El viejo solterón disfruta del culo blanco de mi mujer
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Aún hoy, a pesar que el viejo ya murió, siento recelo al acordarme de lo que nos hizo hacer el garca, aprovechándose a dos manos de las carnes robustas de mi mujer.
Un día, Ce, vino de la calle con el chisme ya quemado de los baboseos del viejo.
Ce, es algo robusta, tal vez de lo que llaman las gordibuenas, de piel muy blanca, atractiva, con anteojos, tetas apropiadas a su cuerpo, y un enorme culo que era jodido de disimular.
Este hombre más de una vez la había invitado y hecho propuestas indecentes.
Le decía piropos lascivos acerca del culo de ella, o de sus carnes, en fin, un viejo grosero y morboso.
Así que fui a encararlo, de modo de terminar con el tormento.
El tipo salió con un arma, sin inmutarme lo enfrenté, desafiándolo.
Unos vecinos que escucharon la discusión, intercedieron para que la cosa quede ahí.
-Te voy a hacer mierda, viejo garca, le dije.
El viejo se reía.
A la noche, mientras la cogía a mi mujer, ella escupió todos los improperios del viejo; "quiero hacerte la cola mamita", "te voy a hacer gozar como una puerca", te voy a romper ese culo hermoso que tenés",¿te acordás cuando trabajabas en el super?.
yo te iba a ver como se te metía la tanga en esa calza ajustada".
Hijo de puta dije, pero luego tomando de las nalgas a Ce, todo esto me hizo calentar.
Reflexioné en la noche.
estaba loco, quizás, aunque igualmente decidido.
Al otro día, lo encaré al viejo, en su casa.
Estaba leyendo el diario.
Puso cara de miedo.
Entonces hablé:
-Vengo a hacer negocios.
El viejo al escucharme, no salía de su asombro.
La condición era que yo estuviese, mientras se la cogía a mi esposa.
Ofreció una buena suma, y yo necesitaba el dinero.
Ahora, tenía la peor parte: convencerla a Ce de coger con un viejo verde de 63 años, que se rendiría rápidamente ante los atributos de mi esposa.
Estuve casi una semana, insistiendo, hasta que se rindió.
Necesitábamos ese dinero, mucho.
Aquella noche, dejamos a nuestros hijos a cargo de mi cuñada.
Llegamos a la casa del viejo, a dos cuadras de la nuestra.
Nos hizo pasar, mirando de pies a cabeza a mi esposa.
Puso el dinero sobre la mesa.
Tras contar la plata, entramos a la habitación.
El viejo elogió la vestimenta de ella.
Pidió ropa ajustada y lencería de un color llamativo.
Con Ce teníamos miedo, porque era algo nuevo.
A pesar de ser gordita, mi mujer tiene un cuerpo atractivo que llama la atención.
-Me encanta como te queda esa calza, hermosa.
A ver, agachate para mi.
El morbo de la situación hizo mella en mis sentimientos.
No soportaba ver como esa mujer a la que veo cada día desde años, le muestre el culo a ese viejo ordinario, de manera descarada.
Ella se fue bajando la calza, mostrando su enorme culo ante la absorta mirada del tipo.
El le pidió quitarse todo, lentamente.
La tenía de frente, disfrutando de la visión de las llenitas carnes de mi mujer.
Celulitis tenía un poco, no lo voy a negar, igual sé que atraía a varios hombres, aunque no me lo dijera.
Muy atormentado estaba pensando en que aquella lencería de color lila, cuyo corpiño le marcaba semejantes tetas y la tanga un hilo dental, devorándose sus nalgas, iba a ser estrenada por aquel viejo sucio.
Está buena tu mujer, decía provocativamente el viejo.
-Quedate quieta como estatua, le ordenaba el maduro morboso, para disfrutar del cuerpo excitante de mi mujer.
Se pajeaba sin escrúpulos delante nuestro.
Comenzó a desnudarse, y se subió a la cama.
La llamó a mi mujer, quien me miró esperando una aprobación, la cual no llegó.
Sentía el corazón latir fuertemente, deseando suspender todo e irnos a la mierda.
Ce lo pajeaba, lo soltaba y lo volvía a masturbar.
Él aprovechaba para meter las manos en las tetas a través del corpiño.
El viejo, excitado le chupó la concha a mi mujer.
Movía su lengua, dentro de la humanidad de ella, con dulzura.
Ella tuvo que chuparle la pija al viejo.
Teniendo en cuenta su edad, tenía un buen tamaño la verga.
El viejo gozaba como la recalcada concha de su madre, mediante una mamada intensa de mi esposa, apoyando sus tetas en el pecho velludo del hombre.
Empecé a arrecharme, sentado en la silla, así que tuve que masturbarme.
El le pidió que le pusiera el culo bien parado, obedeciendo ella, como si fuera una niña sumisa.
El gigantesco y blanco níveo, atributo de Ce, iba a ser corrompido, primero por las sucias garras del viejo y segundo, por su anciano pene.
-Qué buen culo que tiene la guarra de tu mujer, ¡un culazo! Decía la pura verdad.
El viejo la iba a coger con preservativo.
Introdujo su pene tan suavemente, que mi amada esposa cerró sus ojos por placer; fue gozando a medida que el tipo penetraba su concha, con vaivenes ritmícamente perfectos.
Ante las embestidas ciclotímicas del jubilado, ella fue mojándose toda, salpicando al viejo con sus jugos.
Al viejo le encantaba.
-Te estoy haciendo gozar mamita.
¡Cómo te estoy cogiendo culona!.
Y delante del cornudo de tu marido.
Apretaba fuerte el ancho culo y las grandes caderas de mi esposa, diciendo: "esto es carne, así te quería agarrar gorda putona".
Estuve a punto de intervenir, sin embargo, aumentó mi libido, tirando chorros de leche por sobre el aire.
La calentura de ver a ese viejo, que sólo conservaba su elegancia, porque de lindo no tenía nada, agarrar las nalgas carnosas de mi esposa con ímpetu, superó todo lo hecho hasta ahora en mi vida.
También se detenía, abrazándola por atrás, besando y acariciando los brazos robustos de Ce, gozando de su perfume exquisito, comiéndole la piel, como sólo lo hacía yo.
Hasta esos momentos.
El viejo acabó, luego de seguir penetrándola en cuatro, desparramándola en el culo de Ce, potente, demasiada, casi irreal para una persona mayor como él.
El viejo se marchó al baño, quedando mi mujer, boca abajo, crucificada sobre la cama.
Al volver, se tiró masturbándose locamente.
La pija creció rápido, pidiendo de inmediato a Ce, otra cogida.
Sorprendido quedé ante lo veloz de la recuperación sexual del viejo.
Mi mujer lo montó de espaldas al anciano, quien la cogía desesperado.
La hizo detener, estimo yo, ante la llegada de más leche.
Ella fue obligada a cabalgarlo de frente, cayendo sus tetas en la boca del sexagenario, que chupaba esas tetas con devoción.
No aguanté más y fui a tapar ese agujero descubierto de Ce, a punto de cumplir su fantasía, de tener ambos agujeros ocupados.
Ella gritó excitadamente, incrédula de lo que vivía.
El hombre, profería de su boca todo tipo de insultos, logrando además que ella, se animara a decirle "sí, soy tu puta", "me gustan los viejos" o "mi esposo me coge mal", entre otros.
Acabé muy dentro suyo, en el culo, tirando el viejo, ríos de espesa y abundante leche en las tetas de mi esposa.
Entonces nos vestimos y nos fuimos, quedando nuevos encuentros para próximos relatos.
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