La vida el campo XIV
La pequeña niña Martinez recibe su primer orgasmo con una verga en su interior y nuestro protagonista le coje gusto a que unos dedos de mujer le escarben el ano..
Un poco de amor para apaciguar a las bestias…
Una niña de 7 años llora preocupada porque no quiere ir al infierno. Mi angel de 7 añitos que me facilita cualquiera de sus agujeros para mí placer, pero no logra entender porque la señora Guzmán se lo pasa tan bien, se lamenta de lo rico que la hizo sentir la chinga Munguía, pues para ella, su único propósito es que yo «escupa mis mocos donde yo quiera».
No me había puesto a pensar en el impacto del adoctrinamiento del sacerdote en los niños hasta ahora.
Los adultos con el tiempo le pierden un poco el miedo y se permiten disfrutar, claro, siempre con la autorización de su amo y la bendición del sacerdote.
En este juego hay jerarquías, el amo y el sacerdote pueden cojer a quien quieran, bajo esa norma, el amo y el sacerdote puede ser cojidos por quienes ellos quieran. También combiene que el amo y el sacerdote te pueden pedir que cojas con quien ellos te digan.
Ninguno de mis protegidos puede rechazar ningún pedido, nuestros deseos son órdenes, si te resistes, tus pecados serán expuestos al pueblo y arderás en las llamas del infierno.
Mientras cojas tienes permitido el placer, pero solo el placer que quién te coja te de y eres el o la responsable de disfrutarlo, no puedes pedir más, no puedes pedir que te hagan algo que te gusta, no puedes pedir que dure más, cuando eres el cojido dejas que quien te posee disfrute de tu cuerpo, permites que sacien sus deseos con tu carne el tiempo que requieran y después te dejarán a tu suerte.
Algunos han aprendido a disfrutar con lo que les den, pero la pequeña niña Martinez no entiende por qué yo les doy tanto placer y les permito venirse. Llora desconsolada porque teme a Dios, no quiere arder en las flamas del infierno y no quiere que todos sepan que es una puta.
La pobre niña no entiende lo que dice, solo repite lo que le han dicho una y otra vez hasta que lo memorizó y aprendió a temerle a esas palabras.
La chica Munguía sentada a su lado trata de calmarla con caricias pero la chica respondió con rechazo.
El señor Guzmán se lame los labios, seguramente desea follarse a mi favorita, infectarla y venirse adentro, pero eso no va a suceder.
Le ordené a la chica Munguía cortar las ataduras del hombre y le demandé retirarse, desesperado y bastante asustado salió corriendo seguramente en busca de su gallina para saciar su deseo.
Ayudé a la señora Guzmán a incorporarse, cargué en brazos a la pequeña de 7 años e invité a mis otras dos compañeras a seguirme a la habitación, estaba dispuesto a ree-educarla y necesitaba a mis nuevas aliadas, y vaya si me ayudaron.
Mi pobre nena de 7 años temblaba en mis brazos, una parte de mi también temblaba, hasta ahora me habia comportado como «media bestia», esa es la mejor descripción para mi yo de esos momentos.
Una bestia, digamos un león, puede llegar a compartir sus hembras con su hermano, acostarse con sus sobrinas e hijas, copular varias veces al día, lo cual suena increíble, pero un león protege a su manada, cuida a su hembras, a veces es duro con ellas, por ejemplo, el come primero o comete infanticidio, pero si otro león no autorizado o cualquier otra bestia se atrave a dañar a sus hembras, el león arremete con furia.
Temblaba de emoción al saber que la pequeña de 7 años sabría lo que es hacer el amor, pero también temblaba porque no sabía cómo hacer eso, es decir, ¿Una niña de 7 años puede disfrutar de una verga que dilata su inmadura vagina a límites los cuales no está preparada? Por suerte, mis dos experimentadas compañeras, como ya dije, me ayudarán con esa duda y labor.
La señora Guzmán le explicaba con un aire maternal a la pequeña que si era su amo quién le daba placer, entonces estaba bien pasarla bien, incrédula, la niña Martinez decía que el sacerdote había dicho otra cosa y que ella no se quería ir al infierno.
Algo más astuta y persuasiva la chica Munguía le decía que era responsabilidad de la mujer disfrutar con lo que le diera el hombre, por eso estaba bien si disfrutaba.
La señora Guzmán intervino una vez más resaltando lo generoso que soy al permitirles disfrutar de los placeres del sexo, y reafirmó que al ser yo, el amo, era como hacerlo con un esposo y eso está bien ante los ojos de Dios.
Hubo más de la conversación, pero no los voy a aburrir con eso, mejor les cuento como ambas mujeres, con mucha más experiencia que la pequeña de 7 años o yo a mis 40, iniciaron un asalto de besos y caricias en el inmaduro cuerpo de la niña.
Caricias maternales y fraternales totalmente impuras pero que cumplían con su objetivo, la niña dejó de llorar, después eran sollozos, suspiros, se abrieron paso los tímidos gemidos y se estancó ahí por un momento.
Ver a una adolescente y una mujer joven tocar de esa forma tan sensual a una nena de 7 años despertó mi pene en su máximo esplendor.
Los finos, delicados y largos dedos de la chica Munguía se deslizan por la suave piel de la nena, la experimentada y muy afilada lengua recorre el cuello y oído de la menor, suaves besos truenan a discreción de vez en cuando y nuestra preocupada nena comienza a relajarse.
Por su parte, los femeninos y no tan suaves dedos de la señora Munguía juegan con los diminutos pezones, mordía juguetona el lóbulo, labios y hasta la nariz de la pequeña niña Martinez que reía con sus avances.
Una mano explora la tierna vulva, esos dedos suaves y ásperos a la vez me vuelven loco, tienen la suavidad femenina y un toque de áspero que no puedo explicar, aunque esa noche no importaba, la nena dejo los suspiros dando paso a gemidos agitados y cortos.
La morena piel se chapeteo con la sangre, los diminutos pezones duros como la piedra se alzan gloriosos en su plano pecho, el dedo que recorre la inverve e inmadura vagina brilla con los jugos infantiles que el tierno órgano reproductor alcanza a producir.
Es la señora Guzmán quien tomó el control total de la situación, ella se encargó por años de ayudar en la defloración de los nenes y nenas que tendrían como fin último ser «monedas de cambio», de hecho, ella participó en la defloración de la chica Munguía hace 9 años, si, la chica Munguía fue desvirgada por el amo anterior a los 5 años, como el promedio de los niños.
Relajada por el tierno manoseo de ambas mujeres, nuestra protagonista de la noche se dejaba hacer entre suspiros y gemidos apagados de placer.
Las palabras de la señora Guzmán eran como las de una madre que aconseja a su hija, una madre que le enseña a su hija la importancia de darle placer a su esposo, le enseñan que está bien sentir rico, pero debe aprender a sentir rico con lo poco o mucho que le de su amante.
Totalmente entregada al placer, la pequeña de 7 años se deja toquetear de forma impudica, su joven e inexperto cuerpo reaccionan a los avances inmorales de ambas mujeres.
Con una habilidad asombrosa la señora Guzmán acostó a la pequeña en el borde de la cama, hace un momento dije que la chica tenía Munguía más experiencia, lo cierto es que la señora Guzmán tiene más experiencia y habilidad, solo está fuera de forma.
Los eventos de hace un momento, sentir su útero lleno de semen caliente de un macho sano, los orgasmos, lo erótico de la situación al pervertir a una niña y lo más importante, la humillación de su marido, todo eso le trajo recuerdos y avivó en ella una llama que nunca había sentido, el deseo de complacer a su macho, antes lo hacía obedeciendo una orden, conmigo comenzó a hacerlo por placer.
Con instinto maternal guió a ambas chicas, al ser más adepta al uso de la lengua, habilidad que comprobó hace un rato en sus propias carnes, la mujer de 22 años invitó a la chica Munguía a comerse la tierna almeja.
El propósito era humedecer todo el canal vaginal con su saliva, darle flexibilidad a los labios con su lengua y jugar tiernamente con el diminuto clítoris para causar fugaces descargas de placer en la menor.
A mí me arrodilló a un lado del rostro de la nena a quien alentaba a mamar mi erecta, babeante, dura y muy caliente verga.
Obediente la nena se metía el glande y poco más, no por falta de espacio o ganas si no por orden de su nueva tutora quien con palabras dulces la animaba a saborear el sabor de mis jugos.
Mi pequeño angel succionaba con delicadeza extrallendo el néctar de mi hombría, ocasionalmente se detenía para gemir o suspirar por el jugueteo oral de su otra amante.
Su mentora conocía bien el arte del erotismo, después me enteré que el anterior amo la compartía con un hombre que le enseñó a dar placer de una forma, digamos, más personalizada.
Controlaba el movimiento de la cabeza de la niña, ya no era una mamada mecánica, era un oral detallado, su lengua frotaba mi frenillo o «el anillo entre la cabeza y el palo», succionaba con diferentes intensidades, liberaba mi pene para besarlo, lamerlo, jugar la punta de su lengua en mi uretra, volver a meter el glande, mascar mi prepucio, todo eso haciendo sutiles ruidos que coronaban la mamada.
Mucho del mérito era de la señora Guzmán, sus sabias palabras y guia supieron explorar el talento innato de la nena de 7 años.
No hubo intervención de las manos de la niña Martinez, solo labios, dientes y lengua, ambos aprendimos que no es necesario atragantarnos para pasarla bien, aunque a decir verdad, ese fue el inicio del aprendizaje, con el tiempo las habilidades de todas mejoraron y aprendieron a darme lo que a mí me gusta.
La señora Guzmán dejó a la pequeña mamar verga solita siguiendo las instrucciones que se le dieron pero a libre imaginación, «Míralo a los ojos, así sabrás que le gusta», joder, si ver a una mujer a los ojos mientras te la mamá es erótico, ¡Imagínate ver a una niña de 7 años!
La nena mamo verga por casi 20 minutos sin protestar, no dijo «ya me cansé» o «me duele la quijada» simplemente dió rienda suelta a su imaginación mamando la verga en su amo, saboreando el sabor, midiendo el diámetro con su lengua y labios, succionando para conseguir el relleno cremoso.
Cada vez que hacía algo que me gustaba dejaba escapar un gemido de placer y hacia brincar un poquito mi cadera.
La receptiva niña entendía y al final alternaba entre frotar su lengua en la parte baja de mi frenillo, uretra y succionar el glande entero.
Pasados los 20 minutos que fueron un infierno de placer la señora Guzmán le dió instrucciones de liberar toda la saliva que pudiera y usar su lengüita para empapar mi pene con ella.
Curioso, no me percaté que la niña no alcanzó ni un solo orgasmo o espasmos, la chica Munguía alternaba entre vulva y ano rompiendo el trance de placer de la pequeña que se mantenía al borde del clímax, todo eso fraguado con el único objetivo de enseñarla a disfrutar con mi verga adentro.
Anciosa por alcanzar un orgasmo, cosa que no sabía fuera posible, la chiquilla se acomodó como se lo ordenaron, una almohada debajo de sus nalguitas, piernas arriba y abiertas reposando a cada lado de mi cuerpo, su espalda reposa en el regazo de su nueva tutora que pellizca con ternura los erectos diminutos pezones, la alienta con palabras tiernas y dicho sea, la sujeta con firmeza para evitar se mueva demasiado.
La chica Munguía perfila mi verga de 40 años hacia la puchita de 7, ambos órganos reproductores empapados en saliva, por instrucción de la señora Guzmán froto mi verga a lo largo de la puchita con la presión suficiente para separar sus labios sin penetrarla.
La visión de esa diminuta vulvita anciosa por recibir verga abrazando mi palpitante polla, ambos ardemos por el calor del momento, pero estamos saboreando la presentación, la etiqueta previa a la penetración y el inminente coito que culminará, con suerte, en un climax para ambos.
La nena mueve su cadera de forma circular, empuja con torpeza tratando de meter la verga que la provoca y juega con ella.
Hace rato las salivas se mezclaron con los jugos de ambos ¿En qué estaba pensando el creador cuando permitió que una niña de esta edad sienta deseo sexual? Realmente no me importa, porque yo me he servido de eso por muchos años y lo sigo haciendo.
Las instrucciones de la señora Guzmán me guiaron en lo que debía hacer, lentamente y sin forzar el glande se resbaló separando de forma casi grotesca los labios estirados al rededor de la cabeza del falo.
La niña Martinez gimió con una mezcla de placer, sorpresa y muy poco dolor al ver como su vagina aceptó el pene que ya la ha penetrado hasta el fondo otras veces, pero está vez era diferente, sus labios inchados por la sangre bombeada debido a la excitación se abrieron con mucho menos problemas.
Exterior e interior impregnados de saliva y jugos permitieron que parte del tronco deslizara sin mayor problema, al ser todo tan lento y visible a mis ojos pude sentir el final de su pequeña vagina, en ese momento entendí por qué la pequeña no había disfrutado nuestros anteriores encuentros, 6 centímetros fueron suficientes para llegar al útero sin deformar su interior.
El rostro desfigurado por el placer y la impresión de la niña era todo un poema, movia torpemente sus caderas las cuales detuvimos la señora Guzmán y yo por instrucciones de ella, sería yo quien controlará el coito.
Uno pensaría que la chica Munguía estaría excluida apartada en un rincón, pero no, jugaba mis pezones en su boca, masajeaba mis pesados testículos con una suavidad casi dañina, era como ver un pequeño riachuelo erosionar la roca, y a mi, el más inexperto del grupo no le quedaba otra cosa que aguantar.
No soy de fierro, un torrente de sensaciones recorría a raudales todo mi cuerpo, tal vez era falta de sensibilidad en mis terminaciones nerviosas, incluidas mis zonas erógenas, pero pese a que disfrutaba los estímulos en niveles no creí fuera posible, mi orgasmo simplemente no llegaba a menos que me concentrara en eso.
El estrecho agarre de la puchita de 7 años, la juguetona boca y hábiles manos de 14, esa dulce voz de 22 años guiando mis acciones, saber que tengo a 3 hembras prohibidas para mí solo, todos esos estímulos me tenían a tope, pero ese tope no se desbordaba porque simplemente no me concentraba en eso.
Por momentos era una tortura, oleadas de placer empujaban como ese movimiento en agua que rebasó el límite y se mantiene dentro del vaso por pura tensión.
«Comienza, despacio, no necesitas meter más», esas palabras marcaron el inicio del coito, uno lento, suave, movía mis caderas guiado por la mano de la chica Munguía que tenía su dedo medio metido en mi ano empujando mi cadera para meter algunos centímetros de mi verga, con la otra mano sujetaba mis testículos que tiraban hacia atrás otros tantos centímetros de carne cilíndrica.
Ver los labios estirarse al salir de su cuevita, el brillo de los jugos perlando mi pene, sus quejidos de placer-dolor acompañado los míos, la señora Guzmán gimiendo indicándole a la nena como manifestar su placer, el calor de los genitales, el suave tacto del dedo en mi ano, la sensación de terciopelo de mis huevos peludos en la delicada mano que los sostiene.
La niña lo estaba disfrutando, una verga adulta bastante gruesa para su edad y cuerpo le estaba dando placer, arqueaba su espalda esperando que de esa forma metiera más de mi barra de carne pero tenía instrucciones de la señora Guzmán de no rebasar el límite, al menos no hasta que se adaptara a meterle la verga sin tanta parnaferlaria o preámbulo.
La exquisita presión constante del estrecho huequito estimula todas las terminaciones de mi pene, lucho por mantenerme en esa zona de tensión, concentrado y listo para entrar en erupción, el dedo en el ano era el mayor de mis retos, les comenté que jamás permití que un pene entrara en mi orificio posterior, pero a decir verdad, me encanta tener un par de dedos metidos, ya sea que toquen mi próstata o no.
Gracias a todos los santos menos de 7 minutos de intenso sexo bastaron para que la chiquilla se viniera con un fuerte gruñido de placer dignos de una actriz porno, aún no entiendo cómo algo tan suave puede ser tan intenso.
Aprovechando la momento de extrema presión aceleré un poco mis embistes metiendo algo más de mi verga en el ceñido y esponjoso interior para alcanzar mi deseado orgasmo liberando una cantidad de esperma suficiente para llenar el útero de todas las mujeres de mis terrenos.
Sentí que moriría esa noche, que puto placer, que delicia, cuando me venía escupiendo mi semen en su interior lo estrecho del canal desinflaba mi pene castigandolo con presión, una presión que liberaba una descarga eléctrica justo al final de mi espina dorsal.
Al volver mi pene a su normalidad dejó una cuevita abierta, roja, escurriendo semen, palpitando y feliz. La chiquilla respiraba agitada recuperándose del orgasmo en el regazo de su tutora, la niña abraza con sus bracitos a la mujer que la convenció y ayudó a sentir tan rico con su amo.
La niña agotada del encuentro y por la hora, entrada la noche, se quedó profundamente dormida en la cama, la señora Guzmán dejó a la nena dormir y acudió a mi encuentro para colmarme de amor mientras la chica Munguía habiéndo descubierto mi gusto por la estimulación anal se propone a darme mi primer beso negro a profundidad.
La noche es joven y ninguno de los que quedan en pie tenía ganas de dormir.
Por favor la continuación de: Las mujeres Monroy.