era el agujero más abierto que había probado en mucho tiempo, que no es decir mucho viendo la edad de mis víctimas. Su culito palpitaba y se contraía, al fin y al cabo se acababa de correr el chaval. Tenía el glande metido y ángel se apoyó en un mesa sin poder evitar gemir y quejarse. Quería ser duro con él así que se la enterré de un golpe, dándole una buena nalgada que resonó por todo el bar junto al quejido del chaval. Mi plan surtió efecto y la chavalada se quedó blanca al verme sodomizar al jefe de la cuadrilla. Les miraba mientras empecé a follarme a ese chico por el culo.
-Seguid con lo vuestro, hombre, que ahora les toca a los mayores divertirse, ¿Verdad, Fermín?
Dándome la vuelta sin sacarla de Ángel, vi como Fermín se levantaba de la silla y se acercaba a nosotros de buen ánimo. Los chavalines volvieron a su asunto. Ezequiel era ahora el que le metía la polla, la segunda más grande del grupo, a metidas lentas y sacando su polla hasta la punta para volver a meterla. Mientras violaba el coñito de Carlota le masajeaba el clítoris como había aprendido ese mismo día. Mientras Los gemelos se turnaban la boca de la retrasada, girando su cabeza con poca consideración. Se la follaban golpeando sus caderas en la nariz chata y redonda de la chica, que con tanto trajín seguía sin recuperar el conocimiento. Esteban se estaba tocando sentado encima de la barra viendo el espectáculo, pero cambiaba del grupo de chicos a nosotros con la misma cara de vicioso infantil.
Una mesa con los violadores adolescentes y en la de al lado yo estrenándome en el sexo gay. Si me hubieses preguntado esa misma mañana si tenía pensado sodomizar a un chico me hubiera sorprendido la pregunta pero no estaba dejándome ningunas ganas a la hora de reventar ese culito de chico. Mis embestidas apagaban el resto de sonidos a mi alrededor. Después de follarme a tanta cría pequeña quería disfrutar de un cuerpo que resistiera mis 105kilos de potencia. Y Fermín le tenía muy bien entrenado al chavalín. Se tragaba mi polla pidiéndome más y alzando el culito para que se metiera hasta el último centímetro. Con mi polla dentro ya se había olvidado del respeto que quería infundir a su manada y eso era como debía ser. Mientras follaba a ese mariconcito Fermín le puso la polla delante de la cara. Ese polla gorda y sudada parecía más grande que la cabeza del chico, que era bien delgaducho aún para su edad. Sin decir nada Fermín se agarró la polla y acarició con la punta los labios de Ángel.
-Abre la boca.
Fermín volvía a ser esa bestia a la que no se le contradice. Después del episodio con Carlota había vuelto a su ser.
-No creo que le quepa, tío.
-Calla que nos escuchan.
Los gemelos estaban absortos en Fermín y su polla, habían dejado la cabeza de Carlota de cualquier forma en la mesa. Esteban también miraba fijamente mientras se la machacaba como la polla del obeso se acercaba a la boca de Ángel, que la abría con ganas.
-Ya sabes que a tu hermana le permito que me roce con los dientes pero a ti no.
Habiendo dicho eso, la polla entró todo lo que pudo abrir la boca Ángel. Tres cuartos de la polla gorda de Fermín se estaban follando la boca del chaval mientras yo me quedaba a gusto con su culo. Los gemelos de diez años se habían acercado a ver como su mentor tragaba polla de obeso, fascinados por el movimiento de Fermín y por la flexibilidad de la mandíbula de su amigo. Esteban aprovechó el hueco dejado por los gemelos y se entretenía follándose la boca de la retrasada sin perdernos de vista. Ezequiel por su parte seguía gozándose el coñito de Carlota sin interrupciones ni prisas. No parecía importarle mucho nuestro nuevo pasatiempo de la sodomía homosexual y disfrutaba viendo como las tetas se agitaban con su movimiento de cadera.
Todos estos estímulos no me distraían del placer que me estaba dando Ángel con su culo. Lo caliente que lo tenía y como lo apretaba al atragantarse con la polla de Fermín me hacía recordar a su pequeña hermana. Al final era tan puta él como ella y dándole dos azotes en el culo al chaval se la saqué de golpe para volver a clavársela de una. El chico se atragantó intentando coger aire cuando la polla del gordo se lo impedía.
-Eso es, tan puta como la hermanita.
Dije deleitándome con el control que había ganado sobre la situación y sobre el pervertido de Ángel.
-Este lo es más, que donde la hermana llora este pide más.
Contesto Fermín riendo, agitando su gran tripa que descansaba encima de la cabeza del adolescente. Éramos dos gordos dándole lo que pedía un chavalín frente a sus amigos. Empecé a notar la leche rebosar de mi polla. La tarde había sido larga y no aguantaba esa follada tan fuerte y rica.
Como si se tratara de telepatía, Ezequiel empezó a follarse a Carlota más fuerte. Sus gemidos no tardaron en brotar de su boca cuando su semen empezó a llenar el coño de la chiquilla. No pude más e insultando a Ángel, llamándolo perra y puta, me corrí en su culo, sin escrúpulos o reservas de preñar a un hombre a medio hacer. Fermín, por su parte, obligó al chaval a tragarse su semen sin sacarse la polla de la boca, notando como al tragar su polla era succionada con fuerza.
Todos nos quedamos a gusto. Había mucho que recoger, mucha ropa que limpiarse y muchos fluidos que limpiar y secar.
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