Loli aprende a conducir (IV)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me había quedado al final de la tercera parte de mi relato, cuando desnuda y exhausta, al haberme corrido ya cuatro veces, me encontraba encima de la mesa del comedor de la casa de los campesinos del mesón. Me habían metido el puño dentro del coño Carlos, Lorenzo, el sesentón dueño de la casa, y su hijo Gerardo. Después de un rato de hacerme guarradas, ellos seguían vestidos sentados alrededor de la mesa.
Carlos, el profe, llevaba la batuta. No me permitió descansar mas de cinco minutos y me hizo bajar de la mesa. Me ordenó que me arrodillara y que les fuera sacando las pollas por las braguetas respectivas. La situación era degradante, yo desnuda, de rodillas, en medio de tres hombres totalmente vestidos. El cansancio lo superé con un poco de esfuerzo y comencé bajando la cremallera de Lorenzo, metiendo una mano en su bragueta, en sus calzones, y sacando el miembro que estaba medio erecto. Le di un par de chupadas, pero paré, le dije enfadada que podía haberse lavado, pues olía a meados, pero Carlos me dijo que siguiera y me callara. Seguí chupandosela con cierta aprensión y creció enseguida dentro de mi boca. El siguiente a quien abrí la bragueta y saqué la polla fue a Gerardo, otro que también la tenía sin lavar, otro al que se la lamí aguantando arcadas, por el asco que me daba. Cuando la tuvo bien tiesa, terminé la operación sacando al aire la de Carlos. Esta olía mejor y le dediqué una chupada más larga. Le creció hasta ponerse muy dura.
Mientras, a los otros los masturbaba con mi mano libre para mantener sus pollas erectas. Cuando los tres estuvieron en posición de ataque, el profe me tomó por los cabellos, por mi larga y hermosa melena rubia con mechas, y me levantó haciéndome daño. ¡Bestia, qué eres un bestia!, le protesté. Me pidió excusas riendo y, sin miramiento alguno, me puso a cuatro patas en el suelo. Me lamió un poco el agujero del ano y de un golpe me la metió por allí. Lorenzo y Gerardo, por su parte, me pusieron sus miembros a la altura de mis labios y fui chupandolos alternativamente, hasta que me los metieron juntos dentro de la boca. Los embates que me daba Carlos eran brutales, metiendo y sacando la polla como si quisiera romperme el culo. Pero, poco a poco, sintiendo tres miembros viriles tan duros dentro de mm, me fui empezando a calentar como una zorra, y a deleitarme por momentos. Entonces, Carlos me tocó el coño, notó mi humedad y comentó enseguida en voz muy alta, !esta volviendo a chorrear esta puta! ¡Cómo le gusta la marcha! ¡La voy a llenar el culo, para qué disfrute!. Dicho y hecho, soltó una larga descarga de semen en mis entrañas y la sacó después para llevarla a mi boca. Lorenzo y Gerardo se apartaron, para dejarme lamer y limpiar bien la polla de Carlos. Estando en esta faena, sentí como me volvían a penetrar por el ano. Por el tamaño debía ser la de Gerardo. Miré un momento y allí estaba, con cara de loco, clavándome su miembro hasta los huevos. Lorenzo se hallaba a su lado y me dijo que le dejara sitio para ponerse debajo de mm. Carlos, desahogado, se sentó en una silla a mirar. Lorenzo se tumbó en el suelo, se escurrió, se paró donde me tenía a tiro y tras un par de intentos fallidos, consiguió meterme la polla en el coño. Los dos, padre e hijo, iniciaron juntos un tremendo mete-saca por mis agujeros, dándome un placer colosal que me llevó al orgasmo en pocos minutos. A los dos se las lamí, para dejarlas bien limpias. Y, así, tras haberse corrido los tres hombres, se guardaron las pollas, y siguieron vestidos, mientras yo permanecía desnuda, tirada en el suelo.
Carlos, que debió maquinar algo mientras miraba mi doble penetración, se levantó y le dijo a Lorenzo que le contara todo lo que me habían hecho la primera tarde que estuve allí. Lorenzo, tranquilamente, se lo narró. Carlos prestó mucha atención al hecho de que me hubieran metido dos pollas a la vez por el culo, y también por el coño. Ya notaba yo, ya, que su ano dilata mucho mas, comentó. Y que su levanté, me la puse, y comprobé que era bastante larga y me tapaba, aunque muy justito, el culo y el coño. Aunque, al mas mínimo movimiento, se verían. Salimos de la casa, subimos los cuatro a nuestro coche, Carlos me dijo que me sentara detrás con Gerardo, para que me fuera calentando, y partimos hacia el bar. En el corto camino, Gerardo se aplicó frotándome el clítoris, logrando que, al llegar al bar, estuviera ya muy cachonda, al borde del orgasmo. Bajamos del coche. El bar era un tugurio, olma a fritos y tabaco. Tenía cuatro mesas ocupadas, con cinco tíos en tres de ellas, y dos en la cuarta. Jugaban a las cartas pero en cuanto nos vieron entrar, saludaron a Lorenzo y su hijo, y se quedaron pasmados al verme. Todos, los diecisiete hombres de las mesas, y el de la barra, un tipo malencarado con pinta de estar de vuelta de todo, seguro que nunca habrían sospechado encontrarse de pronto en ese barucho a una mujer como yo. Porque, tengo que decirlo, estaba radiante. Mi preciosa y larga cabellera suelta, mis largas y desnudas piernas, mi hermoso rostro, les dejaron fascinados. Además, como se adivinaba que no llevaba nada bajo de la camisa, por el bamboleo de mis tetas al andar, unían a su fascinación una cara de lobos deseosos de devorarme. Nos sentamos en una mesa vacía, pedimos unas copas, y Carlitos me dijo, levántate y saluda a todos los parroquianos. Le obedecí, me levanté, y saludé en voz alta, buenas tardes tengan, caballeros. ¿Así esta bien ya?, le pregunté a Carlos. No me contestó. Se fue a la barra, habló con el dueño, y éste, de inmediato, cerró la puerta por dentro. Me dio un escalofrío. Me olía lo que iba a pasar.
Carlos, el muy cerdo, desde la barra pidió silencio, y anunció, señores, esta mujer ha venido a darles un rato de felicidad. Es de confianza, amiga de Lorenzo y Gerardo, limpia y sin freno cuando se lanza a follar. Ahí la tienen, para lo que ustedes gusten. Adelante, y a por ella. Le llamé cabrón y me quedé quieta en mi silla. Los tíos se fueron levantando de sus mesas y vinieron hacia mm. Tuve un poco de miedo. Pero les frené, sonriéndoles, con una advertencia, miren, si quieren hacen lo que quieran conmigo pero con orden, sin maltratarme. ¿De acuerdo?. Hablaron entre ellos, y se aplicaron a lo que yo les había dicho. Se acercaron primero tres tíos, cincuentones y bastante feos. El malcarado dueño del bar trajo un amplio colchón y lo colocó en el suelo. Yo me eché en él, para adelantar tiempo, me quité la camisa de Gerardo, y me abrí de piernas. Mi cuerpo entero quedó a la vista de todos, destacando en él mis apetitosas tetas y mi peludo coño. Con lo buena que estaba, mirándome a conciencia, uno de ellos dijo a los otros que yo era un festín sexual. Se quitaron los pantalones, los calzoncillos, los citados tres primeros, sacando al aire tres pollones de buen calibre. Esa visión me humedeció mas el coño, mojado desde el frotamiento que me había dado en el clítoris Gerardo viniendo al bar. Por eso, cuando el primero de los tíos me la metió, me propuse pasarlo lo mejor posible y agarrandolo hacia mm, lo besé en la boca como no le habrían besado nunca. Su lengua se volvió loca jugando con la mía y se excitó tanto que a los pocos instantes se corrió como un poseso, llenándome de semen la figa, (esta vez había tomado pastillas, no como la primera tarde que no lo había hecho y no les dejé vaciarse en mi coño). Los dos siguientes me practicaron una doble penetración, por coño y culo, con tanto oficio que me llevaron a mi sexto orgasmo del día. Los demás siguieron haciendo lo que les apeteci&o inenarrable.
Me pareció estar bajo una catarata de orines, que me inundaron de arriba abajo. Así conseguí llegar al último orgasmo de la tarde. Cuando finalizaron su meada, muy abierta de piernas, yo me oriné también ofreciéndoles la propina de una visión de mi abierta raja echando pipi como un surtidor. Después no pude levantarme sola. Lorenzo y su hijo me ayudaron a hacerlo y me pusieron la camisa por encima. Ya de pie, me despedí amigablemente de los hombres del bar. Uno de ellos me devolvió la despedida, ¡usted es la tía mas buena que hemos visto y veremos en nuestra vida! ¡Salud y suerte, señora! . Con ello provocó el aplauso general dedicado a mi persona. A mí, que me sentí en ese instante una gran hembra entre las hembras.
Mi amigo nos esperaba ya en el coche. Subí con Lorenzo y Gerardo, esta vez delante y, sin mediar palabra, nos fuimos. En la casa de pescadores me duché, me lavé bien, y a continuación me puse los pantalones, sin las bragas claro esta, y el polo. Les di un besazo de despedida al padre y al hijo. Carlos también se despidió, y nos encaminamos hacia Barcelona, hacia nuestra casa.
Al llegar, el burro de mi amigo quiso follarme. Le pedí piedad, pues estaba hecha una piltrafa. Pero se empeñó. No pude negarme mucho rato, al final le dejé, y soporté un dolor inmenso, pues en esos momentos no sentí placer alguno. Su penetración por mi culo fue bestial, sin delicadeza alguna, aliviándome cuando se corrió llenando con su semen mis entrañas. Enseguida me volví a lavar en el aseo, me apliqué cremas por el culo, la rajita, los pezones y las tetas, y luego me acosté. Al cabo de un rato, noté como Carlos me daba un tierno beso en la mejilla. Se estaba acostando también. Veríamos mañana que decía. Seguro que iba a ser un día especial. El auténtico día después.
Soy saludos para todas las mujeres que hayan tenido experiencias parecidas.
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