LA VIEJA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Tenía 18 años y varios amigos de la misma edad que vivíamos siempre calientes. Ya con mis 50 años, recuerdo que en aquel entonces las chicas de nuestra edad eran mucho menos receptivas que en la actualidad, por lo cual los machitos debíamos arreglarnos como pudiéramos para aliviar nuestras bolas siempre llenas.
Para mi grupo de amigos íntimos, uno de esos recursos era contratar a quien llamábamos jocosamente "la vieja". Lucía -que así la llamaré- era una mujer de unos cincuenta y tantos… y no fea. Todavía conservaba lindos rasgos -en su juventud debió ser una puta muy solicitada-, era corpulenta -no gorda-, con grandes tetas todavía bastante firmes y muy buen culo. Famosa por poner muchas ganas en la cama y ser "ninfómana", palabra novedosa para nosotros pero que nos ufanábamos en utilizar. En realidad, era una hembra con orgasmos múltiples, lo que seguramente le había permitido tener mucho éxito en su actividad.
A esa altura de su vida, Lucía ejercía la prostitución en forma muy especial: no recibía en ningún lado, concurría solamente a domicilios u hoteles, previo acuerdo y siempre con machos conocidos o por recomendación. Prefería dedicarse a atender adolescentes como nosotros o jovencitos, no cobraba mucho y era bastante solicitada.
Nuestro inconveniente con ella era que no siempre contábamos con lugar para recibirla y tampoco abundaba el dinero para hoteles, a los cuales por nuestra edad dificilmente nos admitieran. También, ningún machito de 18 años querría entrar a un hotel con una mujer de cincuenta y tantos, así eran las costumbres en aquel entonces. Por ello, había que esperar que alguno de nosotros tuviera la casa libre el día entero para organizar algo entre todos (eramos tres amigos), juntando los dinerillos como pudiéramos.
Así las cosas, un día nuestro amigo Lucas nos avisó que la jornada siguiente estaría solo en la casa todo el tiempo, su familia se iría a pasar el fin de semana en un lugar de descanso y él no iría con la excusa de tener que estudiar para un examen. Lucas nos dijo que ya había hecho contacto con Lucía, y que nos reuniríamos los tres a las 16 horas para recibirla.
Con la noticia, todos saltábamos de contentos y excitados y nos preocupamos por reunir el dinerillo necesario. La espera hasta el dia siguiente se hacía interminable, pasé todo el tiempo con erección y morboseándome lo que haríamos.
Como la casa de Lucas no era muy grande, cuando se hacía la orgía allí nos juntábamos todos en su cuarto, y mientras uno cojía los otros debían mirar alrededor, esperando su turno. Lucas lo pedía así, un poco para evitar todo descontrol en la casa, con los machitos deambulando por allí mientras esperaban, y otro poco por el morbo de contemplar y ser contemplado en la cojida.
Llegó el momento, todos nos reunimos excitados y jadeantes. Como siempre, Lucía llegó puntual y, luego de los saludos rituales, Lucas la acomodó en el cuarto para que ella se preparar y desnudara. Hecho ésto, llamó: "Chiiiicooooos".
Todos nos desnudamos completamente -como habitualmente lo hacíamos- y fuimos en fila al cuarto, exhibiendo nuestras erecciones y nuestras bolas pendulando al aire. Antes, se habían acordado los turnos: el dueño de casa siempre primero, los otros dos turnos se sorteaban. Para variar, quedé último.
Lucas era muy morboso, un líder para esos placeres. Ya le había avisado a la vieja que posiblemente más tarde llegaría un cuarto chico, y le pidió que por favor lo atendiera igual (ella generalmente no admitía más de tres a la vez). Hizo así porque quien venía (Javi), un año menor que nosotros -17- era un descontrolado sexual y siempre que se lo invitaba nos daba un show erótico fenomenal.
Al entrar, Lucía ya estaba recostada en la cama, desnuda, luciendo sus pechos enormes con pezones duros y su concha grande y vulvosa. Nos contempló a todos rodeándola, jadeantes, algo sudados y con nuestras pijas duras pegadas a las panzas.
Lucas, tranquilo y dueño de la situación, tomó su primer turno. Pasó sus manos por los pechos de la vieja, se los chupó, lamió su concha y le metió los dedos bien adentro. Luego se hizo chupar la verga y los huevos largamente. Finalmente la montó y le colocó todo su palo dentro de la concha enorme, bombeando frenéticamente, mientras la vieja gemía y movía la cadera rítmicamente y le recorría la espalda y el pelo con sus manos. Lucas gemía y repetía frases calientes a la hembra (recuerdo: "tomá, tomá, perra, te voy a reventar", y ví que apretó sus nalgas y en un quejido empezó a eyacularle en el coño.
La sacó, todavía dura, mojada la verga y las bolas por los jugos de la hembra. Enseguida le dijo: "se buena, dejame que te la meta en el culo". Lucía se dió vuelta y Lucas la montó y se la cojió por el culo como un perro, acabando nuevamente.
Llegó el turno del segundo (Tití), ya inflamado de calentura. Ni bien se desprendió Lucas, Tití jadeando la montó como estaba y se la puso en el culo, dándole y dándole hasta que le largó unos buenos polvos. Luego, le pidió a la vieja que se la chupara, y ella se negó "lo tendrías que haber pedido desde un principio, no chupo después del culeo". Tití, por apurado, debió soportar la frustración y sólo le quedó darle por la concha y ponerle otras guascas allí.
Al fin había llegado mi momento !!, ya estaba bañado en sudor por la calentura y de mi verga, dura, hinchada y roja, salía tanto líquido preseminal que me había mojado hasta las bolas. Viendo lo sucedido con Tití y aprendiendo de la maestría de Lucas, le chupe las lolas a la vieja, le metí cuatro dedos en la concha -ya más abierta todavía, caliente y húmeda de jugos femeninos y guasca de los otros machos- y le pedí que me mamara el palo. Lo hizo como las diosas, succionando y amasando mis huevos y mi verga con su boca y lengua. Me la monté y me hundí en su concha, que parecía un charco de líquidos, y yo también la llené. La saqué dura, le pedí que se diera vuelta y le dí palo en el culo hasta acabar de nuevo.
Interín llegó Javi, que fue recibido por Lucas, lo hizo desnudar y lo introdujo en el cuarto. El chico estaba jadeante, loco de ansiedad. Lindo machito, no era gordo pero sí corpulento y era famoso por tener la verga y los huevos más grandes. No disimulaba su erección impresionante, y se batía la polla con una mano mientras se acariciaba el pecho con la otra.
No habíamos permitido que Lucía se levantara para higienizarse. Estando ya Javi alli le dijimos "es tu turno, apurate, no hay más tiempo", sabiendo que eso lo aceleraría todavía más.
Javi se lanzó sobre la vieja, le dió lengua en la boca -con tres mamadas de pija adentro-, le comió los pechos y -abriéndola de piernas- le chupó con desesperación la concha -muy abierta como una olla, chorreando líquidos, llena de cojidas y de guasca-. Javi se puso en cuatro sobre ella, colgándole una pija enorme y dura, y se la puso en la concha de un golpe, bombeándo, revolviendo, sacudiendo, entre jadeos y palabras calientes. Desde atrás, debajo de sus nalgas apretadas, se dejaban ver sus huevos como pelotas de tenis, empujando y empujando. La vieja acompañaba con movimientos de su cadera, gemía, mujía y quería la muy puta. En un momento a la hembra le reventó el orgasmo, y en ese instante Javi gimió al eyacular. Al chico se le veían los huevos mojados por los jugos que chorreaban. La puta gustó del machito descontrolado y, al desprenderse, enseguida le chupó la verga recién salida de su concha, chorreando líquidos. A renglón seguido, Javi se la enculó salvajemente. Durante toda esa escena, los tres caminabamos alrededor de la cama para mirar mientras nos pajeábamos.
En conclusión, la vieja se higienizó, se vistió, cobró y se fue muy contenta, llevándose sus dinerillos y las guascas de cuatro machitos en su boca, su concha y su culo.
Nosotros, como siempre hacíamos cuando venía Javi, seguimos disfrutando de más sexo. Como el chico al poco rato estaba caliente de nuevo y morboseándose por todo lo vivido, lo fuimos pajeando con nuestras manos, primero uno, después el otro y así los tres, haciéndolo acabar tres veces más y dejándolo bañado en sudor y en su propia leche. Al final, siempre hacíamos un ritual de unidad: nos abrazábamos por el hombro uno a otro, poniéndonos en circulo, mientras con la mano libre nos pajeábamos hasta acabar todos juntos, largándonos las leches los unos a los otros sobre nuestros cuerpos. Después, muy asquerosos, con la mano nos desparramábamos la guasca por el pecho y hacíamos fila para darnos una ducha. Eramos como una logia del placer.
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