EL MENOR (EXHIBICIONISMO, ORGIA Y ZOOFILIA)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Un sábado por la mañana Luis vino a buscar a mi hermano para ir de comprar unas cosas de audio, así que pasó a las ocho de la mañana, el muy cretino toco a la puerta de la casa y como no había nadie más de la familia por lo que no hubo más remedio que ponernos de pie, mientras Juan Carlos fue a abrir, mientras yo me lavaba la cara y me daba una ducha rápida.
Al salir del agua me encontré con que sólo había una toalla mediana, así que me sequé como pude y salí con la toalla alrededor de pechos y tapando lo mínimo para encontrarlos en la cocina acabando de hacer el café.
Ya puedes pasar le dije con mirada de sueño.
Le reclame tenías que haber venido a las 10 am, a lo que mi hermano menciono que se había confundido y por eso ha desaparecido mi tanga del lavabo y la toalla grande, ¿verdad? Luis sonrió pícaro y me sirvió un café.
Toma y no te enfades, ha sido una travesura, en vez de irme a cambiar y volver, tomé el vaso de café con leche, con la otra mano aguantaba la toalla.
Lo dejé en la mesa mientras iba por el azúcar, ocasión que él aprovechó para tomarme por detrás cariñosamente.
No te lo tomes a mal, pero es que las ocasiones son para aprovecharlas, y a ti, cielo, hay que ponerte un trono y adorarte.
Pues adórame un poco más allá, que me acabo de despertar y quiero mi café.
Me servía el azúcar mientras él pasaba sus manos por mi cintura buscando bajo la toalla.
¡Déjame tomar tranquila el café! dije con el primer sorbo, pero él tenía otras intenciones y sus manos recorrieron mi piel abriendo la toalla que quedó colgada de mi mano.
Lo cierto es que algunas mañanas me apetece el sexo, pero la interrupción había sido brusca y lo cierto es que me estaba excitando el muy cabron, dejé el café sobre la mesa mientras él recorría mis pechos con sus manos.
Me giré y le encaré apartando sus manos de mí.
¿Ya está bien, no? Mi pose era seria y enfadada, pero por dentro estaba enfadada conmigo por estar calentándome.
Por suerte volvió a sonar el timbre era Álvaro y Fernando que se unían a ir de compras, yo le dije a Luís que les abriera mientras volvía a ajustarme la toalla y me encaminaba hacia mi habitación, pero él volvió a tomarme por la cintura y empezó a besarme el cuello.
¿Eres mi diosa, sabes? Rápidamente una de sus manos tomó mi pecho derecho mientras la otra se lanzaba abajo a mi entrepierna, ¡déjame en paz!
Justo llamaron, así que pude escurrirme con la toalla colgando para abrir la puerta.
Lo hice rápido, y mi aparición ante Álvaro y Fernando fue espectacular, cabello todavía húmedo, toalla agarrada sólo con una mano, pechos medio descubiertos, dejando claramente a la vista que no había nada debajo, antes que pudieran reaccionar me giré y me escabullía hacia la habitación, cuando Luis tiró de la toalla, así recibes a los invitados Valery, y riendo y alcanzando mi brazo, con lo que quedé completamente desnuda ante ellos tres y la puerta que seguía abierta.
¿Pueden cerrar la puerta? les dije tratando de liberarme del brazo de Luís.
Parece que eso sí les hizo reaccionar, pues Álvaro cerró la puerta mientras Luís dejaba mi brazo para no forzar la situación, pero Fernando se interponía en mi camino y me cortaba el paso con una sonrisa: Mmmmm creo que hemos llegado justo en el momento oportuno.
Sus ojos brillaban de lujuria, de hecho, los tres estaban clavados a mi alrededor, acercándose poco a poco y sin dejarme espacio, sonrientes y ya pensando en, ¡pensando en sexo! Creo que en ese momento me hubieran violado ahí mismo si mi hermano no hubiera salido de la ducha.
Se nos acercó con una toalla anudada a la cintura y mientras todavía se secaba la cabeza con otra.
Álvaro se apartó un poco y entonces me vio a mí, en medio de todos ellos.
Mmmm, vaya, vaya, veo que estás haciendo de anfitriona, ¿los está atendiendo bien? le pasó la toalla de la cabeza a Álvaro mientras me tomaba de la cintura y me daba un beso húmedo en mi boca haciendo callar mis protestas.
Una de sus manos se insinuó bajo mi toalla y llegó hasta mi sexo sin que yo pudiera pararlo.
Naturalmente encontró mi empapado chochito y uno de sus dedos abrió mi flor.
No pude evitar un gemido, estaba al punto del orgasmo, pero entonces él hizo lo impensable, retirando mi toalla y dejándola caer al suelo mientras la suya resbalaba a su lado.
¿Estás caliente, eh? ¿Putita? ¿Te han calentado estos de seguro? Pero lo cierto es que él no se quedaba atrás, su verga estaba contra mis muslos y no pude evitar alargar la mano para tomarlo mientras cerraba mis ojos y me abandonaba en sus brazos.
Estás caliente como una perra, seguro que sabías que ellos estaban recalientes pensando en ti y por eso te has exhibido así, desnuda ante ellos.
Seguro sabes que se masturban soñando contigo, con tus largas piernas, con tu boca mamándoles y con tu empapado chochito abierto para ellos, ¿verdad? Se puso detrás de mí, con una mano me acariciaba los pechos y pellizcaba mis pezones mientras con la otra abría mi sexo ante sus amigos.
Mírales, la cara de deseo con que te miran y cómo te comen con sus ojos.
Abrí los míos y contemplé cómo habían dejado caer sus pantalones y ropa interior, se estaban chaqueteando mientras Juan Carlos me acariciaba ante ellos a menos de un metro.
Mi olor lo impregnaba todo y podía escuchar su dedo abriendo mi coñito y el ruido de mis flujos replegando mi sexo ante el movimiento.
Mis pezones estaban erectos y me dolían de duros, mi clítoris asomaba entre mis labios y mi respiración era acelerada.
Mira cómo se masturban para ti, seguía recitándome a la oreja, están deseando tomarte, perforarte todos tus agujeros y llenarte con su leche, se masturbaban furiosos ante mí, sus manos se movían a lo largo de sus penes venosos mientras sus miradas se perdían en mi cuerpo.
Yo apretaba el sexo de mi hermano con fuerza y se lo meneaba como podía acercándolo con mis nalgas, golpeándolo contra ellas.
Él me acariciaba y mostraba a sus amigos pero sin permitirme llegar al orgasmo.
Fueron ellos quienes llegaron y me bañaron con su leche.
Uno a uno explotó sobre mi cuerpo regándolo de semen goteando sobre mi pancita o muslos.
El último fue mi hermano, que se corrió sobre mi nalga derecha.
Ahora espárcete esa cremita por tu cuerpo y agradece el regalo, unté mis dedos sobre las ofrendas y me la extendí por mi cuerpo, que absorbió la cálida crema, mientras me sentía como una puta exhibiéndome ante ellos.
Y ahora ponte una faldita bien corta, alguna blusa bien escotada que te vienes con nosotros, dijo, dejándome helada.
Voy a la ducha, respondí, pensando en limpiarme.
De eso nada, vente que después tenemos que ir a comprar esas preciosas botas que viste el otro día, añadió.
Unas preciosas botas de piel alta hasta la rodilla, con tacones de aguja de seis centímetros y decoradas con pedrería y tiras que me volvían loquita.
Sin añadir nada, me giré hacia la habitación, desnuda y untada como estaba.
Entré dejando la puerta abierta para que pudieran seguir viéndome los cuatro desde el pasillo.
Abrí el cajón inferior de la cómoda, de donde saqué la faldita tableada de colegiala y la dejé encima de la cama.
Después abrí el armario, de donde saqué una blusa amarilla y también la deposité sobre la cama.
Entonces, de espaldas a ellos, pero sabiéndome observada, y mientras mi hermano se enfundaba rápidamente unos calzoncillos, jeans y una camiseta, yo procedí a sentarme en la cama, con lo que los chicos tenían mi vista de frente cuando introducía mis piernas en la faldita y me la ajustaba a la cintura.
Después me anudé la corta blusa sobre mi ombligo, con lo que mis grandes pechos quedaron levemente ocultos, pero sólo levemente, porque mis duros pezones se marcaban claramente y la separación entre los pechos no era un gran escote, sino una clara incitación al deseo.
Seguí hacia la salida, muda, mi hermano mientras tomaba la cartera y las llaves.
Pero sí me puse los blancos zapatos de tacón de cinco centímetros antes de salir.
Fui la primera en salir, seguida por los machos que me comían con los ojos.
No sé qué les excitaba más, si mis curvas, el saberme desnuda bajo las dos prendas o mi completa sumisión a mi hermano.
Al llegar a la calle les tuve que esperar, pues no sabía dónde estaba aparcado el coche, pero no tardaron en alcanzarme, Luís se adelantó, aunque casi se cae por ir mirándome en vez de ver donde pisaba.
Mi hermano rápidamente se apoderó de mi cintura y fue acariciando mis nalgas bajo la faldita durante el trayecto hasta el coche.
Rápidamente Luís abrió las puertas y me acomodaron en el asiento de en medio de atrás, para sentarse Luís al volante, mi hermano al lado, mientras que Álvaro y Fernando a mis lados.
El trayecto no fue largo, tampoco hubieron demasiados comentarios, hasta que mis acompañantes empezaron a acariciar mis muslos y mi hermano les dijo que hicieran lo que quisieran mientras no me permitieran llegar al orgasmo.
Entonces, me empezaron a acariciar el sexo y aplastarme los pechos mientras yo me echaba atrás y les dejaba hacer deseando mi placer.
Pero el viaje no duró mucho, lo justo para que Luís aparcara Apagó el motor y los muy cabrones se separaron de mi dejándome de nuevo al borde del orgasmo.
Bajamos del coche, yo con las mejillas ruborizadas y anudándome de nuevo la blusa.
Todos fueron directos a la tienda de electrónicos y yo les seguí.
Una tienda grande llena de estantes de autoservicio con placas, componentes, accesorios, etc.
Se pasearon por ellas con la confianza del que sabe lo que busca y dónde hallarlo.
El aire acondicionado mantenía duros mis pezones y mi humedad se enfriaba entre mis muslos y me producía malestar, estaba incómoda y me sentía fuera de lugar.
Adolescentes con granos paseaban extasiados entre los estantes mirando aquellas preciosidades empaquetadas que les excitaban más que el sexo, pero enmudecían al verme y se apartaban avergonzados como si mirarme fuera algo indecente.
Era ridículo.
Busqué una fila entre los estantes con el suelo reluciente y me dediqué a curiosear en los estantes bajos luciendo mi anatomía ante los observadores.
Podía ver sus caras en los reflejos metálicos de las estanterías o en algunos espejos, pero no les miraba directamente para no espantarlos.
Ninguno se acercaba, pero más de uno estuvo a punto de ahogarse de la impresión o tuvo que sacarse algún pañuelo del bolsillo para acomodarse su miembro.
Miro un móvil y veo una foto de lo que deben estar viendo los chicos de la tienda, mi culito abierto bajo la falda reflejado en los brillantes suelos de mármol.
Me enderezo, me saboreo los labios y hago como que miro el móvil cuando me llega una segunda foto, esta vez de cuatro vergas enhiestas, han de ser ellos, claro.
Me río yo sola y entonces pongo el móvil bajo mi faldita y me saco una foto.
La miro y no ha quedado bien, ante toda la tienda repito el movimiento sin esconderme y vuelvo a mirar, ahora sí se ve claramente mi chochito bajo la falda.
Busco en la agenda el móvil de Juan Carlos y se lo envío riendo mientras sigo con mi exhibición.
Ahora tengo varios nerds alrededor que hacen como que miran las Webcams que están en el estante de enfrente.
Parece que las Webcams serán un éxito de ventas, porque son todavía más los que se acercan por otros pasillos.
Varios hacen como que tocan las cajas, pero todos me están mirando.
La musiquita de mi móvil anuncia nuevo mensaje, lo abro y río al ver la foto de cómo dos vergas salpican semen a la vez.
Inocente, río y mi mano hace que mi faldita se alce por el costado y muestre mi nalga desnuda a los nerds.
Vuelvo a girarme hacia la estantería y a rebuscar en los estantes bajos sin flexionar las piernas.
Noto la luz de algunos flashes pero me hago la despistada, alguno de ellos se masturbarán con mis fotos, sólo de pensarlo me caliento más todavía.
Nuevamente la música de mi cel.
, me alzo y miro el mensaje.
Puta exhibicionista, los estás poniendo a cien.
Carcajeo y me llevo un dedito a los labios mientras escribo la respuesta, al final, alzo la vista y miro a los nenes.
Abro las piernas sin desviarles la mirada, ellos no saben dónde mirar, hasta flexiono un poco las rodillas para asegurar la foto.
Tres de ellos aprovechan para sacarme fotos.
Compruebo la foto y mientras la envío dejo resbalar un dedito bajo la falda y acaricio mis jugos para llevármelos a la boca.
Nuevas fotos, salgo buscando a mis chicos y los encuentro pasando la cola de salida.
Así que: no sabes ¿tu bien de lo que soy capaz, eh?, eso es lo que les había escrito.
En el coche repetimos la operación y rápidamente cuatro manos y dos bocas toman mi cuerpo al asalto.
Mi hermano les deja hacer, ya que la casa de Luis está cerca y sabe que no tardaremos lo suficiente como para llegar al orgasmo.
Lo cierto es que mi frustración aumenta por momentos.
He estado al límite y todavía no son las once.
Subimos a casa de Luis, ya no me molesto en poner bien mi blusa, y mis pechos se muestran orgullosos en el desierto paseo hasta la puerta de Luis.
Las manos de los chicos se insinúan bajo mi falda, pero empiezo a estar cabreada y ya no les hago caso.
Una vez en el piso de Luis, hago café y me sirvo una nueva taza mientras trato de tranquilizarme, pero la frustración me va llenando.
Pese a todo, no quiero masturbarme.
Con la taza me acerco a la habitación del ordenador, bueno, de los ordenadores, porque Luis tiene una habitación llena de cachivaches.
Están los cuatro embobados con la pantalla.
Ya han añadido el nuevo hardware y están probando las nuevas resoluciones con equipos de simulación.
Me acerco y me ven, y entonces mi hermano me hace sentar en sus rodillas mientras me acaricia dulcemente y charlan entre ellos.
En la pantalla aparece la camarita de la WebCam, aparecen otros tipos con los que comentan el nuevo equipo, parece que uno de ellos les ha ayudado a configurar algo y ahora se lo agradecen, hay cuatro ventanas y nosotros aparecemos en la quinta.
Mi Osito me acaricia un pecho mientras charlan, me veo reflejada en la pantalla, minúscula, pero la mano de mi hermano sobre mi pecho marca claramente cómo pellizca mi pezón.
Eso no pasa desapercibido a nuestros interlocutores y uno de ellos pregunta por mí.
Juan Carlos les responde que soy su novia, una nena a la que le encanta exhibirse.
Hablan de mí como si yo no estuviera ahí, me giro enfurecida hacia mi hermano y él me calma con un beso mientras su mano se insinúa en mi entrepierna.
Lo cierto es que chapotea en mi sexo, porque estoy tremendamente excitada.
Miro la pantalla y veo a los tipos con ojos como platos siguiendo la acción.
Mi hermano me exhibe ante ellos.
Anda, muéstrales el tremendo culito y esas piernas infernales, sonríe.
Me sorprendo a mí misma poniéndome en pie y procurando que se me vea bien en la pantalla mientras los amigos se ponen cómodos y acarician sus tremendos bultos.
Anda cariño, muéstrales lo que se pierden, me dice mi hermano ante el asentimiento del resto.
¿Qué quieres? ¿Qué me desnude? Anda ya, y ellos tan tranquilos, ¿no? A ver que se desnuden ellos primero, los rete.
Pero ni cortos ni perezosos todos corren a mostrar sus miembros bien erectos en las pantallitas y a mi alrededor.
Hasta Juan Carlos se ha librado de sus pantalones y muestra su arma en la mano apuntándome.
No puedo sino reír e ir deshaciendo lentamente el nudo de la blusa mientras me contoneo para dejar mis pechos al aire.
Para hacer rabiar a mi hermano tomo entre mis pechos el miembro de Luis y acerco mi lengua a su glande, dejando mi culito casi en contacto con la dura herramienta de Álvaro.
Compruebo que todo se ve perfectamente en la cam antes de empezar a rodear con mis labios ese pedazo de carne mientras presiono mis pechos envolviendo el talle.
Álvaro se masturba furiosamente contra mis nalgas, Fernando y Juan Carlos no se quedan atrás.
Me coloco bien para poder mirar las cámaras de nuestros amigos, donde cuatro manos recorren sus correspondientes trancas, una circuncidada, otra de tan pequeña sólo acepta la caricia de tres dedos, la tercera es más normalita, pero la cuarta ya está rezumante de líquidos.
Las miro embobada mientras prosigo con mis cuidados a Luis, cuya verga empieza a inflarse y a temblar en preparación de la corrida.
Me aparto un poco, sólo un poco para que todos ellos puedan ver bien cómo sus chorros saltan en mi boca y cara.
Saco la lengua y recojo todo lo que puedo, miro a la cam y les enseño la boca abierta, donde Álvaro, Fernando y mi hermano aprovechan para hacer puntería.
Uno de mis ojos recibe una corrida y tengo que cerrarlo, pero con el otro veo cómo las cams, una tras otra, sueltan mares de leche.
Todos se relajan y vuelven a hablar comentando lo que han disfrutado.
Sólo entonces me vuelve el enojo: me quejo.
Espera, vamos al parque” me dice mi hermano.
¿Estás loco? Pienso, pero entonces todos ellos recogen sus pantalones y, sin darme opción, salimos de la casa hacia el parque.
Sólo me dan un pañuelito de papel para recoger la lecha de mi cara, sólo con eso ya queda inservible, así que tengo que tirarlo al llegar a la calle y esparcirme de nuevo su semen por mis pechos y nalgas para que no se note tanto, aunque mi piel brillante ya delata suficiente.
¿Estás cachonda, verdad perra? me dice Juan Carlos mientras los otros no paran de decir lo increíblemente puta y preciosa que soy.
Me conducen al parque de la esquina de casa de Luis, donde hay gente haciendo ejercicio y paseando al perro.
Atravesamos la zona de niños y nos alejamos, parece que fuera un paréntesis, porque al alejarnos vuelven a sobarme y tocarme, abriendo la blusa y dejando mi culito al aire.
Mis manos no dan abasto a desplazar sus toqueteos.
Me conducen hacia una zona tranquila donde no se ven transeúntes y allí se paran, como si lo hubieran planeado.
Mi hermano toma la iniciativa y me abraza y me besa derritiéndome con sus caricias.
Me sabe suya, me sabe perra caliente y salida, y me sabe perdida cuando estoy así, incapaz de negarme a nada, necesitada de sexo y sexo y sexo, y creo que también el resto lo saben.
Me abraza y acaricia y ya no me importa nada, ni cómo sube mi faldita ni como descubre mis pechos ni cómo quedo desnuda entre ellos con sus sexos en mis manos.
Mi cabeza caída hacia atrás aceptando besos y caricias que ya no se de quien son, mi cuerpo abierto y explotado en todos sus orificios por dedos extraños.
Necesito mi placer, necesito que me arranquen ese orgasmo contenido, necesito ser penetrada y llenada.
Cuando abro los ojos sólo es para ver cómo ellos tienen los pantalones en los tobillos y apuntan sus palos hacia mis agujeros.
De pie, mi hermano me coge desde delante mientras Fernando me toma por detrás y Álvaro me besa.
Entre ellos me mantienen derecha, porque mis pies ya han dejado de estar en contacto con el suelo.
Noto cómo sus embestidas me hacen flotar en el aire y sus vergas me taladran hasta el fondo, por delante y por detrás, mientras mis pezones sufren la dulce tortura de mordiscos y pellizcos.
Se corren en mí y me dejan en el suelo para que esta vez me tomen a cuatro desde atrás mientras una verga toma mi boca y una mano me obliga a tragarla hasta la garganta.
Entonces me sobreviene mi primer orgasmo, intenso, fuerte, noto como empieza con el temblor de mis piernas, asciende por ellas hasta llegar a mi ano, que presiona esa verga escurriéndola pero que no para ahí, que sigue por mi vientre y llega hasta mis hinchados pezones mientras noto la descarga en mi boca.
Caigo al suelo todavía temblando cuando me toman de los hombros y me vuelven a poner a cuatro, sí, por favor, más, ahora necesito una nueva penetración.
Pero lo que noto es un salto a mi espalda, unas pezuñas en mi cintura y cómo algo puntea mi sexo mientras un peso me aplasta pero unas manos me retienen y una nueva verga me llena la boca.
Miro y veo un tipo desconocido que ha sacado la verga por la bragueta y me la está enchufando en la boca mientras mis amigos me retienen y ayudan al chucho a penetrar en mí.
El dueño anima a su perro a clavar duro a esta putita mientras con su mano me toma del pelo y me obliga a tragar y recorrer su verga.
Pero el perro no necesita instrucciones, su instinto basta y noto como su anillo se infla dentro de mí y después de cuatro movimientos bruscos descarga mientras sus pezuñas me marcan los costados.
El perro y su amo se sincronizan para descargar, y un nuevo orgasmo me recorre, con lo que todavía aprieto más el anillo del perro, que quiere salirse pero no puede.
Caigo al suelo, ahora sí, y el perro se relaja y quedamos enfrentados culo con culo mientras esperamos que su tremendo miembro se relaje y pierda volumen para deslizarse afuera.
Veo a mis amigos filmándome, ellos y otra gente alrededor.
Han hecho una pequeña barrera a mí alrededor para que no fuera tan descarado, pero está claro que el espectáculo les ha desbordado y se acercan más hombres deseosos.
Alguno ya han sacado su miembro, otros sólo se acarician sobre el pantalón, y los más tímidos sólo miran.
Mi hermano y sus amigos me retiran prestos del escenario, me cubren como pueden y volvemos a casa de Luis.
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